Ante el cierre de oficinas y la suspensión de operaciones de la Sociedad Financiera Popular (Sofipo) Consejo de Asistencia al Microemprendedor (CAME), alrededor de 300 extrabajadores de distintos estados del país siguen esperando su liquidación y el pago de la última quincena de marzo.
Días antes de que terminara ese mes la empresa convocó a los empleados a una reunión virtual para avisarles que estaba pasando por “situaciones complicadas”, por lo que ya no podría seguir con la relación laboral. Les prometió que su última quincena se les depositaría junto con su liquidación, a más tardar dos semanas después del anuncio, pero eso no ha ocurrido hasta el día de hoy.
A tres meses de su despido, nadie responde llamadas ni correos y tampoco hay oficinas abiertas para reclamar. Ante ello, algunos trabajadores acudieron a los Centros de Conciliación de su entidad sin que hayan logrado tener un avance ya que solo han recibido una carta de “no conciliación” debido a que, en la mayoría de los casos, los representantes de CAME no se presentaron a las audiencias.
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De acuerdo con la Secretaría del Trabajo, la carta de no conciliación certifica que se agotó la etapa en la que ambas partes pueden negociar y que los extrabajadores pueden presentar una demanda ante el Tribunal Laboral e iniciar un proceso judicial.
Animal Político platicó con al menos ocho extrabajadores de CAME que laboraban en las oficinas de Chiapas, CDMX, Puebla, Oaxaca, Estado de México, Morelos, Jalisco y San Luis Potosí, quienes igual que sus compañeros reclaman su liquidación por una antigüedad que va de dos hasta 17 años.
También se consultó a representantes de la Sofipo, pero hasta el cierre de edición de esta nota no hubo respuesta. La CNBV indicó que hay tiempos legales y procesos que deben respetar y no pueden dar información del proceso, del caso de los ahorradores o de los trabajadores.
En tanto, Centros de Conciliación laboral locales en los que se han interpuesto las quejas, cuyas copias tiene este medio, informaron que el proceso de los trabajadores continuará “dejando a salvo los derechos de los interesados para ejercer las acciones respectivas ante el Tribunal Laboral competente en término del artículo 123”, que hace referencia a los derechos y obligaciones de los trabajadores y los patrones.
Marco, extrabajador de CAME, señala que no habían querido dar declaraciones o sumarse a las protestas que han hecho los ahorradores ya que querían esperar su pago y terminar la relación laboral de la mejor manera; sin embargo, la falta de respuestas los ha dejado en la incertidumbre, que ha crecido ante los señalamientos de un posible fraude o quiebra.
“El llamado es a que la empresa nos responda tal como nosotros le respondimos, en mi caso cinco años. Si las autoridades ya intervinieron la empresa pues que también nos tomen en cuenta. Sí, los afectados son los ahorradores, pero también lo somos los trabajadores ya que están violando nuestros derechos”, declara.
Marco indica que seis meses antes de que lo despidieran dejaron de pagar el Seguro Social y en los tres últimos años CAME cambió de razón social al menos en seis ocasiones. “Nosotros nos dábamos cuenta por el IMSS, cuando ya aparecía otra razón social”.
“Éramos parte de CAME y por no querer afectar a la empresa y recibir nuestro finiquito no levantamos la voz, pero sí necesitamos que también nos volteen a ver”, asegura el extrabajador.
Paula, quien trabajó para la financiera casi durante 17 años, terminó internada dos semanas después de que la despidieran al ver que en las noticias comenzaron a hablar de un posible fraude, y su preocupación creció al pensar que tal vez no le pagarían por todos los años laborados.
Sin dinero tuvo que enfrentarse a una operación de emergencia y comenzar a organizarse vía WhatsApp con otros empleados en su misma situación; convaleciente acudió a interponer su denuncia.
Paula aún no ha podido buscar trabajo debido a su operación, aún le resta una recuperación que durará aproximadamente seis meses. Los pocos ahorros se le están agotando, por lo que exige que se le deposite lo que les corresponde por ley y su última quincena que tampoco recibió.
Recuerda que mientras trabajó en CAME fue víctima de asaltos que la llevaron al hospital y no paró de trabajar durante la pandemia de Covid-19. “No se vale porque nosotros como empleados dimos todo por la empresa y ahora no nos quieren pagar, que se hagan responsables de nuestra liquidación, nosotros ya lo trabajamos y estuvimos al pie del cañón y no es justo que no nos paguen lo que nos corresponde”.
