Por: Ileana García Rodríguez y Olivier Keller
¿Sobre cuántas fosas clandestinas tenemos conocimiento hasta el día de hoy en México? Las cifras aproximadas provenientes de fuentes oficiales arrojan que entre el 1 de diciembre de 2006 y junio de 2017 fueron encontradas un total de 1,588 ubicadas en 23 estados del país. Hasta la fecha se sabe que en ellas hay un total aproximado de 2,674 cuerpos y 11,429 restos o fragmentos óseos de los cuales no se tiene más información.
Sobre este tipo de fosas podemos deducir que, en muchas ocasiones, son espacios en los que se deposita a la víctima de una ejecución extrajudicial, sumaria o arbitraria. El propósito es tanto ocultar el crimen, que puede incluir tortura, violencia sexual y desaparición forzada, como acabar física y simbólicamente con la víctima. En México se utilizan los términos fosa clandestina y, de manera no tan precisa, “narcofosa” para referirse a este fenómeno. Mientras que la fosa clandestina toma el elemento de la ocultación del crimen y deja abierta la cuestión sobre quién es el perpetrador, el término “narcofosa” sugiere que se trata de un fenómeno exclusivo del crimen organizado. Sin embargo, casos como el de Jethro Ramssés Sánchez Santana, que en mayo de 2011 fue detenido por policías municipales en Morelos, entregado sucesivamente a la Policía Federal y a un convoy militar, y en última instancia encontrado semienterrado en una fosa clandestina en el estado de Puebla, demuestran la participación de varios actores, incluidos agentes estatales, en la detención arbitraria, tortura, desaparición y ocultamiento de una víctima en una fosa clandestina.
Las consecuencias de la existencia de fosas se extienden a múltiples ámbitos, por un lado, como un espacio desprovisto de señalamiento que indique que ahí se encuentra un cuerpo sin vida, clausura las posibilidades de que los familiares y conocidos sepan de su ubicación, interrumpiendo los procesos de duelo y los ritos mortuorios tradicionales, prolongando así la desaparición. Por otro lado, el conocimiento de su existencia en una localidad genera ansiedad, terror e incertidumbre en sus habitantes, quienes temen encontrarse a sí mismos o a sus familiares en una situación similar.
Por sus características, este tipo de fosas son la expresión del control total sobre el cuerpo de las víctimas, sobre las poblaciones y, por ende, sobre el territorio y a su vez, cumplen funciones específicas en el contexto al que están asociadas. Por ejemplo, durante la dictadura cívico-militar en Argentina, las fosas escondieron masacres y fueron lugares en los que se buscó destruir evidencia. En el marco del Proceso de Reorganización Nacional, en el cual se consideraba que se estaba luchando contra un enemigo interno, las fosas masivas significaban la victoria sobre él, lo cual a su vez causaba incertidumbre y atacaba la moral de los movimientos sociales de izquierda que presenciaban la desaparición de sus compañeros. Con este último propósito también fueron utilizadas durante el Chile pinochetista. Sin embargo, el caso argentino también mostró que las fosas clandestinas pueden servir como evidencia de los crímenes y llevar a enjuiciar a los perpetradores.
En México son casos como los de las fosas de San Fernando, Tamaulipas, donde se encontraron 193 cuerpos o el del cementerio clandestino de Colinas de Santa Fe, Veracruz, con 249 cuerpos, los que reciben la atención de los medios y la población. Sin embargo, la dimensión de esta tragedia va mucho más allá de los casos ‘icónicos’ y masivos, y desafortunadamente cientos de historias de menor escala no reciben mayor atención y en consecuencia no se difunden. En todo el país, en su mayoría, hay fosas con uno o dos cuerpos. Por ejemplo, de acuerdo a las cifras recibidas de fuentes oficiales, de 1,588 fosas con 2,674 cuerpos, se tendría un promedio de 1.68 cuerpos por fosa.
La gran escala y gravedad de lo que sucede en México resalta en comparación con casos en otros países. De 2006 al día de hoy han sido exhumados más cuerpos en fosas clandestinas que en Argentina, Chile o Perú. Habría que tener en cuenta que Argentina y Chile sufrieron dictaduras militares que sistemáticamente desaparecieron a determinados grupos de la población, mientras que en Perú hubo un conflicto interno que duró 20 años y que se caracterizó por una violencia generalizada contra la población civil.
