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‘Cerrando el Ciclo’, el proyecto en CDMX que transforma vidrio reciclado en joyería
‘Cerrando el Ciclo’, el proyecto en CDMX que transforma vidrio reciclado en joyería
Ilustración: Darien / @darien_cl
9 minutos de lectura

‘Cerrando el Ciclo’, el proyecto en CDMX que transforma vidrio reciclado en joyería

En la alcaldía Venustiano Carranza, al oriente de la Ciudad de México, un proyecto compuesto principalmente por mujeres, recupera botellas de vidrio de diversos colores para darles un segundo uso y convertirlas en joyería y decoración.
20 de febrero, 2025
Por: Verónica Santamaría
@VeroSantamariaC 

En las cercanías de la estación Oceanía de la antigua Línea B del metro, al oriente de la Ciudad de México, se encuentra el taller de Cerrando el Ciclo, un proyecto que desde hace 12 años se dedica a recuperar y reciclar botellas de vidrio para darles un segundo uso y convertirlas en joyería o productos decorativos.

Cerrando el Ciclo es un proyecto inclusivo donde las mujeres son prioridad, ya que no solo las incluyen en el tratamiento y elaboración de las piezas que fabrican, sino que los talleres y cursos que imparten para manipular este material están dirigidos especialmente para ellas: madres solteras, amas de casa y personas con alguna discapacidad.

En sus inicios, este proyecto fue una asociación civil que enfocó sus capacitaciones a mujeres. Sin embargo, con el tiempo han logrado cambiar y evolucionar. 

Hoy tienen sedes en estados como Querétaro y Puebla, mientras que, en la CDMX, su punto de venta se encuentra en la calle de Coahuila #189, ubicada en la colonia Roma Norte, de la alcaldía Cuauhtémoc.

cerrando el ciclo
Las mujeres de Cerrando el Ciclo. Foto: Cerrando el Ciclo.

Los valores de Cerrando el Ciclo

El reciclaje de vidrio, la economía circular y la sustentabilidad son parte importante para Cerrando el Ciclo. Durante el proceso se encargan de revisar el estado de cada botella que reciben. 

Algunas botellas de vidrio, por ejemplo, son destinadas para la producción de joyería y diseños, y otras más, si llegan con algún daño, son enviadas a una vidriera para volver a ser procesadas.

José Luis Pérez, director y fundador de Cerrando el Ciclo, cuenta a Animal MX que en este proyecto no solo se dedican a impulsar el reciclaje de las botellas de vidrio con un enfoque social, sino también, con base en esa conciencia ambiental, organizan campañas de acopio que suman en la producción.

“[Cerrando el ciclo] genera alternativas para mujeres que están en una situación vulnerable y [así] ellas pueden generar un ingreso a partir del acopio y la transformación de las botellas de vidrio que la gente tira. Buscamos generar conciencia ambiental y transformamos estas botellas en diferentes productos como joyería, vasos decorativos, reconocimientos y azulejos”, explica José Luis.

Para el fundador, su objetivo es demostrar que a partir de la economía circular, el vidrio también es un producto reciclable que se puede usar para recuperar, transformar y convertirlo en un producto nuevo que es más que un residuo.

Cerrando el ciclo
José Luis, el fundador del proyecto. Foto: Verónica Santamaría.

El vidrio, cuatro mil años después

El vidrio es un material que tarda cuatro mil años en degradarse y su capacidad de reciclaje es baja. Sin embargo, ECOPUMA de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM, explica que se ha demostrado que es uno de los materiales de envase que más respeta al ambiente.

Para producir el vidrio se requiere de arena de sílice, energía y metales. Además, en la infografía de ECOPUMA se informa que el proceso de extracción es sencillo y poco contaminante por tratarse de un material químicamente inerte. 

De acuerdo con el Inventario de Residuos Sólidos de la Ciudad de México, desde el año 2020 hasta el 2023, los residuos que más generan las fuentes fijas pertenecen a desechos inorgánicos con potencial de reciclaje, seguido de los residuos de manejo especial y voluminosos que, en suma, forman parte de las 870.68 toneladas de basura generadas por día (t/día).

Pese a que los residuos inorgánicos de aprovechamiento limitado se generan en menor proporción, el Inventario de Residuos Sólidos de la CDMX advierte que estos son los que llegan, principalmente, a los rellenos sanitarios debido a su bajo potencial de valorización.

