
Cientos de exsoldados colombianos fueron arrastrados a la sangrienta guerra civil de Sudán con promesas de atractivos salarios emiratíes. Pero muchos hallaron la muerte en ese lejano campo de batalla y quienes sobrevivieron están implicados en graves crímenes.
Esta investigación revela cómo los mercenarios colombianos terminaron al otro lado del mundo en una red de guerra, lucro y silencio que se extiende desde los Andes hasta los campos de exterminio en la región sudanesa de Darfur.
“Hasta la fecha no han repatriado su cuerpo”, dijo a la AFP la viuda de unexsoldado colombiano que murió en Sudán, que pidió no dar su nombre ni el de su esposo por temor a represalias.

Este exsoldado de 33 años viajó a Sudán a mediados de 2024. Integraba un grupo que fue enviado por empresarios sancionados por Estados Unidos a este brutal conflicto que deja decenas de millas de muertos y millones de desplazados en riesgo de hambruna.
A partir de testimonios, registros corporativos y verificaciones de imágenes en los campos de batalla, la AFP revela cómo los colombianos refuerzan las filas de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), un grupo paramilitar acusado de genocidio.
Estos son los principales hallazgos:
Sudán se desangra en una guerra entre las FAR y el ejército controlado por el gobierno de facto desde 2023, alimentado por intereses de Emiratos, Egipto, Arabia Saudita e Irán, entre otros.
Mercenarios extranjeros, principalmente de países africanos como Eritrea y Chad, aparecieron en ambos bandos.
Pero la operación más sofisticada es la de los colombianos, codiciados por su experiencia con drones y artillería.
Reciben entre 2,500 y 4,000 dólares mensuales, unas seis veces su pensión en el ejército, según un exmilitar.

En diciembre, el gobierno estadounidense sancionó a cuatro colombianos y sus empresas que integran esta red, sin mencionar el nodo emiratí: la compañía Global Security Services Group (GSSG), con sede en Abu Dabi.
Emiratos niega señalamientos de Sudán y organismos internacionales sobre un supuesto apoyo a los paramilitares. Esto es parte de un “patrón de desinformación” para “distraer del trabajo vital de terminar esta guerra brutal“, dijo un alto funcionario de ese gobierno.
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Familiares de los mercenarios sufren en silencio.
El marido de la viuda colombiana murió tres meses después de su despliegue en Sudán a mediados de 2024, mientras la campaña paramilitar para apoderarse del oeste de Darfur tambaleaba. Durante meses los combatientes sitiaron El Fasher, último bastión del ejército.
Aunque los informes señalan que los rebeldes son decenas de millas, tienen poca experiencia y equipamiento. Son hábiles en brutales incursiones, no en operaciones de largo alcance como los colombianos.

Con apoyo de los sudamericanos, según Estados Unidos, la milicia tomó El Fasher en octubre en medio de informes de ejecuciones masivas, secuestros y violaciones.
Videos geolocalizados por la AFP muestran a colombianos dentro y alrededor de la ciudad antes de la toma.
En un vehículo blindado, atraviesan las ruinas ennegrecidas del campamento de refugiados de Zamzam mientras escuchan reguetón. “Está destruido”, dice uno con acento colombiano.
El campamento fue invadido en abril por los milicianos. Más de 400,000 habitantes huyeron y hasta mil fueron asesinados en lo que los sobrevivientes califican de masacres étnicas.
Otras imágenes muestran al hombre con acento colombiano posando junto a niños con fusiles de asalto. En otros sus compañeros enseñan a un combatiente a disparar un lanzacohetes.
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Fotografías posteriores muestran el cadáver ensangrentado del hombre, señalado como “comandante” e identificable por sus rasgos faciales y aparato dental.
El gobierno sudanés afirma que hasta 80 colombianos se unieron al asedio desde agosto y que al menos 43 fueron abatidos.
Según la cancillería colombiana, varios fueron “engañados” por “redes de trata de personas”.
A un año de su retiro, un suboficial colombiano especialista en drones recibió un inusual mensaje en WhatsApp: “¿Algún veterano interesado en trabajar? Buscamos reservistas de cualquier fuerza”.
El exmilitar de 37 años, que contó su historia a la AFP bajo anonimato, dijo que solicitó información. Alguien que se identificó como excoronel de la fuerza aérea le dijo que la oferta era en Dubái, por un sueldo mensual de 4,200 dólares.
Cada año, miles de soldados colombianos se jubilan jóvenes y con pensiones bajas. Algunas encuentran oportunidades en la boyante industria de seguridad privada del Golfo.
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El exmilitar ayudó. Pero en una llamada posterior le dijeron que Dubái solo sería una escalada de dos meses para “entrenamiento”. Luego sería enviado a “África” para misiones de reconocimiento con drones.
Como sospechaba, contactó a un amigo en una compañía de seguridad en Emiratos. Este le advirtió que probablemente terminaría en Sudán.
Resuelto retractarse. No quiso “hacerle daño a personas que están del lado de la ley“, dijo.

