No importa si llevas toda tu vida viviendo en CDMX o si vienes de visita, este enorme bosque siempre es una gran opción para visitar. Y si quieres ir más allá, te recomendamos darte una vuelta por los museos del Bosque de Chapultepec.
Y es que en medio de tanta naturaleza, encontrarás una enorme oferta cultural e histórica en los rincones de sus distintas secciones.
No importa si el plan es una cita, ir con la familia y divertirte con amixes. Este lugar tiene algo para cada ocasión y eso también incluye la variedad de sus museos.
En la parte más alta del Bosque de Chaputlepec, en el Cerro del Chapulín, se encuentra el famoso Castillo de Chapultepec que es doblemente histórico, pues en su interior también reside el Museo Nacional de Historia.
Este cuenta con 12 salas de exposición permanente que presentan la trayectoria histórica del país, desde la Conquista hasta la Revolución Mexicana. También hay otras 22 salas conocidas como el área Alcázar donde se recrean habitaciones de Maximiliano, Carlota y Porfirio Díaz.
Toma en cuenta que el recorrido por todo el museo dura al menos hora y media. Además, el museo comienza a desalojarse 15 minutos antes del cierre.
Dónde: Primera Sección del Bosque de Chapultepec s/n, San Miguel Chapultepec.
Cuándo: de martes a domingo de 09:00 a 17:00 (el horario no cambia en días festivos ni vacaciones).
Costo: $95 general; entrada gratuita a niños menores de 13, personas mayores de 60, personas con discapacidad y maestros y estudiantes con credencial vigente. Todos los domingos la entrada es gratuita.
Aunque está muy cerca del Castillo del Chapultepec, la Galería de Historia Museo del Caracol no es tan popular. Sin embargo, te recomendamos visitar este espacio que desde su inicio se pensó como “un libro de texto abierto”.
¿Y eso por que? Porque su objetivo es ilustrar la historia moderna de México, desde la guerra de Independencia hasta la Revolución, a través de medios didácticos como dioramas, maquetas, retratos, mapas, documentos y más.
Dónde: Rampa de acceso al Castillo de Chapultepec,1a. Sección del Bosque de Chapultepec.
Cuándo: martes a domingo de 09:00 a 16:15.
Costo: $95 general; entrada libre para menores de 13 años, estudiantes, maestros, jubilados y pensionados con credencial vigente. Entrada libre todos los domingos.
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Este es uno de los museos más nuevos de Chapultepec, pues abrió sus puertas en enero del 2023. Desde entonces, el museo ha desempeñado un papel fundamental en la conservación de los anfibios, especialmente del icónico ajolote de Xochimilco.
Aquí puedes conocer a cinco de las 17 especies de ajolotes que habitan en México y más de 30 especies de anfibios.
Dónde: dentro del Zoológico de Chapultepec, en la Primera Sección.
Cuándo: martes a domingo de 09:00 a 16:30.
Costo: entrada gratuita.
Si lo tuyo es el arte, también encontrarás algo para ti en los museos del Bosque de Chapultepec, por ejemplo, en las colecciones del Museo de Arte Moderno.
Este recinto tiene piezas que van desde la década de 1920 al presente; su colección se conforma por alrededor de tres mil pinturas, esculturas, fotografías, dibujos y grabados e incluye trabajos de nacionales como Diego Rivera, Frida Kahlo, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, María Izquierdo, Carlos Mérida, Remedios Varo, entre otras.
Dónde: Paseo de la Reforma y Gandhi s/n, Primera Sección del Bosque de Chapultepec.
Cuándo: martes a domingo de 19:15 a 17:45
Costo: $90 general; entrada libre a estudiantes, maestros e Inapam con credencial vigente y personas con discapacidad. Domingos entrada libre.
Este es de los museos del Bosque de Chapultepec que siempre da de qué hablar por las instalaciones y exposiciones tan chidas que se presenta. Y es que desde que abrió sus puertas en 1981 se ha dedicado a presentar lo más significativo del arte moderno nacional e internacional.