Información de la Secretaría de Medio Ambiente de la Ciudad de México (Sedema), señala que los cinco residuos con mayor generación en la CDMX son: cartón con una generación de 215.46 t/día; residuos de alimentos con 151.27 t/día; papel con 53.68 t/día; otros con 51.54 t/día y vidrio con 49.87 t/día.

Cifras de ECOPUMA muestran que en México consumimos 2 millones 200 mil toneladas de vidrio al año y sólo reciclamos el 19% de este material.

Un proyecto circular

José Luis Pérez, quien trabajó mucho tiempo en la industria cervecera, afirma que es importante contar con proyectos enfocados en la economía circular para una metrópoli como la Ciudad de México, que enfrenta múltiples desafíos, entre ellos, la gestión de residuos que se generan diariamente. 

“Para abordar este problema, es fundamental fomentar la educación y la conciencia ambiental tanto en la sociedad como en las empresas, promoviendo su participación en la correcta separación de residuos y el aprovechamiento de los recursos naturales”, señala.

Pérez resalta que el estilo de vida en la CDMX nos ha llevado a generar grandes volúmenes de desechos, y muchos de los cuales terminan en rellenos sanitarios, desperdiciando su potencial para ser reutilizados o transformados en nuevos productos. 

“Aprovechar estos materiales no solo reduce la extracción de materias primas, sino que también contribuye a un modelo de desarrollo más sostenible. Por ello, es imprescindible que gobierno, empresas y ciudadanos trabajemos juntos para avanzar hacia una economía circular que minimice el desperdicio y maximice el aprovechamiento de los recursos”, añade.

La plataforma ECOPUMA nos recuerda que las botellas y frascos de vidrio pueden usarse una y otra vez, sin perder sus propiedades. 

Además, afirma que por cada botella de vidrio reciclada, las personas ahorran 26% de energía y reducimos el 20% de contaminación atmosférica y se evita el 40% de contaminación de agua. 

Cerrando el ciclo
El material que usan para producir la joyería. Foto: Verónica Santamaría.

Reciclar vidrio para generar conciencia ambiental

En Cerrando el Ciclo trabajan 14 personas, de las cuales 12 son mujeres y 2 son hombres. Cada una tiene la cualidad de destacar con alguna habilidad diferente llena de creatividad.

Gran parte de quiennes integran este equipo se ha incorporado a partir de las capacitaciones y talleres que han impartido en Cerrando el Ciclo.

“Quisimos enfocar este proyecto en las mujeres. Iniciamos en Nezahualcóyotl, que es uno de los municipios con mayor tema de feminicidios y violencia contra la mujer. Quisimos que este proyecto traiga un beneficio para ellas y que las piezas que hiciéramos fueran para mujeres”, añade.

José Luis resalta que el enfoque social permite que las mujeres que se incorporan obtengan las herramientas para emprender por sí solas un negocio propio.

“Si ellas emprenden pueden generar un recursos por sí o para sus familias. Tenemos casos de éxito de chicas que han generado su marca, han empezado a hacer sus productos, su línea de joyería y han salido a emprender”, comparte.

Esta oportunidad permite que las mujeres que toman los talleres, o que son parte de Cerrando el Ciclo, se conviertan en agentes de cambio que, aunque decidan emprender o no, en ellas se comienza a generar conciencia ambiental enfocadas en el reciclaje o reutilización de botellas de vidrio.

¿Qué tipo de vidrio reciben?

En Cerrando el Ciclo reciben todo tipo de vidrio, como las botellas que almacenan bebidas. También aceptan los envases de vidrio de grado alimenticio y perfumería.

En los casos de envasess de bebidas y perfumería, pueden provocar problemas de salud cuando son utilizados en el mercado ilegal. Su acopio y reciclaje es una forma de combatir las ventas apócrifas.

“Desafortunadamente no podemos aprovechar todo el vidrio. Lo que hacemos es que todo el que nos llega lo seleccionamos de acuerdo con el color o forma que nos funcionan y lo apartamos. Todo lo demás se destruye. Además, evitamos un tema de mercado ilegal”, señala.

