Aprendiste de él desde la primaria como una de las figuras base de la Revolución Mexicana. Ahora, podrás conocer un lado diferente de él con la serie Pancho Villa: El Centauro del Norte que se estrena en Star+.
Ojo, no es como tal una bioserie pues la descripción de esta ha sido “producción de ficción” que se inspira en personajes y hechos reales.
La serie a su manera la vida del líder revolucionario Doroteo Arango, mejor conocido como Pancho Villa.
Verás desde sus inicios como un bandido durante su adolescencia, cómo se convirtió en una fuerza decisiva de la Revolución Mexicana y hasta cómo murió trágicamente en una emboscada.
La serie Pancho Villa estrena el 19 de julio con todos sus episodios.
Para el actor mexicano no es nuevo interpretar a una destacada figura de la historia de México. Anteriormente ya dio vida a Luis Donaldo Colosio, el candidato a la Presidencia de México asesinado en 1994, para la serie original de Netflix Historia de un Crimen: Colosio (2019).
“En ese caso había entrevistas en video, era nada más de ponerle atención y llevar una guía”, platica en entrevista con Animal MX.
Y es que aunque Francisco Villa y Colosio son figuras conocidas por prácticamente todos los mexicanos, su preparación fue muy distinta para cada uno.
Como mencionó, con Luis Donaldo Colosio tenía la ventaja del material de archivo, de donde analizó sus movimientos, la tonalidad de su voz, las pausas que tomaba al hablar.
En el caso de Pancho Villa no existía eso; solo tenía fotografías y descripciones que otras personas hicieron del célebre revolucionario.
Nos platica que al prepararse para la serie, hizo su propia colección de fotos de Pancho Villa y empezó a identificar los momentos y situaciones. “Tuve que tratar de imaginar qué estaba pasando, si se veía molesto, relajado, listo para la batalla”, explica.
Entre todas las fotos que encontró, Jorge A. Jiménez platica que hay una en particular que le llamó la atención: “Está totalmente derrotado, físicamente desecho. Es la única foto que encontré así, porque siempre lo ves como fuerte”.
Desde la primaria se nos presenta a Pancho Villa, cuyo nombre real era José Doroteo Arango Arámbula, como un hombre bigotón, valiente y como un “héroe” al ser de los principales líderes de la Revolución.
Sin embargo, desde adolescente se involucró en actividades ilegales, ya fuera para conseguir dinero o por hacer justicia por propia mano, y era capaz de cometer los peores asesinatos.
Y sí, Jorge A. Jiménez tuvo la oportunidad de interpretar también este otro lado del personaje y eso fue lo que más le llamó la atención del proyecto.
“Me llamó mucho poder ver el otro lado de la moneda; ver el lado humano, el nombre y ver ese lado oscuro que muchas veces se dice, pero no se cuenta”, explica y añade que como actor ese abanico de posibilidades es “un sueño hecho realidad”.
Desde el inicio, la serie Pancho Villa muestra cómo Doroteo se une al grupo de bandoleros liderados por Ignacio Parra. Desde entonces, se vuelve un hombre buscado por la policía y por eso más tarde, tratando de enderezar su camino, cambia su nombre.
Entre las cosas más curiosas que descubrió Jorge A. Jiménez de su personaje, destaca el hecho de que no tomara alcohol. Así es como en la serie lo puedes ver bebiendo café o hasta malteadas, incluso antes de una importante batalla.
Otro dato curioso es que Pancho Villa admiraba mucho a las personas que habían ido a la escuela. Recordemos que él nació en la pobreza en un rancho de Durango y se dice que su interés en la Revolución era mejorar las condiciones del pueblo.
De acuerdo al INEHRM, Francisco Villa asumió el gobierno de Chihuahua durante cuatro semanas. Y de inmediato “declaró ley seca y ordenó bajar el precio de la leche, pan y carne”.
Para Jiménez, la serie Pancho Villa es importante por la figura tan importante que es y porque, independientemente de sus matices, le sigue sorprendiendo que es de esas personas “que fue capaz de generar cambio, de tener ese liderazgo y fuerza de convencimiento”.
¿Y tú le darás oportunidad a esta versión del El Centauro del Norte?
Irma Hernández desapareció el 18 de julio y seis días después fue encontrada muerta con lesiones en el cuerpo.
Casos como el suyo ocurren casi todos los días en México, pero el de Irma Hernández Cruz, la maestra jubilada convertida en taxista que fue extorsionada y asesinada en Veracruz, conmovió a los mexicanos.
Por su edad de 62 años, por su pasado como profesora, por el video en el que aparece esposada, arrodillada, con una decena de hombres armados y encapuchados pidiendo a sus “compañeros taxistas” que “paguen su cuota o van a terminar como yo”.
Hernández desapareció el 18 de julio y seis días después fue encontrada muerta con lesiones en el cuerpo.
“Terminar” como ella, da a entender en el video, sería acabar muertos por negarse a pagar la extorsión —conocida como “derecho a piso”— que los grupos armados cobran no solo a los taxistas de Álamo, el municipio del norte de Veracruz donde estaba Irma, sino a comerciantes, transportistas y demás trabajadores locales
Quizá, también, la conmoción se dio porque muchos mexicanos se vieron identificados con Irma.
