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Cuidar de los gatitos del Museo Panteón de San Fernando, un acto de amor que cuidadores vecinales intentan recuperar
Cuidar de los gatitos del Museo Panteón de San Fernando, un acto de amor que cuidadores vecinales intentan recuperar
Foto: Cortesía
8 minutos de lectura

Cuidar de los gatitos del Museo Panteón de San Fernando, un acto de amor que cuidadores vecinales intentan recuperar

Catacumberitos es una asociación de cuidadores vecinales que busca atender a los 40 gatos que habitan en el Panteón San Fernando, pero la administración actual interrumpió su monitoreo.
17 de septiembre, 2024
Por: Verónica Santamaría
@VeroSantamariaC 

Diana Arredondo Lomelín lleva dos años cuidando de los gatitos que viven en situación de abandono en la colonia Guerrero de la alcaldía Cuauhtémoc. Entre ellos, los 40 felinos que habitan en el Museo Panteón de San Fernando.

Este último caso lo ha logrado gracias a la coordinación de un grupo de vecinos y vecinas que protegen a esos animalitos del barrio, denominados Catacumberitos.

Para la comunidad de cuidadores preocupa que bajo la nueva administración del panteón ya se han presentado cuatro decesos de gatitos y nuevas restricciones de ingreso.

El acceso de Diana Arredondo para continuar con la atención a los gatitos, por ahora, ya no es posible pese a las cartas y comunicación que ha enviado a la Dirección General de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México.

Animal MX buscó a Catacumberitos para conocer cuál es la situación que enfrentan actualmente los gatitos en situación de abandono que habitan en el Museo Panteón de San Fernando.

¿Qué ocurre con los gatos del Panteón San Fernando?

Comencemos por ubicar dónde se encuentra el Museo Panteón de San Fernando. El recinto está en la calle San Fernando No. 17, de la colonia Guerrero, en la alcaldía Cuauhtémoc, muy cerca del Centro Histórico de la Ciudad de México.

En ese espacio habitan 40 felinos de diferentes edades, según el registro que Diana Arredondo realizó a lo largo de dos años. En él contempla la edad, sexo y atención médica que ha brindado a cada gatito.

En la pasada administración, el Líder Coordinador de Proyectos del Museo Panteón San Fernando, José Antonio Cortés Muñoz, , aceptó y apoyó la iniciativa ciudadana de Catacumberitos para dar atención y cuidados a los ejemplares que viven en el lugar.

gatos museo panteon san fernando
Son 40 gatos los que habitan en el Museo Panteón San Fernando. Foto: Cortesía

“Él fue una persona bastante abierta que escuchó y se solidarizó con la causa porque se daba cuenta de que los gatos estaban en muy mal estado de salud y que había que hacer algo para ayudarlos. Eran gatos muy hambrientos, muy flacos y en muy mal estado en general. Aceptó dejarme entrar para realizar estos cuidados dentro del museo”, explicó.

“Por cuidarla me refiero a supervisar que [los gatitos] estuvieran bien, trampear para liberar y procurar que tengan una vida digna en la calle”, comentó Diana Arredondo Lomelín en entrevista con Animal MX.

Diana utiliza el método de captura, esterilización y liberación como una forma humanitaria para controlar la población de gatitos que vive en la calle en situación de abandono.

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Pese a que, con el cambio de administración, en un inicio los acuerdos se mantuvieron para que Catacumberitos continuara con el seguimiento y atención a los felinos, esto cambió conforme transcurrieron los meses.

Cambia la administración y los acuerdos

Diana Arredondo señala que los cambios llegaron después. Uno de ellos, y el más importante, fue que limitaron sus visitas semanales.

Generalmente, visitaba el recinto cuatro días a la semana.

La integrante de Catacumberitos explica que el horario que adaptó fue los fines de semana por tratarse de sus días descanso ya que, podía dedicar más tiempo en los gatitos para desparasitación mensual interna y externa. Esto se aplica porque, al ser gatos que viven en la calle son susceptibles a contraer pulgas, tener padecimientos en la piel, diarrea y otras enfermedades que se pueden prevenir.