El vidrio que no ocupan se rompe, destruye y se lleva a una vidriera para que se vuelva a reinsertar en la cadena productiva o se convierta en una nueva botella u otro producto.

“Lo que nos quedamos lo transformamos en productos que elaboramos”, menciona José Luis Pérez.

Cerrando el Ciclo
Algunas de las joyas creadas con el vidrio reciclado. Foto: Verónica Santamaría.

La creatividad para transformar el vidrio

Susana, Josefina y Rocío son tres de las mujeres que tras tomar un taller en Cerrando el Ciclo mostraron grandes habilidades enfocadas en la creatividad para crear nuevos diseños y darle vida a las piezas que realizan en la joyería.

Susana Sánchez, dde 36 años y madre soltera de un hijo, cuenta que forma parte del equipo para dar color a las piezas de joyería, por lo que su trabajo es pintar las botellas, los dijes y las piezas que ahí producen.

Relata que muchas de las ideas para pintarlas ya las tiene establecidas, mientras en otras se inspira con diseños que a ella le agradan, como animales, flores y árboles.

Sobre el diseño, cuenta que trabaja a partir de una idea, un boceto y una plantilla que usa para pintar todo, desde botellas, botellas planas, floreros, aretes y dijes.

“Cerrando el Ciclo es una asociación en la que me comprometí y en la que me han ayudado mucho”, señala Susana.

Josefina González, madre de familia y de 58 años, es parte de las mujeres que integra el equipo y, junto con Susana, se encarga de hacer la joyería light, es decir, los productos hechos a base de vidrio de botella que no llevan suficiente plata en la elaboración.

Cuando realizan un diseño nuevo y seleccionan la paleta de colores, Josefina relata que le gusta ver el resultado final del efecto que crea cada uno de los tonos que resultan al final en el vidrio.

“Para mí, estar en Cerrando el Ciclo significa tener más conciencia de lo que es reciclar, el cuidado del medio ambiente. [Pero] significa también arte, ideas y apoyo”, comenta.

cerrando el ciclo
Susana y Josefina. Foto: Verónica Santamaría.

Finalmente está Rocío Gorgonio Gómez, de 53 años, y quien se encarga de la joyería premium, es decir, de productos que implican una elaboración más compleja, como mezclar dos vidrios de colores diferentes para crear una sola pieza.

Rocío comenta que una de las actividades que le gusta realizar no solo es realizar las piezas que ya se tienen predeterminadas, sino también, aquellas que nacen de “su creación”.

“Me gusta hacer mi creación, mi innovación. Buscarle formas a las piezas para que le pueda presentar a las personas las texturas en otra forma diferente a lo que ya tenemos (…) Me ha fascinado que, de una simple botella, en vez de estar en la basura nosotros lo estamos transformando en algo especial y de nuestra creación, de este tipo de productos que se nos hace más fácil tirarlos que reutilizarlos”, explica. 

Cerrando el ciclo
Rocío trabajando con el vidrio. Foto: Verónica Santamaría.

Transformar con sustentabilidad

A 12 años de emprender este proyecto, José Luis Pérez, menciona que este proyecto prioriza el impacto social y ambiental. Tan solo para e lfuncionamiento el taller, ubicado en la alcaldía Venustiano Carranza, cuenta con un sistema energético a base de paneles solares que les abastecen de energía durante el día y la noche.

Incluso cuenta con un sistema fluvial para captar el agua de lluvia y les permite recolectar el líquido que usarán tanto para uso doméstico, como para la producción de las piezas que elaboran.

Este abastecimiento de agua de lluvia les permite realizar sus actividades durante seis meses.

Desafortunadamente, explica José Luis, el vidrio en México es poco valorizado. Al día de hoy un kilogramo de este material lo compran en 30 centavos, 60 centavos o $1 peso. A diferencia de un plástico PET o aluminio, que puede costar hasta 22 pesos el kilo.

“Buscamos que se aprovechen residuos que ya se produjeron, que se aprovechen al máximo, generar productos alternativos que ocupan materia prima para hacerse y nosotros podemos hacer vasos, a partir de botellas que ya no tuviste que extraer de nuevo vidrio para hacer ese vaso, sino que simplemente alargaste la vida de una botella y la transformaste en otro producto como un vaso”, finaliza.