En tanto, Martha, otra extrabajadora, tenía alrededor de 8 mil pesos ahorrados en la aplicación Techcreo CAME donde le depositaban su sueldo, pero una vez que ésta dejó de funcionar ya no pudo acceder a sus recursos.
Ella tenía planeado juntar 10 mil pesos para apoyar en la operación de cataratas que su mamá se realizaría a finales de julio, cirugía que se tendrá que retrasar.
“Exigimos nuestros derechos, estamos esperando el depósito de nuestra liquidación, no peleamos nada más. Estamos desempleados y sin dinero, yo tengo ahí mis ahorros por 8 mil pesos, está pendiente también mi quincena”, reclama.
Mientras que Alberto, cuyo nombre se cambió para proteger su identidad, cuenta que en 2024 algunas oficinas de la Sofipo comenzaron a cerrar y a finales del año CAME les ofreció un porcentaje extra por cada ahorrador que invirtiera en la empresa. Muchos de los trabajadores invitaron a sus familiares y ahora están a la espera de saber cómo van a recuperar su dinero.
Otra cosa que llamó su atención desde las oficinas de Chiapas es que hicieron un préstamo a nombre de toda la plantilla de trabajadores sin que ellos lo solicitaran. Todo por Techcreo CAME, aplicación que utilizaban los ahorradores y donde a ellos les depositaban su sueldo.
“Prácticamente nos obligaron a firmar y los que no firmamos el préstamo aún así se reflejó en la aplicación. En mi caso se hizo un préstamo por 48 mil pesos, se hacía dependiendo del sueldo del trabajador, desde coordinadores, ejecutivos, promotores, asesores, gerentes, toda la oficina”.
“Era como un préstamo fantasma porque en realidad no nos descontaban, solo que en el sueldo aparecía como una ‘compensación’ por la cantidad que teníamos que pagar del préstamo para que así se compensara (…) Nos dijeron que no nos preocupáramos y ante nuestro nerviosismo nos entregaron una carta finiquito de dicho préstamo”, dice Alberto.
El pasado 13 de junio, la Comisión Nacional Bancaria y de Valores (CNBV) anunció la intervención y suspensión de operaciones de la Sofipo, tras detectar irregularidades contables y una situación de insolvencia financiera crítica. La autoridad tiene pendiente todavía dar una resolución definitiva sobre la situación de CAME.
En su comunicado, el organismo supervisor del sistema financiero destacó que los recursos de los ahorradores están protegidos por el Fondo de Protección, el cual garantiza hasta 25 mil Unidades de Inversión (UDIS), alrededor de 211 mil pesos por persona física o moral, sin importar el número o tipo de operaciones que mantengan con la entidad intervenida.
En caso de que se active el seguro de depósitos, el monto asegurado podría cubrir a una parte de los ahorradores; sin embargo, quienes tengan más de ese monto no tendrían asegurada la parte excedente de sus depósitos como el es caso de algunas personas que llegaron a invertir más de 10 millones de pesos.
Recientemente la calificadora Moody’s advirtió en un reporte que los recursos del fondo que respalda a los ahorradores no son suficientes para cubrir la totalidad de los depósitos y el fondo no tiene capacidad suficiente para enfrentar una devolución simultánea de recursos a más de un millón de personas.
Asimismo, recordó que el gobierno federal tiene la facultad de realizar aportaciones extraordinarias para fortalecer la capacidad de respuesta del fondo.
Los ahorradores han expresado su preocupación porque su caso se minimice ante los señalamientos del Departamento de Tesoro de Estados Unidos contra Intercam, CI Banco y la casa de bolsa Vector, por presuntamente facilitar el lavado de dinero ligado al tráfico de fentanilo.
Los afectados no han dejado de hacer manifestaciones en avenidas principales de la Ciudad de México para exigir la devolución total de sus recursos. Hace unos días un grupo asistió a la Cámara de Diputados para solicitar “un mecanismo legislativo y financiero de emergencia para garantizar la devolución de su dinero”.
