El Premio Nobel de Literatura se comenzó a entregar en 1901. Desde entonces, sólo 18 escritoras (sí, sólo 18 mujeres) han recibido este reconocimiento.
Hoy la escritora Han Kang se convirtió en la primera surcoreana y en la mujer número 18 en ser reconocida por la Academia Sueca.
Entre las ganadoras, Gabriela Mistral es la única autora latinoamericana reconocida y en la lista solo hay una mujer asiática y una sudafricana (Toni Morrison es afrodescendiente, nacida en Estados Unidos, y Nadine Gordimer fue hija de europeos, nacida en Sudáfrica).
Tal vez te interese: Han Kang gana el Nobel de Literatura 2024
Pero ¿quiénes más lo han obtenido? Aquí la lista completa de las mujeres que han ganado el Premio Nobel de Literatura.
Han Kang es una escritora surcoreana que paralelamente se dedicó al arte y la música, lo que se refleja en el conjunto de su obra literaria.
“La obra de Han Kang se caracteriza por esta doble exposición del dolor, una correspondencia entre el tormento mental y el tormento físico, en estrecha relación con el pensamiento oriental”, precisó la academia sueca.
Escritora, catedrática y profesora de letras modernas, Annie Ernaux tiene más de una veintena de novelas de autoficción donde habla sobre sus experiencias en Francia.
El jurado del Premio Nobel de Literatura asegura que fue recompensada con el galardón por “la valentía y la agudeza clínica con la que descubre las raíces, los distanciamientos y las restricciones colectivas de la memoria personal”.
En esta nota te dejamos cinco libros para entrarle a la obra de esta escritora.
Glück es una poetisa estadounidense que ha sido reconocida en su país en varias ocasiones. En 1993 ganó el Premio Pulitzer de poesía por su trabajo The Wild Iris (El iris salvaje).
Es autora de once libros de poesía y uno de ensayos sobre poesía. Al español sólo se han traducido El iris salvaje, La diferencia entre la Pepsi y Coca Cola: antología de poesía norteamericana contemporánea, Arat, Poesía selecta, Las siete edades y Averno.
Escritora, ensayista, poetisa y psicóloga, Olga Tokarczuk habla en su obra del paisaje y la cultura del sudoeste polaco.
Algunas de sus obras, como Sobre los huesos de los muertos, han sido criticadas por su “radicalismo ecologista”.
La Academia Sueca asegura que Tokarczuk “construye sus novelas en una tensión constante entre opuestos culturales: la naturaleza contra la cultura, la razón frente a la locura, hombre vs. mujer”.
Algunos de sus libros son Un lugar llamado antaño, La muñeca y la perla, Historias últimas, El momento del oso, Alma perdida y, el último publicado, Relatos bizarros.
Escritora y periodista, Svetlana Alexiévich nació en la ex Unión Soviética, estudió periodismo en la Universidad de Minsk y sus textos danzan entre la literatura y el periodismo.
Alexiévich le da un lugar importante a los testimonios individuales y consigue que su trabajo sea más humano al narrar la historia de hombres y mujeres soviéticas y post soviéticas, a quienes entrevistó durante distintas guerras.
Algunas de sus obras son La guerra no tiene rostro de mujer (este libro fue adaptado como obra teatral), Los muchachos de zinc. Voces soviéticas de la guerra de Afganistán, Voces de Chérnobil. Crónica del futuro, entre otros.
El encanto de la cotidianidad te atrapan en los cuentos de Alice Munro.
Además del Nobel, la cuentista canadiense ganó varios premios literarios en su país y, luego de su muerte en mayo de 2024, sigue siendo una de las voces más queridas actualmente.
En sus cuentos podría parecer que “no pasa nada”, pero justo es parte del encanto pues te lleva a ver la “vida de gente común” desde otro lente.
Te recomendamos: ¿Quién fue Ruth Bater Ginsgburg? Conócela a ella y su enorme trabajo en estas películas en streaming
Algunas de sus obras son Las vidas de las mujeres, Las lunes de Júpiter, Amistad de juventud, Odio, amistad, noviazgo, amor, matrimonio y Demasiada felicidad, entre varios libros más.
