La venta de mezcales de sabor es un emprendimiento mediante el cual muchas familias de Chilpancingo y de otras partes de Guerrero se sostienen económicamente.
Es el caso de la familia Correa Catalán, a la que la venta de mezcal les permitió dar a sus hijos educación básica y sostener sus estudios superiores.
El historiador y promotor cultural, José Luis Correa Catalán, contó que este emprendimiento juega un papel central en la economía de su familia por varias generaciones.
La familia Correa es pionera en la creación de los mezcales de sabor, los cuales son distintos a las cremas de mezcal, pues su preparación y sabor son diferentes.
En los mezcales de sabor se halla el sabor puro del mezcal con fruta natural, mientras que, en las cremas, el mezcal se esconde detrás de leche hervida y azúcar.
Ya sea natural, de sabor o en cremas, el mezcal es por excelencia la bebida favorita de los guerrerenses.
La familia Correa hizo populares los mezcales de sabor lima, limón, maracuyá y anís. Éstos fueron los primeros que vendieron en su casa, conocida ampliamente como El Calehual, un espacio que se transformó en un museo urbano, con una colección de máscaras.
Después del auge que tuvo la familia al vender sus mezcales de sabor, otros mezcaleros comenzaron a experimentar con diferentes frutas y pulpas.
Después de un tiempo, se podía hallar mezcales de sabores como nanche, jamaica, tamarindo, así como cremas de mezcal de chicle, mazapán y chocolate.
Los precios varían según la calidad del producto, pero no se puede negar que el sabor dulce hace que más de uno se confíe y tome más de un caballito.
Así como la venta de mezcales creció, también los vendedores. Para algunos es una aventura emprender, para otros es una necesidad.
Paola Martínez Carranza inició su emprendimiento hace siete años, cuando su padre los abandonó a ella, a su madre y su hermano menor. Estaba en la preparatoria y las ganas de estudiar no se iban.
Le comentó a su mamá que para aliviar algunos gastos comenzaría a emprender. “Mi mamá pensó que mi negocio iba a ser vender dulces afuera de la escuela, pero yo había visto videos de como hacer mezcales de sabores”, contó Paola.
La joven le pidió a su mamá apoyarla y comprar 10 litros de mezcal, con eso comenzaría su venta. Compró jamaica, maracuyá y coco. Hizo unas etiquetas con el nombre Mezcales Carranza y decidió que el abondono de su papá y la falta de dinero nunca sería impedimento para no seguir sus sueños.
Hace un año terminó sus estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Guerrero (Uagro). Su mezcal se vende en Cocula, Coyuca de Benítez y Chilpancingo.
“Es un negocio noble, inviertes poco y puedes ganar mucho”, dice Paola Carranza, quien con su emprendimiento financió su carrera de medicina.
Cuando son mujeres las que están al frente de ese emprendimiento son ellas mismas quienes los preparan.
“Pruébalos; yo los hago con fruta natural y el mezcal es el del bueno”, aseguró una vendedora.
Lo cierto es que estos mezcales saben bien. El sabor fuerte del mezcal se suaviza. La fruta y el toque frío que permite saborear la bebida como si fuera un coctel hace pedir más de uno.
Para los guerrerenses la venta de mezcal significa libertad financiera y de tiempo.
La localidad es la tercera más grande de Baja California y tiene una próspera comunidad de extranjeros.
La unida y pacífica comunidad de surfistas del puerto mexicano de Ensenada está en shock.
Tres surfistas extranjeros -dos hermanos australianos, Callum y Jake Robinson, y su amigo estadounidense, Jack Carter Rhoad- estuvieron en la zona apenas unos días antes, donde disfrutaron de algunos de los mejores lugares para practicar surf en América del Norte al inicio de lo que se suponía iba a ser el viaje de sus vidas.
Ahora, sus familias esperan a la repatriación de sus cuerpos después de que fueran brutalmente asesinados en un lugar de acampada.
Planeaban tomar una ruta muy concurrida, partiendo de Ensenada, en el estado de Baja California, e ir surfeando y acampando a lo largo de la costa del Pacífico hasta llegar a Rosarito, más al norte.
Lamentablemente nunca llegaron a su alojamiento.
En vez de eso, tras varios días desaparecidos, sus cuerpos fueron encontrados en un pozo a varios kilómetros de la zona de acampada y su camioneta, quemada.
Cada hombre recibió un disparo en la cabeza, dijeron las autoridades. Esto provocó escalofríos en la comunidad de surfistas locales.
Las implicaciones de la violencia todavía reverberan en la tranquila localidad costera.
“Es difícil. La verdad es que siempre me sentí segura aquí”, dijo Jessica, una estadounidense de San Diego que ahora vive cerca de Ensenada, con su traje de neopreno aún goteando por el oleaje matutino.
En varios momentos de sus 500 años de historia, Ensenada estuvo repleta de visitantes procedentes de Estados Unidos.
Durante los años de la Prohibición a principios del siglo XX, la economía de la ciudad recibió un impulso particular por parte de los estadounidenses que venían al sur en busca de licor legal.
Hoy en día es la tercera ciudad más grande del estado con una industria turística en auge y una próspera comunidad de expatriados.