Pero muchos compatriotas aceptaron y emprendieron viajes que parecen diseñados para ser secretos, aunque algunos combatientes son más cuidadosos que otros.
Uno de ellos, el exmilitar Christian Lombana, documentó en redes sociales su viaje hasta Sudán vía Francia y Abu Dabi.
Bellingcat, un grupo de investigadores que utiliza datos públicos disponibles en internet, señala fotografías que lo sitúan en el sureste de Libia, en una zona controlada por el comandante Jalifa Haftar, que tomó el poder con apoyo emiratí.
Desde que comenzó la guerra en Sudán, su territorio ha sido un corredor vital para los paramilitares de las FAR, vía el suministro de armas, combustible y combatientes.
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Días después de su posteo en TikTok, el convoy de Lombana fue emboscado en el desierto de Darfur.
Un video compartido por un combatiente rival que se tornó viral muestra los documentos de Lombana esparcidos por la arena junto a fotos de familiares. En su pasaporte aparecen sellos de entrada a Emiratos y Libia.
El gobierno colombiano nunca confirmó la muerte de Lombana.
Otros mercados, aún vivos e identificados por la AFP, publicaron recientemente fotos en Dubái, Abu Dabi y varias ciudades europeas.
Uno subió a TikTok videos con uniforme militar en el desierto. Otro se autodefine como “mercenario” en Instagram.
Documentos y testimonios apuntan al excoronel colombiano Álvaro Quijano como coordinador del negocio.
Según un antiguo socio que habló con la AFP, el alcalde retirado Omar Rodríguez, Quijano “suspendió” la operación tras reveses militares en 2024. Luego la reanudó con modificaciones.
Recientemente, los mercados comenzaron a transitar por Bosaso, en Somalia, cuyo aeropuerto alberga una base militar gestionada por Emiratos.

Residentes de la zona dijeron a la AFP que han visto pelotones de extranjeros uniformados allí.
Bosaso está en Puntlandia, una región semiautónoma de Somalia donde Abu Dabi ha entrenado, armado y financiado a una fuerza marítima de la autoridad local desde 2010, según expertos de la ONU.
Fuentes de seguridad afirman que militares emiratíes están estacionados en una zona acordonada del aeropuerto.
En noviembre surgieron informes sobre una filtración en el sistema de visas somalí que expusieron datos personales de unas 35,000 personas, incluidos algunos colombianos que viajaron a Sudán.
“Tenemos que investigar y estamos en ello”, dijo a la AFP el asesor de seguridad nacional de Somalia, Awes Hagi Yusuf. Destacó la necesidad de evidencias firmes y de mantener buenas relaciones con los Emiratos.
El ministro de Defensa somalí declaró ante el Parlamento qué aviones han volado desde Bosaso “hacia Chad y Níger, con rumbo al oeste de Sudán”.
Un habitante que frecuenta el aeropuerto por trabajo dijo haber visto, entre marzo y julio, a grupos de hombres extranjeros de piel clara “de entre 30 y 40 años, con complexión militar, alineados y transportados en aviones de carga“.
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Indicó que a menudo eran escoltados hacia una sección del aeropuerto que aloja a militares emiratíes.
Ali Jama, otro residente local, dijo que vio en abril cómo extranjeros con equipo táctico abordaban una aeronave de carga.
Imágenes satelitales y rastreadores de vuelos muestran constante actividad de aviones Ilyushin IL-76D en esa pista, iguales a otros identificados por la AFP en bases aéreas en Emiratos y Libia.
Varias familias colombianas de mercenarios muertos en Sudán luchan por cobrar un supuesto seguro de vida. Esa remota esperanza las ahuyenta de dar declaraciones.
La semana pasada, Estados Unidos sancionó al excoronel Quijano y a su esposa Claudia Oliveros por ser figuras clave de una “red transnacional” que recluta colombianos “para luchar junto al grupo paramilitar sudanés”.
“Desde septiembre de 2024, cientos de exmilitares colombianos han viajado a Sudán para luchar junto a las FAR”, dijo el Departamento del Tesoro. Precisó que algunos han entrenado a menores de edad para el combate.
El exalcalde Omar Rodríguez fundó A4SI como una agencia de empleo en 2017. Buscó asociarse con el excoronel Quijano pues, según él, tenía mejores conexiones emiratíes.

