Es fácil criticar todo lo que hace Trump. Yo, por otro lado, debo ser más objetivo, ya que estoy casado con una familia primordialmente republicana. Dicho esto, trabajando en el sector de energía renovable, debería subirme al tren de críticas por la salida de los Estados Unidos del Acuerdo de París. Pero analizándolo bien, planteo algo controversial: en la lucha contra el cambio climático, el resultado es positivo. Involuntario, pero positivo.
Parto del hecho de la nula efectividad del acuerdo. Aunque ambicioso en sus objetivos, no existen sanciones por incumplimiento. México no los ha cumplido, sin repercusión alguna. El Climate Action Tracker ha clasificado los compromisos y acciones de la mayoría de los países signatarios como ‘insuficientes’ o ‘altamente insuficientes’ para alcanzar los objetivos del acuerdo, también sin repercusiones. El objetivo principal era mantener el calientamiento global por debajo de los 1.5 grados a comparación de tiempos preindustriales. Justo en 2024, pasamos ese límite, mostrando que vamos en retroceso.
Más de una vez me han propuesto escribir un paper sobre la eficiencia del acuerdo. Pero mi respuesta es simple: es teoría de juego básica; una señal que no tiene costo es palabrería barata. El resultado será que no tiene impacto, pero ese marco y contribución ya están en los libros de micro-economía hace décadas. Escríbelo y si encuentras impacto, me cuentas. Por años, he esperado el paper que muestre algún impacto del acuerdo sobre la reducción de emisiones o calentamiento global. Y aún lo sigo esperando.
En segundo lugar, considero el impacto ambiental de las conferencias climáticas. Eventos anuales de la Conferencia de las Partes (COP), de donde surgió el Acuerdo de Paris en 2015, se han transformado en masivos encuentros de cabildeo que, irónicamente, contribuyen al problema que intentan resolver. Miles de asistentes, incluyendo delegados gubernamentales, representantes de organizaciones no gubernamentales, empresarios y periodistas, viajan en avión desde todos los rincones del planeta, generando una huella de carbono significativa que contradice el propósito mismo de estos encuentros. En la última COP en Arzebaiyán en noviembre 2024, la delegación estadunidense fue de 405 personas. Un viaje en avión es suficiente para generar más emisiones anuales que la mayoría del promedio de la población global.
Considerando lo anterior, si el acuerdo tiene beneficios nulos, el hecho de que la delegación estadounidense deje de asistir a estos eventos en aviones privados y/o en asientos de primera clase o “business” tiene un efecto ambiental positivo. Globalmente será marginal, pero positivo.
Reconozco dos puntos de los defensores de las COP y los que lamentan la salida de Estados Unidos. Primero, la importancia simbólica y diplomática del segundo mayor emisor global, la cual puede influir en las decisiones de otros países. Sin embargo, la evidencia descrita anteriormente muestra que este rol diplomático no se ha traducido en reducciones de emisiones. Durante el mandato de Biden, quien reincorporó al país al acuerdo después de que Trump lo retirara en su primer mandato, Estados Unidos mantuvo el rol de mayor productor de petróleo global. Segundo, los defensores argumentan que los críticos no tendrían un espacio de crítica sin las conferencias. Ahí también argumento que la intención es buena, pero el beneficio nulo. Aunque en teoría, estos encuentros deberían ser espacios para el diálogo inclusivo y la toma de decisiones colectivas, en la práctica tienden a amplificar las voces ya privilegiadas del Norte Global. Las delegaciones de países desarrollados, con mayores recursos y personal, suelen dominar las negociaciones, marginando las perspectivas de las comunidades más vulnerables al cambio climático.
Los resultados hablan por sí mismos. Los países ricos, aquellos que han contribuido más al cambio climático, incluyendo Estados Unidos, prometieron 100 mil millones de dólares al año a países en desarrollo en la COP de 2009, los cuales no se desembolsaron. En la última COP en Arzebayán, los países en desarrollo pedían billones, y se tuvieron que conformar con una promesa de 300 mil millones, muy por debajo de lo que necesitan.
