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Una vida examinada: reflexiones bioéticas
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El Programa Universitario de Bioética (UNAM) desarrolla investigaciones interdisciplinarias, docencia y difusión que promuevan la... Continuar Leyendo
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La Ley de Transparencia y delfinarios

En México, los delfines y lobos marinos en cautiverio son reducidos a cosas que entran en un proceso de producción y reproducción para generar más cosas, mientras se busca mercado en piscinas de hoteles en destinos turísticos de playa. Su valor es el valor económico, el valor de uso y de explotación; son mercancías elevadas al rango de patrimonio económico de las empresas.
20 de marzo, 2024
Por: Yolanda Alaniz Pasini

En la década de los setenta del siglo XX se inauguraron los primeros delfinarios en México. Poco antes, en septiembre de 1964, en Estados Unidos había empezado a transmitirse la serie televisiva “Flipper”, que promovió la captura de delfines para su uso comercial. En nuestro país los delfines se capturaban bajo permiso de “pesca de fomento”, regulada por la Ley de Pesca; los mamíferos marinos carecían de protección legal, no había reglas para la captura, transporte, tenencia, exhibición y uso de estos cetáceos. Y así continuó durante 30 años.

Para 1999 aún no existía la Ley de Transparencia, así que cuando preguntamos a la entonces Semarnap (Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca) sobre el número de delfines y lobos marinos cautivos, capturas e importaciones, no obtuvimos ninguna respuesta. A partir de ello, realizamos la primera investigación de campo en México y visitamos todos los delfinarios. En 14 instalaciones encontramos 96 cetáceos, incluyendo dos ballenas belugas importadas de Rusia y 29 delfines importados de Cuba. No podíamos conocer sobre su estado de salud de forma oficial, sino por comentarios de los propios cuidadores.

El año 2002 representó un parteaguas en la protección de los mamíferos marinos, ya que todas las especies se incluyeron por primera vez en la lista de especies en riesgo, que conocemos como NOM 059, con lo que su tutela y protección pasaron totalmente a la Ley General de Vida Silvestre. También se prohibieron las capturas de mamíferos marinos en mares mexicanos y, ante la proliferación y actividades desordenadas de delfinarios, se publicó una Norma Oficial Emergente para mamíferos marinos en cautiverio.

En junio de 2002 se publicó, además, la Ley Federal de Transparencia y Acceso a la Información Pública, ley que obliga a hacer pública la información que solicitamos los ciudadanos para cumplir con el Derecho de Acceso a la Información que establece el Artículo 6° de nuestra Constitución, considerado por la Suprema Corte de Justicia como un Derecho Fundamental.

Gracias a la Ley de Transparencia y al derecho a la información pudimos elaborar con datos objetivos no sólo un inventario, sino también el perfil epidemiológico de las mortalidades en cautiverio en México, informe que publicamos en 2008. Encontramos que la septicemia y la miopatía por estrés ocupaban el segundo y tercer lugar entre las causas de muerte de los animales en cautiverio. También documentamos los esfuerzos de las empresas para reproducir delfines ante la falta de fertilidad de las hembras, la imposibilidad de capturar en vida libre debido a la prohibición establecida y la alta mortalidad inherente al cautiverio.

De la misma forma conocimos que, oficialmente, para 2008, pese a la mortandad, había 250 delfines en cautiverio, cifra que fue aumentando gracias a la reproducción artificial; al igual que en otros delfinarios en el mundo, ésta se basa en forzar la ovulación en las hembras mediante hormonas e inseminarlas con el semen de los machos obtenido por separado y aplicarlo directamente en el útero mediante endoscopio. Esta práctica le valió a Delphinus el Récord Guinness en 2009 por la mayor producción de crías de delfín en cautiverio, práctica que fue fuertemente criticada por el abuso que implica sobre machos y hembras.

En 2017 se dio un intento legislativo, apoyado por diversos sectores de la sociedad, para prohibir la inseminación artificial y la reproducción en cautiverio. No logró cristalizar debido al fuerte cabildeo de los dueños de los delfinarios, en especial de las dos mayores empresas: Dolphin Discovery y Dolphinaris, que poseen el mayor número de instalaciones y animales, así como la supremacía en la reproducción artificial.

Después de este intento fallido de legislar a favor de los delfines, en 2018 solicitamos, bajo la Ley de Transparencia, informes sobre el número total de delfines registrados, el número de delfines nacidos en cautiverio, así como las muertes manifestadas en los últimos 10 años por cada una de las empresas. No preguntamos sobre el proceso de reproducción.

