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Gobierno de la CDMX gastó 29 mdp en tratamiento con ivermectina no autorizado contra COVID
Gobierno de la CDMX gastó 29 mdp en tratamiento con ivermectina no autorizado contra COVID
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Gobierno de la CDMX gastó 29 mdp en tratamiento con ivermectina no autorizado contra COVID

Aunque en teoría ya ninguna institución pública proporciona estos fármacos a pacientes con COVID, Animal Político confirmó que el IMSS en la CDMX aún entregó kits con ivermectina en enero de este 2022.
01 de febrero, 2022
Por: Dalila Sarabia
@Dalila_Sarabia 

El Gobierno de la Ciudad de México gastó 29 millones 290 mil pesos en la compra de 293 mil cajas de ivermectina, 100 mil de ácido acetilsalicílico y 93 mil de azitromicina, medicamentos no recomendados ni aprobados para el tratamiento del Covid-19 por el gobierno federal, pero que en la Ciudad de México se entregaron a unas 200 mil personas que resultaron positivas al virus.

Adquiridos entre 2020 y 2021, a través de los Servicios de Salud Pública, estos medicamentos no están autorizados tampoco por la Organización Mundial de la Salud (OMS), máxima autoridad sanitaria a nivel mundial, e incluso, la Guía Clínica para el Tratamiento de la Covid-19 en México —que realizó la Secretaría de Salud federal— dice que la ivermectina no ha mostrado ningún beneficio.

El 28 de diciembre de 2020, y aún sin ningún estudio avalado por la OMS, en la Ciudad de México se comenzaron a entregar kits médicos a las personas que resultaban positivas al virus y que contenían, principalmente, ivermectina y ácido acetilsalicílico.

Leer más | Dan en CDMX ivermectina a pacientes COVID, pese a dudas de médicos e instituciones sobre su uso

Para defender la efectividad de esta medida, específicamente del uso de la ivermectina, la Agencia Digital de Innovación Pública (ADIP), la Secretaría de Salud local (Sedesa) y el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), informaron que habían llevado a cabo un análisis “cuasi experimental” que mostraba que aquellas personas que recibieron la ivermectina tenían un 68% menos de probabilidad de desarrollar síntomas que requirieran hospitalización.

“Aquí lo importante realmente es validar que la política pública que implementó la Ciudad de México de manera masiva, (…) el kit médico, fue un factor importante en la reducción de ingresos hospitalarios y, por supuesto, de posibles defunciones; entonces era importante compartirles el análisis”, resaltó el titular de la ADIP, José Antonio Peña Merino, en conferencia de prensa el 14 de mayo de 2021.

Aquel día también se dio a conocer que los resultados de este análisis estaban contenidos en un paper que se publicó en el sitio web SocArXiv. A la fecha, el documento ha sido descargado más de 11 mil veces, sin embargo, el mismo sitio lo desacreditó en diciembre pasado y lo definió como un paper “de muy mala calidad y deliberadamente falso y engañoso”.

Politifact y Estadão Verifica —que se dedican a detectar información falsa y que tienen sus sedes en Estados Unidos y Brasil—, también desacreditaron el análisis “cuasi experimental” hecho por la Ciudad de México al cual también calificaron de “engañoso”.

En total, de acuerdo con información proporcionada a través de una solicitud de transparencia, el Gobierno capitalino entregó 429 mil 432 kits médicos: 233 mil los entregó la Secretaría de Inclusión y Bienestar (SIBISO) y no contenían ivermectina, los restantes 196 mil 432 kits fueron repartidos por los Servicios de Salud Pública capitalina y sí contenían este medicamento.

Aunque en teoría ya ninguna institución pública proporciona estos fármacos a personas contagiadas de Covid-19, Animal Político confirmó que, por ejemplo, el IMSS en la Ciudad de México aún entregó kits con ivermectina en enero de este 2022.

Evitan justificar compras

La compra de ivermectina, azitromicina y ácido acetilsalicílico se hizo a través de tres contratos que formalizaron los Servicios de Salud Pública de la capital.

El 23 de diciembre de 2020 —cinco días antes de comenzar con la entrega de kits y un día antes de que se aplicara la primera vacuna contra Covid-19 en el país— se firmó el primer contrato para adquirir ivermectina y azitromicina. De cada medicamento se solicitaron 93 mil cajas.

Según consta en el contrato SSPCDMX-SRMAS-JUDCCM-ADQ-252-20, esta compra —que ascendió a los 12 millones 090 mil pesos y que se entregó a través de una adjudicación directa por excepción a la persona moral Zerifar S.A. de C.V—, se llevó a cabo a petición del Centro Dermatológico Ladislao de la Pascua, la Dirección de Atención Médica, la Dirección de Epidemiología y Medicina Preventiva.

En el anexo 2 del contrato se explica que las cajas de ivermectina —con costo unitario de 70 pesos— debía contener 6 tabletas y las de azitromicina, que tuvieron un costo unitario de 60 pesos, debían entregarse en un envase con 3 tabletas cada una. Asimismo, se acordó que los medicamentos solicitados debían recibirse a más tardar el 31 de diciembre en el almacén central de los Servicios de Salud Pública ubicado en la colonia Atlampa, alcaldía Cuauhtémoc.

Los recursos para esta compra, se lee en el contrato, fueron tomados de la partida presupuestal “2531.- Medicinas y productos farmacéuticos”.