Es novelista, ensayista y poetisa: Herta Müller creció en una familia alemana-rusa llena de tabúes por las guerras y los campos de trabajo y su obra refleja ese silencio en torno a temas tan duros.
Müller suele escribir sobra la dictadura rumana, resistencia, migración y las durezas de los regímenes militarizados, y varias de sus obras tienen pasajes autobiográficos.
Algunas de sus obras son En tierras bajas, El hombre es un gran faisán en el mundo, La bestia del corazón, además de ensayos como El rey se inclina y mata.
Feminista, comunista, pacifista, anticolonialista: Doris Lessing fue una escritora que en su obra hizo críticas muy finas y lúcidas a las desigualdades raciales, sociales y de género.
Nació en Irán, creció en Zimbabwe y se independizó en Reino Unido. Lessing, quien murió en 2013, centró sus novelas en conflictos culturales.
Escribió y publicó al menos 50 obras. Algunas de sus novelas son La grieta, El viento se llevará nuestras palabras, Risa africana, Dentro de mí, Las cárceles elegidas, entre otras.
Su reacción al saber que ganó el Premio Nobel de Literatura es invaluable:
Novelista, dramaturga, poetisa, ensayista, guionista, traductora… ¿hay algo que Elfriede Jelinek no haga dentro de la Literatura?
La escritora austriaca es también activista feminista y en su obra hace crítica social a la clase pequeño burguesa de su país.
Su estilo va entre la prosa y la poesía y sus críticos la califican de feminista radical y aseguran que sus novelas son una provocación a la derecha.
Algunas de sus novelas son Los amantes, La pianista, Obsesión, entre muchísimas otras.
La autora polaca fue poetisa, ensayista y traductora con varios reconocimientos literarios de su país.
Algunas de sus obras traducidas al español son Paisaje con grano de arena, Dos puntos, El gran número, Aquí y Correo literario, entre varias más.
La Academia Sueca describe su trabajo como “una poesía caracterizada por una simplicidad y un lenguaje ‘personal’ muy distinto al lenguaje contemporáneo y, a menudo, con un pequeño twist al final, con una llamativa combinación de espiritualidad, ingenuidad y empatía”.
Toni Morrison fue una escritora estadounidense en cuya obra hablaba de la vida de las mujeres negras.
Fue una activista incansable por los derechos civiles y trabajó toda su vida en contra de la discriminación racial en su país.
Su primera obra la publicó a los 40 años y desde entonces no paró.
Escribió novelas, cuentos infantiles, libros de no ficción, obras de teatro y una ópera.
Esta historia te interesa: Aura Estrada, la escritora mexicana que inspiró a Toni Morrison
Algunos de sus libros son Ojos azules, Jazz, Paraíso y La noche de los niños, entre otros.
Es la única autora africana de la lista de ganadoras del Premio Nobel de Literatura. En su obra, Nadie Gordimer retrata los conflictos interétnicos y habla del apartheid.
La Fundación Nelson Mandela la reconoció como una escritora de “voz fuerte por la igualdad y la democracia en el mundo”.
Además, Gordimer trabajó como activista en la lucha contra el VIH-Sida.
Algunas de sus obras son La suave voz de la serpiente, Un invitado de honor, El conservador, La historia de mi hijo, Beethoven tenía algo de negro, entre muchas otras.
Escritora y poetisa alemana, al inicio su escritora era poesía romántica, pero durante la Segunda Guerra Mundial, al exiliarse en Suecia por ser de familia judía, su obra habló abiertamente sobre la vida de los judíos durante ese período histórico.
Su obra es recordada por enmarcar el sufrimiento de su tiempo y sus poemas están llenos de metáforas e, incluso, algunos pasajes del Antiguo Testamento.
Sus dos obras más conocidas son Viaje a la transparencia y Correspondencia.
Su nombre real fue Lucila Godoy Alcayaga, nacida en Coquimbo, Chile. Su pseudónimo, Gabriela Mistral, lo adoptó al combinar los nombres de dos de sus poetas favoritos: Gabriele D’Aznnunzio y Frédéric Mistral.