Antes de que te vayas: “¡De regreso al plástico!”: Donald Trump firma acuerdo que revive el uso de popotes en EU

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Imagen BBC
Necoclí, el remoto pueblo de Colombia que prospera con la crisis migratoria en el Tapón del Darién
12 minutos de lectura

En el Caribe colombiano hay un pueblo atravesado por la migración que, lejos de sumirse en una crisis, capitaliza el fenómeno.

13 de febrero, 2025
Por: BBC News Mundo
0

Los migrantes lo llaman “el paquete” porque por US$350 pagan alojamiento, comida, transporte en lancha y un guía hasta las puertas del Tapón del Darién, la difícil selva que atravesarán a pie camino de Estados Unidos.

El venezolano José Gutiérrez lo compró y parece satisfecho.

“Todo está muy bien organizado. El guía nos recogió en la terminal de buses, nos buscó dónde dormir, comer y abastecernos”, dice este migrante joven y vigoroso, listo para emprender la travesía.

Gutiérrez aguarda sobre las 10 de la mañana junto a uno de los dos muelles de Necoclí, un remoto pueblo del norte de Colombia ubicado a pocos kilómetros del Darién, uno de los pasos migratorios más peligrosos del mundo.

Hoy el mar está bravo, así que aún no sabe si zarpará la lancha que lo llevará al otro lado del Golfo de Urabá para adentrarse en la tupida selva entre Colombia y Panamá, en la que cada año mueren decenas de personas.

Solo en 2024 murieron al menos 55, según estiman autoridades panameñas. Se teme que muchos otros desaparecen en el intento.

Por ubicación, servicios e infraestructuras, Necoclí se ha convertido en un paradero donde cada año cientos de miles de migrantes recuperan fuerzas y fondos antes de reemprender su odisea.

Uno podría pensar que este fenómeno mantiene en crisis a esta población de alrededor de 70.000 habitantes.

Pero desde que en 2019 aumentó el flujo de personas hacia el Darién, el poblado prosperó, no sin retos, con la industria de la migración.

Se disparó la oferta hotelera y de restaurantes, aparecieron decenas de tiendas que surten al migrante, se ampliaron y construyeron nuevas casas, se multiplicaron las motos y los viajes en bote. La economía se dinamizó.

El migrante venezolano José Gutiérrez.
José Carlos Cueto / BBC News Mundo
El venezolano José Gutiérrez lo tenía claro: si quería una travesía más segura, organizada y experta, debía pasar por Necoclí.

“Aquí en Necoclí hay absolutamente de todo”, me explica Gutiérrez.

Cuando el mar se calma, se acaba la incertidumbre para el venezolano. Más migrantes se le unen hasta superar la veintena.

Un guía da las últimas indicaciones y los abraza uno por uno. Les desea suerte. Un oficial de migración pasa lista. Los pasajeros toman asiento, poniendo a sus pies las pertenencias. El timonel enciende el motor.

La lancha zarpa, sortea las olas de la orilla y se mete mar adentro. Todo está coordinado.

Ruta de los migrantes desde Necoclí
BBC

La de los botes es una de las áreas que más lucro genera, de acuerdo a la secretaría de Turismo.

En Necoclí operan dos y cobran 170.000 pesos (US$38) por trayecto de ida y vuelta.

El migrante, aunque solo realice el viaje de ida, paga lo mismo.

De pueblo remoto a epicentro migratorio

Dicen en Necoclí que hasta 2019 o 2020 no llegaron migrantes en masa. Los necoclicenses vivían de cultivar banano o coco, de la pesca, del ganado y, sobre todo, de un turismo atraído por sus casi 100 kilómetros de playa.

Aparte de eso no era un municipio muy diferente a otros remotos colombianos, marcados históricamente por falta de recursos, difícil acceso, debilidad institucional y la presencia de grupos armados.

En este caso, del autodenominado Ejército Gaitanista de Colombia (EGC), una organización paramilitar que en los últimos tiempos rechaza el nombre con el que más se le conoce, el Clan del Golfo, al que gobierno y expertos vinculan con economías ilícitas como el tráfico de drogas, la minería ilegal y el tránsito migratorio.

Todo cambió tras explotar la crisis migratoria en 2021.

Grupo de turistas y migrantes en el muelle de Necoclí.
José Carlos Cueto /BBC News Mundo
En el muelle de Necoclí se juntan viajeros de muchas edades y varios continentes.