Así, el acuerdo y las conferencias climáticas son un ejercicio de relaciones públicas internacionales, donde la apariencia de acción climática toma precedencia sobre los resultados reales. No obstante, los defensores argumentarán sobre la importancia y necesidad de mantener a Estados Unidos dentro del mismo. Yo trabajo con muchos de ellos. Son aquellos que viajan transatlánticamente en asientos business, con boletos pagados por el contribuyente global, a ofrecer un par de palabras (irónicas) sobre la urgencia de descarbonizar el mundo.
Cambiar el status quo, cuando los tomadores de decisiones son los beneficiados, es complicado, como se relata en el libro “Los ganadores se llevan todo: la farsa de le élite para cambiar al mundo”. Dicho eso, la retirada de Estados Unidos del acuerdo podría ser un primer paso para que dejen de vender humo, y enfocar tanto tiempo como recursos hacia resultados pragmáticos y tangibles.
En ese sentido, en México debemos enfocar esfuerzos en políticas industriales y avances tecnológicos que nos permitan desarrollar tecnologías de bajo carbono competitiva- y sustentablemente. Estrategias de industrialización sustentable, como aquellas delineadas en Plan México, de realizarse, nos permitirán contribuir en la lucha frente al cambio climático, no los compromisos internacionales no vinculantes.
* Carlos Guadarrama es experto internacional en política energética y beneficios socioeconómicos. Se especializa en el diseño y análisis de políticas para energías renovables y para transiciones energéticas justas e inclusivas. Ha enfocado su trabajo en África, Asia y Latinoamérica, desde organizaciones internacionales como el Banco Mundial y la Agencia Internacional de Energía Renovable (IRENA). Es egresado del ITAM, de Harvard y está cursando el doctorado en Oxford. Su opinión no refleja la de los organismos donde ha trabajado ni la de las instituciones donde ha estudiado.
La aprobación por parte de la FDA de un nuevo tipo de medicamentos contra el dolor agudo promete ser un arma efectiva para limitar el uso de los adictivos opioides.
En Estados Unidos dicen que se trata de una epidemia y cada año causa decenas de miles de muertes que pudieron ser evitables.
Los fallecimientos por sobredosis de analgésicos opioides dejaron en ese país más de 80.000 muertes en el año de 2022, de acuerdo con datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés).
Una de las principales causas detrás de este problema reside en que estos medicamentos son muy eficaces para combatir el dolor, lo que hace que sean recetados con relativa frecuencia, pese a que -al mismo tiempo- tienen un gran potencial de generar adicción.
Un nuevo medicamento para el tratamiento de dolores agudos, recién aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de EE.UU. , promete ahora convertirse en una herramienta importante en la lucha contra esta crisis de los opioides.
El medicamento, que tiene el nombre de suzetrigina y que se comercializará en EE.UU. como Journavx, fue fabricado por Vertex Pharmaceuticals y es parte de un nuevo tipo de analgésicos que modulan la señal de dolor en el sitio que se emite, en vez de hacerlo en los receptores del cerebro, como lo hacen los opioides.
Esto, aseguran los expertos, eliminaría el riesgo de dependencia y adicción que tiene el consumo de opioides, particularmente en situaciones de dolores agudos como cirugías o accidentes.
“La aprobación de hoy es un hito importante en el manejo del dolor agudo”, dijo Jacqueline Corrigan-Curay, la directora encargada del centro de evaluación e investigación de medicamentos de la FDA, “una nueva clase de terapia analgésica no-opioide ofrece la oportunidad de mitigar ciertos riesgos asociados con el uso de un opioide para el dolor y le ofrece otra opción a los pacientes”.
La aprobación es la primera en más de 20 años que se le otorga a un nuevo tipo de analgésico, algo que muestra las dificultades a las que se enfrentan los investigadores a la hora de tratar el dolor.
Durante los últimos 30 años, el doctor Stephen Waxman, de la Universidad de Yale (EE.UU.) ha estado investigando los mecanismos que usa el cuerpo para expresar dolor.
Sus estudios se enfocaron principalmente en los nervios del sistema periférico -los que comunican órganos y extremidades al sistema nervioso central y, luego, al cerebro- y las moléculas químicas que estos usan para comunicarle al cerebro señales de dolor.