Pese a los controles que ya había empleado la cuidadora, la nueva coordinación de proyectos del Museo Panteón de San Fernando, de la que es titular Alejandra Correa González, pidió a Diana Arredondo Lomelín que ya no asista los fines de semana sin dar algún motivo sobre esta decisión.

catacumberitos gatos panteón san fernando
Las visitas de Catacumberitos se vieron afectadas por la nueva administración. Foto: Cortesía

“Simplemente me dicen que ‘ya no se puede’ [y] que solamente puedo entrar dos días a la semana. Entonces, cuando esto sucede, la alimentación de los gatos se ve afectada porque llevaban un año acostumbrados a comer bien”, añadió.

Dentro del Museo Panteón de San Fernando ―relata Diana― una persona la ayudaba con los cuidados que daba a los gatitos. Esto la dejó tranquila, ya que contaría con alguien que hiciera los cuidados de los días sábado y domingo.

“Eventualmente, por razones que desconozco, me dijo que dejaría de participar con los cuidados de los gatitos porque estaba teniendo problemas laborales por eso. Entonces, se detiene la ayuda por dentro y los gatos se quedan a la deriva los días viernes, sábado, domingo y lunes. Cuatro días seguidos”, aclaró.

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Una lucha por el trato digno a los gatitos

Desde Catacumberitos, un grupo de vecinos y vecinas donde predominan las mujeres, se encargan de cuidar y proteger voluntariamente a los felinos que viven en situación de calle y abandono en sus colonias y barrios.

Junto con Diana Arredondo Lomelín, han intentado que el Museo permita de nuevo el acceso para conocer de primera mano la situación actual de los ejemplares.

Animal MX tuvo acceso a una serie de documentos que contempla cartas dirigidas a Alejandra Correa González, titular de Líder Coordinador de Proyectos del Museo Panteón San Fernando, y Livier Jara García, directora general de Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México con el objetivo de solicitar de forma respetuosa el ingreso de nuevo al museo.

Desde noviembre de 2023, Arredondo Lomelín ha solicitado al Museo Panteón de San Fernando el volver a ingresar al recinto para atender a los gatitos y supervisar que todo esté bien, en especial cuando hay gatitos que dejan de comer o necesitan ayuda veterinaria de emergencia en virtud del trato digno a los animales de la CDMX.

Pese a estas solicitudes ninguna de las dos áreas adscritas a la Secretaría de Cultura ha permitido que, hasta ahora, se permita el ingreso de la cuidadora que ya tenía dos años realizando estas actividades voluntarias y con recursos económicos propios.

La cuidadora se dedica desde hace 10 años a dar clase de español como lengua extranjera, una actividad profesional de la que terminó especializándose. Además, para asesorarse en este proceso y mantener los cuidados a los gatitos recibe acompañamiento legal del Frente Ciudadano Pro Derecho Animal (FRECDA), una asociación animalista.

Animal MX consultó con fuentes cercanas de la Secretaría de Cultura por qué no permitían el acceso a la ciudadana Diana Arredondo Lomelín y cuál era el estado de salud actual de los gatitos pero sólo enviaron una tarjeta informativa.

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Félix, un descenso que se pudo evitar

En una tarjeta informativa con fecha del 6 de septiembre señalaron que “en colaboración con la Agencia de Atención Animal de la Ciudad de México (AGATAN), hemos implementado medidas para asegurar el bienestar de la comunidad felina, incluyendo la esterilización de varios gatos en los últimos meses”, se lee en el comunicado.

La misma instancia de Cultura, a través del equipo del Museo Panteón de San Fernando subrayó que aunque la vocación principal del recinto es preservar la memoria de los personajes ilustres que reposan en él, así como su patrimonio histórico y cultural, “(…) estamos comprometidos con el cuidado de todos los seres vivos que forman parte de este entorno”.

Pero esto en la práctica parece se pone en duda. Según la respuesta a las cartas de las que Animal MX tuvo acceso, por una probable negligencia en las medidas de atención y vigilancia aplicadas por esta nueva administración, Félix, un gatito bicolor blanco y negro falleció por falta de alimentación, según el dictamen veterinario externo de la atención médica que recibió de emergencia.

catacumberitos panteón san fernando
Aquí puedes ver a Félix, el gatito blanco y negro que presuntamente murió por negligencia. Foto: Cortesía.