Miles de extranjeros -desde jubilados de cabello plateado hasta nómadas digitales- se han instalado en la ciudad para disfrutar de sus propiedades frente al mar, su clima cálido y su atmósfera relajada en medio del creciente costo de vida en Estados Unidos.
Y, por supuesto, atrae a un gran número de surfistas cada año.
La región de la Bahía de Todos los Santos en su conjunto es un paraíso para los surfistas. Lugares como la playa de San Miguel y la isla de Todos Santos son reconocidos entre la comunidad de los amantes del surf y en este último se celebró una competencia importante, el Billabong XXL.
Por todo ello, lo más probable es que los tres hombres asesinados tuvieran poca o ninguna inquietud a la hora de emprender su viaje. Y entre sus compañeros, pocos son los que les habrían advertido contra ello, más allá de decirles que tuvieran cuidado.
Jessica, la estadounidense de San Diego, dijo que vino al pueblo costero a surfear con su marido. Llevan a cabo programas para jóvenes de la comunidad de surf local, “muy simpática y genial”.
“Obviamente, tomamos precauciones e investigamos cuidadosamente adónde vamos antes de ir. Pero aquí es tan hermoso y la gente es tan amable que tenemos la intención de surfear por toda la costa mientras vivamos aquí”, dijo.
Algunos surfistas mexicanos sitúan los asesinatos en el contexto de la violencia constante que sufre la región.
Si bien los jóvenes nunca esperaron encontrar un destino tan espeluznante por el simple hecho de perseguir lo que amaban, sus asesinatos son un crudo recordatorio del grado de criminalidad existente en los estados del norte de México.
“Esta es la lucha que tenemos y es importante que no sea silenciosa. Tenemos que seguir llamando la atención sobre estos problemas, protestar y marchar, alzar la voz y pedir el fin de la impunidad”, dijo a la BBC Paulina Rodríguez, surfista y residente de Ensenada.
Poderosos carteles de la droga libran una guerra territorial por las “plazas”, las rutas del narcotráfico y tráfico de personas hacia el norte y de armas ilegales hacia el sur. Se trata de una industria multimillonaria para los carteles que operan a lo largo de la frontera, y los extranjeros se han topado con el crimen organizado en México en numerosas ocasiones.
Francisca Acosta, una surfista mexicana más joven, se hizo eco de la preocupación por la impunidad de los delitos violentos en México.
“(Los asesinatos) hablan de un problema mayor en Baja California y en todo México”, dijo con un suspiro. “La impunidad es un enorme problema. Las desapariciones y los crímenes violentos se están acercando cada vez más a casa”.
Los más pobres del país son los más vulnerables, afirmó.
“Si esto le puede pasar a los turistas, le puede pasar a cualquiera. A medida que el crimen organizado va en aumento en la sociedad, se siente el miedo en las calles”.
Las autoridades locales actuaron con rapidez tras la muerte de los surfistas.
Tres personas fueron arrestadas en relación con estos asesinatos, incluida una mujer que tenía en su poder el teléfono celular de uno de los hombres.
La línea de investigación que manejan las autoridades estatales de Baja California es que los detenidos intentaron robar el vehículo del grupo, posiblemente para obtener las llantas. Pero, al encontrar resistencia, los atacantes mataron a los surfistas antes de quemar sus carpas y tratar de esconder los cuerpos.
La fiscal general del estado, María Elena Andrade Ramírez, dijo que su fiscalía llevará a cabo una investigación exhaustiva de “estos lamentables hechos hasta que los responsables sientan todo el peso de la ley”.
En algunos aspectos, los hechos violentos en Baja California recuerdan al secuestro de cuatro estadounidenses -dos de ellos asesinados- el año pasado en Matamoros, en el estado de Tamaulipas.
Al igual que el asesinato de los surfistas, atrajo una atención similar de los medios internacionales que obligó a las autoridades a actuar con rapidez.
También generó cierta inquietud expresada en las plataformas de redes sociales sobre la velocidad y el alcance de la operación para encontrar a estos turistas cuando se estima que hay 100.000 personas consideradas desaparecidas en México, cuyo destino -se supone- también fueron fosas poco profundas en la aparentemente interminable guerra del narcotráfico en el país.
Sin embargo, estas quejas no tienen en cuenta la presión diplomática entre bastidores que ejercen sobre el gobierno mexicano sus socios, en este caso Australia y Estados Unidos.
A su vez, es posible que el gobierno federal de México presionara a las autoridades locales para que actúen con rapidez.
El escrutinio de los medios, con equipos de periodistas de Australia y Estados Unidos llegando a Baja California, también aumenta la urgencia de que las autoridades actúen y, aunque es poco probable que se expresen públicamente durante esta investigación, el efecto potencial de estos titulares negativos y violentos sobre el turismo bien puede estar en juego para lograr una rápida resolución.
Lejos de tan frías consideraciones políticas, la comunidad surfista realizó una “remada” en Ensenada en memoria de los asesinados.
Fue una despedida digna y sentida en las mismas aguas en las que atraparon algunas de sus últimas olas, antes de ser víctima de la criminalidad violenta de México, que ha arrastrado a tantas otras víctimas antes que ellos.
Información adicional de Iván Gallardo en Ensenada.
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