En la primera parte del contrato, “Antecedentes”, se proporciona una serie de 8 apartados en los que se explica a grandes rasgos el por qué de esta compra y los cuales que se repiten en los otros dos contratos. Hacen mención de que el virus de Covid-19 fue situado inicialmente en Wuhan, China el 31 de diciembre de 2019, que para contener la propagación de este virus se han adoptado distintas medidas sanitarias y médicas, que el 11 de marzo de 2020 la OMS declaró la pandemia… pero en ningún espacio se contempla una explicación fundamentada de por qué comprar ivermectina y azitromicina para tratar a pacientes con Covid-19. Solo se subraya que el procedimiento -ante el momento de emergencia que se vivía- tendría que realizarse a través de una adjudicación directa.

La segunda compra de estos fármacos se realizó el 4 de febrero de 2021. Por 50 mil cajas de ivermectina —cada una con 4 tabletas y con un precio unitario de 87 pesos— se pagaron otros 4 millones 350 mil pesos.

Sin evidencia

Frente a las dudas y la desinformación que se propagó sobre los medicamentos que se podrían utilizar -o no- en el tratamiento del virus, la Secretaría de Salud federal redactó la Guía Clínica para el Tratamiento de la Covid-19 en México, la cual fue presentada a los gobernadores del país el 5 de agosto de 2021.

Durante la presentación del documento, el subsecretario de salud federal, Hugo López-Gatell, explicó que la evidencia científica sobre el tratamiento de Covid-19 había cambiado a medida que aparecían nuevas opciones terapéuticas, por lo que la guía mostraba los conocimientos más recientes.

El documento, de 66 páginas, contiene un amplio listado de medicamentos que se dividen en tres grupos principales: aquellos que sí se pueden usar en el tratamiento del Covid-19; aquellos que no se deben usar en ninguna circunstancia y los que solo se pueden utilizar en estudios de investigación.

La azitromicina, de la cual el Gobierno capitalino adquirió 93 mil cajas, se encuentra ubicada en el apartado de los fármacos que no deben utilizarse en ningún momento porque no se ha demostrado ningún beneficio. Incluso, el documento enumera 20 efectos adversos en caso de que se usara, por ejemplo, trastornos metabólicos, psiquiátricos, del sistema nervioso, oculares, entre otros.

La ivermectina y el ácido acetilsalicílico solo son recomendados en estudios de investigación. Sobre la ivermectina detalla que no tiene ningún beneficio probado y que el ácido acetilsalicílico reportó la disminución de 1 día en la duración de hospitalización y un 1% mayor probabilidad de ser dado de alta al día 28. “El 0.6% menos tuvieron un evento tromboembólico”, detalla el documento.

Asimismo, se proporciona una amplia lista de los efectos adversos que estos medicamentos tienen. Trastornos de sangre, cardiacos, respiratorios, gastrointestinales, de la piel y renales.

Ignoran llamado de la OMS

El 31 de marzo de 2021, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió un comunicado en el que desaconsejó el uso de ivermectina para tratar el Covid-19.

“Los datos actuales sobre el tratamiento de la Covid-19 con ivermectina no son concluyentes. Hasta que se disponga de más datos, la OMS recomienda utilizar este fármaco sólo en ensayos clínicos”, informó la máxima autoridad sanitaria.

Ya que la ivermectina llamó la atención internacional sobre la posibilidad de usarla para tratar el Covid-19, la OMS convocó a un grupo de expertos internacionales independientes para que elaborarán orientaciones a este respecto. El grupo estuvo integrado por expertos en atención clínica de diversas especialidades, un especialista en ética y representantes de las asociaciones de pacientes.

Los resultados obtenidos después de realizar 16 ensayos controlados con asignación aleatoria que habían incluido a un total de 2 mil 407 pacientes -ambulatorios y hospitalizados con Covid-19-, resultaron “muy poco fiables”, así que llamaron a la población a no tomar este medicamento.

A pesar de ello, el Gobierno capitalino insistió en la efectividad de administrar ivermectina, fármaco que principalmente se utiliza para el tratamiento de enfermedades parasitarias, así como la sarna, de acuerdo con la OMS.

El 14 de mayo, en una conferencia encabezada por la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, se presentaron los primeros resultados sobre el uso de ivermectina en pacientes positivos de Covid-19 en la Ciudad de México, una política pública que había empezado apenas 4 meses atrás.

El titular de la ADIP, José Antonio Peña Merino, explicó que, con una base de 220 mil observaciones, es decir, personas que recibieron o no recibieron el kit, midieron el impacto que tuvo la ivermectina.

“Quien recibió el kit tiene una probabilidad 68% menor de desarrollar síntomas que requieran hospitalización. Este es un efecto estadísticamente significativo y que además concuerda –este paper, este análisis– (…) con la evidencia que ahora se está publicando en muchas revistas especializadas en salud pública”, afirmó el funcionario.

A pesar del llamado de la OMS, el 22 de julio de 2021 el Gobierno capitalino, a través de los Servicios de Salud Pública,  concretaron la compra más importante de ivermectina, la cual se confirmó a través del contrato SSPCDMX-SRMAS-JUDCCM-ADQ-100-21 bajo el concepto “Bienes requeridos para los kits destinados a pacientes diagnosticados con Covid-19”.

Se trató de una compra de 12 millones 850 mil pesos y que incluía 150 mil cajas de ivermectina con 4 pastillas cada una, y 100 mil cajas de ácido acetilsalicílico. Para recibir las 150 mil cajas de ivermectina, en el contrato se estipuló un calendario de entregas semanales que comprendió entre el mismo 22 de julio, día de la firma del contrato, y el 30 de agosto pasado.

