El cine de 2023 será por siempre recordado por Barbenheimer, un evento cinematográfico compuesto por las películas más esperadas del verano: Barbie, de Greta Gerwig, y Oppenheimer, de Christopher Nolan.
Pero probablemente una no hubiera sido tan exitosa de no ser por la otra, ya que la audiencia generó un torbellino alrededor de ambas películas que causó un FOMO impresionante que casi casi te decía “no puedes ver Oppenheimer sin ver Barbie” y viceversa (hasta los cines se aprovecharon en esto para lanzar paquetes de boletos para ver las 2 pelis).
Por un lado, el mundo rosa de Barbie nos trae una historia que da un mensaje antipatriarcal. Por otro, Oppenheimer -al más puro estilo Nolan- nos cuenta la historia del científico que creó la bomba atómica.
Para tratar de averiguar cómo es que dos películas tan opuestas causaron este efecto tan peculiar, en Animal MX hablamos con tres especialistas de cine que nos contaron más sobre los monstruosos éxitos del verano.
Según The Numbers, un sitio especializado en análisis financiero del cine, hasta el momento que escribimos esta nota, Barbie ha recaudado más de 430 millones de dólares en la taquilla global, ¡tan solo en su primera semana! Convirtiéndose por ahora en onceava película más taquillera del año (y esa cifra continuará creciendo).
Por otro lado, Oppenheimer ha recaudado 241 millones de dólares en todo el mundo durante su primera semana y ocupa el lugar 19 de las películas más taquilleras del 2023, e igual que la peli de Greta Gerwig, continuará escalando en el ranking.
“Yo creo que el éxito tiene que ver mucho con la campaña de Barbie. Es similar al fenómeno que sucedió con Shakira y su sesión con Bizarrap, porque todas las marcas se subieron al tren ”, explica a Animal MX Narce Ruíz, directora del departamento de Medios y Cultura digital en el Tec de Monterrey.
La campaña de Oppenheimer no fue tan vistosa como la de Barbie y en lugar de anuncios rosas y zonas para fotografiarte, generó interés por otras razones como el hecho de ser una película de Nolan, un gran elenco, sus increíbles efectos visuales y la oportunidad de ver la gran explosión en la pantalla IMAX (ojo, solo 30 cines pueden proyectarla como el director la grabó).
Ricardo Álvarez Canales, escritor y guionista desde hace 25 años, menciona que los estudios apelaron a campañas de marketing de contraprogramación, con las que buscan ofrecer un producto diferente a su competencia para no enfrentar cara a cara a dos productos similares y así cubrir al público que la película rival no cubre.
Checa: “La mejor película de Christopher Nolan hasta la fecha”: Esto dice la crítica sobre ‘Oppenheimer’
Además, ambas películas nacieron siendo una rivalidad considerando que Oppenheimer (producida por Universal Studios) es la primera película de Christopher Nolan que no fue producida por Warner Bros y como respuesta, Warner -que produjo Barbie-, eligió la misma fecha de estreno que la peli de Nolan para competir contra su ex cineasta de lujo.
Con lo que no contaban los estudios es que las personas en redes sociales harían de esta rivalidad un meme y sin querer volverían tendencia a ambos filmes cada vez que saliera una novedad sobre alguna de las 2 películas.
Era fácil ver en Twitter a Oppenheimer en trends cuando Barbie mostraba un póster nuevo, pero también veíamos a Barbie en tendencias luego de un tráiler de Oppenheimer.
Entonces fue cuando nació en redes el fenómeno de Barbenheimer.
Vimos cómo fans comenzaron a publicar sus propios pósters que combinaban las dos películas y pronto se empezó a hablar de funciones dobles.
“La gente fue la que creó este movimiento, no los estudios. Llevo 35 años haciendo esto y nunca había visto igual”, resaltó Narce Ruiz, quien también ha sido programadora del Festival de Cine de Monterrey.
Según Time, tan solo en Estados Unidos más de 200 mil personas compraron boletos del cine para ver las dos películas el mismo día. Y bueno, luego vimos el caos que se generó por los coleccionables -especialmente de Barbie- que alcanzaron precios exorbitantes en reventa.
En los últimos 10 años, las películas que dominaron el verano eran o películas de superhéroes o secuelas de franquicias populares, según la información revelada por Box Office Mojo.
Sin contar el 2020, cuando prácticamente no se podía ir al cine por la pandemia, en los últimos 10 años las películas que dominaron la taquilla fueron:
Pues o que son cintas de superhéroes, secuelas de una gran franquicia o remakes.