El núcleo de la colección del Museo Tamayo está formado por más de 300 obras de 170 artistas que Olga y Rufino Tamayo reunieron y donaron para que se conformara el museo. Incluye piezas de Pablo Picasso, Henry Moore, Isamu Noguchi, Franz Kline, Helen Frankenthaler, Wifredo Lam, Roberto Matta, Jesús Rafael Soto, Louise Nevelson y George Segal.
Dónde: Paseo de la Reforma 51, Primera Sección del Bosque de Chapultepec.
Cuándo: martes a dimingo de 10:00 a 18:00
Costo: $90 general; entrada libre a infancias menores de 12 años, estudiantes, maestras, adultos mayores con credencial vigente. Domingo entrada libre.
Para quienes aman la historia relacionada a las culturas prehispánicas, este es el lugar ideal en el Bosque de Chapultepec. Desde su concepción fue pensado para ser un espacio de reflexión sobre la rica herencia indígena y multicultural.
Cuenta con más de 45 mil metros cuadrados, lo que lo convierte en el museo más grande de México y uno de los más destacados de México. Cuenta con 22 salas donde se albergan impresionantes piezas arqueológicas y antropológicas.
Dónde: Av. Paseo de la Reforma y Calzada Gandhi s/n, Primera Sección del Bosque de Chapultepec.
Cuándo: martes a domingo de 09:00 a 18:00.
Costo: $95 entrada general; entrada gratuitas a menores de 13 años, personas con discapacidadd, personas con Inapam y profesores y estudiantes. Domingos la entrada es libre.
Este es de los museos del Bosque de Chapultepec más nuevos, pues apenas abrió sus puertas en 2018. Sin embargo, el edificio es histórico pues funcionó como entrada del antiguo Colegio Militar.
El museo contiene la memoria histórica del Bosque de Chapultepec así como un homenaje a su riqueza biológica y cultural. El centro de visitantes funciona para guiar a quienes llegan al parque.
Dónde: Av. Heroico Colegio Militar, atrás del Altar a la Patria; Primera Sección del Bosque de Chapultepec.
Cuándo: martes a domingo de 10:00 a 17:00
Costo: entrada libre.
Entre los museos del Bosque de Chapultepec encuentras este enfocado más a la divulgación científica, pues se encarga de acercar a todas las personas a temas sobre Ciencias Naturales y Cultura Ambiental.
Tiene un área de siete mil 500 metros cuadrados de exhibición y que a su vez está dividida en nueve amplias bóvedas.
Dónde: Av. de los Compositores, Segunda Sección del Bosque de Chapultepec.
Cuándo: martes a domingo de 10:00 a 17:00.
Costo: $34 por persona; $16 a infancias, maestros y estudiantes; entrada libre a adultos mayores de 60, personas con discapacidad y niños menores de 3 años.
Una mezcla de arte, arquitectura e ingeniería; eso es lo que podrás ver en el Cárcamo de Dolores donde se encuentra la Fuente de Tláloc y el mural “El agua, origen de la vida en la Tierra”, de de Diego Rivera.
Dónde: Av. Rodolfo Neri Vela, Segunda Sección del Bosque de Chapultepec.
Cuándo: martes a domingo de 10:00 a 17:00
Costo: $34 por persona; $16 a infancias, maestros y estudiantes; entrada libre a adultos mayores de 60, personas con discapacidad y niños menores de 3 años.
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Para las bendiciones siempre está la asombrosa y divertida colección del Papalote Museo del Niño que abrió sus puertas desde 1996 con el lema “toca, juega y aprende”.
Aunque ha cambiado a través de los años, todavía mantiene clásicos como la cama de clavos, el árbol Ramón o las burbujas. Su colección se divide en zonas temáticas: Mi cuerpo, México Vivo, Mi hogar y mi familia, Mi ciudad y Laboratorio.
