¿Cuántas autoras mexicanas contemporáneas puedes mencionar? Si tu respuesta se limita a tres (o menos), entonces te hace falta conocer el Mapa de escritoras mexicanas, creado en 2020 por Esther M. García.
Ella misma es una poeta y escritora mexicana del norte del país; nació en ciudad Juárez, Chihuahua, y vive en Saltillo, Coahuila. Ha escrito libros como La destrucción del padre, El tejido de la mujer araña, maternidades disidentes o Confesiones de una Booktuber. Además, ha ganado diversos reconocimientos a nivel nacional e internacional.
Estábamos a inicios de la pandemia, cuando abundaban las actividades en línea de todo tipo. La Brigada para leer en libertad, que se dedica a promover la lectura, anunció un curso de escritura impartido por importantes nombres. ¿La polémica? Que todos los talleristas eran hombres.
Luego de que les cayeran varias quejas, la asociación se “justificó” diciendo que sí había considerado mujeres (Mónica Lavín, Laura Esquivel y Elena Poniatowska, curiosamente todas de la CDMX), pero “ninguna de las tres podía en esas fechas”.
Al final, el curso se suspendió.
“¿Qué no existimos las demás? ¿No existe el norte, no existe el bajío, no existe el sur?”, pensó Esther M. García, quien cuenta a Animal MX que este fue el chispazo para iniciar un hilo en Twitter de escritoras mexicanas.
Sin embargo, pasó algo que ya sospechaba: la gente repetía una y otra vez a las mismas autoras y casi todas eran de CDMX, Monterrey, Guadalajara.
Hagamos un hilo de escritoras mexicanas de TODA la República Mexicana,
Empiezo yo:María Luisa Iglesias (Coahuila)
Carmen Ávila (Coahuila)
Mercedes Luna (Coahuila)
Nadia Contreras (Coahuila)
Marianne Toussaint (Coahuila)
Iza Rangel (Coahuila)
Nora Coss (Coahuila)
…— Esther M. García (@Tete_GarciaG) May 20, 2020
“Yo pensaba «No puede ser, no puede ser que en un país cuya extensión es de las mayores a nivel mundial, existan tan pocas escritoras»”.
De todas formas, inspirándose en Ivonne Ramírez y su mapa Ellas tienen Nombre (de los feminicidios en Ciudad Juárez); así como el de María Salguero (Mapa de feminicidios en México), decidió iniciar un proyecto que visibilizara la diversidad de escritoras mexicanas.
Aunque nunca había hecho mapeo, buscó tutoriales en YouTube y en libros, y se metió de lleno en Google Maps para crear su mapa de escritoras mexicanas.
Hasta el 30 de junio del 2023, fecha de su última actualización, el Mapa de escritoras mexicanas lleva 785 autoras registradas (y puedes verlo aquí).
En entrevista con Animal MX nos cuenta que empezó el mapa con 30 autoras, “luego fueron 50, y luego 100, y luego 150, 180 y así fue creciendo”. Cada una de ellas lleva su foto y una breve semblanza.
La recepción fue muy buena. Tanto que personas que se metían a verlo se quejaban directamente con Esther por tener estados vacíos. “¿Por qué no haces bien tu trabajo?”, le comentaban sin saber que este trabajo lo hace por pura pasión.
Al ser un proyecto independiente, sí era muy difícil que ella sola se pusiera a rastrear a cada una de las autoras del país, y más porque no todas necesariamente están en redes sociales ni tampoco asisten a todos los encuentros.
En este contexto, Esther M. García comenzó a tejer redes con autoras de todo el país que iba conociendo. Nos platica que, por ejemplo, hubo una escritora que le señaló que solo tenía dos autoras en Pachuca, Hidalgo, y decidió mandarle la semblanza de 40 autoras que tenía entre sus conocidas.