“El mar entre Necoclí y el otro lado del Golfo es más tranquilo y aquí, por el turismo, ya había hoteles, restaurantes y transportadoras marítimas que nos convirtieron en un punto expedito para la migración”, me explica el secretario de Turismo del municipio, Carlos Rojas.

Algo más de 60 kilómetros de agua, alrededor de dos horas de navegación, separan Necoclí de Capurganá y Acandí, los últimos municipios colombianos antes del Darién.

Estos también, me cuentan locales, consiguen sacar rédito del flujo migratorio, aunque no de una forma tan establecida como la de Necoclí.

Se calcula que en 2019 cruzaron la selva alrededor de 22.000 personas. En 2020, con la pandemia, el número se desplomó a menos de 10.000. Un año después, superó los 130.000.

Según el gobierno panameño, un récord de más de 500.000 personas la atravesaron en 2023.

En 2024, si bien se redujo a casi la mitad, entre otros motivos por el mayor control de fronteras impuesto por el gobierno panameño, se cree que al menos 300.000 personas cruzaron el paso.

Y de acuerdo a una evaluación del secretario de Gobierno de Necoclí, Johan Wachter Espitia, la mayoría pasó antes por allí.

Mural de arte urbano en Necoclí que dice que
José Carlos Cueto / BBC News Mundo
Mural de arte urbano al lado de la playa en Necoclí.

Cuando los flujos se dispararon, el pueblo apenas dio abasto. Colapsó.

Decenas de miles de migrantes quedaron varados. Muchos acamparon en las playas. Algunos se quedaron años.

Según se apaciguó la crisis, en Necoclí hicieron números.

“Aprendimos que, si bien la migración es un fenómeno que no estábamos preparados para asumir, se podía recibir con cierta positividad: generó buenas divisas e ingresos para muchas familias y comercios del municipio”, cuenta Rojas, quien además de su cargo institucional también es empresario turístico.

Boom hotelero

Los martillazos y soldaduras son constantes en Necoclí.

Son decenas las nuevas construcciones y renovaciones que uno se encuentra por las calles.

Construcción de apartamentos
José Carlos Cueto / BBC News Mundo
El flujo de divisas en Necoclí genera una industria de la construcción activa, sobre todo al lado de la playa, poco habitual en este tipo de zonas remotas colombianas.

Muchas de estas obras, me cuentan locales, serán nuevos hoteles y hostales para atender la demanda de migrantes y turistas.

Miriam Valdelamar me abre las puertas de su casa, convertida en hostal.

“En 2020, debido a la cantidad de personas que tuvimos en Necoclí, desocupé esta casa de cuatro habitaciones. Pusimos tres a rentar y toda la familia nos metimos aquí, en la pieza grande”, cuenta mientras me enseña las instalaciones, que cobra a 35.000 pesos la noche (US$8).

La hostalera defiende que su hostal, a menor precio que la media, se enfoca en albergar a los migrantes con más necesidades económicas, como las mujeres con niños y las personas con discapacidades.

Miriam Valdelamar, en una de las habitaciones que construyó en el antiguo patio de su casa.
José Carlos Cueto / BBC News Mundo
Miriam Valdelamar, en una de las habitaciones que construyó en el antiguo patio de su casa.

Rojas, el secretario de Turismo, también tiene un hotel donde renta habitaciones a migrantes cuando se disparan los flujos.

Estos son intermitentes. Dependen de coyunturas como las crisis que en los últimos años se vive en países como Ecuador, Venezuela, Cuba o Haití, provocando un éxodo de sus nacionales que no para.

Pero cada vez más también llegan desde Asia y África.

“Antes del fenómeno migratorio, teníamos unos 86 alojamientos. Hoy hay más de 240 documentados. Si contamos los informales, tenemos una oferta de entre 300 y 320 alojamientos”, le dice Rojas a BBC Mundo.

Hay hospedajes para todo bolsillo: tipo boutique de 350.000 pesos (US$68,40) por noche, 3 o 4 estrellas de 150.000 pesos (US$34), ecohoteles y hostales por menos de 80.000 pesos (US$18).

Eso también muestra cómo el pueblo consigue hacer convivir sus rentas principales: migración y turismo.

