Familiares de los surfistas extranjeros que fueron reportados como desaparecidos en Baja California, ya identificaron los cuerpos encontrados en un pozo ubicado en Ensenada.
“Nos informa la Fiscalía General del Estado de Baja California que las familias de los ciudadanos extranjeros no localizados confirmaron la identidad de los cuerpos rescatados al sur de Ensenada”, dio a conocer la gobernadora del Estado, Marina del Pilar.
De acuerdo con la Fiscalía, los familiares identificaron a Jake y Callum Robinson, hermanos provenientes de Australia, así como a Carter Rhoad, originario de Estados Unidos.
A través de sus redes sociales, la gobernadora aseguró que ya solicitó la estricta coordinación entre los tres órdenes de gobierno para que se investigue con claridad el caso.
“Reitero mi solicitud de que, en estricta coordinación entre los tres órdenes de gobierno, el caso se investigue con claridad y efectividad para esclarecer todas las dudas alrededor de estos hechos, además, hago un llamado al Poder Judicial del Estado para que aplique la ley con todo rigor contra los responsables de estos lamentables acontecimientos”; escribió.
Luego de que se confirmó que los cuerpos encontrados en Ensenada spn de los tres jóvenes extranjeros, la Secretaría de Relaciones Exteriores expresó sus condolencias a las familias.
“La Cancillería se solidariza con los familiares de las víctimas ante este trágico acontecimiento y lamenta profundamente el desenlace de los hechos”; dio a conocer la dependencia a través de un comunicado.
Horas antes del anuncio de la gobernadora, la titular de la Fiscalía de Baja California, María Elena Andrade Rodríguez, informó que los cuerpos encontrados en Ensenada tenían disparos en la cabeza.
En conferencia de prensa este domingo 5 de mayo, la fiscal señaló que los cadáveres “presentan un orificio en la cabeza por proyectil de arma de fuego”.
La Fiscalía de Baja California recordó que el 27 de abril, amigos y familiares dejaron de tener comunicación con los tres surfistas extranjeros y el día 30 fue cuando se presentó la denuncia formal de desaparición ante la dependencia.
El primer punto donde las autoridades encontraron indicios del posible paradero de los surfistas fue en un paraje en la delegación de Santo Tomás. En el lugar, despoblado y sin señal, había evidencias como varillas de casas de campaña, restos del material de las casas, un casquillo de arma de fuego, galones de plástico, manchas hemáticas y huellas de arrastre de bultos pesados.
“Esto nos hace pensar que habían sido agredidos y desde ahí dudábamos de la localización con vida, por encontrar las huellas hemáticas y de arrastre en dicho lugar”, mencionó la fiscal estatal.
Posteriormente, cerca de la zona del campamento se localizó un pozo de aproximadamente 15 metros donde había tres cuerpos los cuales fueron extraídos tras varias horas de trabajo.
De igual manera, la fiscal del estado señaló que previo a la localización de los cuerpos y gracias a las acciones de la dependencia, fue hallada la camioneta en la que se transportaban los turistas. El vehículo lo encontraron incinerado y en un punto muy lejano a donde habrían ocurrido los asesinatos.
La Fiscalía dijo que la principal línea de investigación es que se trató de un robo “que se salió de control” y hay tres personas detenidas: dos por posesión de metanfetamina, que pudieran estar relacionadas de forma directa o indirecta, y puestas a disposición de la Fiscalía General de la República (FGR), y una más por el delito de desaparición.
“Todavía no tenemos una teoría de qué fue lo que paso. Estimamos que se fueron a acampar a ese lugar, pasan los agresores a bordo de un vehículo y al tener a la vista el vehículo de las víctimas se acercan con el ánimo de apoderarse para extraer las llantas y otras piezas. Al acercarse y sorprender a estas personas seguramente hubo resistencia”, dijo la fiscal de acuerdo con lo establecido por el área de Servicios Periciales.
La fiscal señaló que no “estiman” un ataque de la delincuencia organizada como una línea de investigación, a pesar de que la región es ubicada como zona de trasiego de droga.