La respuesta de la Dirección General de Vida Silvestre de la Semarnat fue que la información solicitada estaba clasificada como confidencial por tratarse de Secreto Industrial y Comercial de las empresas TAGEPA (Dolphinaris) y Controladora Dolphin (Dolphin Discovery), que en conjunto poseen alrededor de 75 % del total de delfines cautivos en México.

La justificación para no informar sobre el número de nacidos en cautiverio fue que: “en caso de rebelarse, implicaría la pérdida de ventaja económica frente a terceros, favoreciendo la competencia desleal para descifrar los mecanismos para inducir la fertilidad y la supervivencia de las crías”. Sobre la información referente a la tasa de mortalidad argumentaron que “puede ser sacada de contexto para denostar (sic) la imagen de las empresas y poder obtener ventaja económica”, “si la información fuera del dominio público puede inducir a errores del ciudadano, ya que las necropsias son muy gráficas que pueden causar impacto en caso de ser utilizadas fuera de contexto o en manos de personas que no son expertos, lo que puede dar pie a campañas de desprestigio por opositores a la actividad”. Además, sostienen que los delfines son parte de su patrimonio.

Así, en 20 años pasamos de la oscuridad absoluta al reconocimiento del Derecho al Acceso a la Información y la Transparencia, como medios para lograr la conservación de cetáceos en cautiverio y súbitamente, por laberintos y argucias legales alternos, regresamos a la oscuridad de la confidencialidad de los expedientes completos por considerarlos Secreto Industrial. Peor que en 1999.

De acuerdo con la Ley de Propiedad industrial que los protege, un secreto industrial debe de referirse por fuerza a un proceso de producción. Pero en este caso no sólo se protege del conocimiento externo el proceso y técnica de la inseminación artificial, sino que se extiende a todas las actividades del cautiverio. Al referirse a “expedientes completos” la autoridad nos niega toda la información, incluso la que no está relacionada con el proceso y sobre lo cual no preguntamos.

Las dos empresas amparadas por el secreto industrial no enfrentan competencia desleal, porque son las empresas hegemónicas y tienen un mercado al que venden esperma o crías, además de su hacer propia explotación. Les resulta imperativo esconder de la vista pública las necropsias, pero no porque se saquen de contexto sino porque precisamente son reveladoras del contexto y de los procesos por los que los delfines mueren en cautiverio. Claramente se protegen del escrutinio público y de las acciones que podamos llevar a cabo las organizaciones ambientalistas y los representantes del poder legislativo.

Pero nos dibuja de cuerpo entero una industria desprovista de su ropaje y discurso de conservación. Así, su respuesta es la realidad: los delfines y lobos marinos son reducidos a cosas que entran en un proceso de producción y reproducción para generar más cosas, mientras se busca mercado en piscinas de hoteles en destinos turísticos de playa. Su valor es el valor económico, el valor de uso y de explotación, son mercancías elevadas al rango de patrimonio económico de las empresas.

Nada más alejado de lo que la ética nos compele a respetar como seres sintientes, vulnerables a nuestras acciones. Se ha reconocido que el cautiverio produce impactos muy importantes en su salud y estados emocionales. El uso intensivo y el control de todas las actividades, la manipulación de sus cuerpos, representan un abuso difícilmente aceptable o justificable para ser explotados por simple diversión y entretenimiento. Por todo esto, precisamente, decidieron que es mejor que no se sepa.

* Yolanda Alaniz Pasini es médica cirujana. Cursó las maestrías en Salud Pública y en Antropología Social, así como los posgrados en Bioética y en Desarrollo Sustentable. Fue profesora de las asignaturas de Epidemiología y Antropología Médica en la UNAM, y de Bioética y Ética Ambiental en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Se desempeñó como secretaria Técnica de las comisiones de Medio Ambiente y Recursos Naturales, tanto en el Senado de la República como en la Cámara de Diputados, y ha sido observadora y/o parte de la delegación mexicana ante la Comisión Ballenera Internacional y en CITES. Actualmente es consultora para Conservación de Mamíferos Marinos de México.

Las opiniones publicadas en este blog son responsabilidad exclusiva de sus autores. No expresan una opinión de consenso de los seminarios ni tampoco una posición institucional del PUB-UNAM. Todo comentario, réplica o crítica es bienvenido.

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Imagen BBC
Lo que los olores corporales revelan sobre tu estado de salud (y cómo pueden ayudar a diagnosticar enfermedades)
11 minutos de lectura

Todos emitimos una gran cantidad de sustancias químicas olorosas a través de nuestros poros y en nuestro aliento. Algunas son un indicio de que podríamos estar enfermándonos.