El fenómeno de las fosas en México se da dentro de un conflicto violento que no ha sido reconocido oficialmente conforme a sus efectos generales en la población, pero que de acuerdo al Registro Nacional de Personas Extraviadas o Desaparecidas hay 33,478 personas de las que no se conoce su paradero. Este rasgo es único entre los estados que sufrieron o sufren el fenómeno de fosas clandestinas a gran escala. En naciones como España, Ucrania, Grecia, Corea, Colombia, Guatemala, Indonesia, Chipre, Chile, Camboya, Argentina, Irak, Perú, Ruanda, Bosnia, Sudan, Congo y Siria, la aparición de fosas clandestinas está o estuvo enmarcada por regímenes dictatoriales, totalitarios o segregacionistas, guerras y/o conflictos internos reconocidos.
El Estado Mexicano, bajo el derecho al acceso de la información, tiene la obligación de proporcionar las cifras de las fosas clandestinas encontradas y exhumadas. No obstante, el proceso implica numerosas dificultades. Las cifras aquí presentadas: 1,588 con 2,674 cuerpos y 11,429 restos óseos, fueron obtenidas a través de solicitudes de información pública a las fiscalías estatales mediante la Plataforma Nacional de Transparencia. De las 32 entidades sólo 24 contestaron y de ellas únicamente 18 proporcionaron cifras. Para obtener este número se sumaron 5 estados que habían proporcionado información en solicitudes anteriores.
Aún cuando las fuentes de estas cifras son oficiales, las discrepancias y dificultades en el acceso a la información no nos permiten confiar en ellas. Incluso dentro de los órganos oficiales es contradictoria, como muestra el caso de las cifras obtenidas por la Fiscalía General de Veracruz. En marzo de 2017 este órgano confirmó que en Colinas de Santa Fe, había 125 fosas clandestinas en las cuales, hasta este momento se han encontrado 249 personas. Sin embargo, a una solicitud realizada tres meses más tarde por la CMDPDH, la Fiscalía respondió que, del periodo comprendido entre 2006 y mediados de este año, se encontraron 175 fosas con 241 cuerpos en 46 municipios del estado. Aquí se muestra claramente la imposibilidad de incluir la cifra de las fosas de Colinas de Santa Fe a este total y por consiguiente la falsedad o estado incompleto de la cifra proporcionada por el gobierno estatal.
Otro ejemplo de la inconsistencia y contradicción de las cifras es el caso de Querétaro, que, según los números obtenidos por la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, sí tiene una fosa clandestina, mientras que en repuesta a una solicitud de la CMDPDH contestó que no se cuenta con un registro de fosas. Estos casos provocan dudas sobre la veracidad de la información y ponen en evidencia la renuencia de las instituciones para proporcionar datos claros y precisos que permitan generar diagnósticos de calidad.
A partir de estas reflexiones podemos concluir que las cifras sobre los hallazgos de 1,588 fosas y 2,674 cuerpos sólo pueden ser consideradas como estimados que permiten hacer acercamientos al problema. Pese a ello, aportan elementos que, al ser comparados con los casos de otros países, permiten mostrar la dimensión del fenómeno y son una clara prueba de la crisis de violencia e impunidad que se vive en México a raíz de la militarización de la seguridad pública. Al paso de los años y en contextos de transición política en Argentina, Chile y Perú, se supo que muchos de los desaparecidos habían sido ocultados en fosas, lo cual nos lleva a preguntarnos ¿Cuántas de las 33,478 personas desparecidas en México podrían estar ocultas en una fosa clandestina?
* Ileana García pasante de la Licenciatura en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Actualmente es pasante del área de Investigación en la CMDPDH.
* Olivier Keller es historiador por la Universidad de Zúrich, Suiza. Actualmente es pasante del área de Investigación en la CMDPDH
Desde 2001, el colectivo artístico chileno Casagrande ha lanzado lluvias de poemas sobre ciudades como Santiago, Madrid, Guernica, Londres y Dubrovnik transformando memorias dolorosas en momentos de belleza reflexión.
Sus ojos estudian atentamente el cielo con expectativa.
Esta vez, sin embargo, no observan con una sensación de miedo, ansiedad ni urgencia, sino con intriga y emoción.
Y su entusiasmo queda bien recompensado. Un helicóptero que sobrevuela en lo alto lanza una gran nube de cientos de miles de coloridas papeletas que se esparcen en el aire y caen revoloteando lentamente sobre la muchedumbre.