Lo anterior ocurrió, pese a que el equipo del Museo asegura que cuida y vigila a los felinos.

“El equipo del Museo se asegura de que los animales tengan acceso a agua fresca y alimento adecuado, y se ha permitido el acceso a personas voluntarias que se ofrecen a brindarles cuidados adicionales y a promover su adopción”, suscribieron en la tarjeta informativa del pasado 6 de septiembre compartida a este medio.

Destaca, además, que en el comunicado se afirma que “algunas personas han solicitado donativos en nombre del Museo Panteón de San Fernando, presuntamente para el cuidado de los gatos. Queremos aclarar que ni la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México ni el recinto apoyan o avalan estas solicitudes. Pedimos a la ciudadanía que sea cautelosa ante tales peticiones”.

Sin embargo, al preguntarles quiénes son las personas que han pedido los donativos a nombre del museo o pruebas que confirmen esta acción, es hasta el cierre de esta nota que no tuvimos respuesta.

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La Constitución y el trato digno a los animales en abandono

Diana solo solicita volver a ingresar al museo para atender a los gatitos con el método humanitario que le permitió durante dos años cuidar y controlar la población felina que habita en el recinto.

Cabe recordar que el artículo 13 de la Constitución Política de la Ciudad de México que se refiere a una “Ciudad habitable”, en su inciso B sobre la protección a los animales, señala que la Constitución reconoce a los animales como seres sintientes y, por lo tanto, deben recibir trato digno.

“En la Ciudad de México toda persona tiene un deber ético y obligación jurídica de respetar la vida y la integridad de los animales; éstos, por su naturaleza son sujetos de consideración moral. Su tutela es de responsabilidad común”, se lee en el documento.

Pero también, la Constitución enfatiza en que “las autoridades de la Ciudad garantizarán la protección, bienestar, así como el trato digno y respetuoso a los animales y fomentarán una cultura de cuidado y tutela responsable. Asimismo, realizarán acciones para la atención de animales en abandono”.

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Imagen BBC
Así es la vida de los astronautas que están atrapados en el espacio hasta 2025
8 minutos de lectura

La estación cuya construcción comenzó en 1998 aloja a dos nuevos huéspedes desde el pasado junio.

17 de septiembre, 2024
Por: BBC News Mundo
0

Dos astronautas estadounidenses dejaron la Tierra en junio esperando pasar ocho días en la Estación Espacial Internacional (EEI).

Pero tras los temores de que su nave espacial Boeing Starliner no fuera segura para retornar, la Administración Nacional de Aeronáutica y el Espacio de EE.UU. (NASA) retrasó la vuelta de Suni Williams y Butch Wilmore hasta 2025.

Ambos comparten ahora un espacio del tamaño de una casa de seis habitaciones con otras nueve personas.

Williams lo llama su “lugar feliz” y Wilmore dice que está “agradecido” de estar ahí.

¿Pero cómo se siente realmente estar a 400 kilómetros sobre la Tierra? ¿Cómo se lidia con compañeros de tripulación complicados? ¿Cómo se hace ejercicio y se lava la ropa? ¿Qué se come y, más importante, cuál es el olor del espacio?

En conversación con la BBC, tres exastronautas revelan los secretos para sobrevivir en órbita.

Estación Espacial Internacional
BBC

Cada cinco minutos del día de los astronautas los organiza la misión de control en la Tierra.

Se despiertan temprano. Cerca de las 6.30 -hora de Greenwich (GMT)-, los astronautas emergen desde los dormitorios, del tamaño de una cabina telefónica, en el módulo Harmony de la EEI.

“Tiene el mejor saco de dormir del mundo”, dice Nicole Stott, una astronauta estadounidense de la NASA que pasó 104 días en el espacio en el marco de dos misiones, una en 2009 y otra en 2011.

Los compartimentos tienen computadoras portátiles para que la tripulación pueda estar en contacto con su familia y un rincón para objetos personales como fotografías y libros.

Estación Espacial Internacional
BBC

Los astronautas pueden luego usar el baño, un compartimento pequeño con un sistema de succión. Normalmente el sudor y la orina son reciclados como agua apta para beber, pero una falla en los sistemas de la EEI ha obligado a la tripulación a almacenar la orina.