La falta de rigor en los estudios realizados sobre la efectividad de la ivermectina también fue señalada por la Secretaría de Salud federal en la Guía Clínica para el Tratamiento de Covid-19 que publicó el 2 de agosto de 2021.

“La investigación relacionada con la ivermectina en la Covid-19 tiene importantes limitaciones metodológicas que resultan en una certeza muy baja de la evidencia. Diversos sitios web y revistas han publicado revisiones sistemáticas y metaanálisis sin seguir pautas metodológicas o reportes estandarizados.

“Estos sitios web no incluyen el registro del protocolo con los métodos, las estrategias de búsqueda, los criterios de inclusión, la evaluación de calidad de los estudios incluidos, ni la certeza de la evidencia de las estimaciones agrupadas. El registro prospectivo de las revisiones es una característica clave para proporcionar transparencia en el proceso de revisión y garantizar la protección contra sesgos de información”, expone la dependencia federal.

Aún así, este fármaco sigue siendo proporcionado.

Es el caso de Fabián, de 28 años, quien tras volver de las vacaciones decembrinas se contagió de Covid-19 en el call center en donde trabaja.

En entrevista telefónica contó que los malestares fueron incrementando a tal grado que el 5 de enero pasado ya no pudo ir a trabajar, así que decidió dirigirse a la Clínica 20 del IMSS para que le hicieran una prueba y en caso de resultar positivo tramitara su incapacidad.

“El doctor me dijo que me tomara una pastilla diaria de ácido acetilsalicílico, paracetamol cada 8 horas y me dieron la ivermectina. Me dijo ‘de estas son dos tomas: una hoy y la otra en 24 horas”, compartió.

“Sí me quedé pensando porque había investigado un poco y sabía que no está comprobado científicamente que la ivermectina funcione contra el Covid y menos que tenga resultados favorables, al contrario, creo que hasta daña la función renal, entonces sí me preocupé”.

El joven recibió estas medicinas en un kit, el cual además contenía 10 cubrebocas y un oxímetro que le anticiparon debía regresar en su próxima consulta.

Fabián compartió a Animal Político la receta que le expidió el médico el jueves 6 de enero en la que se leen las indicaciones específicas para tomar ivermectina y ácido acetilsalicílico.

Receta para uso de ivermectina
Receta para uso de ivermectina

De acuerdo con lo que narró el joven, mientras estuvo en espera para que le tomaran la prueba de Covid-19 pudo advertir que los pacientes que resultaban positivos recibían el mismo kit médico que a él se le entregó poco después.

Ante la duda de por qué se le habían proporcionado estos medicamentos, el joven consultó a un amigo de confianza que es doctor.

“Él me dijo ‘lo único que te sirve de ahí es el paracetamol, lo demás omítelo’”. Y así fue, Fabián prefirió seguir las instrucciones que su amigo le dio.

Las cajas de ivermectina y ácido acetilsalicílico fueron guardadas en un cajón de su casa. Fabián reposó, se hidrató y dice que a los cuatro días ya se empezó a sentir mejor. Al término de su incapacidad se reincorporó a su trabajo.

Animal Político buscó al IMSS para saber por qué se sigue recetando y entregando ivermectina a los pacientes que resultan positivos a Covid-19, sin embargo, al cierre de esta edición no hubo respuesta.

“En serio, paren”

Antes de que la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) llamara a no utilizar la ivermectina como tratamiento a pacientes con Covid-19, algunas naciones ya habían hecho lo propio, por ejemplo, los 27 países que conforman la Unión Europea (UE). 

“La Agencia Europea de Medicamentos (EMA, por sus siglas en inglés) ha revisado la evidencia más reciente sobre el uso de ivermectina para la prevención y el tratamiento de Covid-19 y concluyó que los datos disponibles no respaldan su uso para Covid-19 fuera de ensayos clínicos bien diseñados”, señaló la agencia en una comunicación oficial emitida el 22 de marzo de 2021.

“Aunque la ivermectina generalmente se tolera bien a las dosis autorizadas para otras indicaciones, los efectos secundarios podrían aumentar con las dosis mucho más altas que se necesitarían para obtener concentraciones de ivermectina en los pulmones que sean efectivas contra el virus. Por lo tanto, no se puede excluir la toxicidad cuando la ivermectina se usa en dosis superiores a las aprobadas”.

En Estados Unidos, la Food and Drugs Administration (FDA) también hizo un llamado a su población a evitar tomar ivermectina. Ante la rápida propagación de información falsa o no corroborada sobre esta medicina, principalmente en las redes sociales, esta oficina decidió llamar la atención de los riesgos que implicaba tomar este medicamento a través de un tuit.

“No eres un caballo. No eres una vaca. En serio, todos. Paren”, escribieron en la red social el 21 de agosto de 2021.

“En el caso de los seres humanos, las tabletas de ivermectina están aprobadas en dosis muy específicas para tratar algunos gusanos parásitos, y hay formulaciones tópicas (sobre la piel) para los piojos y las afecciones cutáneas como la rosácea. Sin embargo, la FDA ha recibido múltiples informes de pacientes que han requerido atención médica, incluida la hospitalización, tras automedicarse con ivermectina destinada al ganado”, agregó la agencia en un comunicado.

Otros de los países que emitieron distintas comunicaciones llamando a su población a no hacer uso de la ivermectina como tratamiento para el Covid-19 fueron Kazajistán, Noruega, Serbia y Colombia, por ejemplo. 

Paperdeliberadamente falso y engañoso”

A través de los resultados de un análisis “cuasi experimental” que desarrolló la Agencia Digital de Innovación Pública (ADIP), la Secretaría de Salud capitalina (Sedesa) y el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) es que el Gobierno capitalino validó su política pública.