En 2022, ahogado en deudas, Rodríguez vendió sus acciones a la esposa de Quijano, actual propietaria de la agencia.
El exalcalde habló con la AFP en un intento de limpiar su nombre de una operación “ilegal” de “trata” de personas que pretenden “colocar 2,500 hombres” en Sudán.
La AFP obtuvo 26 documentos firmados por colombianos en Libia, en los que autorizan a la firma emiratí GSSG a pagar sus salarios a través de una empresa registrada en Panamá por Oliveros.
Un contrato como “guardia de seguridad” advierte sobre consecuencias “civiles y penales” en Emiratos en caso de romper la confidencialidad.
Registros corporativos emiratíes de 2018 muestran al empresario Mohamed Hamdan Alzaabi como propietario de la compañía GSSG, descrito en su sitio web como “el único proveedor de servicios de seguridad privada armada para el gobierno emiratí”.
GSSG sacó recientemente de su sitio web una sección que enumeraba a tres de sus clientes: el ministerio del Interior emiratí, la cancillería y el ministerio de Asuntos Presidenciales.
Ni GSSG ni sus redes asociadas en Latinoamérica como A4SI accedieron a hablar con la AFP.
Emiratos niega su participación en la guerra a través del apoyo a los paramilitares, pese a informes de expertos de la ONU, legisladores estadounidenses y organizaciones internacionales que señalan lo contrario.
“Emiratos Árabes Unidos rechaza categóricamente (…) cualquier acusación de haber suministrado, financiado, transportado o facilitado” recursos para alimentar el conflicto “a través de cualquier canal y corredor“, respondió un funcionario emiratí consultado sobre esta investigación.

Según diplomáticos y analistas, el reino tiene intereses en los yacimientos de oro, las fértiles tierras agrícolas y la posición estratégica de Sudán, con una extensa costa sobre el Mar Rojo.
El Congreso de Colombia aprobó recientemente una ley que prohíbe el reclutamiento de mercenarios, tras décadas de informes sobre exmilitares que participan en conflictos como los de Haití, Afganistán y Ucrania.
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Pero llega tarde para un joven de 25 años caído en combate en Sudán a finales de 2024.
“Ya las cenizas llegaron a Colombia”, dijo a la AFP una mujer que se identificó como su prima.