25 de agosto, 2025
Por: BBC News Mundo
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Obviamente era una tontería. Así reaccionó la química analítica Perdita Barran cuando un compañero le habló de una mujer escocesa que aseguraba que podía oler la enfermedad de Parkinson.

“Probablemente solo huele a personas mayores y reconoce los síntomas del Parkinson y establece alguna asociación”, recuerda haber pensado Barran.

La mujer, una enfermera jubilada de 74 años llamada Joy Milne, se había acercado al colega de Barran, Tilo Kunath, neurocientífico de la Universidad de Edimburgo, en 2012 en un evento en el que él daba una charla.

Milne le contó a Kunath que había descubierto su habilidad después de notar que su marido, Les, había desarrollado un nuevo olor almizclado años atrás. Más tarde le diagnosticaron la enfermedad de Parkinson, una enfermedad neurodegenerativa progresiva caracterizada por temblores y otros síntomas motores.

Fue cuando Milne asistió a una reunión de grupo para pacientes de Parkinson en su ciudad natal, Perth, Escocia, cuando estableció la conexión: todos los pacientes tenían el mismo olor almizclado.

“Así que decidimos comprobar si tenía razón”, dice Barran, que en ese momento trabajaba en la Universidad de Edimburgo, pero ahora está en la Universidad de Manchester.

Resultó que Milne no era una persona que les haría perder el tiempo. Kunath, Barran y sus colegas le pidieron a Milne que oliera 12 camisetas, seis de las cuales habían sido usadas recientemente por pacientes con Parkinson, junto con otras seis usadas por personas que no padecían la enfermedad.

Ella identificó correctamente a los seis pacientes. Es más, identificó a otra persona que menos de un año después fue diagnosticada con Parkinson.

“Fue algo increíble”, dice Barran. “Ella diagnosticó la enfermedad de antemano, tal y como había hecho con su marido”.

En 2015, la noticia de su asombrosa habilidad fue portada en los medios de comunicación de todo el mundo.

El olor de las enfermedades

La historia de Milne no es tan descabellada como podría parecer. El cuerpo humano desprende una gran variedad de olores. Un olor nuevo puede indicar que algo ha cambiado o que algo va mal en el organismo.

Ahora, los científicos están trabajando en técnicas para detectar sistemáticamente biomarcadores olfativos que podrían acelerar el diagnóstico de una amplia gama de enfermedades, desde el Parkinson y las lesiones cerebrales hasta el cáncer. La clave para detectarlos podría estar justo frente a nuestras narices.

Una cuidadora alimenta a un anciano
Getty Images
Los enfermos de Parkinson despiden un olor típico.

“Me parece una locura que haya gente muriendo y que estemos pinchando el trasero a personas con agujas para averiguar si tienen cáncer de próstata, cuando la señal ya está fuera y es detectable por los perros”, afirma Andreas Mershin, físico y cofundador de RealNose.ai, una empresa que está desarrollando una nariz robótica para diagnosticar enfermedades basándose en el olfato.

Esta tecnología es necesaria, ya que relativamente pocas personas tienen un olfato lo suficientemente potente como para detectar estas sustancias bioquímicas reveladoras que aparecen en las primeras etapas de una enfermedad.

Joy Milne, resultó ser una de esas pocas personas. Tiene hiperosmia hereditaria, un rasgo que significa que su sentido del olfato es mucho más sensible que el de la media de los seres humanos, es decir, tiene un olfato superdesarrollado.

Hay algunas enfermedades que desprenden un olor tan característico que la mayoría de los seres humanos pueden olerlas.

El aliento o la piel de las personas con diabetes que sufren un episodio hipoglucémico, por ejemplo, pueden tener un aroma afrutado o a “manzanas podridas” debido a la acumulación en el torrente sanguíneo de sustancias químicas ácidas de olor afrutado llamadas cetonas. Estas se producen cuando el cuerpo metaboliza la grasa en lugar de la glucosa.

Las personas con enfermedades hepáticas pueden desprender un olor a humedad o azufre en el aliento o la orina, mientras que si el aliento huele a amoníaco o tiene un aroma “a pescado” o “a orina”, podría ser un signo de enfermedad renal.

Mujer en primer plano oliendo unas hierbas
Getty Images
Las personas con hiperosmia tienen un sentido del olfato superdesarrollado.