Poetisa, diplomática y pedagoga, Mistral es la única latinoamericana que ha sido galardonada con el Premio Nobel de Literatura.
Fue profesora, crítica y pensadora del rol de la educación pública y trabajó en varios sistemas educativos de América Latina, incluido el mexicano; además fue cónsul de su país en algunos países, como Brasil.
Algunas de sus obras son Desolación, Los sonetos de la muerte y otros poemas elegíacos, Recados, contando a Chile, entre otras.
Durante el evento de entrega del Nobel, en Suecia, Gabriela Mistral dijo “por una venturanza que me sobrepasa, soy en este momento la voz directa de los poetas de mi raza y la indirecta de las muy nobles lenguas española y portuguesa”.
Conocida por sus obras que relataban la vida en China a inicios del siglo XX y sobre el constante conflicto entre Oriente y Occidente, Pearl Buck fue una escritora y activista a favor de los derechos de los niños mestizos, creando una agencia de adopción para niños y niñas concebidas y nacidas en Asia, de padres militares estadounidenses.
Aunque nació en Virginia Occidental en 1892, pasó gran parte de su juventud en China, hasta su regreso a Estados Unidos en 1935.
Buck comenzó a escribir artículos para revistas estadounidenses en la década de los 20 y en 1930 publicó su primera novela ‘Viento del Este, viento del Oeste’.
Además de su Premio Nobel, la escritora recibió el Premio Pulitzer y la Medalla William Dean Howells por su novela La buena tierra (1931), que junto con Hijos (1932) y Un hogar dividido (1935) conformó la trilogía de la familia Wang.
A lo largo de su carrera, Pearl Buck publicó más de setenta libros.
La ganadora del Premio Nobel de Literatura fue una apasionada por la historia medieval de Noruega y una opositora vocal del régimen nazi, Sigrid Undset es reconocida por hablar sobre el papel de la mujer en la clase media y sobre religión.
Undest huyó a Estados Unidos de Noruega en 1940 por la ocupación nazi, pero se mantuvo como una voz de la resistencia, apoyando a sus compatriotas a través de su escritura y una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, regresó a su país.
Entre sus obras más reconocidas están Kristin Lavransdatter y Olav Audunssön, donde habla sobre el conflicto entre el amor terrenal y el amor divino.
Originaria de Cerdeña, Deledda fue reconocida con el Nobel de Literatura por narrar la vida en su isla natal “con profundidad y simpatía hacia los problemas de la humanidad”.
¿Lo más impresionante? Aunque Grazia solo estudió cuatro años en la escuela, escribió cuentos, novelas, poemas, artículos y obras de teatro. Su primera novela fue La flor de Cerdeña.
Si en algún momento visitas la isla de Cerdeña puedes ir al pueblo de Nuoro (donde Grazia vivió y creció): ¡hay un tour para visitar los lugares donde esta escritora italiana ambientó sus novelas!
A principios del siglo XX ocurrió lo que por muchos años se había evitado: que una mujer ganara el Premio Nobel de Literatura.
La primera fue Selma Lagerlöf, una maestra rural sueca que se convirtió en un símbolo feminista y apoyo constante al movimiento de las sufragistas suecas.
En 1911 pronunció estas palabras para expresar que era hora de que las mujeres tuvieran presencia política: “la mujer, con el hombre a su lado, ha creado el hogar ideal; ahora es tiempo de que las mujeres cooperen con los hombres y juntos puedan crear el Estado ideal”.
Su novela insignia es Jerusalem, pero se le recuerda con cariño por El maravilloso mundo de Nils Holgersson, un libro que ya tiene un lugar muy especial en la literatura infantil.
Texto publicado originalmente en 2020 por Ana Estrada.
BBC Mundo estuvo en el aeropuerto de Barajas con varios migrantes latinoamericanos que, pese a tener trabajo, no pueden pagar un alquiler. Dormían en los pasillos, como tantas otras personas sin hogar en Madrid, hasta que se les prohibió pernoctar.