El paper se publicó en el sitio SocArXiv el 3 de mayo de 2021 bajo el nombre “La ivermectina y las probabilidades de hospitalización por Covid-19: evidencia de un análisis cuasi-experimental basado en una intervención pública en la Ciudad de México.

El 8 de diciembre de 2021 el fundador y director del sitio, Philip N. Cohen, sociólogo y demógrafo, publicó una nota aclaratoria bajo el título “Cuando SocArXiv tiene malos papers, en la que tacha de engañoso al análisis hecho por las autoridades capitalinas.

“Dependiendo de la crítica que prefiera, el artículo es de muy mala calidad o deliberadamente falso y engañoso”, afirma Philip N. Cohen.

Subraya que el análisis no fue revisado por pares o publicado en una revista revisada por pares, además de que retoma las revisiones hechas por PolitiFact y por Estadão Verifica que también desacreditaron el análisis.

“No creemos que brinde información confiable o útil, y nos decepciona que haya sido muy popular”, sostiene el director de SocArXiv.

Hasta el 31 de enero de este 2022, el paper había sido descargado 11 mil 267 veces.

Ante estos hechos, continúa el investigador, el Comité Directivo se vio en la necesidad de aclarar sus procesos de moderación, los cuales no implican una revisión por pares ni una evaluación sustancial de los trabajos de investigación que se publican en el sitio web.

“Publicar un artículo en SocArXiv no es en sí mismo una indicación de buena calidad”, reconocen.

“En el caso del artículo sobre la ivermectina, los autores declararon que sus datos están disponibles públicamente con un enlace a una hoja de Google (así como a un repositorio de Github que ya no está disponible)”.

Este medio ingresó al repositorio de Github en donde, de acuerdo con José Antonio Peña Merino, titular de la ADIP, se encontraba el código del análisis hecho y en efecto, éste no está disponible. La base de datos  —con 233 mil 850 observaciones— y que él mismo publicó en un tuit del 14 de mayo de 2021, aún es posible consultarla.

“No tenemos una política para eliminar documentos como este de nuestro servicio (…) sin embargo, podríamos desarrollar uno…. esta es una discusión abierta”, agregan.

Animal Político buscó a la Secretaría de Salud capitalina (Sedesa) y a la Agencia Digital de Innovación Pública (ADIP) para conocer qué tipo de seguimiento se les dio a los pacientes que recibieron ivermectina y así confirmar o descartar posibles secuelas, saber si cuentan con actualizaciones del análisis “cuasi experimental”, así como conocer qué medicamentos se dejaron de comprar por privilegiar la adquisición de ivermectina, azitromicina y ácido acetilsalicílico.

La ADIP declinó tomar la entrevista pues dijo que se trataba de un tema que correspondía a la Sedesa, sin embargo, hasta el cierre de esta edición esa dependencia tampoco dio respuesta.

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Imagen BBC
San Javier, el pueblo ruso que se fundó en Uruguay en busca del paraíso terrenal y vivió un infierno absurdo
17 minutos de lectura

La vida de una colonia establecida por inmigrantes de Rusia en el litoral uruguayo cambió por completo cuando los militares la invadieron. Algunos se preguntan hasta hoy por qué.

19 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
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A Víctor Macarov lo fueron a buscar a la salida de su instituto de enseñanza. Tenía 18 años.

A Miguel Schevzov, de la misma edad, se lo llevaron cuando estudiaba en casa de un amigo.

Vladimir Roslik Dubikin, también de 18, estaba en el cine y corrió igual suerte.

Una tras otra, una veintena de personas fueron detenidas entre abril y mayo de 1980 en San Javier, un pequeño pueblo de inmigrantes rusos en el oeste de Uruguay.

Los tomaron por sorpresa, mientras hacían las cosas más cotidianas.

Esteban Gilsov volvía de pescar. Jorge Gurin estaba en su casa con su esposa, Susana Zanoniani. Y Néstor Dubikin, de apenas 16 años, había ido en bicicleta hasta el río: ellos también fueron arrestados por la dictadura militar que había en Uruguay.

Los llevaron a un cuartel. Les pusieron capuchas. Los torturaron de forma salvaje. Y 11 de ellos fueron enviados a una cárcel por meses o años.

Ninguno sabía por qué los sometían a semejante martirio, una pesadilla que volvería cuatro años más tarde con más detenciones arbitrarias y un asesinato que marcó el fin del régimen militar.

Algunos se lo preguntan hasta hoy.

“No entiendo cuál es el motivo que llevó a esa gente a hacer todo eso, porque es una maldad”, dijo Dubikin, ahora con 62 años, como testigo de un juicio en desarrollo contra nueve acusados de cometer esos abusos. “Le destrozaron la vida a un montón de gente”.

El fiscal uruguayo para crímenes de lesa humanidad, Ricardo Perciballe, aseguró que el absurdo se debió a la ascendencia de esas personas.

“A ellos se los privó de la libertad sólo por su condición de rusos, pero no por su actividad política, no porque hayan cometido ningún delito”, dijo Perciballe al inicio del juicio el mes pasado.

El propósito, sostuvo, fue “montar una mentira”.

“El olor del miedo”

San Javier descansa sobre el río Uruguay, unos 360 kilómetros al noroeste de Montevideo. Desde sus costas se avistan unos islotes cercanos, ya del lado argentino de la frontera fluvial.

El pueblo tenía cerca de 1.700 habitantes, en su mayoría de ascendencia rusa, cuando los militares irrumpieron en 1980 y comenzaron a arrestar gente, incluidas algunas mujeres.

