¿Te gusta el terror y el realismo mágico? Pues eso es un poco de lo que podrás encontrar en El diablo en el camino, la nueva película de Carlos Armella que tiene su estreno nacional este 11 de diciembre.

La historia se desarrolla en un México rural devastado por las secuelas de la Guerra Cristera. En ese contexto, Juan, un desertor del ejército federal (interpretado por Luis Alberti), emprende un arduo viaje cargando el cuerpo sin vida de su hijo recién muerto con el objetivo de llevarlo a su lugar de nacimiento, El Porvenir.

Sin embargo, a lo largo de su travesía tendrá que enfrentarse a los fantasmas de su pasado, la culpa y el acecho de una posible fuerza sobrenatural que lo harán poner a prueba su fe.

En palabras del elenco, ahí te van seis razones para no perderte esta película en cines.

Tal y como lo cuenta el director Carlos Armella, la historia detrás de El diablo en el camino nació hace 20 años, a partir de una sola imagen que se grabó en la mente del director: “un hombre cargando un ataúd por un terreno seco, devastado”.

Esta potente visión lo llevó a hacerse preguntas clave que darían forma al guion: “¿quién era ese hombre? ¿Por qué ha cargado un ataúd? […] ¿de qué tamaño es ese ataúd y, si es pequeño, por qué es pequeño?”.

Fue necesario que el tiempo pasara y que él mismo adquiriera más madurez, se convirtiera en padre y conociera México más profundamente para poder contar esta historia en el “momento adecuado”, cuando los elementos correctos finalmente se alinearon para llevarla a la pantalla.

Una historia que explora la paternidad, el sacrificio y la fragilidad humana exigía un autor que hubiera lidiado personalmente con esas mismas realidades para poder contarla con la profundidad que merecía.

Algo peculiar de El diablo en el camino es que la trama se desarrolla en el contexto posterior a la Guerra Cristera en México, un conflicto armado que enfrentó al gobierno posrevolucionario contra milicias católicas entre 1926 y 1929.

El director Carlos Armella reconoce a Animal MX que este no es un periodo histórico comúnmente explorado en el cine nacional. Sin embargo, la Guerra Cristera no es un mero telón de fondo, sino que fue seleccionado estratégicamente para amplificar tanto los conflictos internos del protagonista como la atmósfera general de desesperanza y anhelo que permea la narrativa.

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Por un lado, este contexto histórico ayudó a nivel dramatúrgico al proveer de elementos prácticos esenciales a la trama. La “falta de caminos”, la ausencia de “medios de comunicación” masivos y la dependencia del “uso del tren” como principal conector del país crearon un entorno de aislamiento y dificultad que hace tangible y verosímil el arduo viaje físico de Juan.

Más importante aún, la era post-cristera ofreció un “caldero” de tensiones espirituales y morales. Armella explica que el país estaba devastado por un conflicto “entre hermanos”, una guerra librada en nombre de la fe que dejó tras de sí un paisaje de “hambre”, “división” y una profunda “sed de creer en algo”.

La fe misma había sido puesta a prueba, con creyentes de ambos bandos muriendo por igual, lo que generó una crisis espiritual a nivel nacional.

Este telón de fondo de fe rota y desesperanza colectiva magnifica la misión personal de Juan. Su viaje no es solo una prueba individual, sino el microcosmos de una nación que lucha por encontrar sentido en medio del caos.

3. Más que una película, es un “poema visual”

Aketzaly Verástegui describe la película El diablo en el camino como un poema visual, ya que el guion se traduce en una experiencia cinematográfica de una belleza austera y contemplativa.

Sí, sabemos que esa es una apuesta audaz, pues Carlos Armella despoja a la película de diálogos constantes y en cambio la llena con metáforas y simbolismos, obligando al espectador a encontrar el significado en lo que no se dice y a recordar que, como dicen por ahí, “el diablo está en los detalles”.

Si bien el elenco reconoce que este fue uno de los mayores retos actorales (al tener que expresar tanto solo con miradas, expresiones faciales y acciones), la actriz Mayra Batalla hace una mención especial a Mateo Guzmán, director de fotografía.

