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*Maelen: el proyecto para empoderar adultos mayores* que nació de un sueño
*Maelen: el proyecto para empoderar adultos mayores* que nació de un sueño
5 minutos de lectura

*Maelen: el proyecto para empoderar adultos mayores* que nació de un sueño

23 de noviembre, 2020
Por: Janine Bacquerie
@puredeiguana 

¿Te imaginas todo lo que puedes aprender de un adulto mayor?

Maelen es un proyecto que empodera a los adultos mayores ayudándoles a dar clases en línea sobre lo que más les gusta y generar ingresos extra.

De acuerdo con cifras del Inegi, durante 2019 un millón 700 mil adultos mayores reportó tener un empleo remunerado. Sin embargo, debido a la pandemia de Covid-19 cerca de 753 mil adultos mayores están en riesgo de perder su empleo, señala este estudio del Centro de Investigación Económica y Presupuestaria (CIEP).

Con estos números en la cabeza y –literalmente- un sueño por cumplir, Melissa Ortega, recién egresada de la licenciatura en Administración y Estrategia de Negocios fundó el proyecto Maelen en agosto.

Este proyecto imparte clases para todos los gustos, si quieres aprender a jugar ajedrez, Don Aaron es el profesor que buscas, si quieres preparar un champurrado para estos días de frío, Doña Gaby es la maestra que necesitas. Como esas clases hay otras y solo tienes que consultar sus redes sociales para enterarte de la fecha y la hora.

Las aportaciones de cada clase son 30 pesos y se imparten vía Zoom.

 

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Maelen funciona como un intermediario para que los adultos den su primera clase y posteriormente puedan formar sus propios grupos. Melissa compra los insumos con recursos de un convenio que tiene con una zapatería mexicana.

“Yo revendo los tenis de la zapatería. Me los dan a precio de fábrica y las ganancias son para el proyecto Maelen”, nos platica en entrevista.

 

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La complicada situación laboral para adultos mayores en la pandemia

Melissa explica que con la llegada de la pandemia notó lo difícil que era encontrar empleo como recién egresada. Eso la llevó a pensar que si para ella era difícil, para los adultos mayores lo era mucho más.

“Imagina que acabas de egresar, estás en plena edad de que te contraten y explotar todas tus capacidades y te das cuenta que la competencia está difícil.  Pensé en los adultos mayores y en lo difícil que ellos la pasan en estos momentos por la falta de empleo”.

El proyecto Maelen nació de un sueño

“Soñé con un Google para adultos mayores”, cuenta Melissa. A raíz de esa idea nombró a su proyecto Maelen, que viene de María Elena, como se llamaba su abuelita quien recientemente falleció.

María Elena es una de las figuras más importantes para Melissa. Eran muy cercanas y gracias a ella pudo convivir con personas de la tercera edad lo que la hizo consciente de sus necesidades.

Melissa cuenta que en su sueño vio una casa para adultos mayores con talleres y clases, similares a los que imparte el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA), donde María Elena tomó talleres de cocina y bordado.

“Cuando me despierto del sueño, chequé la viabilidad de mi proyecto y todo lo que necesitaba. La pandemia fue un factor importante. Sin la pandemia quizá se hubiera quedado como un sueño”.

Te puede interesar: Entre la frustración y los ataques cibernéticos: ¿cómo se sienten los maestros al dar clases en línea? 

 

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Tras el sueño, le contó la idea a su mejor amiga y a Laura, una de las maestras de su abuelita. A la profesora le encantó la idea, pero antes de poner manos a la obra le sugirió organizar una reunión con adultos mayores para presentarles el proyecto ¡y les encantó!

El objetivo es compartir una clase sobre lo que aman no importa si tienen estudios sobre el tema o si anteriormente se han dedicado a dichas actividades.

“Los adultos mayores tienen un conocimiento infinito. Cuando se les presenta el proyecto se les pregunta qué actividad en la pandemia les ha gustado más y es sobre eso que dan sus clases. Sobre lo que ellos aman, lo que les gusta”.

“Hay personas que toda su vida fueron abogados toda su vida pero de corazón fueron pintores o escritores”, agrega.

El proyecto comenzó en el estado de México, se recorrió a la Ciudad de México y también está en Monterrey.

Para llevarlas a cabo las clases en el Edomex y CDMX, Melissa se encarga de llevar la computadora y hacer la transmisión para que los adultos mayores solo transmitan su conocimiento y se diviertan sin preocupaciones.

En Monterrey, el proceso para impartir la clase es el mismo, solo que quien asiste a ayudarles es Majo, quien recientemente se integró al proyecto.

Cada una de las clases se lleva a cabo con estrictas medidas sanitarias de higiene, protección personal y sana distancia.