Posteriormente, los astronautas van a trabajar. Labores de mantenimiento o experimentos científicos les llevan la mayor parte del tiempo en la EEI, estación que es aproximadamente del tamaño del Palacio de Buckingham o de una cancha de fútbol americano.

“Por dentro son como muchos autobuses concatenados. En medio día puede que no veas a nadie más”, explica el astronauta canadiense Chris Hadfield, comandante de la Expedición 35 en 2012-2013.

“La gente no va deprisa por la estación. Es grande y tranquila”, dice.

Estación Espacial Internacional
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La EEI tiene seis laboratorios dedicados a experimentos y los astronautas usan monitores cerebrales, cardíacos o sanguíneos para medir su respuesta a un ambiente que es físicamente desafiante.

“Somos como ratas de laboratorio”, dice Stott. “El espacio acelera el proceso de envejecimiento de huesos y músculos y los científicos pueden aprender de ello”.

Si los astronautas pueden, trabajan más rápido de lo que la misión de control puede prever.

Hadfield explica: “Tu reto consiste en encontrar cinco minutos libres. Yo me acercaba a la ventana para ver pasar algo. O componía música, hacía fotografías o escribía a mis hijos”.

Estación Espacial Internacional
NASA
Las obras para construir la Estación Espacial Internacional comenzaron en 1998.

A unos pocos afortunados se les pide hacer una caminata espacial, cambiando la EEI por el vacío espacial exterior.

Hadfield ha hecho dos. “Esas 15 horas afuera, con nada más entre el universo y yo que mi visor de plástico, fueron tan estimulantes y de otro mundo como cualquier otra experiencia de 15 horas en mi vida”.

Pero ese paseo también puede introducir algo novedoso a la estación espacial: el “olor espacial” metálico.

“En la Tierra tenemos montones de olores diferentes, como la ropa recién salida de la lavadora o el aire fresco. Pero en el espacio sólo hay un olor y nos acostumbramos a él rápidamente”, explica Helen Sharman, la primera astronauta británica, quien pasó ocho días en la estación espacial soviética Mir en 1991.

Los objetos que van al exterior, como un traje espacial o un kit científico, se ven afectados por la fuerte radiación del espacio.

“La radiación forma radicales libres en la superficie y ellos reaccionan con el oxígeno que hay en el interior de la estación, generando un olor metálico”, dice.

Cuando volvió a la Tierra, ella valoró mucho más sus experiencias sensoriales. “No hay clima en el espacio, no hay lluvia cayendo sobre tu cara o viento en tu pelo. Ahora valoro esas experiencias mucho más”, señala 33 años después.

Estación Espacial Internacional
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Entre las jornadas de trabajo, los astronautas que pasan largas temporadas en el espacio deben hacer dos horas de ejercicio diarias. Tres máquinas diferentes ayudan a contrarrestar el efecto de la gravedad cero, el que reduce la densidad ósea.

El Dispositivo Avanzado de Ejercicio Resistivo (ARED, por sus siglas en inglés) es bueno para hacer sentadillas, peso muerto y remo, ejercicios que trabajan todos los grupos musculares, dice Stott.

Los tripulantes usan dos cintas de correr, a las que deben atarse para no salir flotando, y un ergómetro de bicicleta para entrenamiento de resistencia.

Estación Espacial Internacional
BBC

“Un par de pantalones para tres meses”

Pero todo ese ejercicio genera un montón de sudor, advierte Stott, lo que lleva a una cuestión muy importante: el lavado.

“No tenemos lavandería, solo agua que se forma en gotas y algo de jabón”.

Sin gravedad que haga correr el sudor del cuerpo, los astronautas quedan cubiertos en una capa de sudor, “mucho más que en la Tierra”, explica.

“Sentía que el sudor crecía en mi cuero cabelludo. Tenía que pasarme un hisopo por la cabeza. No querrías sacudirlo porque saldría volando por todas partes”.

Astronautas en la Estación Espacial Internacional
NASA
Nicole Stott estuvo 104 días en la Estación Espacial Internacional.

Esas ropas se ensucian tanto que tienen que ser desechadas en un vehículo de carga que se quema en la atmósfera.

