“En tiempos de crisis, sólo la imaginación es más importante que el conocimiento”.
Albert Einstein
El 2025 comienza con incertidumbres y desafíos que definirán el rumbo de nuestro país. Estamos inmersos en un cambio de régimen político que promete transformaciones profundas, pero que también despierta serias inquietudes: la ausencia de contrapesos, la falta de transparencia en la impartición de justicia y un panorama incierto en nuestra relación con Estados Unidos. La vuelta de Donald Trump, cuya primera administración (2017-2021) estuvo marcada por tensiones diplomáticas en migración, comercio y seguridad, nos recuerda que estos temas seguirán siendo cruciales, no solo para nuestro vecino del norte, sino también para México.
En este contexto, la certeza es un recurso escaso. Los problemas de violencia y la desaceleración económica son realidades que afectan a millones de ciudadanos. Mientras la narrativa oficial pinta un país “que está bien”, los datos y la experiencia cotidiana cuentan otra historia.
Por ejemplo, en materia económica, el Banco de México proyecta un crecimiento de apenas 1.22 % para 2025, lejos del 2.3 % estimado en el Paquete Económico del gobierno, cifra insuficiente para combatir las desigualdades persistentes. La violencia es igualmente alarmante. Según el Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), México cerró 2024 con 29,820 homicidios, un promedio diario de 81.6 víctimas, representando un incremento del 0.3 % respecto al 2023. La corrupción también sigue siendo un problema estructural: el Índice de Percepción de la Corrupción 2024 de Transparencia Internacional coloca a México en el lugar 126 de 180 países, reflejando la baja confianza en las instituciones públicas.
Ante esta realidad, surgen preguntas cruciales: ¿será este gobierno centralizado capaz de ofrecer soluciones efectivas a los desafíos actuales? ¿O persistirá la polarización que fragmenta el debate público y obstaculiza los consensos necesarios para abordar los problemas más urgentes?
La cohesión interna del grupo en el poder también genera dudas. Las tensiones entre las facciones revelan una lucha por el control y los recursos, lo que plantea otra interrogante: ¿existe un proyecto nacional claro y unificado, o estamos siendo testigos de una disputa donde los intereses personales prevalecen sobre el bienestar colectivo?
En este escenario complejo, los ciudadanos no pueden ser espectadores pasivos. La participación activa es fundamental para construir soluciones y fomentar el diálogo. La historia reciente de México demuestra que los cambios significativos han sido impulsados por la acción colectiva.
Hoy más que nunca necesitamos disputar espacios, presentar propuestas viables y exigir rendición de cuentas. Es imprescindible fortalecer las redes de colaboración entre la sociedad civil, la academia y el sector privado para diseñar alternativas que enfrenten los desafíos estructurales del país.
Aunque enfrentamos un régimen centralizado y un ejercicio de poder discrecional, no estamos condenados a la inacción. La imaginación, como bien decía Einstein, debe ser nuestra aliada para visualizar un futuro distinto. Crear olas ciudadanas no solo es crucial para defender nuestros derechos, sino también para ser protagonistas en la definición del rumbo de México.
El futuro no se construirá solo; requiere la participación activa de todos. La memoria colectiva nos recuerda que, incluso en los momentos más adversos, la ciudadanía organizada ha marcado la diferencia. Es tiempo de transformar la incertidumbre en acción y las adversidades en oportunidades para el cambio.
El México del mañana dependerá de lo que hagamos hoy.
* Elio Villaseñor Gómez es director de Iniciativa Ciudadana para la Promoción del Diálogo A.C. (@Iniciativa_pcd).
En algunas ciudades la bienvenida del nuevo año se dio con impresionantes espectáculos de fuegos artificiales y luces. Pero también ha habido espacio para las tradiciones religiosas.
El mundo despidió al 2024 y le dio la bienvenida al 2025 con fuegos artificiales, espectáculos de luces y oraciones.
Así es como la gente de diferentes países celebró el año nuevo.
No todo se ha caracterizado por una intensa estimulación tecnológica, audiovisual y auditiva.
A las celebraciones multitudinarias con fuegos pirotécnicos y juegos de luces, se unen también tradiciones religiosas y culturales.
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