Hay gritos de asombro, muchos saltan para agarrar las esquivas papeletas, otros alzan a sus niños para alcanzarlas o esperan a que caigan al suelo para recoger todas las que puedan y ver qué contienen.
Son poemas. 100, para ser exactos -50 escritos por poetas contemporáneos chilenos y 50 por poetas de la localidad donde sucede el evento- impresos en 100.000 tarjetas del tamaño de un marcador de libro.
Esta lluvia de versos, en lugar de explosivos, transforma los dolorosos recuerdos del pasado en un momento de belleza y reflexión y convierte el espacio público en un ambiente de arte y literatura.
Ese es el propósito del colectivo artístico chileno Casagrande, que ya lleva más de dos décadas realizando estos eventos en diferentes ciudades del mundo, cuyas poblaciones civiles han sido víctimas de bombardeos aéreos.
El más reciente sucedió este miércoles 14 de mayo, en Rotterdam, para coincidir con el 85 aniversario del bombardeo nazi que devastó esa ciudad de Países Bajos.
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Casagrande está conformado por tres artistas chilenos: Julio Carrasco, Joaquín Prieto y Cristóbal Bianchi, todos nacidos en 1973, el año en que Chile sufrió el cruento golpe militar contra el gobierno democrático de Salvador Allende.
Surgieron como un colectivo cultural en torno a una revista que hacía arte interpretativo en espacios públicos, un género conocido como performance.
En 2001, decidieron aprovechar la apertura al público del Palacio de la Moneda, en la capital de Santiago -la sede presidencial que fue bombardeada por las fuerzas militares el 11 de septiembre de 1973- para “hacer un nuevo bombardeo, pero esta vez con poemas de poetas chilenos de nuestra generación”, expresó Joaquín Prieto a BBC News Mundo.
“Fue toda una experiencia liberadora”, relató. “Fue un momento en que volvíamos a reconocer un espacio simbólico, como el Palacio de la Moneda bombardeado, en una nueva instancia, en una nueva imagen, viendo caer estos poemas”.
La reacción fue tan grande que decidieron reproducir el proyecto en otras ciudades con la idea de lanzar poemas sobre los lugares que han sido bombardeados en el pasado sin ser objetivo militar.
Eso los llevó a Dubrovnik, Guernica, Varsovia, Berlín, Londres, Milán y Madrid. El más reciente evento lo realizaron este miércoles en Róterdam, la segunda ciudad de Países Bajos.
El 14 de mayo de 1940, a la 1:27 de la tarde (hora local), la Alemania nazi inició un bombardeo sobre Rotterdam que devastó la ciudad. La mayoría de los edificios históricos quedaron aplastados, salvo la catedral de San Lorenzo.
Contrario a la reconstrucción de otros cascos antiguos europeos tras los conflictos bélicos, Rotterdam se erigió de cero, con diseños de vanguardia y posteriormente la creación de la gran esplanada Binnenrotte, seleccionada por los artistas para su bombardeo poético.
“Es un lugar bien emblemático porque se volvió a reconstruir la ciudad con una arquitectura moderna, con las casas cubo y el edificio lápiz, pero al mismo tiempo está la catedral, como un recuerdo de lo que quedó en pie”, señaló el artista Prieto.
El lanzamiento de los poemas se realizó el mismo día del indiscriminado bombardeo alemán hace exactamente 85 años, sin embargo, es la única vez que los artistas de Casagrande hacen coincidir las fechas de sus eventos.
“Queremos que los bombardeos de poemas se inscriban también en la historia con otra fecha en la que las ciudades recibieron, no bombas, sino poemas”.
El colectivo chileno trabajó en esta ocasión en coordinación con el festival de poesía de Róterdam Poetry International que inicia la celebración de su 25.ª edición.
“Ellos han sido clave. Nos invitaron y comisionaron para hacer esto”, explicó Prieto.
El proyecto está armado con varios elementos. Como en ocasiones anteriores, Casagrande seleccionó poemas de 50 poetas chilenos de diferentes ciudades “avalados por sus publicaciones”.
Esta vez, la contribución local vino de otros 50 poetas neerlandeses escogidos por Poetry International, que también se encargó de hacer las traducciones correspondientes del y al español.
La temática de la poesía es variada y la única limitación es la longitud, pues los versos tienen que caber en un lado de un marcapáginas de 7 cm x 22 cm, y por el otro viene la traducción.