La actriz recalca que el trabajo de Guzmán fue “fundamental” para la cinta, creando un lienzo visual que comunica desolación y esperanza a partes iguales.

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4. Un viaje de transformación dentro y fuera de la pantalla

El viaje de Juan, el protagonista, es tanto físico como espiritual. Su travesía aborda temas complejos y universales como “la paternidad, la religión, la fe, la ética, […] lo espiritual, lo místico”, creando un personaje de una profundidad inmensa que representó un reto monumental para el actor Luis Alberti.

Mientras la transformación de Alberti le da a la película su columna vertebral narrativa, el impacto del papel en el actor fue tan profundo como el viaje del personaje.

Alberti describe la experiencia como un proceso que lo llevó a sus límites, pero que también le ofreció una catarsis personal. En sus propias palabras, el papel de Juan fue una experiencia única:

“Es que esto es lo más bonito, lo más extremo, lo más místico  que he actuado. Creo que es el personaje más complejo, más profundo, más amplio, más exigente, más doloroso que he actuado. Y a la vez también muy sanador…”, detalló.

Más allá del viaje espiritual, el personaje de Juan encarna la tesis central de la película: la ineludible fragilidad del ser humano. Carlos Armella nos recuerda que Juan no es un superhéroe de fe inquebrantable. Es un hombre que, a pesar de su devoción, finalmente “se entrega a sus debilidades humanas” por una necesidad tan primordial como el hambre.

Esta es la verdad de la película: hasta la misión más sagrada puede ser doblegada por las necesidades humanas.

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5. Las mujeres como pilares, guía y confrontación

Aunque El diablo en el camino sigue la historia de Juan, hay dos personajes femeninos que son pilares fundamentales de la historia, actuando como sostén, guía y desafío para la travesía del protagonista.

Por un lado está Cristina, interpretada por Aketzaly Verástegui, que sin darte spoilers ella encarna, como lo describe la propia actriz, el poder histórico de la mujer para “sostener, para cuidar, para proteger”.

Verástegui la define como una “guía”, “protectora” y “curandera”. Este rol, lejos de ser pasivo, es la fuerza fundamental que permite que “las paternidades fuertes resurjan yse transformen”.

El desafío interpretativo radicó en una paradoja: cómo manifestar una presencia constante y tangible sin estar siempre visible en pantalla. Su presencia “toma forma” gracias a un trabajo meticuloso en conjunto con los departamentos de fotografía, sonido y arte, convirtiéndose en una fuerza etérea pero palpable que acompaña a Juan en su camino.

Por otro lado, también tenemos a Isabel, interpretada por Mayra Batalla, una mujer “yerma” (estéril), cuya condición representa una profunda crisis existencial en la época: “si no eras madre, ¿cuál es tu razón de ser en la vida?”, menciona la actriz.

Es un personaje “solitario, silencioso, oscuro, con muchísima frustración”, atrapada en una relación violenta con su marido, marcada por un sentimiento de “deuda” por no haberle dado un hijo.

La llegada de Juan es un punto de inflexión. Su radical y abnegada paternidad actúa como una confrontación directa a la identidad y el sufrimiento de Isabel. Ver a un hombre entregar su vida al cuidado de un hijo no solo le permite experimentar una “paternidad” vicaria, sino que desafía el fundamento de su propia sensación de fracaso. Este encuentro le abre la puerta a una reinvención.

6. Un viaje hacia la reflexión y la esperanza

El diablo en el camino es, por diseño, un viaje “difícil” e “incómodo” para el espectador (así nos la describió Armella).

No ofrece respuestas fáciles ni consuelo inmediato. En cambio, busca sumergir a la audiencia en una experiencia visceral que cuestione sus propias percepciones sobre la fe, el sacrificio y la resiliencia humana. Sin embargo, a pesar de su oscuridad y dureza, la película no es un relato nihilista. Como afirma su director, la historia ofrece “una luz de esperanza al final que va a invitar mucho a la reflexión”.