También demandan que los funcionarios de la CNBV y de Hacienda comparezcan para explicar qué fue lo que pasó y por qué se tardaron tanto en intervenir en el caso.
El miércoles 2 de julio, un grupo de ahorradores cerraron Paseo de la Reforma, frente a la Fiscalía Especializada en Materia de Delincuencia Organizada (Femdo), en donde los recibió su titular, Alfredo Higuera Bernal, quien les prometió una reunión para el próximo 9 de julio para hablar sobre sus demandas interpuestas de manera individual y colectiva, así como de la investigación en curso.
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Leticia Ávila, una de las afectadas, sostuvo que hasta ahora no han recibido información clara sobre los responsables ni sobre el destino de sus ahorros, por lo que piden que se amplíen las líneas de investigación del caso, incluso a posibles operaciones ligadas a lavado de dinero.
También exigen que se identifique a los funcionarios involucrados en la operación de la financiera y se congelen sus cuentas hasta que se deslinden responsabilidades.
“Nosotros no vamos a ser otro Ficrea, se tiene que hacer justicia y exigimos la devolución completa de nuestros ahorros”, demanda Leticia, hija de uno de los afectados que tiene 80 años e invirtió con CAME más de 2 millones de pesos.
Hasta el momento, ni la CNBV ni la Secretaría de Hacienda han explicado a las víctimas cómo ni cuándo se activará el proceso de devolución de sus ahorros. Sobre los trabajadores no han dado ninguna postura.
Las famosas estatuas moái de la isla de Pascua se están derrumbando, y esto obliga a los lugareños a tomar decisiones urgentes sobre la mejor manera de proteger su patrimonio.
En una antigua cantera en la cima de un volcán en una remota isla del Pacífico, figuras a medio terminar talladas en la roca ignoran a Maria Tuki mientras pasa.
Los toscos rostros de estas figuras lucen sus mundialmente famosas cejas fruncidas y narices alargadas. Esta es la tierra de los moái, las icónicas estatuas humanas de Rapa Nui, también conocida como isla de Pascua, una isla aislada del tamaño aproximado de Washington D. C., situada a 3.500 km de la costa de Chile.
Antes de mi visita, esperaba ver solo un par de estos famosos rostros en lugares turísticos designados. Pero la gran cantidad de moái es impresionante; fragmentos de ellos se encuentran dispersos a lo largo de las carreteras, bordeando la costa y coronando las colinas. Juntos, forman un verdadero recordatorio físico de la antigua historia de esta tierra.
Hace siglos, los antepasados de Tuki tallaron y cincelaron cientos de monolitos como los que se ven aquí. La evidencia de esa actividad está por todas partes, tanto en la propia cantera, intensamente explotada, donde algunos aún permanecen incrustados en la montaña, como en los alrededores, donde las estatuas terminadas yacen abandonadas, formando senderos hacia el borde de la isla. Se cree que los equipos de trabajadores a veces perdían el equilibrio al transportar las estatuas a las plataformas de piedra que salpican la costa.
A primera vista, los imponentes moái, con sus expresiones severas, parecen robustos. Pero están hechos de toba, una roca volcánica compuesta principalmente de ceniza comprimida. Este tipo de piedra es porosa y excepcionalmente blanda. El viento y la lluvia no la tratan con benevolencia.
De cerca, los rostros envejecidos de los moái están plagados de signos de erosión y manchas. Se están convirtiendo gradualmente en polvo. Tuki, quien trabaja en la industria turística de Rapa Nui, está esencialmente viendo cómo estas impresionantes figuras desaparecen lentamente. “Mi padre me dijo que los moái volverían al océano algún día”, cuenta.
El padre de Tuki, fallecido en 2020, fue un famoso escultor contemporáneo de moái.
Las estatuas originales, talladas en su mayoría entre 1100 y 1600 d. C., son cada vez más objeto de esfuerzos de conservación, dado que el desgaste, agravado por el cambio climático, amenaza con destruirlas. Los líderes comunitarios de Rapa Nui buscan maneras de rastrear y mitigar los daños, probando desde tratamientos químicos hasta escaneos 3D de las estatuas con drones antes de que se pierdan.
Todas las opciones están sobre la mesa mientras la comunidad lidia con la gestión de su patrimonio en rápida evolución: desde reubicarlas en un lugar donde no corran peligro hasta permitir que sucumban, ya que algunos argumentan que forma parte del ciclo de vida de los moái.