Algunas enfermedades infecciosas también desprenden olores característicos. Las heces con olor dulce podrían ser un signo de infección por cólera o por la bacteria Clostridioides difficile, que es una causa común de diarrea, aunque un estudio descubrió que un grupo de desafortunadas enfermeras de hospital no pudieron diagnosticar con precisión a los pacientes olfateando sus heces.

Por su parte, la tuberculosis puede hacer que el aliento de una persona huela mal, como a cerveza rancia, y que su piel huela a cartón marrón mojado y salmuera.

Sin embargo, para detectar otras enfermedades se necesita un tipo de olfato especial.

Los perros, por ejemplo, tienen un sentido del olfato que, según se dice, es hasta 100 mil veces más potente que el nuestro. Los científicos han entrenado a los caninos para detectar cánceres de pulmón, mama, ovario, vejiga y próstata en las personas.

En un estudio sobre el cáncer de próstata, por ejemplo, los perros fueron capaces de detectar la enfermedad en muestras de orina con una tasa de éxito del 99%. También se ha entrenado a los perros para detectar los primeros signos de la enfermedad de Parkinson, la diabetes, las crisis epilépticas inminentes y la malaria, todo ello solo mediante el olfato.

Pero no todos los perros tienen lo que se necesita para convertirse en detectores de enfermedades, y se requiere tiempo para entrenar a los animales que sí lo tienen.

Algunos científicos afirman que podemos replicar en un laboratorio las asombrosas capacidades olfativas de los caninos, y personas como Milne, y tal vez ofrecer la posibilidad de realizar un simple frotis que podría enviarse para ser analizado análisis.

Barran, por ejemplo, está utilizando la cromatografía de gases y la espectrometría de masas para analizar el sebo (una sustancia grasa que se produce en la piel de las personas) de pacientes con Parkinson.

La cromatografía de gases separa los compuestos y la espectrometría de masas los pesa, lo que permite determinar la naturaleza precisa de las moléculas presentes.

Las industrias alimentarias, de bebidas y de perfumería ya utilizan habitualmente esta forma de análisis de olores.

Pruebas rápidas

De los aproximadamente 25 mil compuestos que se encuentran habitualmente en la piel humana, unos 3 mil se regulan de forma diferente en las personas con Parkinson, señala Barran.

“Ahora nos encontramos en una situación en la que hemos reducido esa cifra a unos 30 que son realmente diferentes de forma sistemática en todas las personas con Parkinson”, indica.

Un hombre observa su camisa manchada por la transpiración de su axila.
Getty Images

Muchos de los compuestos son lípidos, o grasas, y ácidos grasos de cadena larga, afirma.

Por ejemplo, un estudio inicial se centró en tres moléculas similares a los lípidos relacionadas con el olor causado por la enfermedad: el ácido hipúrico, el eicosano y el octadecanal. Esto tiene sentido, ya que estudios anteriores sugieren que el metabolismo lipídico anormal es un rasgo característico de la enfermedad de Parkinson.

“Lo que hemos descubierto es que la capacidad de las células para transportar ácidos grasos de cadena larga a las mitocondrias se ve afectada [en las personas con enfermedad de Parkinson]”, afirma Barran.

“Por lo tanto, sabemos que hay más lípidos de este tipo circulando por el cuerpo, y algunos de ellos se excretan a través de la piel, y eso es lo que medimos”.

El equipo está desarrollando ahora una sencilla prueba con un hisopo cutáneo que permite detectar la enfermedad de Parkinson en sus primeras fases. Actualmente, los médicos de cabecera suelen derivar a las personas que presentan síntomas similares a temblores a un neurólogo, que se encarga de realizar el diagnóstico. Sin embargo, esto puede llevar años.

“Lo que queremos es disponer de una prueba muy rápida y no invasiva que permita clasificar eficazmente a los pacientes, de modo que puedan acudir a un neurólogo que los evalúe y les diga “sí” o “no”, afirma Barran.

El rol de las moléculas

Pero, ¿por qué las enfermedades afectan al olor corporal? La razón se debe a un grupo de moléculas conocidas como compuestos orgánicos volátiles (COV).

Para mantenerse con vida, nuestro cuerpo debe convertir continuamente los alimentos y las bebidas en energía. Lo hace a través de una serie de reacciones químicas que tienen lugar dentro de las mitocondrias, las diminutas estructuras de nuestras células que convierten los azúcares de los alimentos en energía que nuestro cuerpo puede utilizar.

Estas reacciones químicas producen moléculas conocidas como metabolitos, algunos de los cuales son volátiles, lo que significa que se evaporan fácilmente a temperatura ambiente y, por lo tanto, pueden ser percibidos por nuestro olfato. Los COV son luego excretados por el cuerpo.