Un gran cartel de
BBC
El pueblo ruso ubicado en el departamento de Río Negro, litoral oeste de Uruguay, sufrió dos operativos militares en 1980 y 1984 con graves consecuencias.

Casi todos los detenidos fueron trasladados unos 90 kilómetros al sur hasta el batallón de infantería Nº 9 del Ejército, en la ciudad de Fray Bentos, donde todo adquirió tintes kafkianos.

Pasaron largos plantones encapuchados. Los interrogaron con golpizas, choques eléctricos y ahogamientos simulados -siempre bajo supervisión de un médico militar, que indicaba si la tortura podía seguir.

Les preguntaban por una supuesta pertenencia al Partido Comunista de Uruguay, ilegalizado y reprimido por la dictadura que comenzó en 1973 y terminó en 1985, aunque ninguno de los detenidos tenía actividad política según la Fiscalía y sus testigos.

Los interrogadores buscaban establecer vínculos entre los presos y la Unión Soviética.

Ricardo Bozinsky, que a sus 19 años fue una de las víctimas, testificó que los militares les decían cosas como que “ustedes los rusos son culpables de lo que pasó en Vietnam”.

“No sé lo que querían. Yo no entendía nada”, dijo Bozinsky ante el juez del caso, Claudio De León.

Les preguntaban por supuestas prácticas de tiro, por explosivos y contrabandos de armas. Por presuntos aviones que aterrizaban en medio del campo y por hipotéticos contactos con submarinos soviéticos, pese a que el río Uruguay allí tiene pocos metros de profundidad.

La mezcla de torturas y sinsentidos hizo mella en los detenidos.

“Lo más débil no es el músculo sino el agotamiento cerebral. Después, uno pierde el control mental sobre el tiempo y el espacio. Es como un delirio. Y la mente ve lo que quiere ver: ve frutas, agua”, testificó Aníbal Lapunov sobre los abusos que sufrió con 22 años.

“Después le pegan unos picanazos”, agregó, “uno se despabila y empiezan: ‘Sí, porque vos sos agente de la KGB (la agencia soviética de inteligencia) y tenés un submarino y tripulás un Boeing’… Y uno queda mirando”.

Aníbal Lapunov testifica sentado en el juzgado de Fray Bentos.
Youtube / Portal APU Uy
Aníbal Lapunov fue uno de los testigos que relató en el juzgado de Fray Bentos el martirio que padeció tras ser detenido por el régimen militar uruguayo.

Lapunov recordó que llegaron a amenazarlo con empotrar sus pies en una lata con hormigón y lanzarlo al Río de la Plata.

“Esos famosos chinos, no eran nada chinos, eran otros como yo”, dijo que le advirtieron en referencia a unos cadáveres que habían aparecido tiempo antes en las costas uruguayas y que los militares atribuían a navegantes asiáticos.

Un par de adolescentes fueron conducidos por soldados armados a un campo cercano al pueblo, donde poco antes habían intentado avistar ovnis por simple hobby. Y, bajo amenazas de muerte, les preguntaban por armas escondidas.

“Es ridículo, es como la historia de los submarinos y del avión”, testificó Omar Karamán, que entonces tenía 17 años, sobre la idea de que hubiera una célula comunista armada en el pueblo. “Si no hubiese sido tan trágico, sería hasta chistoso”.

Los detenidos estaban incomunicados y sus familiares ignoraban qué les ocurría.

Lena Roslik aún evoca cómo olían las ropas de sus dos hermanos y su padre Miguel, presos en el cuartel, cuando las recibió a cambio prendas limpias que les llevaron.

“Tenían algunas manchas de sangre y un olor muy característico”, recordó como testigo del juicio. “No era olor a suciedad, era otro olor raro: yo le decía a mi madre que es el olor del miedo”.

Lena Roslik junto a un samovar en el Museo de Los Inmigrantes de San Javier.
BBC
Lena Roslik aún recuerda el “olor raro” de la ropa de su padre y dos hermanos presos en el cuartel de Fray Bentos.

Algunos fueron liberados luego de varios días.

Pero a 11 detenidos les hicieron firmar a fuerza de golpes y torturas una declaración que establecía que sí, que eran comunistas, que integraban un grupo armado.

La justicia militar los envió entonces al penal de Libertad, que pese a su nombre es una cárcel en el sur del país. Desconcertados, comunistas presos en su mismo piso les preguntaban quiénes eran, por qué ninguno encajaba en sus nociones sobre los miembros del partido.

Algunos pasarían un año y medio encerrados. Otros, cuatro años.

El 21 de junio de 1980, un comunicado oficial sobre ellos sostuvo que “una importante célula del aparato armado del proscripto Partido Comunista que estaba capacitando a sus elementos para la lucha armada fue desbaratada por las Fuerzas Conjuntas”.

Víctor Macarov, uno de los que estuvo preso hasta 1984, declaró en la causa que sólo se trataba de “jóvenes sin experiencia política, que eran los únicos que les podían haber firmado (…) que había un submarino, que aterrizaban Boeings en el Puerto Viejo entre las chircas”.

“A ver, si había un piloto que aterrizaba un Boeing en el Puerto Viejo tendría que estar enseñando a manejar aviones de combate”, ironizó. “Y si hay un submarino tendríamos que buscarlo, reflotarlo y cobrar una entrada para que la gente lo visite”.

“Sospechosos”

Puerto Viejo es el punto del río Uruguay donde desembarcó en 1913 cerca de medio millar de inmigrantes rusos para fundar su colonia.