Hay aproximadamente 1.000 estatuas en la isla en diversas etapas de construcción, con unas 200 encaramadas en sus plataformas finales, conocidas como ahu. La mayoría de estas plataformas están situadas a lo largo de la costa de la isla, mirando en silencio hacia el mar.
Los moái fueron creados por las primeras comunidades polinesias que habitaron la isla para representar la imagen de sus antepasados y de la familia del jefe Hotu Matu’a, quien se cree que se asentó en la isla tras navegar en canoa hasta Rapa Nui desde una isla de la Polinesia Oriental.
A finales del siglo XVIII y principios del XIX, todas las estatuas fueron derribadas misteriosamente, probablemente debido al auge de un nuevo movimiento religioso en la isla o a algún conflicto; los historiadores aún no han encontrado respuestas definitivas. Debido a la formidable historia grabada en estas enormes estatuas de piedra, en 1995 el Parque Nacional Rapa Nui fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Aun así, los moái no son estatuas perfectas e inmaculadas, aisladas de su entorno. De hecho, comenzaron a deteriorarse en cuanto fueron talladas, según el libro Muerte de un Moái de la historiadora Elena Charola, publicado en 1997. La toba volcánica sufrió tensiones al ser astillada y picoteada en la cantera, desgastada por cuerdas y luego arañada y raspada durante el largo descenso, escribe Charola.
Desde el día en que fueron erigidos, el sol, el viento, la lluvia y las fluctuaciones de la temperatura también han afectado a los moái. Cuando la humedad del rocío marino se evapora, la sal cristaliza en el interior de la blanda toba volcánica y se expande, provocando que la estatua se descascare o astille, creando grietas finas y cavidades en forma de panal. Observo líquenes que crecen en la superficie de muchas de las estatuas.
Los animales también interfieren con los moái. Caballos y ganado se frotan en los monolitos, mientras que las aves arañan la toba y depositan excrementos tóxicos, o guano, que erosionan aún más el material. En 2020, un camión chocó accidentalmente contra un moái.
Sin embargo, la erosión de los moái parece haber aumentado considerablemente en las últimas décadas, según Daniela Meza Marchant, conservadora principal de la comunidad indígena Ma’u Henua, que administra el Parque Nacional Rapa Nui. Meza Marchant señaló que las imágenes y los registros del siglo pasado muestran que la alteración ha aumentado en los últimos 50 años en comparación con los 50 anteriores.
De hecho, según un informe de la Unesco de 2016, los moái de Rapa Nui se encuentran entre los sitios patrimoniales más afectados por el cambio climático a nivel mundial.
En las últimas décadas, las precipitaciones en Rapa Nui han disminuido drásticamente, volviéndose más esporádicas pero también más potentes, lo que azota a los moái con mayor intensidad que antes. La isla ya cuenta con escasa cobertura arbórea, pero las frecuentes sequías han agotado las reservas de agua dulce y pueden aumentar el riesgo de incendios forestales.
Un incendio forestal en octubre de 2022 carbonizó y agrietó unos 80 moáis en Rano Raraku, el cráter volcánico que alberga la famosa cantera donde se tallaron numerosos monolitos
El daño resultante fue “irreparable y con consecuencias que trascienden lo que se puede apreciar”, declararon entonces las autoridades locales.
El aumento del nivel del mar y el aumento de oleaje extremo también están erosionando la isla. Esta es una de las amenazas más inminentes para los moái, según el informe de la Unesco, ya que más del 90% de los monolitos en pie se encuentran a lo largo de la costa.
Ya se han intentado salvar los moái en el pasado. A lo largo de dos décadas, a partir de la década de 1970, el arqueólogo estadounidense William Mulloy llevó a cabo diversas labores de restauración en la isla, reconstruyendo estatuas y reensamblando plataformas fragmentadas que se habían derrumbado masivamente a principios del siglo XIX.
En la década de 1990, arqueólogos locales reconstruyeron los moái de Tongariki, un sitio arqueológico arrasado por un tsunami en la década de 1960.
