
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, insistió que consideraría llevar a cabo acciones militares contra México y Colombia, similares a las que ha realizado en Venezuela, como parte de su estrategia para combatir el narcotráfico.
En entrevista para Politico, el mandatario republicano fue cuestionado directamente sobre si aplicaría medidas similares a las operaciones contra embarcaciones narcotraficantes en México y Colombia. Trump respondió que sí lo haría.
-“Entonces, ¿consideraría hacer algo similar con México y Colombia que son aún más responsables del tráfico de fentanilo?”- preguntó la periodista Dasha Burns.
-“Sí, lo haría. Claro”- contestó el presidente estadounidense.

La postura del republicano surge en el contexto de una estrategia agresiva contra el flujo de drogas. Trump enfatizó que la droga que ingresa a Estados Unidos por vía marítima se ha reducido en un 92 % gracias a las operaciones militares
Estas acciones, que incluyen el ataque a embarcaciones, dijo que salvan un promedio de “25 mil vidas estadounidenses cada vez que destruimos un barco”.
El pasado 2 de diciembre, el presidente amagó con ataques a Colombia y “cualquier país” que produzca y venda drogas a Estados Unidos, no solo a Venezuela, donde ha incrementado su presión durante los últimos meses con despliegue militar en el Caribe
En declaraciones desde la Casa Blanca, el republicano señaló a Colombia por la presunta producción de cocaína luego de ser cuestionado por posibles ataques terrestres contra cárteles de la droga.
Trump respondió que cualquier país que produzca y venda drogas a Estados Unidos podría ser blanco de ataques.
“He oído que Colombia produce cocaína. Tiene plantas de fabricación de cocaína y luego nos venden su cocaína (…) Cualquiera que haga eso y la venda a nuestro país está sujeto a ataques”, sentenció.
En ese sentido, puntualizó que las agresiones no solo serán para Venezuela, pues señaló que otros países “también lo hacen”, refiriéndose al tráfico de droga y al presunto “envío de narcotraficantes” a Estados Unidos.

Ese mismo día, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, pidió a Estados Unidos respetar la “soberanía” de su país, en respuesta a una declaración del mandatario Trump en la que dijo no descartar ataques a suelo colombiano para frenar el narcotráfico.
“No amenace nuestra soberanía, porque despertará el Jaguar. Atacar nuestra soberanía es declarar guerra, no dañe dos siglos de relaciones diplomáticas”, dijo en X el mandatario izquierdista en medio de la peor crisis entre Bogotá y Washington que rompió décadas de amistad.
La Casa Blanca lanzó una ofensiva militar en el Caribe y el Pacífico bajo el argumento de atacar embarcaciones del narcotráfico, con bombardeos que ya dejan más de 80 muertos desde septiembre.