Su objetivo era crear el reino de Dios en la tierra, explica Virginia Martínez, profesora de Historia, en su libro “Los rusos de San Javier” .

Pertenecían a una secta denominada Nuevo Israel que escapaba de la persecución de la Rusia zarista y fueron atraídos por un Uruguay que recibía de brazos abiertos a inmigrantes de diversos lugares.

Familias colonizadoras rusas posan para una foto en Río Negro poco después de su llegada para fundar San Javier.
John Fitz-Patrick/Anip/SODRE
Cientos de inmigrantes rusos desembarcaron en las costas del río Uruguay a partir de 1913 en procura de establecer el reino de Dios en la tierra.

El líder de la comunidad era Vasili Lubkov, a la vez profeta y administrador general. Lo llamaban “Papá”.

En sus inicios, la colonia reunió a unas 150 familias de campesinos que tenían un sistema de propiedad colectiva de la tierra y sembaban trigo, maíz y lino. También produjeron el primer aceite de girasol uruguayo.

Con el tiempo, el liderazgo de “Papá” generó disidencias internas. Y la colonia de San Javier, con sus peculiares reglas y costumbres, motivó debates en la prensa y hasta en el Parlamento de un país que ya consagraba la laicidad.

Al final Lubkov fue privado de su poder de administrador y, junto a un grupo de familias, emprendió el viaje de vuelta a sus tierras de origen en 1926. Pero entonces Rusia ya había conformado la Unión Soviética, y el profeta fue enviado a un campo de concentración.

A San Javier llegaron nuevos inmigrantes rusos, ucranianos y de otras nacionalidades, muchos huyendo entonces de la Revolución rusa y el socialismo.

En el pueblo surgieron tensiones con los reclamos de tierras liderados por comunistas. En 1933 una persona murió y otras resultaron heridas cuando la policía reprimió una reunión sindical.

Personas, casas y carretas junto a un camino de tierra en San Javier poco después de la fundación del pueblo por inmigrantes rusos.
John Fitz-Patrick/Anip/SODRE
En los orígenes de San Javier la tierra era considerada propiedad colectiva por los inmigrantes rusos.

Pero San Javier nunca fue un bastión comunista ni de izquierda. Muchos allí simplemente desatendían la política o simpatizaban con el tradicional Partido Colorado, que gobernaba el país cuando llegaron los primeros colonos.

Poco pareció importarle eso al régimen militar que se instaló en Uruguay a partir de 1973 y que, al igual que otros gobiernos de facto durante esos años en Sudamérica, consideró al comunismo y a la izquierda en general como un enemigo a destruir en el marco de la Guerra Fría.

El mero hecho de que en San Javier hablaran ruso, hubiera bailes o comidas eslavas y algunos fueran a estudiar becados en Moscú “los transformó para la ideología profundamente anticomunista de la dictadura en sospechosos”, dijo Martínez en el juicio.

El mismo año en que dieron el golpe de Estado, los militares realizaron allanamientos y arrestos en San Javier. Volvieron en 1976 con más represión.

Pero nada se compara a lo que ocurriría después.

“Un gran quiebre”

“¡Lo mataron! ¡Lo mataron! ¡Asesinos!”.

María Zavalkin repite en el juzgado de Fray Bentos los gritos que soltó cuando le entregaron el cuerpo sin vida de su esposo, el médico Vladimir Roslik Bichcov, el lunes 16 de abril de 1984.

Roslik murió a los 42 años. Su cadáver estaba dentro de un cajón sin tapa en una morgue de la misma ciudad, describe Zavalkin. Tenía la cabeza vendada, parte de la nariz negra y una camisa con sangre en el pecho.

Ella le gritaba entonces al médico Eduardo Saiz, jefe del servicio sanitario del batallón Nº 9 del Ejército, que huía del lugar.

Zavalkin conocía a Saiz desde 1980, cuando su marido fue preso y torturado en ese cuartel y ella intentaba llevarle medicamentos.

María Zavalkin testifica sentada en el juzgado de Fray Bentos.
Youtube / Portal APU Uy
María Zavalkin dio su testimonio sobre la muerte bajo tortura de su marido, Vladimir Roslik, en el juicio por los abusos contra habitantes de San Javier.

Roslik era uno de los 11 detenidos de San Javier enviados a la cárcel de Libertad. Pasó 18 meses allí por supuestos vínculos con el Partido Comunista, que Zavalkin descarta.

Cuando fue liberado y volvió a su casa en San Javier, le pidió por favor a su esposa que jamás le preguntara lo que había pasado.

“Nunca quiso hablar, pero cambió”, dice Zavalkin ante el juez. “Estuvo en el baño no sé cuánto rato, mirándose en el espejo”.

Nacido en San Javier de padres rusos, Roslik había estudiado Medicina en Moscú becado por la universidad Patrice Lumumba.

De vuelta en su pueblo natal en 1969, pasó a ser un médico solicitado por muchos vecinos que valoraban sus conocimientos, disponibilidad y manejo del idioma ruso.

Pero al salir de la cárcel las autoridades le prohibieron ejercer su profesión y, según Zavalkin, “eso fue lo que más sufrió”.

Ambos tuvieron un hijo, Valery, cuatro meses antes de que los militares volvieran por Roslik en la madrugada del domingo 15 de abril de 1984.

En la redada, una reedición súbita de lo vivido cuatro años antes, detuvieron a otros habitantes de San Javier para llevarlos al batallón de Fray Bentos e interrogados bajo tortura sobre presuntos vínculos con el comunismo y traslados de submarinos con armas por el río.

