El personal médico tiene la obligación de no hacer daño de manera intencional. Esto no sólo se manifiesta al egresar, cuando realizan el juramento hipocrático, sino desde que ingresan a las aulas y comienzan su formación: con sus conocimientos en anatomía, bioquímica, farmacología, etc., adquieren los conocimientos y la habilidad de hacer daño a otra persona, pero no lo hacen porque, a partir de sus valores y principios (principio básico de todo sistema moral, bonum est faciendum et malum vitandum: hacer el bien y evitar el mal) sabe que sus conocimientos son para curar, ayudar y servir a sus semejantes. Lo anterior debe quedar claro para quienes desean estudiar una carrera relacionada con la salud.
Este tipo de personal debe considerar no sólo quedarse con el conocimiento adquirido en la universidad, sino que es importante mantener actualizados sus conocimientos mediante la educación continua (cursos, congresos, participar en sociedades académicas, colegios, artículos científicos, etc.), todo aquello que pueda ampliar sus conocimientos y realizar aquello para lo cual se está capacitado; que el dinero no sea el único motor de la práctica médica. Estamos formados para desarrollar ciertos procedimientos y no debemos realizar aquellos para los cuales no hemos sido capacitados o sólo de manera parcial (diplomados o cursos de capacitación) que, si bien nos sirven para actualizarnos, no nos garantiza que tengamos el conocimiento teórico y práctico suficiente para ejercerlos en la práctica médica. Debemos conocer nuestras limitaciones para referir con especialistas a aquellos pacientes a quienes no podemos atender porque carecemos de los conocimientos necesarios. Por ello es importante recordar la ética de Aristóteles, quien plantea la relación que guardan las virtudes entre sí y con los vicios, como el término medio entre dos vicios. Ejemplo de ello es el coraje que se encuentra entre los extremos de la cobardía y la temeridad, no siendo cobardes en el ejercicio médico porque para ello se han formado, pero sin ser temerarios para realizar actos médicos para los cuales no fuimos formados (en cuyo caso sería mejor referir).
En 1930, sir David Ross escribió el libro The right and the good donde se plantea que la vida moral es aquella que se constituye en los principios básicos que los seres humanos consideran, inicialmente, obligatorios (o prima facie). La no maleficencia es uno de los cuatro principios del principialismo bioético de Beauchamp y Childress, que se presentaron publicados en su libro Principles of biomedical ethics. Pero éste no fue el primer momento de aparición de este concepto, ya que la no maleficencia es el principio más importante de la Antigüedad.
Diego Gracia sostiene que el principio de no maleficencia es el fundamento de la ética médica, siendo este principio el básico de todo el sistema moral. Es prudente recordar que las reglas típicas referidas al principio de no maleficencia son las siguientes:
La no maleficencia aprueba, en lugar de rechazar, la realización de juicios con relación a la calidad de vida. Los daños físicos, incluyendo el dolor, la discapacidad y la muerte, sin negar la importancia de los daños mentales y las lesiones de otros intereses. William K. Frankena, citado por Ricardo Páez Moreno, en su artículo “La riqueza del principio de no maleficencia”, une las obligaciones generales de la no maleficencia con la beneficencia en los siguientes puntos:
Desde la postura de la bioética clínica y social, la no maleficencia debe ser visto como el principio que privilegia el no abandono del paciente, tener la precaución de los actos médicos por realizar (seguridad del paciente) y la responsabilidad que debe existir por parte de los profesionales y de las instituciones de salud. En el ámbito de la práctica médica se puede cometer un error en el tratamiento que ponga en riesgo la vida de la persona. La seguridad del paciente, bajo el lema de “ante todo no hacer daño”, tiene como objetivo global crear estrategias para reducir la incidencia de enfermedades y muertes asociadas directamente con la atención en salud.
Reconocer el riesgo desde la visión bioética permite que se pueda dar respuesta al manejo de los riesgos dentro de la atención médica y que su comprensión sea un análisis de la información, fundamentado no sólo desde el punto de vista biomédico. Cualquier acto médico en el que se demuestre la mala práctica clínica está incurriendo en el principio de la no maleficencia, pudiendo ser no sólo por fallas técnicas, sino también en el desempeño profesional, sin observar el principio de autonomía y los derechos humanos del paciente como un deber de los profesionales de la salud.
