Los cárteles de México son el quinto empleador en el país pues pagaron a alrededor de 175 mil personas en 2022, de acuerdo con el estudio “Reducir el reclutamiento de los carteles es la única manera de bajar la violencia en México”.
“Todos los cárteles combinados son el quinto empleador más grande de México”, menciona el estudio entre sus principales conclusiones.
Así, los cárteles de la droga, vistos como empleadores, sólo están por debajo de compañías como la embotelladora Femsa (321 mil), Walmart de México (231 mil), Manpower (203 mil) y América Móvil, de Carlos Slim (181 mil).
Pero los cárteles están por encima de compañías como Oxxo (168 mil), Bimbo (138 mil) y hasta la empresa estatal Pemex (124 mil), detalló el estudio.
Los autores de esta investigación de corte matemático que busca “estimaciones plausibles” de sus miembros y capacidad de reclutamiento son: Rafael Prieto-Curiel, Gian Maria Campedelli y Alejandro Hope.
En México, operan aproximadamente unos 150 cárteles, según datos de 2020 revisados en el estudio.
Sin embargo, los principales cárteles identificados con presencia casi a nivel nacional están: el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), el Cártel de Sinaloa y Nueva Familia Michoacana.
Estos tres funcionan como clústers y tienen alianza con los más pequeños que se caracterizan por ser muy locales y pocas interacciones con otros.
En 2022, los cárteles necesitaban reclutar 370 elementos por semana para evitar el colapso de sus organizaciones ante los efectos del conflicto, las detenciones y la saturación, indica la investigación.
Por número de integrantes, el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) es el de mayor tamaño con 28 mil 764 elementos; el Cártel de Sinaloa, con 17 mil 825.
Estos datos se aproximan a las estimaciones de la Administración para el Control de Drogas de Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés) difundidas en julio pasado.
La DEA dice que el Cártel de Sinaloa y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) suman en conjunto un total de 44,800 miembros de diferentes tipos distribuidos en más de 100 países.
En número de efectivos, el Cártel de Sinaloa supera al de Jalisco al sumar hasta ahora un total de 26,000 miembros, asociados, facilitadores y corredores en más de 100 países.
Mientras que el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) tiene un total de 18,800 miembros, asociados, facilitadores y corredores afiliados.
Así, la cifra de miembros de ambos grupos criminales se acerca a los efectivos reales de la Secretaría de Marina, que tiene 51,946 elementos, apenas 7,146 efectivos más que estos cárteles, con base en cifras sobre sus recursos humanes de la Sedena divulgadas en 2020.
Entre las Secretaría de Defensa y Fuerza Aérea tienen 165,454 efectivos reales y la Guardia Nacional suma 100,724.
Irma Hernández desapareció el 18 de julio y seis días después fue encontrada muerta con lesiones en el cuerpo.
Casos como el suyo ocurren casi todos los días en México, pero el de Irma Hernández Cruz, la maestra jubilada convertida en taxista que fue extorsionada y asesinada en Veracruz, conmovió a los mexicanos.
Por su edad de 62 años, por su pasado como profesora, por el video en el que aparece esposada, arrodillada, con una decena de hombres armados y encapuchados pidiendo a sus “compañeros taxistas” que “paguen su cuota o van a terminar como yo”.
Hernández desapareció el 18 de julio y seis días después fue encontrada muerta con lesiones en el cuerpo.
“Terminar” como ella, da a entender en el video, sería acabar muertos por negarse a pagar la extorsión —conocida como “derecho a piso”— que los grupos armados cobran no solo a los taxistas de Álamo, el municipio del norte de Veracruz donde estaba Irma, sino a comerciantes, transportistas y demás trabajadores locales
Quizá, también, la conmoción se dio porque muchos mexicanos se vieron identificados con Irma.
Pero podría haber sido el caso de Abel Hernández Parada, taxista de 44 años que mataron en marzo a balazos en plena calle de Tuxpan, al norte de Veracruz. O también el de Óscar Jiménez, de 22 años, cuyo cuerpo fue encontrado decapitado cerca de su taxi en Las Choapas.
Al menos siete taxistas han sido asesinados este año en Veracruz. Pero hay estados, como Guerrero, donde se han registrado 25 casos similares solo este año.
Según cifras oficiales, la extorsión ha aumentado 6 % este año, con un registro de casi 6 mil denuncias de un delito que, en general, la gente teme comunicar a las autoridades por el riesgo que eso implica.
El caso de Hernández Cruz es uno entre miles. Uno que llegó a las altas esferas de la política y la prensa. Uno que revela la delicada situación de seguridad que vive México.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, reconoce que la extorsión es uno de los delitos —junto con las desapariciones— que su ambiciosa estrategia de Seguridad no ha logrado contener.