“En Yucatán fue lo mismo: de las chicas que estaban en estos lugares de lectura me dijeron, «oye, es que nosotras conocemos a más escritoras de acá de Yucatán y vemos que hay 10.Mínimo conocemos como 40»”, platica.
Así es como se han ido conociendo y se ha extendido esta red de escritoras por distintos lugares de México.
Esther también se ha esforzado en meter a escritoras de comunidades indígenas, aunque ha sido un poco más tardado por distintas razones: no conocen el proyecto, por límites en la comunicación, dificultades para publicar, entre otras cosas.
“Pero ya no hablamos solamente de un mapeo regional, estatal o nacional, sino internacional”, dice emocionada Esther M. García, pues casi desde el inicio del proyecto recibió mensaje de escritoras de nacionalidad mexicana que viven en el extranjero y se preguntaban si también podían unirse.
“Mientras sigan escribiendo en español y tengan al menos un libro publicado, claro que sí”, añade.
Si eres una autora (o conoces a una), es fácil mandar tus datos para unirte a este mapa. Lo único que necesitas es tener al menos un libro publicado en forma; es decir, en físico y preferentemente con editorial establecida.
También se aceptan libros autopublicados, siempre y cuando vengan con título del libro, fecha de publicación y en qué plataforma o lugar puede encontrarse dicho libro.
Debes de ser de nacionalidad mexicana; si radicas en otro país la condición es que sigas publicando en español.
Debes enviar tu foto y semblanza en formato Word, escrita en tercera persona del singular, al correo mapasescritorasmexicanas@gmail.com.
Pero no solo se trata de poner nombres y semblanzas en un mapa, con este proyecto, Esther M. García ha podido armarse un panorama más nutrido de la industria literaria en México.
Recientemente, llegó al dato de que en 2015 el 63% de los hombres dominaban la producción literaria en México, contra solo un 37% de mujeres.
Ya para 2023, la cifra se ve un poco más similar, con 45% mujeres en la producción y un 55% de hombres.
Sin embargo, recalca que “una cosa es publicar, y otra es ser leída”. Tanto por su propia experiencia, como por las demás escritoras que ha conocido gracias al mapa, llega a la conclusión de que el principal reto que siguen encontrando en la industria es la falta de publicidad y marketing.
Aunque existen casos como los de Flor M Salvador, que empezó en Wattpad, no tenía un agente literario y ya es mundialmente famosa, la autora reconoce que sigue existiendo un ejercicio de poder.
Nos explica que es porque quien generalmente tiene más publicidad, y por ende tiene más posibilidad de ser leída, es quien tiene una editorial trasnacional detrás, pues le invierten más en publicidad y en exponerla en todos lados.
Y sí, el racismo y el clasismo también interfieren en esto. “Sigue importando qué tan vendible eres, tu color de piel, si hablas español hegemónico, si escribes en español o en lengua indígena”, explica.
También señala el prejuicio literario tan marcado que tenemos como audiencia, pues opina que los hombres siguen teniendo más credibilidad y autoridad como escritores.
“Siempre han encasillado a que todo lo romántico, lo débil, lo que tiene que ver con el cuerpo y las emociones es de la mujer. Los temas universales son de los hombres, porque ellos tienen mayor manejo del tema”, añade.
Menciona que, por ejemplo, en los libros de lectura obligatorio de Educación Básica en Primaria, 75% de los autores son hombres, mientras que menos de 10% son mujeres y el resto son anónimos.
No nos quedamos con la duda y nos asomamos al libro Lecturas de Sexto grado de la SEP para el ciclo 2022-2023, que es una antología de textos cortos y fragmentos.
En el índice se muestran 59 títulos, de los cuales tan solo 10 son escritos por mujeres y cuatro son de autores anónimos.
Por eso dice que además de visibilizar a las autoras y descentralizar la literatura, ella busca generar conocimiento en diversas áreas.