¿Cómo sumarse al proyecto?

En las redes sociales está la convocatoria para quienes les interese impartir clases.

 

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El primer paso es identificar lo que les apasiona y hacer una lista de cuáles son las materias primas que necesitan y las cantidades para dar su clase.

Esto para que Melissa pueda comprar los insumos necesarios para la clase y también para que quienes se inscriban puedan tener una lista con los ingredientes y cantidades correctas.

Posteriormente se les pide una fotografía de hombros hacia arriba para hacer la publicidad de la clase en redes sociales.

Al finalizar la clase se les entrega el total de los ingresos.

¿Y para inscribirse para tomar las clases?

Si quieres inscribirte para tomar alguna clase del proyecto Maelen escribe directamente a sus redes sociales Instagram, Facebook o contacta a Melissa a este teléfono: 55 33 39 00 27. Ella te dará los datos bancarios de la cuenta para realizar tu inscripción.

Una vez que se haya realizado el pago te dará el usuario y la contraseña para unirte a la videollamada por Zoom.

Para que te quedes otro ratito: ¡Qué bonita manera de ayudar a los adultos mayores! Échale la mano a este proyecto que dona despensas en CDMX 

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Imagen BBC
Por qué algunas personas prefieren pasar sus vacaciones todos los años en el mismo lugar (algo que para otros es aburrido)
6 minutos de lectura

En un mundo cada vez más estresante, muchos viajeros encuentran consuelo en la repetición: volver cada año a los mismos pueblos de esquí, suburbios costeros o sus cafés favoritos.

23 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
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cuatro mujeres de pie frente a una pared de madera de color amarillo y azul. Todas sostienen un helado en sus manos y sonríen.
Getty
Los expertos dicen que el atractivo va mucho más allá de la nostalgia y ayuda a lidiar con el estrés.

Durante los últimos 15 años, el fotógrafo Jason Greene y su familia han viajado desde la ciudad de Nueva York hasta Mont Tremblant, en Quebec, para pasar una semana del invierno boreal en la nieve.

“Tenemos una tradición: el primer día comemos paletas de jarabe de arce, patinamos sobre hielo y luego pasamos por la tienda de dulces local”.

La ciudad turística francocanadiense, dice, “ocupa un lugar especial en nuestros corazones porque allí todos aprendimos a esquiar y hacer snowboard”.

Para muchos viajeros, la novedad es el objetivo: tachar nuevos destinos y buscar nuevas sensaciones.

Pero un número creciente de personas, como Greene y sus cuatro hijos, hace lo contrario: regresa al mismo lugar cada año. Reservan la misma habitación, comen los mismos platos y recorren las mismas calles para encontrar comodidad en lo familiar, en lugar de la emoción del descubrimiento.

“Para muchas personas, hay una sensación de seguridad al volver a lo conocido”, afirma Charlotte Russell, psicóloga clínica y fundadora de The Travel Psychologist.

Imagen aérea de varios edificios en Mont Tremblant, un municipio en las montañas de Quebec.
Getty Images
Durante los pasados 15 años, la familia del fotógrafo Jason Greene regresa cada invierno a Mont Tremblant en Quebec.

“Sabemos qué esperar, qué nos conviene… y [es] menos probable que enfrentemos desafíos inesperados”.

Este comportamiento, añade, suele atraer a personas abrumadas por su vida diaria, por lo que repetir las mismas vacaciones una y otra vez puede resultar muy reconfortante.

Movidos por la nostalgia

Esa sensación incomparable de tranquilidad fue lo que me llevó de nuevo a Lima, Perú, este mayo, exactamente un año después de mi primera visita, mientras escribía mi libro de viajes Street Cats & Where to Find Them.

Me alojé en el mismo hotel, comí el mismo sándwich en el mismo café, caminé por las mismas calles y dejé que muchos de los mismos gatos durmieran en mi regazo, disfrutando de la satisfacción que me había sorprendido la primera vez.

La profesora de sociología Rebecca Tiger ha regresado a Atenas ocho veces, con una novena visita programada este mes, por razones similares. “Siempre me quedo en Pangrati porque me encantan los cafés del barrio [y] sus gatos”, señala.

“Ahora tengo residentes locales con quienes mantengo contacto mientras estoy fuera y socializo cuando regreso”.

Tiger aprecia la familiaridad que ha cultivado con el tiempo y no se aburre gracias a la diversidad de experiencias que ofrece el lugar.

Los datos reflejan este cambio impulsado por la nostalgia.

Según el informe para 2026 Where to Next? de la plataforma de viajes Priceline, el 73% de los viajeros encuestados afirmó sentirse atraído por los lugares y experiencias que los marcaron, desde playas familiares hasta parques de diversiones.

