Basta con salir de nuestra casa o nuestro lugar de trabajo y realizar un ejercicio concienzudo de observación, para darnos cuenta de cómo hemos normalizado el acaparamiento de la calle. Si analizamos quién ocupa este valioso recurso del entorno urbano, que es el espacio público, veremos cómo le hemos estado entregando a los autos algo que debería de ser para el aprovechamiento de todas las personas. Cada calle pierde dos carriles que se destinan a guardar muebles que dan un beneficio privado. Se destinan al menos dos metros y medio de cada lado para tener estacionados autos y más autos que, incluso, llegan a causar conflictos vecinales siendo la tercera causa que más los provoca a nivel nacional (INEGI, 2024). Estos problemas podrían evitarse si entendiéramos que este bien privado debe resguardarse en el espacio privado, pues en el espacio público hay una gran cantidad de usos además del transitar, que necesitan espacio y no podemos permitir que se siga desperdiciando en estacionamiento vehicular.
Según el último censo (INEGI, 2020) sólo el 46.5 % de las viviendas mexicanas cuentan con un automóvil. Es decir, estamos cediendo casi toda la calle a menos de la mitad de las viviendas del país. Entre infraestructura para el auto, estacionamiento en vía pública, autos abandonados y estacionamientos privados, el paisaje urbano parece estar hecho para los coches y no para las personas. Si hoy en día llegaran seres de otro planeta, intentarían comunicarse primeramente con un auto, porque el espacio indica que todo está hecho a su medida, por lo tanto serían los “seres” que dominan la Tierra.
Esta “dominación” no sólo se manifiesta cuando los vehículos están estacionados sino también cuando están en movimiento. No conformes con que ocupen nuestro espacio público, nos arrebatan nuestra tranquilidad de poder cruzar la calle con calma. En nombre de garantizar a unos cuantos sus deseos de velocidad, sacrificamos la serenidad de todas y ponemos en riesgo a quienes no se muevan en una coraza de metal de al menos una tonelada. Estos acorazados circulan a exceso de velocidad principalmente donde se corre mayor riesgo, es decir, en zonas vulnerables donde abundan escuelas, parques y viviendas. En estas zonas vulnerables hay un mayor porcentaje de vehículos que exceden los límites establecidos llegando hasta el 25 %, o lo que es lo mismo, 1 de cada 4 vehículos transita de manera riesgosa donde hay mayor vulnerabilidad (Monclús, Ortega y Riveroll, 2018) sin que esto represente restricciones, amonestaciones o castigos de ningún tipo.
Este fenómeno sucede no sólo en las ciudades mexicanas, pero desde este territorio hoy estamos al filo del umbral en el que decidimos cambiar para mejorar o continuar empeorando nuestra situación. Existe actualmente un marco normativo federal sobre movilidad que pone a las personas en el centro; sin embargo, no ha terminado de permear en el marco local. Además, la existencia de esta reglamentación no es garantía ni de que se aplique ni de que se atienda por parte de las autoridades y la ciudadanía respectivamente. Por ejemplo:
Se cuenta hoy en día con la Norma Oficial Mexicana sobre diseño de vías urbanas, que es por demás progresista y avanzada para el diseño y rediseño de calles, pero no se tienen mecanismos que garanticen que se atienda a nivel local. En papel tenemos la intención de vivir en calles para la convivencia, pero las acciones nos alejan de que eso pueda ser una realidad cercana.
Desde la mejora o construcción de infraestructura, el planteamiento de normas claras que se comuniquen eficazmente, la expedición más restringida de licencias de manejo, reducción de velocidades en vías urbanas y un largo etcétera, hay por demás estrategias a implementar pero la voluntad política no ha estado a la altura de la exigencia ciudadana. Los y las activistas han planteado un sinfín de soluciones, estudiando las posibilidades, y se han convertido incluso en expertas durante sus tiempos libres para enfrentarse cada 3 años con diferentes actores que parece que lo único que tienen en común son oídos sordos a las exigencias para atender la urgencia de actuar ahora.
Aunque el panorama parezca complicado, hace 10 años no podríamos haber imaginado tener un marco legislativo-normativo como el que tenemos hoy. No había referencias de cómo realizar la transformación de una calle desde una perspectiva de movilidad sostenible que tuviera una visión holística donde se priorizara a personas de grupos en situación de vulnerabilidad. Mientras que las y los gobernantes han cambiado, la sociedad civil ha permanecido cada vez mejor comunicada y se ha podido acompañar a nuevos y nuevas activistas que se suman a la causa, reduciendo las curvas de aprendizaje; y no solo desde el activismo si no que ha habido la apertura de acompañar incluso a gobiernos locales que muestran el interés de cambiar su panorama.