“Creemos que la escritora es solamente aquella mujer que estudió letras, o que está en el campo de las artes, pero muchas son ingenieras, astrofísicas, programadoras, físicas… o sea, hay una diversificación muy grande”, explica.
Es por eso que también el Mapa de escritoras mexicanas realiza actividades como talleres y encuentros entre escritoras, apoyan en presentaciones de libros de las mismas autoras, y más.
Aunque acaba de cumplir tres años, el Mapa de escritoras mexicanas ya ha tenido colaboraciones muy interesantes que le han dado mayor difusión.
En marzo de 2021, Esther M. García realizó una alianza con Wikimedia México y Editatona para formar a mujeres wikipedistas para que subieran y editaran en la plataforma a distintas autoras mexicanas como Nora Coss, Isolda Dosamantes, y más.
Se hizo con Carmen Alcázar, la entonces Presidenta de Wikimedia MX, y Esther recuerda que “fue un trabajo muy padre y muy cansado, porque estuvimos más de ocho horas editando”.
El mismo año también se acercó a Esther la asociación United Fronteras, que se dedica a reunir proyectos “que usen al menos un componente digital para documentar las fronteras desde diversas perspectivas (literatura, archivos, arte, historias orales y música, entre otras)”, describe su página.
Esther M. García participó con el mapa en el Primer simposio binacional de United Fronteras en el conversatorio “Intersecciones de Literaturas Fronterizas”.
Igualmente, en junio la autora fue nominada a los Globant Awards: Women that Build, que “promueven la inclusión y el crecimiento profesional de las personas que se identifican como mujeres en la industria de la tecnología”.
Gracias al Mapa de escritoras mexicanas, Esther estuvo entre las nominadas en la categoría de Rising Star, que son todas aquellas mujeres que están empezando una carrera en tecnología o proyectos relacionados con STEAM.
Esther espera que el mapa pueda seguir siendo un referente para diferentes proyectos nacionales e internacionales. También, su mayor deseo es que pueda seguir creciendo y que se difundan más a estas escritoras.
Su creadora es Martha Alicia Tronco Rosas, investigadora del Instituto Politécnico Nacional de México.
Tan simple como una regla de 30 centímetros.
Ese es violentómetro, un invento que, hace 16 años se creó en México y que ayuda a personas de todo el mundo a identificar los signos de violencia.
Un material gráfico y didáctico en forma de regla que consiste en visualizar las diferentes manifestaciones de violencia que se encuentran ocultas en la vida cotidiana y que muchas veces se confunden o desconocen.
Lo que empezó como un sencillo proyecto dentro del Instituto Politécnico Nacional (IPN) de México, hoy se puede ver en múltiples países y se ha traducido a idiomas como el maya, el italiano, euskera o chino.
Su creadora es la mexicana Martha Alicia Tronco Rosas, doctora en FIlosofía y Ciencias de la Educación, Fundadora del Programa Institucional de Gestión con Perspectiva de Género del Instituto Politécnico Nacional e investigadora de este centro.
BBC Mundo conversó con ella.
En 2007, Martha Tronco propuso crear la unidad de género en el IPN porque, aunque había “algunas instancias que daban cierto apoyo en temas de violencia dentro de la institución, pero no desde una perspectiva que era la necesaria, desde mi punto de vista, una perspectiva de género”, explica.
Porque empezó a observar, por un lado, que las mujeres científicas en el Instituto tenían un menor crecimiento que los hombres y, por otro, que estas apenas tenían responsabilidades como directoras en las unidades académicas.
Pero cuando creó la unidad de género, se encontró con un problema mayor que, sin hacer mucho ruido, recorría las aulas.
El silencio se rompió con cartas anónimas que dejaban a Tronco en su despacho, por debajo de la puerta.
“Llegaron muchas denuncias en torno a que las personas eran maltratadas, eran violentadas. Mujeres, directivos, relaciones de pareja entre estudiantes”, relata.