La Fiscalía informó que en el pozo donde fueron localizados los tres cuerpos de los surfistas había un cuarto cadáver, el cual “no guarda relación con estos acontecimientos”.
Sobre este cuarto cuerpo, la dependencia dijo que se trabaja en la identificación y en saber si tiene relación con alguna otra investigación que se lleve a cabo.
En la conferencia de prensa, la fiscal María Elena Andrade Rodríguez dijo que en caso de que alguien se vaya a internar a un lugar “sobre todo donde no hay comunicación” hay que avisar por seguridad a alguien o a las autoridades.
“Hay que avisar a alguna persona conocida, si no es que a la autoridad, cuando se vayan a internar a un lugar sobre todo donde no hay comunicación para mayor seguridad, o poder en su caso dar el seguimiento de alguna localización. Esa sería una recomendación, creo, en cualquier parte del mundo”, dijo.
De igual manera señaló que los padres de los turistas extranjeros comentaron que los jóvenes ya habían venido anteriormente a México a pasear y practicar surf, y que “entienden que lamentablemente se internaron en un lugar inhóspito donde no había manera de pedir auxilio”.
Tras el caso de los surfistas extranjeros desaparecidos en Ensenada, la comunidad que practica este deporte así como sociedad en general se manifestaron en el puerto en exigencia de seguridad.
Los manifestantes se congregaron en la Plaza Cívica de la Patria y recorrieron diversas calles lanzando consignas y con mensajes escritos en cartulinas y en tablas de surfear.
Al grito de “¡Queremos seguridad!”, jóvenes, familias, mujeres y niños exigieron que se esclarezca el caso de los turistas y que se garantice la seguridad para todos los habitantes del estado y de quienes lo visitan.
También rindieron un homenaje en memoria de los dos hermanos australianos y el surfista estadounidense.
Es una joya del Renacimiento que para el papado fue una audaz afirmación del estatus espiritual y político del Vaticano, de Roma y de la Iglesia católica.
En un lugar con más de cinco siglos y medio de historia, ubicado en el Estado más pequeño de todos, tienen lugar unas elecciones que intrigan a gran parte del mundo, ya sea por razones religiosas, políticas, sociales o intelectuales.
Pero atañen particularmente a los alrededor de 1.400 millones de fieles católicos, pues se trata de la selección del sucesor de San Pedro, el primer papa ordenado por Jesús.
Según esa tradición, la línea ininterrumpida de sucesores que ha habido desde entonces ha asegurado que los mensajes y enseñanzas que Cristo les dio a los apóstoles se hayan transmitido y permanecido inalterados.
Los cardenales con voz y voto en la trascendental decisión sobre cuál de los príncipes de la Iglesia católica apostólica romana será el sumo pontífice se congregaron por primera vez en la Capilla Sixtina en 1492.
Pero no era la única sede de cónclaves, hasta que en 1878 se convirtió en la permanente.
Desde entonces, durante ese paréntesis en el que se elige a un papa, es en la delgada chimenea que está en su techo y no en sus magníficas obras de arte donde se fijan los ojos del mundo, a la espera de señales de humo, las únicas pistas de lo que está ocurriendo en su interior.
Y es que, a partir del momento en el que se proclama extra omnes, y todos los que no forman parte del cónclave se retiran, los cardenales electores se quedan encerrados entre esas cuatro paredes y con un techo tapándoles el cielo.
Suena claustrofóbico, ¡pero qué paredes y qué techo!
La Capilla Sixtina es una obra de arte que a lo largo de los siglos ha dejado a millones maravillados.
Algunos se quedan sin palabras; otros, como el erudito alemán Goethe, las encuentran:
“Hasta que no hayas visto la Capilla Sixtina, no tendrás una idea adecuada de lo que el hombre es capaz de lograr”.
Y, ¿sabías que…?
Es incongruente que Miguel Ángel creara una obra tan sublime en la bóveda de la Capilla Sixtina contra su voluntad.
Pero así fue.
Siempre se consideró más escultor que pintor.
Cuando el papa Julio II le pidió que se encargara de la capilla, estaba trabajando en la tumba de mármol del pontífice y nunca antes había terminado un fresco completo.