Hoy celebramos como hito la redacción de los Derechos Peatonales, que además podemos comunicar de manera gráfica y que, sin duda, han logrado permear en más de una persona tomadora de decisión y, sobretodo, en más de una persona de la ciudadanía que ha decidido organizarse para exigir que estos derechos se tomen en cuenta. Hemos encontrado aliadas y aliados en otros colectivos, organizaciones, instituciones e incluso gobiernos, con quienes hemos podido avanzar en la construcción de mejores ciudades. También nos han encontrado otras personas que pueden tomar materiales, ejemplos y herramientas para hacer lo que puedan desde su lugar, desde sus propias calles.
Celebremos el camino recorrido sin olvidar el trabajo que hemos hecho en cada paso dado. Continuemos caminando juntas en este largo camino de hacer calles dignas para todas y seguramente en 10 años continuaremos celebrando que ahora sí podemos cruzar la calle con la calma que siempre hemos anhelado.
* Ana Magdalena (@_anamagdalena) es feminista, amante de las ciudades y la arquitectura. Actualmente es consultora de urbanismo, profesora y coordinadora general de Liga Peatonal (@LigaPeatonal).
Esta es la información que hay sobre el nuevo misil balístico de alcance intermedio lanzado por Rusia y la señal que intenta enviar Putin a Ucrania y Occidente al decidir utilizarlo.
Cuando un misil impactó en la ciudad ucraniana de Dniéper en la madrugada del 21 de noviembre, al principio no se sabía mucho, ni siquiera de qué tipo de proyectil se trataba.
Pavel Aksenov, experto militar del servicio ruso de noticias de la BBC, analizó las evidencias en torno a este misil y qué mensaje intentaba enviar al usarlo el presidente ruso, Vladimir Putin, a Ucrania y Occidente.
Putin declaró que el ataque a la ciudad de Dniéper en el este de Ucrania se llevó a cabo mediante “un nuevo misil convencional de alcance intermedio” con el nombre en código Oreshnik.
Aunque Ucrania lo niega y afirma que posiblemente fuera un misil Kedr, no hay muchas posibilidades de que se trate de ese tipo de arma.
El lanzamiento de un misil balístico a semejante distancia no puede pasar desapercibido, especialmente en una región que muchas agencias de inteligencia observan de cerca.
El misil es claramente visible durante el vuelo, en particular la llama ardiente que sale del motor del cohete, que puede ser captada por satélites y aviones de reconocimiento.
Los gases de escape de los misiles, que a menudo se observan durante las pruebas o los ejercicios, permiten aprender mucho y conocer las características de los distintos cohetes.
Los analistas pueden deducir aún más estudiando los datos de lanzamiento de un nuevo misil.
Aunque las agencias de inteligencia occidentales no han publicado sus conclusiones, es probable que tengan una idea bastante precisa del tipo de misil.
Por su parte, expertos y comentaristas en medios y redes sociales han elaborado sus propias teorías basadas en otras pistas.
La versión más repetida es que Rusia adaptó el misil balístico intercontinental experimental (ICBM) Rubezh para ataques de alcance intermedio.
En su declaración, Putin aseguró que el misil estaba equipado con una “carga útil hipersónica no nuclear” y que sus ojivas “atacaban objetivos a una velocidad de Mach 10, es decir, de 2,5 a 3 km/s“.
La ausencia de una ojiva nuclear era evidente, aunque su velocidad hipersónica se ha puesto en duda.
En su informe sobre misiles nucleares balísticos, la organización no gubernamental Centro para el Control de Armas y la No Proliferación ofrece una cifra inferior: 3.200 km/h, casi 900 m/s.
Es muy difícil interceptar ojivas que viajan a tales velocidades.
Este misil tenía una ojiva separable, y es esto lo que causó más confusión entre los expertos.
Un video grabado en el momento del impacto en Dniéper muestra seis clústeres de objetos cayendo al suelo, de los que cada uno contiene aproximadamente seis puntos brillantes. Se considera una cifra bastante elevada para un misil de este tipo.
Sin embargo, no se observaron explosiones en el suelo, lo que indica que los puntos brillantes podrían ser submuniciones cinéticas.
Estas pueden variar en tamaño y son esencialmente proyectiles metálicos que intentan destruir el objetivo utilizando la energía cinética liberada durante el impacto que, debido a la alta velocidad, puede ser significativa.
Varias fuentes indican que el misil fue lanzado desde el polígono de pruebas de Kapustin Yar en la región de Astracán en Rusia.
En ese caso, el alcance del misil en este lanzamiento sería de entre 800 y 850 kilómetros.
Vladimir Putin se refirió al Oreshnik como un misil de alcance intermedio. El rango de este tipo de misiles suele oscilar entre 1.000 y 5.500 kilómetros, aunque estas son solo cifras oficiales y el misil puede dispararse a distancias más cortas.
Lo más probable es que el Oreshnik que mencionó Putin se desarrollara en el Instituto de Tecnología Térmica de Moscú (MIT).
En Rusia hay dos entidades que desarrollan misiles balísticos de esta clase: el Centro de Cohetes Makeyev y el MIT.