Hotel en Necoclí.
José Carlos Cueto / BBC News Mundo
Los locales dicen que los migrantes asiáticos son más habituales en los hoteles más caros de Necoclí.

Por lo general, los asiáticos, provenientes de países como China, Vietnam, Bangladesh o India, pagan por los alojamientos más equipados.

Haitianos o venezolanos, con menos recursos, se hospedan en los más humildes.

Si no les alcanza, acampan en la playa, como la venezolana Marisela Bellorín, que duerme en una tienda con su esposo e hijos desde hace semanas.

“Los precios de Necoclí no son para todos”, me dice mientras actualiza a su familia en Venezuela por videollamada sobre cómo transcurre la travesía.

En su caso, espera continuar su camino lo antes posible.

No todos lo logran. BBC Mundo conoció a un venezolano que lleva más de un año en Necoclí intentando reunir el dinero necesario para la siguiente fase.

Valdelamar me explica que con lo que ganó en su hostal, ahorró e invirtió en nuevas habitaciones en su patio trasero, en las que puede alojar hasta a 20 personas.

Marisela Bellorín junto a su esposo en la playa de Necoclí.
José Carlos Cueto / BBC News Mundo
Marisela Bellorín, junto a su pareja, hablan a menudo con su familia en Venezuela, sobre todo antes de dormir en una tienda junto a la playa.

Si tiene las camas llenas, gana US$160 en una sola noche- en Colombia el salario mínimo equivale a US$390 mensuales en febrero de 2025.

Ahora está haciéndole un segundo piso a la casa.

Quiere más cuartos, pero le preocupa no recuperar lo invertido con la ralentización migratoria.

“Estamos preocupados porque ya no hay tantos como hace un año, pero confiamos en que por otro lado aumente el turismo”.

Turismo vs migración

Aunque la migración dinamiza la economía municipal, la secretaría de Gobernación de Necoclí asegura que la masiva llegada de migrantes dañó el turismo, la fuente de ingresos tradicional de los necoclicenses.

“Si bien lo que consume el migrante contribuye a que se mueva la economía, el hecho de que haya algunos quedándose en la playa porque no tienen recursos suficientes afecta de alguna forma al turista”, le dice a BBC Mundo Wachter Espitia, el secretario de Gobernación.

Secretario de Gobernación de Necoclí Johan Wachter Espitia.
José Carlos Cueto / BBC News Mundo
El secretario de Gobernación de Necoclí recalca que el bajón turístico equilibra el flujo de divisas en el municipio.

Es común que aquellos en el pueblo que no han capitalizado el fenómeno migratorio se quejen de que los medios han alimentado una “mala fama” para la llegada de turistas.

“Entendiendo la migración como un derecho y algo que nos acompañará los próximos 30 o 40 años, debemos tener la capacidad de hacer coincidir migración y turismo”, opina Wachter Espitia.

Para muchos negocios locales los límites entre turismo y migración son cada vez más borrosos. Paradójicamente, demandan casi los mismos servicios.

Pero los que sacan buenas rentas de la migración defienden que es ese, y no el turismo, el verdadero negocio.

“El turista de aquí es el migrante. Yo no distingo”, dice el cubano Léster Vidal, quien llegó hace unos años con su esposa para cruzar el Darién, pero se quedó sin recursos.

También los peligros de la selva los hicieron cambiar de plan.

“Decidimos entonces quedarnos, trabajar y reunir dinero para intentar ir por una vía más segura, quizás a España en vez de a Estados Unidos”, le cuenta a BBC Mundo.

El cubano Léster Vidal vigilando su carrito ambulante.
José Carlos Cueto / BBC News Mundo
El negocio ambulante de Léster Vidal está regularizado por la secretaría de Necoclí. Esencialmente vende productos de primera necesidad al migrante.

Vidal tiene un pequeño carrito ambulante que aparca junto a uno de los muelles desde donde parten migrantes y turistas hacia el otro lado del Golfo.

Vende medicamentos, fosforeras, mascarillas, repelentes: pequeños objetos que pueden ser útiles para la travesía por la jungla.

Junto a los embarcaderos hay decenas de puestos como el suyo y en el centro del pueblo me encuentro con establecimientos que venden tiendas de campaña, botas de caucho, machetes, ollas y fogones portátiles.