“He dormido en un parque”, me cuenta Miguel en un audio de voz. Ayer volvió, como cada noche desde hace siete meses, al aeropuerto de Barajas para dormir. Pero esta vez no le dejaron entrar.
Desde este 24 de julio, Aena, la empresa pública que gestiona los aeropuertos en España, ha prohibido que las personas sin billete de avión permanezcan en el Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas, durante la noche. La medida coincide con la apertura de un albergue temporal con 150 plazas, gestionado por el Ayuntamiento de Madrid, que funcionará hasta octubre.
Durante meses, el aeropuerto de Madrid fue el refugio de decenas de migrantes y personas sin hogar que no tenían otro techo. Varios de ellos trabajan, pero no pueden permitirse el alquiler de una vivienda.
Mientras tanto, las administraciones implicadas, principalmente el Ayuntamiento de Madrid y Aena, mantienen un cruce de acusaciones sin ofrecer una solución de alojamiento digna y duradera para estas personas.
BBC Mundo pasó una noche a mediados de julio con ellos, cuando aún podían dormir en Barajas, y estas son algunas de sus historias.
“Esto es algo temporal. Pronto conseguiré permiso de trabajo, Dios mediante”.
Miguel confía en que su suerte cambie dentro de unas semanas, cuando tendrá la cita para arreglar su visa. Este venezolano de 28 años, que en ningún momento deja de sonreír, me cuenta de sus vicisitudes sentado en el suelo de su actual hogar: el pasillo de la terminal 4 del aeropuerto de Barajas, en Madrid.
Tiene una maleta grande donde guarda algo de ropa, mantas y una colchoneta que utiliza para dormir.
“Tengo trabajo, pero duermo en el aeropuerto porque no me alcanza para el alquiler”, me dice.
En realidad, Miguel no se llama así. Pide guardar el anonimato porque sus hermanas no saben que está en esta situación. “Solo se lo he contado a mis papás”.
Es una noche de julio y Miguel comparte espacio con otras 30 personas más. Todos vienen aquí antes de que caiga el sol en busca de un techo.
En Madrid, alquilar un apartamento de unos 40 metros cuadrados cuesta unos 900 euros al mes (US$1.057), según el portal inmobiliario Idealista. El salario mínimo en España es de 1.382 euros mensuales (US$1.623).
Eso significa que alguien que gana ese sueldo tiene que gastar casi el 70% solo en pagar el alquiler. Los expertos dicen que no debería pasar del 30%. Así que este dato refleja lo difícil que es acceder a una vivienda en la capital de España. Aunque las cifras son similares en muchas ciudades, como Barcelona, Málaga o Mallorca.
Y estas son cifras a las que no pueden acceder las personas con trabajos precarios y vulnerables como las que duermen en el aeropuerto.
Miguel llegó a España en octubre del año pasado. Vino por miedo a la situación política en su país y en mitad de la ola de detenciones que el gobierno de Venezuela llevó a cabo tras las elecciones presidenciales del 28 de julio.
El Consejo Nacional Electoral de Venezuela (CNE) anunció el triunfo de Nicolás Maduro en dichos comicios sin presentar las actas que lo daban como ganador. La oposición, liderada por María Corina Machado y Edmundo González Urrutia, denunció fraude.
La organización no gubernamental Foro Penal, cuya misión es promover y defender los derechos humanos en Venezuela, registraba unos 1.000 detenidos por razones políticas hasta el 15 de julio de 2025. Esa cifra se redujo en varias decenas durante las últimas semanas, luego de un acuerdo de intercambio de presos entre el gobierno de Maduro y el de EE.UU.
Para la oposición y diversas ONGs, las detenciones son fruto de la persecución política, algo que el gobierno venezolano niega.
En su caso, cuenta Miguel, temía que lo llevaran preso tras verse involucrado en unas acusaciones por un video que unos conocidos hicieron en redes sociales donde criticaban el proceso electoral.
Cuenta que recibió varias llamadas donde lo amenazaron.
Con los pocos ahorros que tenía, viajó a Madrid y alquiló una habitación en un apartamento compartido. Pero esa situación duró poco.