Y aunque este año hemos visto películas de superhéroes exitosas -hasta cierto punto- como Guardianes de la Galaxia 3 o Spider-man: Across the Spider-Verse (que todavía se mantiene como la más taquillera), también hemos visto producciones de Marvel y DC que se quedaron muy cortas de la meta, como The Flash o Ant-Man and the Wasp: Quantumania.
Entonces es posible que la fatiga de las pelis de superhéroes también haya motivado a la gente a dirigir su atención a películas con historias originales, aunque sea por este año.
“Yo creo que hay un relevo generacional en las franquicias de superhéroes y por eso toda esta onda de los multiversos es lo que pienso que tiene cansada la gente”, menciona Narce.
La experta agrega que una vez que surja una “gran cara” en Marvel o DC, como en su momento fue Robert Downey Jr. con Iron Man, entonces volverá a incrementar el interés por el cine de superhéroes.
Ricardo Álvarez menciona que otro aspecto del fracaso reciente de las películas de Marvel y DC puede deberse a la falta de guiones de calidad, por lo que las historias no interesan lo suficiente a la audiencia.
“El problema no son los superhéroes, son los guiones. Yo creo que han desgastado mucho una fórmula que les funciona sobre las estructuras dramáticas y sus formas de contarlo que se vuelven muy repetitivas en aras de darle confort e historias digeribles al público, entonces se vuelven demasiado complacientes y demasiado genéricas y así llega el desgaste”, añade el guionista.
Jessica Oliva, periodista de cine y editora en Cine PREMIERE, señala que no cree que la audiencia necesitaba más historias originales, más bien los estudios de Hollywood necesitaban crear nuevas películas que motivaran a las personas a ir al cine.
Según datos de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica (Canacine), en 2019 -el año previo a la pandemia- los ingresos de taquilla en México fueron 19 mil 50 millones de pesos.
Sin embargo, en 2021 fueron de 7 mil 495 millones de pesos y en 2022 la taquilla alcanzó 12 mil 27 millones, aún muy por debajo de los ingresos prepandémicos.
“Los estudios son los que necesitaban un impulso y creo que lo lograron con estas dos películas, porque cada vez es más difícil lograr que las audiencias salgan casa para ir al cine”, menciona Jessica.
Narce piensa que Hollywood sí le dará más oportunidades a contenido original luego del éxito de Barbenheimer, pero resalta de nuevo que tampoco cree que estemos cerca de ver el final del cine de superhéroes porque es una fórmula que ha funcionado por mucho tiempo.
“No creo la gente que esté cansada de los superhéroes, creo que lo que quieren es que estén buenas las películas porque si están buenas las van a ver. Entonces lo importante es producir películas de buena calidad”, señala Narce.
Por último, Jessica destaca que lo que nos enseñó Barbie es que el cine también puede estar dirigido a las mujeres y Hollywood ahora podrá ver más allá de una audiencia objetivo que consistía en hombres adolescentes.
“Llevamos varios años en que los veranos cinematográficos están dirigidos hacia hombres adolescentes, entonces lo que sí puede pasar es que Barbie provoque que Hollywood voltee a ver a las audiencias femeninas como un mercado importante”, finaliza la periodista especializada en cine.
Aunque estas palabras estén incluidas en el diccionario de la Real Academia Española, eso no significa que pertenezcan a la norma culta.
Si necesitas saber lo que es una azotehuela, parrillar, un pósnet, rapear, un sérum, tutti frutti o yuyu, desde diciembre pasado lo puedes consultar en el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia y de la Asociación de Academias de Lengua Española.
Más sorprendente puede ser descubrir que también están en el diccionario palabras como “almóndiga”, “toballa” o “murciégalo”.
Desde que existe una versión electrónica del DLE (como se conoce el diccionario), cada año se publican nuevas incorporaciones. En 2024, se llegó a la actualización 23.8 o, lo que es lo mismo, la octava actualización de la vigésima tercera edición, publicada en 2014.
Estas actualizaciones afectan tanto a nuevas palabras, como a la incorporación o revisión de acepciones, etimologías… sin que haya un número exacto estipulado. En la última edición supuso más de cuatro mil novedades (entre incorporaciones, modificaciones y supresiones); el número de entradas en el diccionario asciende a 94 mil.
El Diccionario de la Lengua Española es un diccionario de uso: para determinar si un término está asentado y podría incorporarse, existen bancos de datos que proporcionan sus datos exactos, como es el caso del CORPES XXI. Esto permite hacerse una idea de si está extendido el término.