Hocico de un perro en primer plano
Getty Images
Los perros tienen una capacidad especial para percibir olores.

En 2016, publicaron un estudio en el que revelaban que las lesiones cerebrales traumáticas en ratones provocan un olor distintivo y que es posible entrenar a otros ratones para detectarlo.

En un nuevo trabajo, que se publicará próximamente, Kimball observó cetonas específicas en la orina humana durante las primeras horas tras una conmoción cerebral. La razón por la que se liberan estos olores tras tales lesiones no está clara, pero una teoría es que el cerebro libera COV como subproducto mientras intenta repararse a sí mismo.

“La clase de cetonas que observamos sugiere que tiene algo que ver con intentar proporcionar más energía al cerebro para combatir la lesión, o al menos favorecer la recuperación”, afirma Kimball.

Hay buenas razones para pensar así. Los estudios han demostrado que las cetonas pueden servir como fuentes de energía alternativas tras una lesión cerebral y se cree que proporcionan cualidades neuroprotectoras.

El olor corporal también podría revelar que alguien tiene malaria. En 2018, científicos descubrieron que los niños infectados con esta enfermedad desprenden un olor distintivo a través de la piel, lo que los hace especialmente atractivos para los mosquitos.

Al estudiar muestras de 56 niños del oeste de Kenia, el equipo identificó un olor “afrutado y herbáceo” que parecía irresistible para los insectos voladores y picadores.

Prueba de malaria
Getty Images
El olor de una persona puede revelar si se ha contagiado de malaria.

Un análisis más detallado de estas muestras reveló la presencia de sustancias químicas llamadas aldehídos, concretamente heptanal, octanal y nonanal, responsables de ese olor único.

La investigación podría utilizarse para desarrollar una nueva prueba para la malaria. Por ahora, los científicos esperan replicar el olor y utilizarlo como cebo para atrapar mosquitos, alejándolos de las comunidades y aldeas.

Y Mershin, un antiguo investigador científico del MIT que ahora trabaja en RealNose.ai, afirma que él y su equipo esperan desarrollar un dispositivo de detección de olores capaz de identificar el cáncer de próstata, una enfermedad que mata a uno de cada 44 hombres.

“La empresa surgió de unos 19 años de investigación que realicé en el MIT, donde Darpa [la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzada de Defensa] me pidió que superara la capacidad olfativa de los perros en cuanto al límite de detección”, explica Mershin. “Básicamente, nos pidieron que creáramos biocyborgs“.

Dispositivo

El dispositivo que está desarrollando actualmente RealNose.ai incorpora receptores olfativos humanos reales, cultivados a partir de células madre en el laboratorio, que se ajustan con precisión para permitirles detectar la gran cantidad de moléculas odoríferas asociadas al cáncer de próstata. A continuación, el aprendizaje automático, una forma de inteligencia artificial, busca patrones en la activación de los receptores.

“No alcanza con conocer los componentes de lo que hay dentro de una muestra”, afirma Mershin. “Los ingredientes de un pastel nos dicen poco sobre su sabor o su olor. Eso tiene que suceder después de que tus sensores interactúen con estos compuestos volátiles y tu cerebro procese esa información y la convierta en una experiencia perceptiva.

“Buscamos patrones en la activación sensorial que se acerquen más a lo que hace la mente, el cerebro”, explica Mershin.

Joy, por su parte, trabaja ahora junto a Barran en su equipo de investigación, ayudándola a desarrollar una prueba de diagnóstico para el Parkinson y otras enfermedades.

Una médica conversa con un paciente en una consulta.
Getty Images
El diagnóstico precoz de enfermedades a partir de simples frotis cutáneos podría transformar los tratamientos para determinadas afecciones.

“Ya no la utilizamos mucho para la detección de olores”, afirma Barran. “Como mucho, puede analizar 10 muestras al día y es bastante agotador emocionalmente para ella. Tiene 75 años, así que es muy valiosa”.

No obstante, si la técnica de Barran pudiera replicar la capacidad de Joy y detectar la enfermedad de Parkinson en sus primeras etapas, sería un gran legado para Joy y Les.

“Lo que me parece notable es que Joy y Les eran personas con formación médica, por lo que sabían que esta observación era significativa”, comenta Barran.

“Pero creo que la moraleja de esta historia es que todo el mundo debería sentirse capacitado para cuidar de su salud o la de sus amigos o familiares, para hacer observaciones y actuar si cree que algo va mal”.

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BBC

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