Hombre sentado en el muelle mirando los molinos de viento en Zaanse Schans, Zaandam, Países Bajos.
Getty Images

El último informe global de viajes de Hilton confirma la tendencia: el 58% de los viajeros con hijos planea volver a destinos de su propia infancia, mientras que el 52% de los viajeros brasileños regresa a los mismos lugares año tras año.

La nostalgia y la comodidad son lo que ayuda a Greene y su familia a “dejar atrás el estrés de la vida y relajarse en nuestros lugares favoritos”.

No solo repiten su costumbre del jarabe de arce en la montaña.

Su rutina diaria en Mont Tremblant también se replica cada año: “Esquí y snowboard durante tres días seguidos, luego un día libre para pasear en trineo con perros, dar un paseo en carruaje u otra actividad invernal”.

Cuando la vida se vuelve difícil, es la anticipación de su viaje invernal -y la alegría que sienten juntos allí- lo que les ayuda a sobrellevarlo.

Un toque de novedad

Russell señala que, desde una perspectiva neurocientífica, “los circuitos de recompensa en nuestro cerebro pueden volverse menos receptivos a medida que nos acostumbramos a visitar el mismo lugar”.

Sin embargo, volver puede seguir aportando beneficios para el bienestar, añade, destacando que suele ser más relajante ir a un sitio asociado con el disfrute porque seguimos “distanciados de las señales que asociamos con el estrés”.

Greene afirma que su familia no ha experimentado ninguna disminución en la emoción de hacer exactamente las mismas cosas en el mismo orden cada año.

Aun así, Tiger y yo intentamos añadir un toque de novedad a nuestras vacaciones repetidas y rutinas familiares.

Cuando visito Inglaterra, lo cual intento hacer varias veces al año, no es para repetir experiencias idénticas, sino para conocer estadios de fútbol, producciones teatrales y rutas de senderismo.

Si solo me quedara en Wandsworth y viera partidos en el estadio de Craven Cottage, mis vacaciones se volverían aburridas rápidamente.

En cambio, recorro el país, como en distintos restaurantes y dejo que mi curiosidad me guíe hacia nuevas aventuras. Según Russell, esta combinación ayuda a mantener viva la chispa de la exploración, al tiempo que ofrece comodidad.

Esto es importante, explica, porque “hay un punto en el que volver al mismo lugar empieza a ser problemático.

Si regresamos demasiadas veces y superamos nuestro “apetito” por él, se llama adaptación hedónica: acostumbrarse a las cosas placenteras y volver a nuestro nivel emocional original”.

Tiger plantea un argumento similar sobre su predilección por Grecia.

Una vista aérea de una playa en italia. Se ven decenas de sombrillas de playa y decenas de personas tanto en la arena como en el mar.
Getty Images
El último informe global de viajes de Hilton confirma la tendencia: el 58% de los viajeros con hijos planea volver a destinos de su propia infancia.

“El país sigue siendo nuevo para mí: nuevas playas, islas y pueblos rurales; hay tantos lugares por explorar que podría pasar toda una vida allí y no conocer ni una fracción de ellos”.

Si solo nos fijamos en los códigos de los aeropuertos de destino, nuestros viajes podrían parecer idénticos. Pero las experiencias que vivimos -Tiger en Grecia y yo en Inglaterra- son tan distintas que nuestros recorridos nunca resultan monótonos.

Crecí en los suburbios de Filadelfia y veía a los vecinos viajar en masa y entre el tráfico hacia la costa de Jersey cada verano. Iban al mismo pueblo, la misma playa, con las mismas atracciones en el mismo muelle y se alojaban en las mismas casas de alquiler.

Alguna vez me pregunté: ¿qué pasa cuando viajar deja de ser una ruptura con la rutina y se convierte en otra rutina más?

Ahora, en un mundo cada vez más estresante, entiendo el atractivo de buscar alegría en lo familiar, mientras doy un pequeño paso fuera de mi zona de confort para encontrar nuevas emociones en lugares conocidos.

A Tiger le encantan sus rutinas vacacionales en Grecia, pero admite que otras partes del mundo también le atraen.

“Siento mucha curiosidad por Japón, pero me gusta controlar el ritmo de mis días”, dice.

Su trabajo como profesora es agotador, al igual que su trayecto diario, por lo que se entiende cuando afirma: “Mi tiempo en Grecia es un respiro que agradezco, tanto porque es familiar como porque resulta extraño al mismo tiempo”.

Y añade: “Atenas casi se siente como un segundo hogar”.

línea gris que separa el texto
BBC
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