Así, como investigadora, propuso hacer una encuesta a más de 14.000 estudiantes de nivel medio y superior para, dice, “saber todo”: desde posibles problemas de salud, consumo de alcohol y sustancias a, por supuesto, hábitos violentos.
El único requisito era haber tenido al menos una relación de pareja en el año anterior.
“Los resultados fueron impresionantes, en el sentido de que detectamos mucha problemática: embarazos y paternidades no contemplados, por ejemplo, o adicciones”, explica Tronco.
Cuenta que lo que más le llamó la atención, el “foco rojo”, fue cómo la gente percibía la violencia.
Había respuestas como “a mí me celan, pero un poquito”; “yo sí he tenido algunos jaloneos (empujón violento) con mi pareja”; “me ha pellizcado un poquito”; “en ocasiones revisa mis documentos o mi celular”.
“Pero no la expresaban y percibían como si fuera algo violento. Siempre observaba en esas respuestas una supuesta situación de amor, entre comillas, de protección. Pero eso tiene un nombre y se llama violencia”.
Tras la encuesta, Marta Tronco pensó que era necesario hacer un material útil en todos los espacios posibles, que no se tirara y que fuera económico, pues el proyecto en inicio nació sin presupuesto.
“Así surgió la idea de una regla de escritorio de 30 centímetros. Y en cada centímetro una de las manifestaciones de violencia que nos dijeron en la encuesta. Así nació el violentómetro”.
La regla se divide en tres colores diferentes y cada uno engloba una situación, “iniciando sobre lo más sutil, aquella violencia que se enmarca en acciones que no implican una acción física, los 10 centímetros siguientes con acciones que implica violencia sobre objetos o sobre la persona, pero en menor medida, y los últimos 10 centímetros, con acciones con violencia física extrema”.
En el primer tramo están acciones como celar, mentir, hacer bromas hirientes, ridiculizar o controlar y prohibir cosas o ver a gente. En el segundo, destruir objetos personales, pellizcar o jalonear, en el tercero, amenazas con objetos, amenazas de muerte, forzamiento de relaciones sexuales y, en última instancia, el asesinato.
Una escala de violencia que, en la relaciones personales, no tiene por qué pasar por todos los puntos.
“Puede que solo haga bromas hirientes, que te ridiculice, te intimide y te cachetee. Pero igual es violencia y se debe estar atento y pedir ayudar”, sostiene Martha.
En el caso más extremo de la violencia están los feminicidios, que en México son una auténtica lacra social. Según cifras oficiales ofrecidas por UNESCO, en 2024 un promedio de 10 mujeres murieron de modo violento cada día.
De esa primera idea salieron otras para ayudar no solo a ver si se está sufriendo violencia, sino también si se está ejerciendo sobre otras personas y qué se debe revisar en ese caso. Luego pasaron la idea del violentómetro a una app para que los más jóvenes tuvieran ese acceso.
Después, la idea, nacida en México, se expandió a otros países y se puede ver en distintas partes de América Latina, España o China.
En lo más cercano, Martha empezó a ver el impacto de esta herramienta cuando vio que se lo pedía “desde la abuelita para dárselo a los nietos o cuando en las escuelas lo querían dar de aguinaldo”.
Martha Tronco explica que esta sencilla herramienta ha servido para visibilizar muchos tipos de violencia que no se percibían como tal y que la gente los reconozca.
“En México, como en muchos países latinoamericanos, tenemos mucha violencia. Por eso creo que ha tenido tanto impacto. Y en México en concreto ha servido para darnos cuenta de qué hacemos o qué sentimos en este tipo de relaciones”, dice.
Y, remarca, esto no es solo algo de relaciones de pareja.
“El violentómetro ha permitido darnos cuenta de que esto que vivimos de manera cotidiana no es protección, no es amor, no es cariño. Y que esta violencia que podemos sufrir muchas veces la replicamos en otros, porque son las formas que hemos aprendido, las que hemos visto en cómo se ha relacionado nuestro entorno”.