“Antes del flujo migratorio uno podía ganarse un millón o millón y medio de pesos (US$336) vendiendo al turista y ya con la migración se puede ganar unos cuatro o cuatro millones y medio de pesos al mes (US$1.000)”, me cuenta Fredy Ruiz, propietario de una de esos locales.

Fredy Ruiz, propietario de una tienda de ropa y artículos para el migrante.
José Carlos Cueto / BBC News Mundo
Fredy Ruiz habla abiertamente y, hasta con gratitud, de cómo el tránsito migratorio le catapultó el negocio.

La convivencia entre turismo y migración alcanza límites insospechados en estos bazares.

Justo al lado del de Ruiz, la trabajadora de otro comercio me dice que por el suyo recientemente pasaron unos turistas colombianos a comprar todo lo que se lleva el migrante para “vivir la experiencia de cruzar el Darién en forma de tour”.

Ruiz señala que con lo ganado dio “para mejorar la casa y comprarse una motico”. También multiplicó a sus empleados.

La desgracia y la felicidad

El contexto en que se generan sus ganancias no es ajeno a los necoclicenses.

No se le escapa que muchos de sus clientes huyen de la violencia y la precariedad, dejando vidas y familias atrás.

También saben que decenas de personas mueren cada año en la selva.

Le pregunto a varios comerciantes cómo manejan el hecho de que su negocio dependa de un drama que sufren cientos de miles.

Muestran simpatía, pero también pragmatismo. Al final, dicen, no es algo que puedan controlar.

“La felicidad de uno es la desgracia del otro. Ellos buscan su sueño americano y a nosotros nos hacen mucho por la economía”, indica Ruiz desde el mostrador de su tienda.

Tiendas de dormir apiladas en la entrada de la tienda de Fredy Ruiz en el centro de Necoclí.
José Carlos Cueto / BBC News Mundo
Las tiendas de dormir, con capacidad para 2 hasta 6 personas, son el artículo más vendido en la tienda de Fredy Ruiz.

Los migrantes con los que pude conversar no se sienten utilizados.

Aunque algunos reclaman precios más bajos, en general agradecen que en medio de tan larga y dura ruta exista un pueblo enfocado en brindarles todos estos servicios.

Nadie habla mucho del supuesto papel del “Clan de Golfo” en la economía de la zona.

Un reporte de la Fundación Ideas para la Paz de Colombia afirma que por su “control hegemónico”, el grupo interactúa con redes nacionales y transnacionales de tráfico de migrantes.

Según el estudio, el Clan realiza una tributación forzada en actividades vinculadas con la migración, contiene la violencia contra los migrantes y autoriza y restringe el uso de rutas marítimas y terrestres.

Pero ninguno de los comerciantes que entrevisté admite que eso suceda. Y el secretario de gobernación, Wachter Espitia, dice que se trata de especulaciones.

“Nosotros nos relacionamos y conversamos con las empresas, los actores regulados, y no los secundarios. Si hay rentas irregulares, eso le corresponde tratarlo a las autoridades competentes”, indica el secretario.

Los migrantes que transitan por Necoclí permanecen ajenos a estas dinámicas.

Quienes duermen en la playa por semanas o meses esperando reunir dinero parecen casi instalados en la cotidianidad.

La familia de la venezolana Marisela Bellorín aguarda cerca de una fogata donde otros migrantes cocinan.

Migrantes venezolanos junto a una fogata en la playa de Necoclí.
José Carlos Cueto / BBC News Mundo
Los migrantes de menos recursos se reúnen junto a fogatas en las noches.

Sus niños se recuestan sobre un bote, adormecidos, mientras bares junto a la playa recogen las sillas donde se sentaron los turistas, permitiendo que decenas de familias monten las carpas donde dormirán por un número de noches aún indeterminado.

Los necoclicenses desconocen si los migrantes a los que acogen, alimentan, abastecen y transportan cruzarán con éxito la peligrosa selva y llegarán a su destino.

Pero mientras, su paso por Necoclí engorda los bolsillos locales.

Como me dice una emprendora a pie de playa, “en Necoclí sale el sol para todos”.

Incluso para los migrantes de la playa, que desde el alba salen a ganar fondos en el pueblo que prospera bajo la peor crisis migratoria de América Latina en décadas.

Línea gris.
BBC

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