“Es un delito que aún no podemos disminuir, sigue aumentando”, dijo en julio, cuando lanzó una estrategia antiextorsión: crearon unidades especializadas, aumentaron recursos para la línea de denuncia y lanzaron una campaña de prevención, entre otras medidas.
Sobre el caso de Hernández, la mandataria lamentó los hechos, prometió cero impunidad, destacó los tres arrestos relacionados realizados por la fiscalía local y apoyó a la gobernadora, Rocío Nahle García, compañera en la coalición de Morena.
García generó polémica cuando destacó que Hernández Cruz había muerto por un infarto, dando a entender que no había sido asesinada.
Luego clarificó: “Es de miserables (con) una familia enlutada llevarlo a niveles de escándalo, pero aquí está el doctor que hizo la necropsia de ley, aquí está, la maestra Irma Hernández fue violentada y después de ser violentada, después de ser violentada desgraciadamente sufrió un infarto”.
El médico, en efecto, confirmó que el cuerpo tenía múltiples lesiones externas que posiblemente comprometieron su corazón.
Sheinbaum, aunque no desmintió la versión del infarto, calificó el caso de “homicidio”.
Para muchos mexicanos, en todo caso, la declaración de García sirvió como prueba de la supuesta negligencia de las autoridades. En México, el 90 % de los homicidios no se revuelve y solo el 2 % de las denuncias de extorsión —según cifras de México Evalúa, un centro de estudios— se traducen en condenas.
David Saucedo, uno de los expertos en seguridad más citados del país, explica que el caso no solo revela la incapacidad de las autoridades, sino “un círculo vicioso que les resulta funcional, de lanzar grandes campañas, anunciar arrestos, pero al final seguir en la incapacidad de resolver el tema de fondo”.
El también consultor asegura que la policía estatal veracruzana es “muy endeble” y las policías municipales del norte están “cooptadas por el crimen organizado, que además controla la zona, financia campañas políticas y actúa a voluntad porque no tiene oposición”.
Veracruz es un estado clave para las bandas criminales, porque tiene una larga costa en el Golfo de México que funciona como corredor de tráfico de narcóticos, combustibles y personas migrantes.
Aunque las tasas de homicidios bajaron este año, la extorsión ha aumentado y las tasas de desapariciones —más de 6 mil a mayo de 2025, según Red Lupa— están entre las más altas del país.
La prensa local ha reportado que las autoridades nacionales y locales manejan la versión de que en el norte de Veracruz el Cártel Jalisco Nueva Generación, uno de los más grandes del país, está en guerra contra el Grupo Sombra, una facción del Cártel del Golfo, por el control de las redes de cobro de extorsiones.
Y este último, bajo la bandera de un conjunto emergente llamado Mafia Veracruzana, es el señalado en el caso de Hernández.
“Al norte de Veracruz los taxistas son obligados a comerciar drogas, hacer halconeo (vigilancia), y es un negocio estable que cuenta con mercenarios contratados. Para eliminar resistencias, seleccionan a alguien que se oponga al derecho de piso y lo matan, y con ese mensaje de muerte logran los pagos”, explica Saucedo.
Aunque existen estudios que han reportado cierta normalización de la violencia en México, cada tanto, cada semana tal vez, surgen casos como el de Hernández que conmueven al país.
“Hablar de lo ocurrido es hablar de la deuda estructural que existe hacia las mujeres mayores, con las trabajadoras pensionadas, quienes no tienen un lugar seguro para envejecer”, escribió la abogada Melissa Ayala en El Universal.
El analista Ricardo Raphael publicó en Milenio una carta dirigida a Irma: “Maestra, ruego porque la vida que nos resta a los demás alcance un día para darle vuelta a la página de una época dolorida por la cobardía de unos cuantos y el espanto paralizante de la mayoría”.
Y el periodista Salvador Camarena escribió en El País: “Ahí donde la falla del Estado es sistémica, la extorsión se entroniza como crimen perfecto. Es un delito de delitos y, en el caso de México, la palmaria constatación de que en este país resulta más creíble la amenaza de los criminales que la promesa de las instituciones”.
Detrás del caso, entonces, no solo están los encapuchados armados que forzaron a Irma a grabar ese crudo mensaje.
Detrás, también, está un mundo hostil que limita al tránsito libre, que violenta a las mujeres en cifras alarmantes y que exige a los jubilados trabajar, porque el 60 % recibe un subsidio —no una pensión— de solo US$150 al mes.
Detrás de Irma hay una sociedad harta del crimen y de la incapacidad del Estado. Un país, pues, que pide el fin de la violencia.
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