A pesar de que la comisión llegaba de tan alta autoridad, intentó rechazarlo dos veces, pero finalmente capituló.
Una de las pruebas más fehacientes de su reticencia es un soneto que le envió a su amigo Giovanni di Pistoia en 1509, apenas un año después de empezar su obra en el techo Sixtino, tarea que se extendería durante tres años más.
Sus quejas y dolencias ya eran numerosas.
Tenía la glándula tiroides inflamada, decía, la columna vertebral torcida y encorvada, el pecho oprimido y retorcido, los muslos acalambrados constantemente y el trasero dolorido por el esfuerzo.
Por si fuera poco, “¡Mi pincel, encima de mí todo el tiempo, gotea pintura para que mi cara sea un buen piso para los excrementos!“.
No eran lamentos vanos.
Para pintar el techo de 3.300 metros, tenía que estar parado en un andamio precario de 18 metros de altura, con el cuello doblado hacia atrás y el brazo elevado por encima de la cabeza.
Gran parte del tiempo trabajaba en soledad, pues, como demostró el trabajo de restauración en la Capilla Sixtina, sus frescos fueron realizados en gran parte por su mano, a excepción de partes relativamente menores hechas por asistentes.
Le precupaba su estado mental.
“Porque estoy atascado así,
mis pensamientos son estupideces locas, pérfidas:
cualquiera dispara mal por una cerbatana torcida“.
Y le preocupaba también que pintar en esas condiciones afectara la obra, de ahí que declarara, al final del poema:
“Mi pintura está muerta.
Defiéndela por mí, Giovanni, protege mi honor.
No estoy en el lugar correcto, no soy pintor“.
La imagen central del techo de la capilla, que muestra a Dios creando a Adán, con sus dedos casi tocándose, es una de las más impactantes de todo el edificio.
Como le dijo a la BBC la historiadora del Renacimiento Catherine Fletcher, es “una de las pocas pinturas que se ven por todas partes”.
“Junto con la Mona Lisa, es posiblemente la única pintura del arte occidental que alcanza ese nivel icónico”.
La obra no sólo asombró por su gran maestría, sino también por su gran originalidad.
Dios aparece como un superhéroe, arrastrado por el viento, musculoso, con ropajes ceñidos que revelan sus piernas y un manto.
El acto de la creación, realizado con la punta del dedo, también fue invención de Miguel Ángel.
Pero hay algo que, dado cuán hipnóticas son esas dos manos en el centro, puede pasar desapercibido.
De hecho, no fue hasta la década de 1870, tras la primera publicación de fotografías del Techo Sixtino, que se observó una presencia significativa bajo el brazo de Dios.
Está entre figuras envueltas en el manto rojo ovalado del Creador, y es una mujer que dirige a Adán una mirada atenta.
Pero ¿quién puede ser?
La interpretación más ampliamente aceptada es la presentada por primera vez por el crítico de arte inglés Walter Pater (1839-1894), quien afirmó que la persona a quien Dios cobija bajo su brazo es Eva, antes de su creación.
Las otras 11 figuras, añadió, representan simbólicamente las almas de la progenie por nacer de Adán y Eva: la humanidad entera.
El creador, señaló Pater, “viene con las formas de las cosas que serán, la mujer y su progenie, en el pliegue de su manto”.
“Ella parece muy consciente de lo que sucede”, le dijo a la BBC Matthias Wivel de la Galería Nacional en Londres.
“Dios le está dando a Adán un alma, le está dando libre albedrío, y eso es lo que Eva personifica”, agregó.
Más recientemente se ha planteado que la mujer que ocupa ese lugar de honor junto a Dios es la Virgen María.
Esta teoría surgió a raíz del niño pintado junto a la figura femenina, sobre quien se posan suavemente los dedos de Dios; se debate si podría ser el niño Jesús, quien espera pacientemente junto a su padre.
Cuando el papa Sixto IV encargó la construcción de la capilla que lleva su nombre, en 1480, Miguel Ángel tenía tan solo 5 años.
Pasarían casi tres décadas antes de que el famoso maestro del Renacimiento escalara el alto andamio y transformara el techo con su pincel.