“El chico que me rentaba el cuarto me engañó y me robó el dinero. Me quedé en la calle el mismo día de fin de año”.
Y, así, empezó su 2025 durmiendo en el suelo de Barajas, donde lleva siete largos meses, aunque sin perder el optimismo: “Estoy mejor. Por lo menos conseguí un trabajo, aunque me pagan en negro”.
Trabaja de repartidor de paquetes de lunes a viernes. Las 5 horas que dura su jornada las hace a pie y empujando un carrito. Todo ese esfuerzo para obtener a fin de mes unos 250 euros (US$293).
Ese dinero lo estira como puede. Una parte va al alquiler de un pequeño trastero, donde tiene sus cosas; otra parte para el billete de transporte, para poder moverse en la ciudad; otra parte para la tarjeta del celular, esencial para hablar con su familia.
“Lo que me quedan son unos 145 euros (US$170) para comida y para ir ahorrando”, dice mientras se mete una cotufa (palomita de maíz) en la boca y me aclara: “Esta es mi cena. Lo suelo comer varias veces por semana. Es barato y me llena”.
Desde que duerme en el aeropuerto, Miguel se impuso tres reglas: como mínimo, trata de hacer una comida al día, se baña tres veces a la semana en unos baños públicos y, si no va a trabajar, sale a caminar para que le dé el aire.
“Lo hago para que no me afecte a la cabeza. Son tres cosas básicas, pero si las dejara de hacer, me harían creer que vivo en la indigencia. Y no es así. Para mí esto es algo temporal”.
En ese punto es cuando María se nos acerca.
También es venezolana, de 68 años. Miguel le ofrece unas galletas que le han dado unas chicas de una ONG. “Aquí compartimos, porque todos estamos en la misma situación”, dice.
No tarda en contar lo que ella espera para su futuro: “Yo ya quiero volver a mi país”.
En Venezuela, María era enfermera y tenía una panadería, que dejó alquilada. Viajó a España para acceder a un mejor tratamiento médico para su hijo, que es autista.
“Nada más aterrizar, se puso enfermo y gasté todo lo que tenía en medicinas”.
Vino hace 5 meses de turista pero ante esa situación se tuvo que quedar. “Conseguir trabajo está difícil y no puedo dejar a mi hijo solo”, explica.
Probó a dormir en albergues, pero al final acabó en Barajas. Junto a su hijo, duerme al final del pasillo. Dos esterillas, unas sábanas, unas maletas en un carro del aeropuerto y algunas bolsas son todo lo que tienen. “Prefiero dormir aquí que en la calle. Se está más seguro porque hay vigilancia, hay baños para asearse y es tranquilo. Al final te acostumbras”.
Como Miguel, hay unas normas mínimas que siguen, como asearse todas las noches con un balde y lavar la ropa. “Hay que tener dignidad aunque estemos en esta situación”, añade.
Ahora ha pedido la repatriación con la ayuda de una ONG. “Creo que pronto podré volver a mi casa, ya tengo casi todos los papeles”.
María y su hijo ocupan un espacio al lado de una mujer española que, mientras hablamos, duerme.
“Nos hemos hecho amigas, está muy sola y perdida. Tiene tres hijos, pero se metió en problemas de drogas y bueno, yo le ayudo, le doy consejo y hablamos mucho”, dice María mientras la mira con ternura y agarra la mano de su hijo, que no ha soltado en ningún momento.
Pese a que ahora es el calor el que azota Madrid, el motivo principal que desencadenó el traslado de cientos de migrantes y personas sin hogar a Barajas fue el frío y las lluvias del pasado mes de marzo.
“Aunque llevan años durmiendo personas sin hogar en Barajas, lo que pasó en marzo fue inaudito”, cuenta un voluntario.
Ante la avalancha de gente, un conjunto de organizaciones sociales y religiosas bajo el nombre de “Mesa por la Hospitalidad”, elaboró un informe donde llegaron a contabilizar entre 200 y 400 personas diarias durmiendo en Barajas.