En ese caso, al comprobar que una voz está suficientemente implantada al aparecer en el corpus con un número significativo de casos, ya sea en una zona geográfica, o en un estilo concreto, se incluye en el diccionario. Pero no siempre lo más documentado es lo más culto.
La Real Academia justifica la inclusión de los términos con el siguiente criterio de uso:
“El diccionario es una herramienta para entender el significado de las palabras y expresiones que se emplean en textos actuales y antiguos de las numerosas áreas hispanohablantes y de los distintos registros”.
¿Por qué, entonces, pueden preguntarse los lectores, no se incluyen neologismos como “juernes” (voz coloquial usada en España procedente de un cruce entre jueves y viernes, en la que se aplica al día jueves la característica del viernes de ser víspera de festivo) o “brillibrilli” (objeto con un brillo especial)?
De nuevo, lo amplio de su uso es el criterio esgrimido por la Academia:
“Trata el diccionario de recoger exclusivamente las palabras y acepciones de nueva creación que se consideran extendidas y asentadas en el uso de los hablantes. De ahí que muchos neologismos de creación muy reciente no generalizados deban esperar para poder incorporarse al diccionario”.
Lo que más suele llamar la atención de las voces registradas en el diccionario son aquellas vulgares o coloquiales, entendiendo por estas los usos ajenos a la norma culta, porque puede parecer que no son adecuadas a este tipo de obras.
El hecho de ser un diccionario de uso hace que en él tengan cabida voces que son incorrectas o se consideran “vulgarismos”. Pero incluirse en el diccionario no significa que deje de ser vulgar: es importante distinguir entre “estar incluido en el diccionario” (cualquier voz que aparezca en él) y “pertenecer a la norma culta” (uso perteneciente a un estilo cuidado).
Abreviaturas, como vulg. (vulgar) o coloq. (coloquial) nos informan del estilo al que corresponde su uso.
Muchos de los vulgarismos incluidos se mantienen porque fueron incluidos en el pasado:
“En general, solo se pueden encontrar en el diccionario algunos de los vulgarismos que se incluyeron en siglos pasados y que hoy, como mucho, siguen usándose en niveles de lengua bajos. Así, almóndiga entró en la primera edición del diccionario (en 1726), donde ya se consideraba una variante corrupta y sin fundamento de albóndiga”.
Otros, en cambio, son más recientes, como la palabra “conchudo”, que se introdujo en 1992 con esta definición: “2. adj. coloq. Am. Sinvergüenza, caradura”.
Por esta razón, la entrada para almóndiga es la siguiente:
almóndiga 1. f. desus. albóndiga. U. c. vulg. .
Se marca que es femenino (f.), pero también vulgar (vulg.) y en desuso (desus.), es decir, no pertenece a la norma culta, la misma indicación hecha en el Diccionario panhispánico de dudas:
“No debe usarse la forma almóndiga, propia del habla popular de algunas zonas”.
Aun así, tanto ha corrido el rumor de que estaba “admitido”, que la RAE se pronunció al respecto para aclarar que ni se ha incluido en el diccionario en época reciente, ni pertenece al lenguaje culto.
Por su parte, la palabra “cocreta” nunca se ha integrado en los diccionarios académicos, salvo en el Diccionario panhispánico, aunque advirtiendo de que “Es errónea la forma cocreta, usada a veces en la lengua popular”.
Tampoco ha estado en los diccionarios académicos fragoneta, que no está documentada en el CORPES XXI.
Otro ejemplo interesante es murciégalo, forma que “entró ya en 1734 como variante válida e incluso preferida de murciélago (…) y fue solo en ediciones posteriores cuando adquirió la marca de vulgar y desusada, según fue cayendo en desuso en la lengua culta general”.
Algo similar ocurrió con asín, también vulgar, de la edición de 1770 o toballa, en desuso.
Almóndiga, murciégalo, toballa o asín están en el diccionario aunque no pertenecen a la norma culta. Tampoco lo están brillibrilli o juernes, por no hallarse todavía suficientemente documentados. Si algún día se incluyeran, probablemente lo harían como coloquialismos, por lo que no pertenecerían a la norma culta, es decir, no estarán aceptados, aunque estén registrados.
*Amalia Pedrero González es profesora titular de lengua española de la Universidad CEU San Pablo, España.
Este artículo fue publicado en The Converation y reproducido aquí bajo la licencia Creative Commons. Haz clic aquí para leer la versión original.
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