Pero eso no quiere decir que estuviera en blanco: la bóveda estaba pintada de azul con estrellas doradas.
Era un cielo creado por Piermatteo d’Amelia, uno de los artistas convocados para decorar el sagrado recinto en un período sorprendentemente corto, apenas 11 meses, de julio de 1481 a mayo de 1482.
El equipo estaba conformado por los más grandes pintores de la generación anterior, entre ellos Sandro Botticelli, Pinturicchio, Cosimo Rosselli, Pietro Perugino (maestro del pintor y arquitecto Rafael) y Domenico Ghirlandaio (maestro de Miguel Ángel).
El plan comprendía un ciclo del Antiguo y otro del Nuevo Testamento, con narraciones que comenzaban en el muro del altar, continuaban a lo largo de los largos muros de la capilla y finalizaban en el muro de la entrada.
Encima se pintó una galería de retratos papales, que se completaban debajo con representaciones de cortinas pintadas.
Doce frescos de esos artistas del siglo XV siguen mostrando hermosamente escenas de la vida de Cristo y de Moisés en las paredes de la capilla.
Solían ser 14, pero cuando, en 1533, Clemente VII de Médici le encargó a Miguel Ángel que pintara “El juicio final” en el muro del altar, se perdieron los dos primeros episodios de esas historias, pintados por Perugino, así como el retablo de la Virgen asunta entre los Apóstoles.
“El juicio final” fue pintado 25 años después del techo de la Capilla Sixtina, cuando Miguel Ángel tenía 60 años.
La tarea era abrumadora: visualizar el fin de los tiempos y el comienzo de la eternidad.
Nadie mejor que él para llevarla a cabo.
El fresco refleja magistralmente y sobre un fondo azul el significado textual del apocalipsis.
El término proviene del griego apokálypsis que significa “despojar lo que cubre”, “retirar el velo”, “descubrir”, “develar”, “revelar”.
Así, muchas de las más de 300 figuras que rodean a Cristo, casi todas masculinas, están desnudas.
Cuando Biagio da Cesena, el maestro de ceremonias papal, se quejó de tal indecencia, la respuesta de Miguel Ángel fue inmortalizarlo en el fresco como juez de los condenados y del infierno.
Lo pintó desnudo salvo por una serpiente que le rodea las caderas y le muerde los genitales.
Sin embargo, Biagio no era el único escandalizado, y las críticas no cesaron ni con la muerte del artista.
Cuando el Concilio de Trento prohibió el arte “lascivo”, la obra fue condenada como indecorosa.
En 1564 el papa Pío V le ordenó a Daniele da Volterra, quien había sido aprendiz de Miguel Ángel, que cubriera la desnudez de los personajes pintados por su maestro.
Eso le valió a Daniele el desafortunado apodo de Il Braghettone o “el creador de bragas”.
Cuatro siglos después, cuando se hizo la limpieza de “El juicio final” en las décadas de 1980 y 1990, se presentó el dilema de si conservar o eliminar las adiciones que ocultaban lo que Miguel Ángel dejó a la vista.
La solución fue dejar algunos rastros de la censura como evidencia de la mentalidad dominante del siglo XVI, y recuperar tanto como fuera posible el aspecto original del fresco.
Así, San Pedro, San Bartolomé y Santa Catalina de Alejandría siguen vistiendo las prendas creadas por Il Braghettone.
El Renacimiento italiano y el Imperio inca no suelen asociarse entre sí, pero ambos fueron fenómenos de la misma época.
La ciudadela de Machu Picchu, situada en los Andes en Perú, se completó alrededor de 1450, en el apogeo del poder del imperio, y probablemente estuvo ocupada hasta alrededor de 1530.
A más de 10.500 kilómetros de distancia, mientras los emperadores incas continuaban reinando en su incomparable retiro en la cima de la montaña, los grandes artistas italianos creaban sus frescos en la Capilla Sixtina del Vaticano.
Y Machu Picchu seguía habitado cuando, en 1512, Miguel Ángel le estaba dando los toques finales a su obra maestra en el techo.
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