Aquí, dice, toca hacer una revisión muy puntual y personal para no repetir esquemas violentos.
Dentro de los posibles comportamientos violentos que aparecen en esta herramienta, algunos pueden ser sutiles y la línea entre lo que es acto violento o no puede ser poco clara.
Por ejemplo: ¿es violencia que lleve siempre el pelo largo y vestidos porque a mi pareja le gusta? ¿o que no vaya a ciertos lugares o con cierta gente?
¿Cuál es la línea entre complacer un deseo y algo violento?
“A veces no nos damos cuenta porque es muy sutil el controlar y el prohibir está en el número 11 del violentómetro, por ejemplo. Y no nos damos cuenta porque consideramos que es un acto de amor, que marca algo que no te conviene. Pero cuando la toma de decisiones no es personal y libre, cuando aquello me genera una serie de problemas, es violencia”, apunta Tronco.
Y, dentro de la violencia, uno de los problemas que conversamos con Tronco fue no solo lo complicado de verla, sino de comunicarla.
“Es un tema que da vergüenza. No nos reconocemos cuando somos violentadas. Y es algo que nos puede pasar a todas”.
También advierte Martha Tronco que las violencias que aparecen en el violentómetro se pueden dar todas o aparecer salpicadas y que tampoco son algo que ocurren de un día para otro, de golpe.
“Es como una humedad en la casa. Va despacito y, de repente, un día, ves una mancha enorme en la pared y no te habías dado cuenta. Incorporamos lo que la otra persona quiere, poco a poco, y llega un momento en que no nos reconocemos”, señala.
Por eso, remarca, es importante hacer un ejercicio de autoconocimiento. “Hay que hacer una revisión de lo que somos y de lo queremos hacer y lo que no más allá de agradar a la otra persona”.
Y aunque su invento es una ayuda, reconoce que la información, si bien válida y necesaria, no lo es todo.
“Ahora se tiene mucha más información que antes y es un elemento necesario, pero no transformador completamente. La parte social, la parte familiar, es la que puede hacer la diferencia, que tengamos comportamientos diferentes. Nos toca a todos hacer una revisión de los vínculos que tenemos, una revisión de la familia, nuestros espacios, nuestras amistades”.
También habla de la interseccionalidad en la violencia. “No es lo mismo ser una mujer blanca, con un nivel educativo alto y heterosexual que ser indígena, lesbiana, analfabeta y pobre. Las mujeres somos diversas y tenemos muchas necesidades diferentes”.
El último cálculo de ONU Mujeres sobre violencia indica que, en todo el mundo, 736 millones de mujeres –casi una de cada tres– han sido víctimas de violencia física o sexual por parte de su pareja; y de violencia sexual fuera de la pareja, o ambas, el 30% de las mujeres de 15 años o más al menos una vez en su vida. Esto sin incluir datos de acoso sexual.
Para 2023, unas 51.100 mujeres y niñas murieron a manos de sus parejas u otros familiares en todo el mundo. Esto significa que, en promedio, 140 mujeres o niñas fueron asesinadas cada día por alguien de su propia familia, según datos de ONU Mujeres.
En el caso de los hombres, solo el 12% de los homicidios que sufren se producen en la esfera privada. Cuando hablamos de mujeres y niñas esta cifra asciende al 60%.
¿Entonces, cómo hacemos para cómo se incluya a los hombres en la conversación?, le pregunto a Martha Tronco.
Y destaca una experiencia que tuvo durante un Curso de Paternidades.
“Les preguntábamos algo muy sencillo: ‘¿Qué tipo de padres quieres ser? ¿Quieres ser como el padre que tuviste?’ Fue un punto medular. Muchos, llorando, decían que no querían eso para sus hijos”, explica.
Y les toca, a juicio de Tronco, “hacer esta revisión profunda, que nos responsabilicemos todos”.
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