El primero se centra en misiles de combustible líquido, que son pesados, se lanzan desde silos y tienen un alcance muy largo. Por ejemplo, el rango oficial del misil Sarmat es de hasta 18.000 kilómetros.
El Instituto de Tecnología Térmica de Moscú se especializa en la creación de misiles más pequeños con motores de combustible sólido que se proyectan desde lanzaderas móviles.
Estos misiles son más ligeros, tienen ojivas más pequeñas y vuelan distancias más cortas. Por ejemplo, el misil Yars tiene un alcance de 12.000 km.
Lo más probable es que un misil como el que impactó en Dniéper sea obra del MIT.
Este centro ya había creado antes misiles similares, como el RSD-10 Pioneer, que estuvo en servicio desde la década de 1970 hasta que entró en vigor el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF por sus siglas en inglés) en 1988.
En ese momento, todos los misiles y lanzaderas de alcance intermedio y más corto de la URSS y EE.UU. fueron destruidos y ambas partes acordaron no producir, probar ni desplegar tales proyectiles en el futuro.
El Tratado INF expiró en 2019, por lo que el desarrollo de este tipo de misiles -al menos en cuanto a su aplicación práctica- habría comenzado después de esa fecha.
En ese momento, el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, anunció que Rusia tenía la intención de crear un sistema de misiles terrestres de alcance medio para 2020. Aunque esto no sucedió, el proyecto siguió su curso.
Uno de los últimos desarrollos del MIT es el RS-26 Rubezh, un misil balístico intercontinental. Según información extraoficial, su rango es de entre 2.000 y 6.000 km, por lo que apenas supera los límites de alcance del INF.
El MIT lo desarrolló incluso antes de prescribir el tratado. Según la agencia estatal TASS, el coronel general Serguéi Karakáev, comandante de las Fuerzas de Misiles Estratégicos de Rusia, reveló algunas características del misil en 2013.
“Si hablamos del misil terrestre móvil Yars (en referencia al RS-26 Rubezh) el vehículo de lanzamiento pesa más de 120 toneladas. En este misil modernizado, alcanzaremos 80 toneladas, haciéndolo más ligero”, declaró Karakáev.
En otras palabras, Rusia estaba desarrollando inicialmente un misil más ligero basado en el Yars que superaba los límites del INF en solo 500 km.
Como resultado, expertos coinciden en que el Oreshnik mencionado por Putin es probablemente un sistema de misiles con un alcance de 800 km o un desarrollo posterior de ese sistema, diseñado para un alcance aún más corto.
El Tratado INF tenía como objetivo reducir las tensiones en Europa.
La idea de la disuasión nuclear funciona para misiles balísticos intercontinentales, cuyos lanzamientos pueden ser detectados por sistemas de alerta, lo que daría tiempo suficiente para responder con un contraataque.
Lo mismo se aplica a los bombarderos estratégicos.
Pero esto no funciona si el tiempo de vuelo de un misil se mide en meros minutos.
Los misiles de corto y medio alcance eran uno de los factores más importantes que evitaban una disuasión nuclear estratégica efectiva.
Capaces de portar ojivas nucleares, eran casi imposibles de interceptar o destruir y, por lo tanto, no había oportunidad de contraataque al carecer de tiempo suficiente.
Además, las lanzaderas móviles para estos misiles eran muy difíciles de detectar y destruir con un primer ataque.
La presencia de misiles de corto y medio alcance cerca de las fronteras podría generar un conflicto militar al ser una amenaza casi imposible de defender, lo que podría provocar un ataque nuclear preventivo.
El ataque a Dniéper marcó el primer uso en combate de un misil de este tipo. Putin anunció que Rusia advertiría sobre el uso de esta clase de proyectiles.
“Treinta minutos antes del lanzamiento del misil Oreshnik, Rusia envió a Estados Unidos una notificación automática a través del centro de reducción de riesgos nucleares”, indicó el portavoz del presidente Putin, Dimitri Peskov.
El día antes del lanzamiento del misil, Estados Unidos cerró su embajada en Kyiv debido a “información específica sobre un posible ataque aéreo importante”.
Las embajadas de España, Italia y Grecia también cerraron, mientras que las de Francia y Alemania permanecieron abiertas, pero advirtieron a sus ciudadanos de que se mantuvieran alerta.
En los canales ucranianos de Telegram se barajaba la posibilidad de que Rusia usara el misil Rubezh contra Ucrania incluso antes de su lanzamiento. En particular, se especificó que el cohete había sido desplegado en el polígono de pruebas de Kapustin Yar.
En todo caso, la posibilidad de utilizar una nueva arma ya había sido anunciada anteriormente por el presidente de la Duma Estatal, Viacheslav Volodin.
“No se puede descartar el uso de nuevos sistemas de armas que la Federación Rusa no ha empleado hasta ahora en territorio ucraniano”, comunicó el 18 de noviembre.
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