“Los opioides funcionan como una llave y un candado dentro del cerebro”, impidiendo la llegada de esas señales, explicó Waxman a BBC Mundo.
“El cáliz sagrado de la investigación del dolor era el de encontrar las moléculas en nuestros nervios periféricos y que pudiéramos bloquear esas señales”.
Con su equipo de Yale, Waxman experimentó con diferentes compuestos que lograran bloquear una molécula conocida como NAV 1.8, una especie de batería que le permite a los nervios enviar señales de dolor al cerebro.
Al enfocarse en la emisión de la señal, en vez de la recepción en el cerebro, se evitan muchos de los efectos secundarios relacionados a los opioides.
“No toca el cerebro, así que no tiene los efectos secundarios como adormecimiento, confusión, visión doble o pérdida de balance y no tiene potencial adictivo. Así que realmente es un gran paso hacia adelante”, indica el experto, quien no trabaja para Vertex pero es consultor de compañías que están desarrollando medicamentos similares.
Aunque la aprobación de la FDA se hizo para el tratamiento de dolores agudos, Waxman explicó que aún se desconoce si este tipo de medicamentos puedan tratar dolores crónicos o ciertos dolores específicos para los cuales hay muy pocos tratamientos.
Aunque el proceso para la aprobación de cualquier medicamento, desde sus etapas de investigación hasta su salida al mercado, puede tomar entre 15 y 20 años, el dolor es un área particularmente difícil para estudiar.
“Creo que los retos asociados al desarrollo de un medicamento para el dolor son mayores que los que tiene el desarrollo de una vacuna, o un medicamento para las enfermedades inflamatorias o para el cáncer”, dice Waxman.
“Puedes medir esas enfermedades, puedes hacer un examen de sangre y buscar biomarcadores -evidencia molecular de la presencia de alguna enfermedad en el cuerpo-. El dolor es una respuesta subjetiva”, agrega.
El experto explica que medir el dolor, a través de encuestas en las que se le pide al paciente que defina la intensidad en una escala de uno al diez, puede llevar a resultados irregulares, dado a que otros factores, como el sueño o la ansiedad, pueden aumentar la percepción de dolor.
Es por eso que Waxman considera la nueva aprobación de la suzetrigina como un hito que espera le abra las puertas a nuevas maneras de combatir el dolor.
“El trabajo está en su infancia. No veremos su madurez sino en 10 o 15 años, pero creo realmente que tendremos terapias para el dolor personalizadas e individualizadas, basada en el genoma, en algún punto de los próximos 10 o 15 años”.
La llegada de la suzetrigina, y de los medicamentos que puedan aparecer luego de su aprobación en EE.UU., puede ser también un mecanismo para reducir la exposición de personas sanas a los opioides en situaciones médicas.
Esto debido a su inmenso potencial adictivo: según datos del Hospital General de Massachussetts, entre el 9 y el 13 por ciento de los pacientes que usan analgésicos opioides después de una cirugía terminan generando un consumo crónico.
Es una cifra alarmante, teniendo en cuenta que solo entre septiembre de 2023 y agosto de 2024, EE.UU. reportó casi 58.000 muertes por sobredosis de opioides, a pesar de inmensos recursos y programas para reducir el impacto de este tipo de sustancias en las comunidades.
Dentro de las políticas del gobierno de Donald Trump, el mandatario ha usado el aumento de aranceles como un instrumento para presionar tanto a China como a México y Canadá para que aumenten sus esfuerzos para impedir el ingreso del opioide sintético fentanilo a EE.UU.
Pero los expertos concuerdan en que nuevos tipos de medicamentos como la suzetrigina deben ser parte de una estrategia a largo plazo para evitar el ingreso de pacientes sanos en un mundo del que difícilmente pueden salir.
“La FDA ha apoyado durante mucho tiempo el desarrollo de tratamientos para el dolor sin opioides,” dijo la agencia en su comunicado.
“Como parte del Marco de Prevención de Sobredosis de la FDA, la agencia ha publicado un borrador de orientación destinado a fomentar el desarrollo de analgésicos sin opioides para el dolor agudo y ha otorgado subvenciones para apoyar el desarrollo y la difusión de pautas de práctica clínica para el manejo de afecciones con dolor agudo”, agregó.
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