Vladimir Roslik y María Zavalkin observan a su hijo Valery, un bebé de pocas semanas.
Archivo familiar
Vladimir Roslik y María Zavalkin con su hijo Valery antes del asesinato del médico. Ella relató que eran felices con el bebé y que él lo paseaba por el pueblo.

“¡Otra vez no!”, gritaba Roslik cuando los soldados irrumpieron en su casa, le colocaron esposas y capucha, y se lo llevaron en llantos, recuerda Zavalkin emocionada.

A las seis de la mañana del día siguiente, su padre le avisó que su marido había fallecido. Entonces ella asumió que lo habían matado.

La primera autopsia de Roslik, realizada por Saiz, apuntó sin embargo a signos compatibles con una muerte por paro cardiorrespiratorio, sin violencia.

Luego de enfrentar a Saiz a los gritos y de recibir un certificado de defunción con omisiones notorias, Zavalkin llamó a un médico conocido que le recomendó solicitar otra autopsia.

El nuevo examen fue autorizado en la ciudad de Paysandú con otros médicos militares y estableció como causa de la muerte “anemia aguda; síndrome asfictivo”.

El médico de confianza de Zavalkin participó de esa autopsia y registró varios signos de violencia en el cadáver.

Un informe posterior de peritos forenses en base a ambas autopsias concluyó que Roslik tuvo “una muerte violenta multicausal”, con desgarro del hígado, varios traumatismos y obstrucción de la vía aérea con un material fluido similar al del estómago.

La tumba del doctor Vladimir Roslik con su foto y flores en el cementerio de San Javier.
BBC
La muerte del doctor Roslik bajo torturas en 1984 fue un mojón del fin del régimen militar uruguayo.

El régimen se negaba a admitir que Roslik había sido asesinado. En cambio, insistía en que integraba “una agrupación subversiva vinculada al clandestino Partido Comunista” que traficaba armas.

Pero los resultados de la segunda autopsia y del último informe forense fueron revelados por la prensa, y se supo que Roslik murió detenido bajo tortura.

Ese sería el último crimen de una dictadura que se desmoronaba poco a poco, como sus mentiras.

“Lo que pasó con el asesinato de Roslik”, dice la profesora Martínez en el juzgado, “es un gran quiebre en el país” y “en la conciencia de buena parte de la sociedad”.

Infiltrados

Cómo surgió exactamente la idea de los militares uruguayos de invadir San Javier en 1980 y 1984 sigue siendo un misterio.

Daniel Rey Piuma, un desertor de la Armada hoy fallecido, sostuvo en un libro ya en democracia que el operativo de 1980 comenzó con una denuncia anónima enviada a una unidad naval distante, sobre la correspondencia de dos personas del pueblo.

En esos años la colonia recibía correo de la Unión Soviética, sobre todo porque muchos tenían familiares allí, explicaron testigos del juicio. Pero descartaron que se tratara de material político prohibido.

Sin embargo, tras aquella denuncia anónima los servicios de inteligencia del régimen infiltraron el pueblo. Enviaron agentes que se hacían pasar por turistas, cazadores o vendedores de autos, en busca de información sobre presuntas actividades subversivas.

“Hicieron una inteligencia sostenida y se dieron cuenta de que ahí no había tal célula armada”, indicó Martínez ante el juez.

Vista aérea del pueblo de San Javier, en el departamento uruguayo de Río Negro, sobre el río Uruguay.
AFP via Getty Images
El pequeño pueblo de San Javier fue espiado por servicios de inteligencia militar antes del operativo de 1980, según testimonios.

Pero el Ejército invadió San Javier de todos modos. Y, además de detener a adultos y menores de edad, clausuró el Centro Cultural Máximo Gorki donde los locales practicaban idioma, danzas y música de Rusia.

Los soldados destrozaron murales que decoraban el escenario del club y se llevaron piezas de utilería como espadas, palos y una vieja estrella con la hoz y el martillo como pruebas de que había comunistas con armas, testificó José Erramuspe, que integraba la comisión del centro cultural.

Las autoridades informaron que en San Javier incautaron distintas armas largas y cortas. Pero la mayoría eran escopetas y revólveres de bajo calibre, material más típico de un pueblo rural que de un arsenal soviético.

El fiscal Perciballe sostuvo que servicios militares de inteligencia “montaron ficticiamente esta idea de que en San Javier había gente vinculada a la Unión Soviética y al Partido Comunista, que es absolutamente falsa”, para reforzar la posición del régimen antes de un plebiscito constitucional convocado en 1980 buscando seguir en el poder.

Sin embargo, en noviembre de ese año los uruguayos votaron contra la propuesta constitucional de las Fuerzas Armadas.

Y en 1984 los sectores más duros de la dictadura intentaron reflotar la noción de una amenaza comunista en San Javier para obstaculizar el retorno de la democracia al país, porque “querían mantener sus beneficios” y “la impunidad que tenían hasta ese momento”, indicó Perciballe.

Imagen de la fachada del Centro Cultural Máximo Gorki en San Javier.
BBC
El Centro Cultural Máximo Gorki de San Javier, donde se practicaban danzas rusas, fue clausurado por los militares y reabierto en democracia.

Entre los nueve imputados en el juicio figuran oficiales que estaban a cargo del batallón de Fray Bentos durante las detenciones y torturas, como Óscar Mario Roca y Sergio Caubarrere, y otros acusados de conducir los apremios físicos, como Dardo Ivo Morales y Abel Pérez.

En el banquillo de acusados también está el exmédico militar Saiz.