Dónde: Av. constgituyentes 268, Segunda Sección del Bosque de Chapultepec.
Cuándo: martes a viernes de 10:00 a 18:00, sábado y domingo cierra hasta las 19:00. Revisa su página, porque en vacaciones o días festivos el horario se extiende.
Costo: $240 entrada al museo; $280 museo + domo.
Los cambios que comienzan en el hielo de las cumbres de las altas cordilleras están descendiendo en cascada hacia altitudes más bajas. A medida que el mundo se calienta, cambian las fronteras, los medios de subsistencia y las formas de las montañas.
Es un día soleado de otoño y estoy caminando por una ladera rocosa junto a un glaciar a unos 3 mil metros sobre el nivel del mar, en la frontera entre Austria e Italia.
A mi lado está Paul Grüner, propietario de un hospedaje de montaña en el lado italiano que domina el glaciar. A nuestros pies, una ladera meridional desciende hacia Italia, y al otro lado, una septentrional mira hacia Austria.
Cerca, un poste de madera con una flecha indica “Grenze / Confine”, que significa “frontera” en alemán e italiano, los dos idiomas que se hablan en esta zona multilingüe.
Grüner, que tiene su albergue desde los años 80, me invitó a subir para mostrarme hasta qué punto el glaciar, llamado Hochjochferner, ha disminuido debido al calentamiento global. Una consecuencia sorprendente: su agua de deshielo, que solía fluir tanto hacia Austria por el norte como hacia Italia por el sur, ahora solo fluye hacia un país, Austria.
Esto se debe a que la parte meridional del glaciar ha retrocedido mucho más que la septentrional, y ahora ha desaparecido, afirman quienes conocen el lugar.
Es solo un ejemplo de la profunda transformación que el cambio climático está provocando en las montañas, con consecuencias de gran alcance para todo, desde las relaciones fronterizas hasta los riesgos de desprendimientos de rocas y el suministro de agua en Europa.
“Cuando yo era niño, el glaciar cubría toda esta cresta y el agua de deshielo de ese lado fluía hasta Italia”, explica Grüner, señalando la ladera orientada al sur. Ahora esa ladera es rocosa y está desnuda.
“Aquí, en los Alpes, una de las consecuencias más sorprendentes de la pérdida de glaciares es la diferencia en el agua de deshielo. Por ejemplo, cuando el agua baja de repente por el lado ‘equivocado’ de una montaña, y luego falta por el otro lado”, explica Andrea Fischer, glacióloga y vicedirectora del Instituto de Investigación Interdisciplinaria de las Montañas de la Academia Austriaca de Ciencias.
Eso es lo que ocurrió con el Hochjochferner, asegura. Y es que cuando un glaciar en retroceso se sitúa en una frontera entre países, las consecuencias pueden incluso redibujar el mapa político.
“Desde 2022, hemos tenido una pérdida extrema de glaciares, mucho mayor que en años extremos anteriores”, dice Fischer. “La pérdida es especialmente grande en las grandes altitudes, y ahí es donde suelen estar las fronteras”.
La frontera entre Austria e Italia se trazó en 1919, después de que ambos países librarán una guerra a gran altitud. Las crestas de las montañas definen partes de la frontera, mientras que otras partes están definidas por líneas rectas entre picos, dice Fischer.
Por eso, si se derrumba un pico o se derriten crestas heladas, “la frontera puede verse afectada y desplazarse”.
Los dos países reconocieron el papel del deshielo de los glaciares en su tratado fronterizo de 2006, que establece que su frontera “sigue los cambios graduales y naturales” de las crestas, incluidos los causados por el cambio de los glaciares.
Si un glaciar desaparece por completo, la frontera se define a lo largo de la cuenca rocosa expuesta. Como ambos países pertenecen a la Unión Europea, la frontera está abierta en cualquier caso. Suiza e Italia también están ajustando su frontera debido a la disminución de los glaciares.