Por lo tanto, es posible cuestionar si el error en la atención medica es evitable. No existe una respuesta única y es necesario considerar varios factores: el profesional de salud debe desarrollar su labor basado en la evidencia para que la medicina sea considerada una ciencia y no sólo una práctica. Para que esto pueda ser una constante es necesario practicar una medicina con técnica y ciencia y que el personal médico adopte una actitud favorable con una buena relación médico-paciente, privilegiando la comunicación, la empatía y los intereses del paciente.
* José Eduardo Orellana Centeno es médico estomatólogo, especialista en Bioética; maestro en Salud Pública y doctor en Educación. Se desempeña como profesor investigador, tiempo completo, en la Universidad de la Sierra Sur (UNSIS) y es candidato del Sistema Nacional de Investigación; es profesor de tiempo completo (Programa para el Desarrollo Profesional Docente – PRODEP), coordinador del Cuerpo Académico, en Consolidación Inter y Transdisciplinariedad en las Ciencias de la Salud, y miembro activo de las sociedades Nacional de Investigadores en Odontología y Mexicana de Salud Pública, y del Consejo Nacional de Cuerpos Académicos de Odontología. Roxana Nayeli Guerrero Sotelo es licenciada en Derecho, pasante de la licenciatura en Filosofía, maestra en Derecho y doctora en Procesos Políticos; es profesora investigadora de tiempo completo en la UNSIS; es PRODEP y miembro del Cuerpo Académico en Consolidación Inter y Transdisciplinariedad en las Ciencias de la Salud. Verónica Morales Castillo es médico cirujano con especialidad en medicina familiar y estudiante de la especialidad de Bioética, así como maestra en Administración y doctora en Alta Dirección y Organización de Sistemas de Salud; es médico familiar del Instituto Mexicano del Seguro Social, del Hospital Gea González/Medicina Familiar y del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, en Rioverde, San Luis Potosí.
Las opiniones publicadas en este blog son responsabilidad exclusiva de sus autores. No expresan una opinión de consenso de los seminarios ni tampoco una posición institucional del PUB-UNAM. Todo comentario, réplica o crítica es bienvenido.
Referencias:
Koepsell, D.R., M. H. Ruiz de Chávez. 2015. Ética de la investigación, integridad científica. México: Comisión Nacional de Bioética, Secretaría de Salud.
El origen de los incendios es desconocido y está bajo investigación, informaron las autoridades del condado. Miles de personas han sido evacuadas y hay al menos 5 fallecidos.
Cientos de bomberos intentaban este miércoles contener los grandes incendios que avanzaban sin control en diferentes áreas del condado de Los Ángeles, menos de 24 horas después de que se registraran las primeras llamas en la zona residencial de Pacific Palisades, que quedó arrasada.
Los vientos de Santa Ana, que soplaban con fuerza desde primera hora del martes, y la extrema sequedad del ambiente dificultaron las tareas de los bomberos.
La emergencia, que cambia a cada momento, dejó ya al menos 5 muertos, numerosos heridos y centenares de construcciones destruidas.
En la noche del miércoles, un nuevo incendio había comenzado en las colinas de Hollywood, cerca del icónico cartel, lo que llevó a nuevas órdenes de evacuación.
El Teatro Dolby, donde se lleva a cabo cada año la ceremonia de los Oscar, se encontraba en la zona de evacuación, al igual que el anfiteatro al aire libre Hollywood Bowl y el Paseo de la Fama de Hollywood.
Este incendio también estaba afectando a Runyon Canyon, un área popular entre excursionistas y entusiastas del aire libre.
“Por favor, prioricen su seguridad y el bienestar de quienes les rodean”, pidió a los ciudadanos el jefe de bomberos del condado de Los Ángeles, Anthony Marrone, en una rueda de prensa este miércoles.
“Los fuertes vientos y la baja humedad hacen que todos los residentes del condado estén en peligro”, dijo
Decenas de miles de personas han sido obligadas a evacuar en todo el condado de Los Ángeles en las últimas horas y más de mil estructuras, entre viviendas y otros edificios, han sido devoradas por las llamas.
“El origen de los fuegos es desconocido y está bajo investigación”, subrayó Marrone.
En la noche de este miércoles había cerca de 300 mil hogares sin electricidad en el sur de California por el daño causado por el fuego y los vientos, que habían bajado de intensidad con respecto al martes.