Más recientemente, en 2003, un proyecto de la Unesco financiado por Japón impermeabilizó las estatuas de Tongariki con un agente químico diseñado para hacer que la toba sea más resistente a las salpicaduras marinas. Sin embargo, este costoso y delicado tratamiento debe reaplicarse cada cinco a diez años, lo que supone una carga para los escasos recursos locales disponibles.
Sin embargo, algunos esfuerzos de conservación han fracasado. En 1986, investigadores del Museo de Historia Natural Senckenberg (Alemania) fabricaron moldes de silicona de las estatuas para crear réplicas, pero, sin darse cuenta, desprendieron una capa superficial de toba de los monolitos, erosionándolas aún más. “El color de la piedra se alteró por completo”, señala un estudio sobre el incidente.
Hoy en día, la conservación de los moái mejora constantemente, gracias a las nuevas tecnologías y a la financiación ocasional de organizaciones internacionales.
Para contrarrestar los impactos del aumento del nivel del mar, en 2018, arqueólogos locales reforzaron dos estructuras similares a diques junto a un sitio de moái llamado Runga Va’e para evitar que las olas invadieran la plataforma ahu. También reconstruyeron partes de la plataforma, que se habían desmoronado con el tiempo, y la reforzaron.
El equipo utilizó drones para realizar escaneos en 3D de la zona, lo que les permitió planificar las obras de restauración y conservación sin necesidad de realizar excavaciones extensas e invasivas.
CyArk, una organización sin fines de lucro con sede en EE.UU., también ayudó al pueblo rapanui a crear modelos 3D precisos de todos los ahu y moái de la isla con drones, cámaras y escáneres láser.
“Se toman miles de fotos superpuestas y luego se crea un modelo 3D que identifica los puntos en común entre las diferentes fotos”, explica Kacey Hadick, gerente del programa de patrimonio de CyArk, quien trabaja en la isla desde 2017. “Esto puede ayudar a monitorear los cambios a lo largo del tiempo y las tasas de erosión, y proporciona un registro muy preciso del estado actual de la situación”.
En 2023, la subsecretaria de Patrimonio Cultural de la Unesco, Carolina Pérez Dattari, asignó US$97.000 para la evaluación de daños, la reparación y los planes de gestión de riesgos futuros para los moáis quemados por los incendios forestales de 2022.
Tras un análisis inicial, en mayo de 2025, el equipo de Ma’u Henua comenzó las obras de conservación física de este proyecto en cinco de los moáis más dañados por el fuego, según Ariki Tepano Martin, presidente de Ma’u Henua.
Meza Marchant, encargada principal de la conservación de los moái, armó cubiertas para protegerlos de las inclemencias del tiempo y reducir su humedad. Actualmente, está tratando los daños causados por el fuego con una solución química elaborada por restauradores de cantería de la Universidad de Florencia, quienes trabajan con los rapanui desde 2009.
Los expertos italianos ya han probado la solución en pequeños fragmentos de roca de los moái carbonizados en sus laboratorios: el líquido actúa como un lavado suave pero minucioso que limpia el hollín negro de las llamas.
Meza Marchant también utilizará otros tratamientos químicos similares desarrollados por los italianos para fortalecer la piedra, eliminar los líquenes con un tratamiento similar a un antibiótico y hacerla hidrófuga, protegiéndola de las salpicaduras del mar y los daños de la lluvia, de forma similar al esmalte utilizado en el Tongariki, afirma Tepano Martin.
Se realiza un seguimiento constante para verificar si el tratamiento está dando los resultados esperados.
Sin embargo, los altos impuestos de importación de estos productos químicos especializados desde Italia han dificultado esta operación más de lo previsto, afirma Tepano Martin.
Hace ocho años, Meza Marchant empleó algunas de estas técnicas italianas para restaurar el Ahu Huri a Urenga, un raro moái de cuatro manos, uno de los pocos que se alza sobre una plataforma en el interior de la isla. La estatua, que se encuentra a lo largo de la línea del solsticio de invierno y se utilizaba para observaciones astronómicas, fue reerigida por arqueólogos en la década de 1970 tras los derrumbes del siglo XVIII, pero se erosionó con el tiempo.