El impacto de la disminución de los glaciares puede sentirse hasta en Países Bajos.
Pero también hay una consecuencia transfronteriza mucho mayor, dicen los expertos. Los Alpes son conocidos como el depósito de agua de Europa, ya que sus aguas de escorrentía y deshielo alimentan grandes ríos, como el Rin, que atraviesan varios países.
El agua de deshielo de los glaciares es una parte importante de ese suministro porque reabastece los ríos en pleno verano, durante los periodos calurosos y sin lluvias, afirma Matthias Huss, glaciólogo de la ETH de Zúrich que vigila los glaciares de Suiza. La falta de agua de deshielo de los glaciares alpinos puede causar problemas hasta en Países Bajos.
“Los glaciares retroceden a un ritmo cada vez más rápido”, advierte Huss, que ha visto de cerca ese cambio.
“Cuando vigilas un glaciar, experimentas estos cambios de forma muy vívida”, afirma. “Caminas por el mismo sendero todos los años, hasta el mismo lugar. Y un día, tras décadas de mediciones, llega un momento en que te das cuenta de que se acabó”.
En esos momentos, recoge sus instrumentos y se marcha, bajando por última vez con el equipo desmontado a la espalda. “Por supuesto que esperábamos esa pérdida, pero cuando ocurre, puede resultar emotivo”, dice Huss.
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En el acogedor comedor con paneles de madera de su robusto refugio en el lado italiano de la frontera, Grüner me muestra una serie cronológica del menguante Hochjochferner que discurre a lo largo del muro.
Es coautor de un libro sobre el albergue, titulado Schöne Aussicht – Bella Vista, con motivo de su 125 aniversario. En el siglo XIX, cuando el glaciar era inmenso, los turistas incluso lo cruzaban en trineo tirado por caballos o mulas en verano.
“En julio, agosto y septiembre se puede dar un paseo en trineo por esta zona tan romántica, a 2 mil 800 m sobre el nivel del mar”, señalaba un asombrado observador en 1867, escriben Grüner y sus coautores.
En aquella época, no había frontera nacional a lo largo del glaciar. Hoy en día, la alta montaña recibe más visitantes que nunca y el turismo está en auge. Pero los clubes de montañismo alpino han advertido de que muchos refugios sufren escasez de agua al secarse el suministro local, debido al retroceso de los glaciares y a la menor cantidad de nieve.
Algunos están sustituyendo las cisternas por inodoros secos, eliminando las duchas y pidiendo a los huéspedes que compren agua embotellada para lavarse los dientes.
Grüner no se ha visto afectado, dice, ya que tiene un suministro de agua alternativo: un manantial profundo de montaña, que encontró en la década de 1990. Pero sabe de otros refugios a los que “no les queda agua, y tienen que bombearla desde más abajo”, asegura.
Algunas tradiciones permanecen intactas: los ganaderos del lado italiano del Hochjochferner llevan cada año miles de ovejas al lado austriaco, como han hecho durante generaciones, haciendo uso de antiguos derechos de pastoreo. Solo que ahora, en lugar de caminar por el glaciar, lo hacen por las rocas.
“El Hochjochferner está desapareciendo ante nuestros ojos. Dentro de unos años, habrá desaparecido”, afirma Ulrich Strasser, profesor de la Universidad de Innsbruck (Austria) especializado en modelizar las condiciones del agua y la nieve en los Alpes, y que forma parte de un equipo que observa este glaciar y otros.
Carleen Tijm-Reijmer, profesora asociada de meteorología polar en la Universidad de Utrecht (Países Bajos), visita el Hochjochferner con fines de investigación interdisciplinar desde 2003.
También es coorganizadora de una escuela de verano para estudiantes de glaciología. “Mi impresión del retroceso es triste, y quizá también un poco privilegiada por haber visto los glaciares de los Alpes cuando eran más grandes y seguían ahí”, dice.
Strasser afirma que este impacto emocional merece más atención.