El fiscal reclama condenas de entre 11 y 15 años y medio de prisión.

Los imputados se declaran inocentes y sus abogados niegan que haya pruebas para condenarlos.

“La Fiscalía ha construido un relato que, más allá de lo jurídico, es un relato político e histórico, pretendiendo juzgar una época y no las acciones concretas y personales de los acusados”, sostuvo una de las abogadas defensoras, Graciela Figueredo, al inicio del juicio oral.

Agregó que “los acusados cumplieron funciones militares formales en un contexto institucional determinado, sin haber ordenado, participado ni colaborado en actos ilícitos”.

Otro abogado defensor, Fernando Doti, sostuvo que en el batallón “se seguía una cadena de mando”.

“No se estaba en poder, dicho de otra manera, de cuestionar o detener las acciones ordenadas porque venían desde una jerarquía o una cadena de mando”, indicó.

Imagen de abogados defensores y algunos exmilitares acusados en el juicio por los abusos cometidos contra personas de San Javier durante el gobierno de facto uruguayo.
Youtube / Portal APU Uy
Nueve exmilitares están imputados y se declaran inocentes en el juicio por los abusos cometidos contra personas de San Javier en el gobierno de facto.

El argumento de la “obediencia debida” ha sido esgrimido por exmilitares uruguayos en otros casos por violaciones de derechos humanos, aunque es considerado contrario al derecho internacional.

En el gobierno de facto en Uruguay hubo miles de prisioneros políticos y torturados. Según cifras oficiales, 197 personas desaparecieron (la gran mayoría aún sin ser encontradas) y 202 fueron asesinadas por responsabilidad del Estado entre 1968 y 1985.

Ya en su etapa final, el juicio sobre San Javier es una de las causas por crímenes de lesa humanidad durante el régimen militar que se abrieron en el país después que en 2011 se invalidara una ley que blindaba de persecución a los responsables de esos delitos, la cual había sido ratificada en dos votaciones populares.

El asesinato de Roslik quedó excluido de la causa debido a una sentencia previa que lo consideró cosa juzgada.

Pero Zavalkin siente que está más cerca de alcanzar la justicia que busca desde 1984.

“Recién ahora, menos mal que estoy lúcida todavía, es que se ha podido hacer todo esto”, dice a sus 72 años.

“Una novela de terror”

El infierno que vivió San Javier aún se evoca de distintas formas allí.

El camino principal que conduce al pueblo hoy se llama Vladimir Roslik.

Una fundación sin fines de lucro con el mismo nombre impulsada por la familia de Roslik ha abierto una policlínica, un hogar de ancianos y un centro de atención a la infancia en el pueblo.

Clara Chaparenko y su hija Norma Karamán en su casa de San Javier.
BBC
En San Javier hoy “casi nadie entiende” ruso, dice Norma Karamán junto a su madre Clara Chaparenko en su casa del pueblo.

En la comunidad se mantienen tradiciones rusas en comidas como el borsch o el vareniki, y el grupo local Kalinka de danza tradicional reunió recientemente a unas 200 personas en un espectáculo en el Centro Cultural Máximo Gorki, que reabrió en democracia.

Pero hoy es difícil escuchar la lengua que trajeron los inmigrantes. “Casi nadie entiende nada” de ruso, dice Norma Karamán, quien en el pasado enseñó ese idioma en el pueblo.

Durante el juicio, Zavalkin vinculó el cambio a los operativos militares de los años ’80. “La gente se asustó. Y lo del ruso se borró: nadie quería hablar ruso”, relató.

Otros testigos también hablaron de secuelas de miedo y desconfianza entre vecinos.

“Vivimos aterrorizados mucho tiempo”, dijo Ana Semikin, quien presenció la detención de su padre. “Sufrir todo eso de buenas a primeras fue muy difícil. No sólo para las familias; fue muy difícil para el pueblo. Convivir con la gente también, porque muchos creían lo que decía el diario, lo que pasaban por la televisión una y otra vez”.

Dos personas pasean en bicicleta frente a la plaza Libertad de San Javier.
BBC
En San Javier quedaron largas secuelas por los abusos que cometieron los militares, según testigos del juicio.

Sergio Onetto, quien fue detenido durante días en 1980 cuando tenía 17 años, sostuvo que “tal vez la peor secuela fue la secuela social”.

“San Javier era un pueblo muy amiguero. Yo entraba y salía de un montón de casas sin golpear la puerta. Y un montón de personas me pidieron que no fuera más”, testificó.

Al año siguiente, Onetto se mudó a Montevideo, donde más tarde se recibiría de psiquiatra. Pero cuando volvía a San Javier de visita, recordó, veía cómo “se les trancó el proyecto de vida” a sus amigos jóvenes que pasaron más tiempo presos.

Uno de ellos es Vladimir Roslik Dubikin, sobrino homónimo del médico asesinado, en quien notó un “deterioro psíquico muy importante” tras salir del penal de Libertad. Hoy vive internado en una casa de salud.

“En mayor o menor medida, todos salimos con secuelas psicológicas”, testificó Macarov. “Las torturas hechas por un ser humano a otro ser humano no creo que se puedan olvidar”.

Susana Zanoniani, una exmaestra del pueblo que fue detenida y torturada en 1980 junto a jóvenes que fueron alumnos suyos, habló como testigo por videoconferencia a sus 80 años y reclamó justicia por las víctimas, “por el que está loco, por los que se mataron, por los que se murieron injustamente”.

“Nada hoy crea una novela de terror como la que hicieron los militares en San Javier”, reflexionó. “Porque fue una novela de terror”.

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