Los incendios en curso están llevando la capacidad de los servicios de emergencia al límite,
A los bomberos de la ciudad se les han sumado otros de los condados vecinos, y las autoridades de California han pedido ayuda más allá del estado. Nevada, Oregón y Washington ya han respondido al llamado.
En algunos lugares los bomberos se han quedado sin agua por la alta demanda para apagar los fuegos.
La alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass, se defendió este miércoles de las críticas por estar de viaje en África cuando empezaron los incendios.
“Estuve hablando por teléfono casi cada hora del vuelo”, dijo Bass.
La alcaldesa también enfrentó críticas por los informes que señalan que recortó más de US$17 millones del presupuesto del departamento de bomberos el verano pasado.
En el oeste de Los Ángeles, además de la enorme destrucción que ha sufrido la zona de Pacific Palisades, la vecina Malibú ha visto como cientos de casas frente al océano han sido destruidas por el fuego, así como numerosas tiendas y restaurantes.
En la tarde del miércoles también se emitieron órdenes de evacuación para algunas zonas de Santa Mónica, al sur de Pacific Palisades, una de las zonas más populares para los locales y los turistas.
Las primeras llamas de esta oleada de incendios sin precedentes se registraron en la mañana del martes en Pacific Palisades, un área residencial de familias de clase alta y salpicada de mansiones en el oeste de Los Ángeles, y en pocas horas ya se había quemado cientos de hectáreas.
Este fuego ya es considerado el más destructivo de la historia de Los Ángeles por la gran cantidad de contrucciones afectadas.
“Parece un infierno”, le dijo a Los Angeles Times Lori Libonati, uno de los miles de residentes obligados a evacuar el barrio, antes de tener que abandonar la zona.
A última hora de la tarde del martes, a unos 40 kilómetros hacia el interior, otro fuego se inició en Altadena, un municipio del norte de Los Ángeles. Las autoridades se están refiriendo a ese incendio como Eaton.
En las siguientes horas se les sumó otro incendio al norte de Palisades, al que nombraron Woodley, y un cuarto en esa misma dirección, cerca del municipio de Santa Clarita, bautizado como Hurst.
Y en la noche de este miércoles se desató el incendio en las colinas de Hollywood, que hace temer que se vean afectados algunos de los lugares más icónicos de Los Ángeles.
El proceso de evacuación en Pacific Palisades, barrio en el que viven numerosas celebridades, empezó siendo caótico, debido a las características de la zona residencial, sin suficientes rutas de acceso.
La principal vía de entrada y salida se vio colapsada, entre vecinos que huían por miedo a ser alcanzados por las llamas y bomberos que querían acceder a ella.
Y las autoridades tuvieron que usar maquinaria pesada para retirar los vehículos que bloqueban el acceso a los camiones cisterna.
“A las 10:45 de la mañana observaba unas llamas en las montañas de Santa Mónica y, en una hora, Sunset Boulevard estaba paralizado. Dos horas después, hubo un ataque de pánico masivo, con todos los vecinos tratando de evacuar a la vez”, cuenta la periodista de la BBC Lucy Sheriff, quien vive en el área.
“Vi a un padre con su hija de 10 años, con el uniforme escolar, corriendo por la calle para tratar de ponerse a salvo y escuché una mujer mayor pidiendo ayuda para subir al auto y marcharse, pero nadie quiso o pudo ayudarla”, prosigue.
“Nunca recibí un mensaje para la evacuación ni una alerta de incendio, tampoco mi pareja. Me enteré por los vecinos, y el proceso de evacuación fue extremadamente frenético”.
Se evacuaron escuelas y centros de salud, y se habilitaron albergues para recibir a los desalojados.
Los incendios se registran apenas dos semanas después de que otro, al que llamaron Franklin, consumiera cientos de hectáreas durante nueve días en la Malibú.
Los meteorólogos han advertido que estas son las peores condiciones para un incendio en más de una década no solo en Los Ángeles, sino en todo el sur de California.
“Son los vientos más destructivos que hemos visto en décadas”, le dijo a la BBC Ariel Cohen, meteorólogo a cargo del Servicio Meteorológico Nacional en Los Ángeles.
“Estamos hablando de vientos de entre 128 y 160 km/h, que han ayudado a que el fuego se propague”, subrayó.
“El escenario es catastrófico”.
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