“El camino de ida puede ser largo, pero está lleno de esperanza. Sin embargo, el regreso es más difícil”, cuenta Sasha.
Sasha viaja en un tren nocturno que se adentra en una zona de guerra. La joven de 22 años va en el llamado “tren del amor”, que parte desde la capital ucraniana, Kyiv, para encontrarse con el hombre que ama en Kramatorsk, una ciudad en la región de Donetsk, en el este del país. El reencuentro será muy esperado, pero también breve.
Mientras toma su café de la mañana, Sasha le dice a BBC News: “No me preocupo por mí misma, sino por mi esposo. En este momento, él está saliendo de su posición”.
El viaje es agotador y muy peligroso, pero para Sasha, vale la pena el esfuerzo. “El camino de ida puede ser largo, pero está lleno de esperanza. Sin embargo, el regreso es más difícil”, comenta.
Desde el 5 de noviembre de 2025, Ferrocarriles Ucranianos ha suspendido los servicios de tren en Donetsk debido a la intensificación de los ataques contra la infraestructura ferroviaria. Ahora, el tren no se detiene en la propia Kramatorsk, sino en un pequeño pueblo que se encuentra a dos horas en autobús de la ciudad.
“Y durante ese transbordo, cualquier cosa puede pasar”, dice Sasha. “Pero es bueno que los trenes sigan funcionando, porque eso da esperanza”, añade.
Sasha se casó en agosto de 2025.
“Dmytro me lo dijo de inmediato: serás mi esposa. No le creí. No tenía planeado casarme antes de los 25 años”, dice ella con una sonrisa.
Su esposo es militar de carrera. Siete de sus 26 años de vida los ha pasado en las fuerzas armadas de Ucrania. Sasha también tiene vínculos con el ejército. “Todos los hombres de mi familia sirven. Mi padre es policía, pero después de jubilarse también se unió a las fuerzas armadas. Mi hermano mayor también está en el ejército”, explica.
Sasha viaja a Kramatorsk casi todos los meses. Desearía poder hacerlo con más frecuencia, pero para Dmytro es difícil conseguir permisos.
Después de la boda, Sasha llegó a considerar mudarse a Kramatorsk. “Hablamos de ello a principios de septiembre. Y hace un mes, volvimos a hablarlo. Y hace una semana. Hablamos de eso todo el tiempo, pero obviamente ahora no es posible porque Kramatorsk es peligrosa”, explica.
Dmytro elige zonas relativamente tranquilas y seguras para sus breves reencuentros, pero aún así, la ciudad sigue siendo “muy ruidosa” y hay “muchos ataques”. “Cuando él duerme a mi lado, no tengo miedo a nada”, añade Sasha.
El tren que toma desde Kyiv es de alta velocidad. Pero ese día, tiene un retraso de al menos dos horas.
“Va rápido hasta Poltava, pero una vez que llegamos a la región de Járkiv, tenemos que dar rodeos debido a los bombardeos a la infraestructura. Nunca se puede estar seguro de cuándo llegaremos. La gente se va enterando sobre la marcha”, explica el inspector del tren.
A veces el viaje se complica aún más después de que el tren llega al final del trayecto en la ciudad de Barvinkove. En una ocasión, el autobús estaba estacionado lejos de la estación y, finalmente, se marchó sin ella.
“Vi a una taxista”, recuerda Sasha. “Simplemente la convencí para que me llevara a Kramatorsk. Condujimos a través de la niebla durante unas tres horas. La carretera estaba llena de baches”.
“Lo único que me ayuda a seguir adelante es el sentido común: que todavía estamos vivos, hay comunicación, transporte y podemos vernos”, dice Sasha con una sonrisa.
Y después de cada encuentro, comienza a prepararse para el siguiente.
En el andén de Barvinkove, la gente desembarca con cautela. La niebla del atardecer añade atmósfera y, para algunos, una sensación de calma. “Cuando hay niebla, vuelan menos drones”, se susurran las abuelas entre sí.
En la oscuridad, quienes bajan del tren no están muy seguros de hacia dónde ir. La única opción es seguir a la multitud, compuesta en su mayoría por personas vestidas de camuflaje.
Un hombre con barba abraza suavemente a una chica con una chaqueta blanca. Me acerco a la pareja para charlar.
“Tomé valeriana para no llorar. La última vez lloré todo el tiempo y no pudimos despedirnos adecuadamente”, dice Polina, quien conoció a Andriy en un autobús hace cuatro meses. Él se dirigía a alistarse en el ejército. Ella regresaba a casa desde la costa.
Polina tiene 24 años y esta es su primera visita a Kramatorsk. Antes Andriy solía viajar a Kyiv los fines de semana.
“No llevamos mucho tiempo juntos y realmente ansiamos este tiempo a solas. En un momento dado, le dije a Andriy que ya no me importaba: vendría aunque fuera por medio día, solo para tomar un café juntos”, comenta ella.
Finalmente, a Andriy le dieron un pase de fin de semana, y Polina compró un billete de tren.
“Las relaciones a larga distancia son difíciles”, admite Polina. “Cuando Andriy no responde, empiezo a preocuparme de inmediato… pero puede que simplemente se esté duchando o algo así. Además, cada vez que nos vemos, siento que tenemos que volver a acostumbrarnos a la presencia física del otro, porque no nos conocemos desde hace tanto tiempo”.
El peligro es constante. Temprano por la mañana, cuando el tren de Polina llegó de vuelta a Kyiv, escuchó explosiones en el andén. Esa noche, la capital había soportado una de sus alertas de ataque aéreo más largas: más de 10 horas. Más tarde se confirmó que hubo decenas de heridos y dos muertos.
Mientras tanto, los trenes que llevan a las parejas a las ciudades de primera línea también alejan a las familias de ellas. Las autoridades locales instan regularmente a la población a marcharse por seguridad. El frente de batalla está a solo 20 km de las ciudades de Kramatorsk y Sloviansk. Ambas están bajo constantes bombardeos y también al alcance de los drones.
Cada día, unas 200 personas llegan al centro de evacuación en el límite de las regiones de Járkiv y Donetsk en busca de seguridad.
Algunos viajan en sus propios vehículos con un plan claro para su vida futura. Otros esperan el tren de evacuación de los Ferrocarriles Ucranianos, aunque con retraso debido a los constantes ataques rusos acabará por llegar.
“Ya estoy deseando que llegue el próximo encuentro”, dice Sasha con nostalgia. “Simplemente no hay tiempo para las lágrimas ni para la desesperación”.
Con reportería adicional del equipo de periodismo global de la BBC.
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