El acuerdo regula cómo ambas naciones deben repartirse el agua de los ríos Bravo y Colorado, que forman parte del límite territorial entre ambas.
La disputa sobre la implementación de un tratado firmado en 1944 que regula cómo Estados Unidos y México deben repartirse el agua de los ríos Bravo y Colorado, vuelve a intensificarse.
El presidente Donald Trump anunció este lunes que dio luz verde a la documentación para imponer un arancel del 5% a los productos procedentes de México si el país vecino “continúa incumpliendo” el tratado.
En un mensaje publicado en su red Truth Social, el mandatario subrayó que México debe más de 986 millones de metros cúbicos de agua a EE.UU. y estableció el 31 de diciembre como el plazo para que México entregue más de 246 millones de metros cúbicos de agua.
“Cuanto más tarde México en liberar el agua, más perjudicados resultarán nuestros agricultores”, advirtió Trump, instando al gobierno de Claudia Sheinbaum a “solucionar ya” la cuestión.
La implementación del tratado ha generado en el pasado fuertes protestas de agricultores mexicanos, según los cuales la extracción de agua para EE.U. en tiempos de sequía amenaza seriamente su medio de vida.
En abril, Trump ya había amenazado a México con aranceles e incluso sanciones por el tema del agua.
“México está incumpliendo su obligación. Esto …perjudica gravemente a los agricultores del sur de Texas”, escribió entonces Trump en su plataforma Truth Social.
“El mes pasado detuve los envíos de agua a Tijuana hasta que México cumpla con el Tratado de Aguas de 1944… y seguiremos intensificando las consecuencias, incluyendo aranceles y, quizás, incluso sanciones, hasta que México cumpla con el tratado y le dé a Texas el agua que le corresponde”, agregó.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, respondió en ese momento a Trump con un mensaje en su cuenta oficial de X.
“El día de ayer fue enviada al subsecretario del Departamento de Estado de Estados Unidos una propuesta integral para atender el envío de agua a Texas dentro del tratado de 1944, que incluye acciones de muy corto plazo. Han sido tres años de sequía y, en la medida de la disponibilidad de agua, México ha estado cumpliendo”.
“He instruido a los secretarios de Agricultura y Desarrollo Rural y Relaciones Exteriores, así como a la secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales que de inmediato hagan contacto con la Secretaría de Agricultura y el Departamento de Estado del gobierno de Estados Unidos. Estoy segura que, como en otros temas, se llegará a un acuerdo”, dijo la mandataria en abril.
De alguna manera, se podría decir que el llamado Tratado de la Distribución de las Aguas Internacionales firmado por México y EE.UU. en 1944 tiene su origen en otro acuerdo alcanzado casi un siglo antes de esa fecha.
El Tratado de Paz, Amistad, Límites y Arreglo Definitivo (más conocido como Tratado de Guadalupe Hidalgo), firmado en 1848 al final de la guerra entre ambos países iniciada por la disputa de Texas, fue el que estableció que México cedería a EE.UU. más de la mitad de su territorio en aquel entonces.
Pero además, también fijó la frontera entre ambos países en el río Bravo -conocido como río Grande por los estadounidenses- y cuyas aguas han sido centro de conflicto en Chihuahua.
La ubicación estratégica del río hacía necesario un plan de distribución entre ambos actores. Tras años de negociación y varias propuestas fallidas, México y EE.UU. firmaron en Washington el tratado vigente en la actualidad.
Según el acuerdo, México se queda con dos tercios de la corriente principal del Bravo y cede a su vecino el resto, que no podrá ser menor de unos 432 millones de metros cúbicos (Mm3) anuales.
Como contraparte, EE.UU. cede a México cada año 1.850 Mm3 del río Colorado, que en su mayoría se encuentra en suelo estadounidense pero que también pasa por la frontera entre ambos países hasta desembocar en el golfo de California, entre los estados mexicanos de Baja California y Sonora.
El acuerdo también establece que la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA), un organismo binacional, es el encargado de resolver las posibles diferencias en materia de límites.
El pacto estipula que EE.UU. cumplirá con su entrega de agua cada año, mientras que México podrá hacerlo en períodos de cinco años.
“Es de los mejores acuerdos que se han logrado en la historia con relación a EE.UU.”, afirmó en 2020 el expresidente Andrés Manuel López Obrador.
Reformar o actualizar las condiciones de un tratado que fue firmado hace 76 años podría ser una de las opciones para tratar de solucionar conflictos.
Pero algunos analistas consideran que tanto los litros de agua acordados como la posibilidad de entregar su parte cada cinco años en lugar de anualmente son ventajas que México no debería perder.
Para los agricultores del lado mexicano de la frontera, lo que está en juego en tiempos de sequía agravada por el cambio climático, es algo mucho más inmediato que los vaivenes diplomáticos entre ambos países.
Los enfrentamientos de 2020 entre agricultores y la Guardia Nacional en Chihuahua tuvieron lugar tras la decisión del gobierno de extraer agua de la presa de la Boquilla para cumplir el tratado con EE.UU.
En ese entonces, el vocero de los agricultores, Salvador Alcantar, presidente de la Asociación de Usuarios de Riego de Chihuahua (Aurech), señaló que estaba en riesgo el futuro de unas 20.000 familias que viven del campo en la región.
Alcantar compartió con BBC Mundo uno de sus mayores temores:
“En 1995 no se abrieron las presas para sembrar y hubo una migración masiva desde nuestros municipios. Los hombres en edad productiva se marcharon para dar sustento a la familia, fue una desintegración familiar fuerte que aún estamos sufriendo”, recuerda.
“Y ese es el problema social que podemos volver a ver si no sembramos el año próximo”.
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