“Este año le hicimos un guiño a Gabriela Mistral [la premio Nobel de Literatura chilena] que recibió el galardón hace 80 años en 1945”, contó Prieto.
Los marcapáginas también vienen con un diseño especial que también se repite en la publicidad que se hace a través de las redes sociales y los medios locales y nacionales, además de en pancartas en sitios públicos.
El objetivo es que por lo menos asistan mil personas para que no quede un solo marcapáginas en el suelo. “Es algo bien importante”, dice Joaquín Prieto, “no sólo en términos de obtener los permisos sino también para darle sentido al proyecto”.
Pero en ninguno de los eventos han tenido problema con eso, ya que han contado con una asistencia de público entusiasta.
“Las reacciones son maravillosas, en primer lugar porque llega como una sorpresa”, dice Joaquín Prieto del evento que suele empezar cerca del crepúsculo y dura aproximadamente una hora.
Un helicóptero, en el que van Cristóbal Bianchi y Julio Carrasco con media tonelada de poemas, sobrevuela el lugar donde se congrega la multitud mirando al cielo.
Joaquín está en tierra, comunicado con sus colegas para indicarles por dónde mejor arrojar los marcapáginas con los poemas expertos.
De pronto se ve una nube que se expande y los marcadores de libro van cayendo lentamente sobre su eje, revoloteando y brillando con luces que se apuntan a la nube.
“Lo que me motiva es que al estar abajo veo esa sensación, esos gritos, esos aplausos cuando cae la nube”, describe Prieto. “La gente empieza a comportarse en verdad como niños”.
Saltan para agarrar los primeros poemas, alzan a sus hijos para que los alcancen, otros niños corren tras los poemas que flotan más lejos. Algunos sacuden los árboles para soltar los versos que han quedado atrapados. Incluso hay unos que abren los paraguas al revés para atrapar la mayor cantidad.
Cuando los empiezan a leer se dan cuenta de que hay muchos distintos y se dan a la tarea de coleccionar todos los que puedan. “Cuando por algún motivo tienen uno repetido, entonces lo intercambian con otra persona”.
Así, un lugar que en una época fue devastado por un bombardeo militar es transformado en lugar de paz, de intercambio cultural, de conexión y de reflexión.
A pesar de que el despliegue dura sólo una hora, el éxito del evento depende de una cuidadosa y larga preparación.
Joaquín Prieto señala irónicamente que es casi como preparar un operativo militar. “En un proyecto en general nos demoramos como tres años en realizarlo”, dice.
Deben entrar en contacto con las municipalidades e instituciones culturales locales. Además de comisionar y seleccionar los poemas, diseñar los marcapáginas, crear una estrategia de publicidad, está todo el análisis logístico.
Se estudian los espacios que se van a utilizar, se adquiere la autorización para usar drones de observación y luego para sobrevolar con el helicóptero, y deben adherirse a los estándares de seguridad. “En algunas ciudades han llegado a ser 12 permisos los que se requieren”, comentó Prieto.
Fuera de eso, el tema meteorológico es fundamental.
“Nuestro gran enemigo es el viento, cuando cambia”, reconoce el artista de Casagrande. “Pero ya tenemos experiencia y siempre hemos hecho que la mayoría de los poemas caigan donde está la gente”.
El grupo ahora trabaja con climatólogos que les entrega los pronósticos del tiempo, las temperaturas y el viento.
En la mira de Casagrande están las ciudades que representan las situaciones más dramáticas donde se lanzaron bombas sin ser un objetivo militar. Específicamente Dresde, Hiroshima y Nagasaki.
“Esos son lugares que nos interesaría hacerlos en el futuro”, afirmó Joaquín Prieto.
Sin embargo, son casos delicados, ya sea por el debate histórico que continúa sobre los autores, motivos y efectos de esos bombardeos, o por la manera en que esas ciudades prefieren conmemorar esos hechos.
“Hay una manera como conmemoran esto en Japón, que es con una ceremonia en silencio”, explica. “Es posible que tengan que digerir el proyecto más, cuál es el sentido, etc”.
Pero un miembro de Casagrande ya estuvo en Japón y siguen las conversaciones.
“Es un proyecto-arte. Lo importante aquí es la realización y las lecturas se lo dan las propias personas y los que les interesa darle la vuelta a lo que ha sucedido”, concluyó.
Las imágenes del Colectivo Casagrande y Poetry International tienen derechos reservados
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