“A los humanos se nos da bien encontrar soluciones técnicas que sustituyan a los elementos naturales”, afirma.
Strasser sugiere que, por ejemplo, se podría almacenar agua en embalses para compensar la ausencia de glaciares.
“Pero un glaciar es mucho más bonito que un embalse gigante. Y eso es lo que no estamos discutiendo lo suficiente, esta cuestión de la belleza natural. Si no protegemos los paisajes naturales que nos quedan, las generaciones futuras ni siquiera sabrán lo que se pierden. Pensarán que así son las montañas: un paisaje de rocas desnudas”.
La cordillera del Himalaya Hindu Kush abastece de agua a habitantes de ocho países distintos, entre ellos China, India, Pakistán y Nepal, varios de los cuales mantienen relaciones hostiles.
Según Miriam Jackson, es posible que el deshielo de los glaciares no afecte tanto a las fronteras nacionales de la zona. Ella es la directora para Eurasia de la Iniciativa Internacional sobre el Clima de la Criosfera, una red de expertos políticos y científicos especializados en la criosfera (las zonas heladas de la Tierra).
Las fronteras montañosas del Himalaya Hindu Kush suelen cruzar glaciares muy altos, que aún no se están derritiendo, dice. Los que ya están desapareciendo son más bajos. Sin embargo, el retroceso de estos glaciares más bajos aún puede causar problemas a través de las fronteras, afirma.
“El agua no reconoce fronteras nacionales: los ríos suelen ser transfronterizos”, afirma Jackson. “Esto es cierto en Europa, y también lo es en el Hindu Kush Himalaya”.
Incluso la gente que vive muy lejos, que probablemente nunca ha visto un glaciar, podría depender mucho del agua de deshielo de ese glaciar, afirma. La desaparición de un glaciar en un país puede dejar secos a los agricultores de otro.
Un riesgo más son las catástrofes relacionadas con el clima. En 2016, un lago glaciar, que se había formado como consecuencia del deshielo, reventó en China y causó daños catastróficos río abajo en Nepal.
“Este es un problema enorme”, afirma Jackson. Como persona que vive en otro país río abajo, “puede que ni siquiera sepas que el lago está ahí, y si está en otro país, no puedes hacer nada al respecto”, como vigilarlo o instalar sistemas de alerta temprana, advierte.
Según Fischer, los Alpes podrían sufrir más catástrofes relacionadas con el agua, que a su vez podrían afectar a las cambiantes fronteras de Europa.
“El escaneado láser ha revelado que las montañas en general son mucho menos estables de lo que pensábamos, incluso en zonas donde parecen iguales”, explica, debido al deshielo del permafrost en su interior.
“Así que aquí, en la alta montaña, tener una frontera 100% fija no va a ser posible a largo plazo”.
Con un strudel de manzana casero en su refugio, Grüner reflexiona sobre nuestra relación con las montañas. Hoy en día podemos subirlas mucho más rápido que antes, gracias a los equipos modernos, afirma. “Da la sensación de que las montañas se han hecho más pequeñas y cercanas desde que yo era niño”, añade.
En el pasado, albergues como el suyo cumplían una función práctica y necesaria, explica, porque entonces “no podías ir directamente del valle a la cumbre, tenías que pasar la noche en algún sitio”.
Esa función práctica ha desaparecido, dice, ya que hoy en día se puede ir directamente a la cumbre y saltarse el refugio. Y sin embargo, los refugios de montaña alpinos son más populares que nunca.
“Ya no necesitamos albergues por razones prácticas. Pero creo que hoy los necesitamos en otro sentido, metafórico: como espacios protectores, donde los seres humanos puedan alejarse de sus preocupaciones cotidianas”, dice Grüner.
“Si nos fijamos en las razones por las que la gente va a la montaña hoy en día, es para entrar en contacto consigo misma y sentirse bien. En el valle, la vida es muy ajetreada. Aquí arriba, todo es más tranquilo. Las montañas son un santuario“.
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