Pero podría haber sido el caso de Abel Hernández Parada, taxista de 44 años que mataron en marzo a balazos en plena calle de Tuxpan, al norte de Veracruz. O también el de Óscar Jiménez, de 22 años, cuyo cuerpo fue encontrado decapitado cerca de su taxi en Las Choapas.
Al menos siete taxistas han sido asesinados este año en Veracruz. Pero hay estados, como Guerrero, donde se han registrado 25 casos similares solo este año.
Según cifras oficiales, la extorsión ha aumentado 6 % este año, con un registro de casi 6 mil denuncias de un delito que, en general, la gente teme comunicar a las autoridades por el riesgo que eso implica.
El caso de Hernández Cruz es uno entre miles. Uno que llegó a las altas esferas de la política y la prensa. Uno que revela la delicada situación de seguridad que vive México.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, reconoce que la extorsión es uno de los delitos —junto con las desapariciones— que su ambiciosa estrategia de Seguridad no ha logrado contener.
“Es un delito que aún no podemos disminuir, sigue aumentando”, dijo en julio, cuando lanzó una estrategia antiextorsión: crearon unidades especializadas, aumentaron recursos para la línea de denuncia y lanzaron una campaña de prevención, entre otras medidas.
Sobre el caso de Hernández, la mandataria lamentó los hechos, prometió cero impunidad, destacó los tres arrestos relacionados realizados por la fiscalía local y apoyó a la gobernadora, Rocío Nahle García, compañera en la coalición de Morena.
García generó polémica cuando destacó que Hernández Cruz había muerto por un infarto, dando a entender que no había sido asesinada.
Luego clarificó: “Es de miserables (con) una familia enlutada llevarlo a niveles de escándalo, pero aquí está el doctor que hizo la necropsia de ley, aquí está, la maestra Irma Hernández fue violentada y después de ser violentada, después de ser violentada desgraciadamente sufrió un infarto”.
El médico, en efecto, confirmó que el cuerpo tenía múltiples lesiones externas que posiblemente comprometieron su corazón.
Sheinbaum, aunque no desmintió la versión del infarto, calificó el caso de “homicidio”.
Para muchos mexicanos, en todo caso, la declaración de García sirvió como prueba de la supuesta negligencia de las autoridades. En México, el 90 % de los homicidios no se revuelve y solo el 2 % de las denuncias de extorsión —según cifras de México Evalúa, un centro de estudios— se traducen en condenas.
David Saucedo, uno de los expertos en seguridad más citados del país, explica que el caso no solo revela la incapacidad de las autoridades, sino “un círculo vicioso que les resulta funcional, de lanzar grandes campañas, anunciar arrestos, pero al final seguir en la incapacidad de resolver el tema de fondo”.
El también consultor asegura que la policía estatal veracruzana es “muy endeble” y las policías municipales del norte están “cooptadas por el crimen organizado, que además controla la zona, financia campañas políticas y actúa a voluntad porque no tiene oposición”.
Veracruz es un estado clave para las bandas criminales, porque tiene una larga costa en el Golfo de México que funciona como corredor de tráfico de narcóticos, combustibles y personas migrantes.
Aunque las tasas de homicidios bajaron este año, la extorsión ha aumentado y las tasas de desapariciones —más de 6 mil a mayo de 2025, según Red Lupa— están entre las más altas del país.
La prensa local ha reportado que las autoridades nacionales y locales manejan la versión de que en el norte de Veracruz el Cártel Jalisco Nueva Generación, uno de los más grandes del país, está en guerra contra el Grupo Sombra, una facción del Cártel del Golfo, por el control de las redes de cobro de extorsiones.
Y este último, bajo la bandera de un conjunto emergente llamado Mafia Veracruzana, es el señalado en el caso de Hernández.
“Al norte de Veracruz los taxistas son obligados a comerciar drogas, hacer halconeo (vigilancia), y es un negocio estable que cuenta con mercenarios contratados. Para eliminar resistencias, seleccionan a alguien que se oponga al derecho de piso y lo matan, y con ese mensaje de muerte logran los pagos”, explica Saucedo.
Aunque existen estudios que han reportado cierta normalización de la violencia en México, cada tanto, cada semana tal vez, surgen casos como el de Hernández que conmueven al país.
“Hablar de lo ocurrido es hablar de la deuda estructural que existe hacia las mujeres mayores, con las trabajadoras pensionadas, quienes no tienen un lugar seguro para envejecer”, escribió la abogada Melissa Ayala en El Universal.
El analista Ricardo Raphael publicó en Milenio una carta dirigida a Irma: “Maestra, ruego porque la vida que nos resta a los demás alcance un día para darle vuelta a la página de una época dolorida por la cobardía de unos cuantos y el espanto paralizante de la mayoría”.
Y el periodista Salvador Camarena escribió en El País: “Ahí donde la falla del Estado es sistémica, la extorsión se entroniza como crimen perfecto. Es un delito de delitos y, en el caso de México, la palmaria constatación de que en este país resulta más creíble la amenaza de los criminales que la promesa de las instituciones”.
Detrás del caso, entonces, no solo están los encapuchados armados que forzaron a Irma a grabar ese crudo mensaje.
Detrás, también, está un mundo hostil que limita al tránsito libre, que violenta a las mujeres en cifras alarmantes y que exige a los jubilados trabajar, porque el 60 % recibe un subsidio —no una pensión— de solo US$150 al mes.
Detrás de Irma hay una sociedad harta del crimen y de la incapacidad del Estado. Un país, pues, que pide el fin de la violencia.
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