Pero sus ropas de uso cotidiano se mantienen limpias, señala.

“En gravedad cero, la ropa flota sobre el cuerpo, así es que los aceites corporales y todo lo demás no le afectan. Tuve un solo pantalón durante tres meses”, expone.

En cambio, la comida era el mayor peligro. “Alguien abría una lata, por ejemplo, de carne y salsa”, relata, “y todo el mundo estaba alerta porque salían pequeñas bolas de grasa”.

“La gente flotaba hacia atrás, como en la película Matrix, para esquivar las bolas de jugo de carne”.

Estación Espacial Internacional
BBC

En cierto punto, otra nave puede llegar con nuevos tripulantes o suministros de alimentos, ropa y equipamiento. La Nasa manda algunas al año. Llegar a la estación espacial desde la Tierra es “asombroso”, dice Hadfield.

“Es un momento que te cambia la vida cuando miras la EEI en la eternidad del universo; ves esta pequeña burbuja de vida, un microcosmos de creatividad humana en la oscuridad”, afirma.

Estación Espacial Internacional
BBC

Después de un duro día de trabajo es tiempo de cenar. La comida es mayormente reconstituida y se encuentra en paquetes que se separan en diferentes compartimentos por nación.

“Era como comida de camping o raciones militares. Era buena, pero podría ser más sana”, dice Stott.

“Mi favorito era el curry japonés o los cereales y sopas rusas”, agrega.

Las familias envían a sus seres queridos paquetes de comida extra. “Mi marido y mi hijo eligieron pequeños caprichos, como jengibre cubierto de chocolate”, explica.

La tripulación comparte la comida la mayor parte del tiempo.

Los astronautas son preseleccionados por atributos personales -tolerantes, relajados, tranquilos- y entrenados para trabajar como un equipo. Eso reduce la probabilidad de conflicto, explica Sharman.

“No se trata sólo de aguantar el mal comportamiento de alguien, sino de denunciarlo. Y siempre nos damos metafóricas palmaditas en la espalda para apoyarnos mutuamente”, afirma.

 Butch Wilmore y Suni Williams
Getty Images
Los astronautas de la Nasa Butch Wilmore (izquierda) y Suni Williams salen del Edificio de Operaciones y Control Neil Armstrong en el Centro Espacial Kennedy.

Ubicación, ubicación, ubicación

Y al final, la cama nuevamente, y tiempo para descansar después de un día en un ambiente ruidoso (los ventiladores funcionan constantemente para dispersar las bolsas de dióxido de carbono para que los astronautas puedan respirar, por lo que es tan estridente como una oficina muy ruidosa).

“Podemos dormir ocho horas, pero la mayoría de la gente se queda pegada a la ventana mirando a la Tierra”, afirma Stott.

Los tres astronautas hablaron acerca del impacto psicológico de ver su planeta a 400 km en órbita.

“Me sentí muy insignificante en la inmensidad del espacio”, dice Sharman. “Ver la Tierra con tanta claridad, los remolinos de nubes y los océanos, me hizo pensar en las fronteras geopolíticas que construimos y en cómo en realidad estamos completamente interconectados”.

Stott dice que le encantó vivir con seis personas de diferentes países “haciendo este trabajo en nombre de toda la vida en la Tierra, trabajando juntos, averiguando cómo hacer frente a los problemas”.

“¿Por qué no puede ocurrir lo mismo en nuestra nave espacial planetaria?”, se pregunta.

Eventualmente todos los astronautas deben dejar la EEI, pero estos tres dicen que volverían sin pensarlo.

No entienden por qué la gente piensa que los astronautas de la Nasa Suni Williams y Butch Wilmore están “atrapados”.

“Soñamos, trabajamos y nos entrenamos toda la vida esperando una estancia prolongada en el espacio”, dice Hadfield. “El mayor regalo que se le puede hacer a un astronauta profesional es permitirle quedarse más tiempo”.

Y Stott dice que al abandonar la estación pensó: “Van a tener que tirar mis manos arañando de la escotilla. No sé si voy a poder volver”.

Línea Gris
BBC

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Gráficos de Katherine Gaynor y Camilla Costa

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