“Yo no voy a defender a la gente que duerme en el aeropuerto, porque sí que hay gente mala y algunos buscan bronca. Pero son los que menos. El resto nos portamos bien, porque solo queremos dormir” , reitera Miguel.
Según los datos de ese informe, el 38% de estas personas trabajan pero no pueden pagar el alquiler. El 46% proceden de América Latina y un 26% tienen nacionalidad española.
El estudio también destaca el perfil de las personas que duermen en el aeropuerto “donde hay migrantes, personas sin hogar, pensionistas, personas con empleos precarios y personas con problemas de salud mental y física”, dice el informe.
Pero estos datos ya no reflejan la situación actual de Barajas. Con la llegada del buen tiempo se ha reducido considerablemente el número de personas que pernoctan allí. También por la medida disuasoria de Aena con el cierre de puertas y la apertura del albergue.
“Y es a este albergue al que se supone que tenemos que ir, pero a mí no me dan plaza por mi condición de asilado político”, expresa Miguel, contrariado.
Desde el Ayuntamiento de Madrid explican que solo pueden dormir en el albergue quienes están empadronados en la ciudad o, en su defecto, aquellas personas que, aunque no lo estén, ya hayan sido atendidas previamente por los servicios sociales municipales.
“El caso de un asilado político, lo lleva el ministerio de Migración” nos responden desde el área de políticas sociales del Ayuntamiento, refiriéndose a la situación de Miguel.
Mientras tanto las organizaciones sociales demandan mayor implicación y coordinación por parte de todos los actores implicados: Ayuntamiento de Madrid, Comunidad de Madrid y Aena, dependiente del Gobierno Central, donde la dimensión social del problema está en el acceso a la vivienda y esa falta de respuesta institucional clara.
BBC Mundo habló con miembros de varias organizaciones sociales que trabajan en Barajas. Ellos han preferido no dar ni sus nombres ni los de sus agrupaciones. Mantienen un perfil bajo después de meses de polémicas e imágenes en la prensa que dicen, solo han desfavorecido a las personas que pernoctan en el aeropuerto. “El tema se ha politizado y los perjudicados son ellos, los más vulnerables, los que duermen en el suelo” señala un voluntario.
Justamente por eso, por dormir en el suelo frío del aeropuerto y por las largas caminatas que hace empujando un carrito, desde hace unas semanas Miguel tiene ciática y mucho dolor. El médico le recomendó dormir en “algo blandito” y se compró una colchoneta inflable.
“Me trastocó los ahorros, pero duermo mejor”, me cuenta mientras se va acomodando para dormir.
Son las 11 de la noche y el pasillo está en silencio. Algunos miran el celular, pero la mayoría duerme con una camiseta sobre la cabeza para que no les molesten las luces.
“Me costó mucho acostumbrarme a dormir con la luz encendida”, me cuenta Nicolás, cuyo nombre también es ficticio. Llegó de Perú hace nueve meses y desde entonces duerme en el aeropuerto. “Trabajo en la construcción cuando puedo. Voy a las zonas donde se juntan los albañiles por la mañana y, si me aceptan en la cuadrilla, trabajo ese día. Luego regreso aquí a dormir. Con lo que me pagan, no me da para rentar una habitación”.
Cuando me estoy yendo, un vigilante de seguridad que está en la puerta vigilando los accesos al aeropuerto se dirige a mí. Me cuenta que han venido muchos medios de comunicación por aquí y me reclama algo: “Solo te pido que trates a estas personas con humanidad. Hay gente que no lo ha hecho. Y ellos, que no se nos olvide, son personas”.
Haz clic aquí para leer más historias de BBC News Mundo.
Suscríbete aquí a nuestro nuevo newsletter para recibir cada viernes una selección de nuestro mejor contenido de la semana.
También puedes seguirnos en YouTube, Instagram, TikTok, X, Facebook y en nuestro nuevo canal de WhatsApp.
Y recuerda que puedes recibir notificaciones en nuestra app. Descarga la última versión y actívalas.
Utilizamos cookies propias y de terceros para personalizar y mejorar el uso y la experiencia de nuestros usuarios en nuestro sitio web.