Una vez conservados los cinco moái, el grupo Ma’u Henua pretende utilizarlos como modelo para todos los futuros proyectos de conservación y restauración de monolitos en la isla. Hasta ahora, “cada agujero, cada pequeño mantenimiento, requería un permiso especial”, dice Tepano Martin. “El proyecto con estos cinco moái nos ayudará a generar un protocolo de conservación, por lo que ya no tendremos que solicitar permiso moai por moai cada vez”. Aún así, sólo tienen financiación para estos primeros cinco monolitos.
Conscientes de las amenazas ambientales, Tuki y su esposo, quien también trabaja en turismo, me cuentan que algunos lugareños creen que los moái se conservarían mejor en museos. Actualmente se está construyendo un nuevo museo en la isla, y los planes sugieren que probablemente albergará y protegerá algunas estatuas moáis.
Mientras ascendemos la colina volcánica de una aldea ceremonial llamada Orongo, me muestran algunos de los artefactos más erosionados y arruinados de la isla: jeroglíficos ceremoniales en grandes losas de piedra alrededor de la aldea. Un moái especial solía estar en la cima de esta colina: la estatua Hoa Hakananai’a, que tiene jeroglíficos únicos en su espalda. La estatua fue traída de Rapa Nui por marineros británicos en 1868 y se exhibe en el Museo Británico de Londres.
Dada la fragilidad de estos jeroglíficos en particular, Tuki y su esposo dicen que algunos lugareños creen que la estatua está más segura en Londres, custodiada por cámaras de seguridad, una vitrina y medidores de humedad. Podría decirse, comenta la pareja, que el Hoa Hakananai’a también sirve como embajador de la cultura rapanui ante los cientos de miles de personas que podrían visitar el museo, pero no en esta isla tan remota. Muchos lugareños, por otro lado, insisten en que la estatua debería ser repatriada.
Para otros, sin embargo, la destrucción de los monolitos es simplemente parte del ciclo de vida del moái.
“Muchos creen que los moái deberían, tal como están, ser enterrados y desaparecer. Que los moái regresen a su hanua, su tierra, y que regresen a casa”, afirma Dale Simpson Jr., arqueólogo de la Universidad de Illinois Urbana-Champaign (EE.UU.), quien estudia las herramientas de tallado polinesias. Señala que muchas comunidades del Pacífico destruyen artefactos y adornos a propósito. “Todo tiene un ciclo de vida, que comienza y termina. Podemos verlo como destrucción, pero es la línea de vida de una estatua”.
Sin embargo, algunos habitantes de Rapa Nui discrepan fervientemente. Para ellos, los moái representan una piedra angular del patrimonio cultural y una obra maestra irremplazable de la creatividad humana, científica e histórica. Además, atraen a más de 100.000 visitantes anuales a Rapa Nui, donde el turismo se ha convertido en el principal motor de la economía.
“Su preservación no es solo deseable, sino absolutamente imperativa”, afirma el arqueólogo Claudio Cristino-Ferrando, de la Universidad de Chile, radicado en Rapa Nui. Considera que quedarse de brazos cruzados viendo cómo se deterioran estas obras monumentales es “totalmente insostenible” y que la idea de su “retorno a la nada” es errónea. “Tal pensamiento contradice no solo nuestro deber fundamental como custodios del patrimonio cultural humano, sino también la intención original de la propia tradición Rapa Nui”, afirma: que los moái deben servir como testimonio de la llegada de los ancestros polinesios a la isla.
En medio de este debate, el grupo Ma’u Henua busca adoptar un enfoque multifacético para garantizar la máxima conservación de las estatuas moái en la isla, combinando la conservación con el apoyo a la creación continua de nuevas piezas. Junto con la labor de conservación del grupo, Tepano Martin espera desarrollar programas que incentiven a los artesanos locales a seguir fabricando moái y a transmitir las técnicas tradicionales de tallado en toba a las generaciones más jóvenes.
Algunos de los moái esculpidos por el padre de Tuki ya se pueden ver frente al aeropuerto de la isla. También fueron enviados para representar al pueblo rapanui en Santiago y Valparaíso, en Chile continental, y a España y Japón.
“No se trata solo de proteger los moái; los protegemos para garantizar la preservación de nuestro pueblo en esta isla”, afirma Tepano Martin. “Nuestra cultura sigue viva. Sigue viva, y podemos preservar la tradición de nuestros antepasados creando algo nuevo”.
Este artículo fue publicado en BBC Future. Haz clic aquí para leer la versión original (en inglés).
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