
Sobre las no–definiciones
Uno de los primeros rudimentos sobre cómo se construye el conocimiento está en cómo se llega a una definición de las cosas: las personas elaboramos primero objetos del pensamiento (Ej. palabras, ideas, imágenes, abstracciones, conceptos, fórmulas, ecuaciones, teoremas …), y es sólo hasta después, aunque no en todos los casos, que esos mismos “objetos mentales” aparecen en el mundo físico, con una concreción material y social (como cuando a nivel especie, concebimos las primeras canoas, el primer juego de mesa, las primeras reglas para jugar a algo juntos, el primer cuento para narrar junto al fuego, la mitología base de las religiones, el método científico, los navegadores web, la inteligencia artificial y un inagotable etcétera).
Menciono aquí el tema de las definiciones, precisamente porque sabemos –o deberíamos- que una cosa o noción, de ninguna manera puede definirse a partir de aquello que ésta NO es. Baste con imaginar que palabras “sencillas” como mesa, pantalla, texto… no podríamos definirlas simplemente a partir de explicaciones tales como “No es una silla”, “No es un librero”, “No es música”, “Esto no es una pipa”… una cosa más que curiosa, ya que justamente en el universo de los fenómenos sociales suele ser donde más atractivo se vuelve el uso de estas formas de no–entendimiento. De las no–definiciones.
Así pues, retomando la base de la pirámide, seguramente estaremos de acuerdo en que existe todo un estado del arte en continuo desarrollo, sobre esta misma cuestión: para empezar qué nomenclatura es la más adecuada y acorde con los tiempos, qué pasa con la comprensión teórica (y nuestra capacidad pragmática para incidir) sobre fenómenos de empobrecimiento, deprivación social, precarización y carencias materiales; o inclusive, por qué no, ¿cómo exhibir una mínima corrección política al abordar este tema y pasar por alguien entendido, o respetuoso? ¿Qué es la pobreza, en última instancia? ¿Cómo son las personas pobres?
Parte del desafío estriba en que, salvo en círculos netamente académicos u oficiales en universidades, gobiernos e instituciones con capacidad técnica a gran escala, todavía hoy persisten visiones de estos fenómenos que los siguen concibiendo desde una noción de Déficit –o sea, todo aquello que NO es / que NO está- y así, paradójica e involuntariamente, podríamos estarle negando una parte esencial de su propia existencia a las personas empobrecidas; desde el poder de quien está “socialmente facultado” para adjudicar, categorizar, medir e intervenir sobre la vida cotidiana y las decisiones personales de la gente.

Siempre que escuchamos frases como: “Los pobres NO son…”, “los pobres NO cuentan con…”, “los pobres NO consumen…”, o “los pobres NO sueñan con…”, estamos ante esta contradicción epistémica, pero también humana y ética, de definir homogénea y arbitrariamente a las personas, considerando sólo aquello que ni siquiera forma parte de ellas:
En resumen: lo mismo valdría decir que a los pobres casi los miramos como no–personas. La única diferencia está en que, solo hasta el momento de ponerlo así, apenas empieza a sonar a violencia simbólica; como a descarte.
Un aspecto que personalmente considero de lo más pernicioso sobre este tema es la ilusión de “estatura moral” con respecto a las personas pobres. Se trata de una disposición o actitud que refleja esta especie de “permiso auto asignado” para juzgar con mayor severidad las decisiones de vida que toman personas en condiciones de pobreza.
Lo anterior es un fenómeno intersubjetivo; es decir, compartido por muchas personas que lo piensan como algo propio, haciendo muy difícil captar la existencia de los factores externos de la desigualdad como algo estructural no individual, y que a su vez mantienen los procesos de empobrecimiento y una casi nula movilidad social (estadísticamente, en México, nacer rico es morir rico; mientras que nacer pobre, pues…).
La frase de uso común con que más rápido se puede ilustrar este sesgo es: “El pobre es pobre porque quiere”. Pero resulta que, cuando se piensa de esta manera, opera toda una serie de asunciones y prejuicios alrededor de las personas empobrecidas, que poco o nada tienen que ver con sus realidades. Por ejemplo, bajo estas ideas francamente erróneas, se asume que quien ha nacido pobre no conoce ni le interesa la “educación financiera”; o que esa persona seguramente malgasta alegremente su de por sí escaso dinero en “vicios” (otro eufemismo para decir que sus formas de consumo y decisiones de vida no se justifican moralmente a ojos de alguien más rico o acomodado); y que por lo tanto, la persona pobre “no sabe” cubrir “bien” lo que se consideraría que son sus “verdaderas” necesidades o prioridades. Vaya: que es alguien de mentalidad necesariamente torpe, degenerada o mediocre. “Ser un jodido”, para acabar.
Este falso derecho auto asignado (con su buena dosis de “autoridad” para señalar a otros en desventaja social como personas “débiles de voluntad”, irracionales, indecentes, ignorantes, o abiertamente tontas), es pariente cercano del clasismo y del famoso “echaleganismo”, donde a las personas pobres les falta la voluntad e inteligencia de quien las juzga. Por esto, otro concepto que aquí viene a cuento es la aporofobia, un neologismo que se refiere llanamente a la aversión por la pobreza y, sobre todo, hacia las personas empobrecidas.
Hace no mucho tiempo, investigadoras de la Universidad de Harvard condujeron un estudio en el que, mediante 11 experimentos sociales, demostraron y analizaron este tipo de prejuicios. En situaciones donde las autoras exploraron la “validez” o “sensatez” que los participantes le otorgaban a consumos similares entre personas de ingresos distintos, o a la hora de opinar sobre la asignación de recursos para comprar alimentos, versus otros bienes materiales, las personas respondieron marcadamente a favor de los más ricos y casi siempre en detrimento de las decisiones de quienes no gozaban de “buen estatus” socioeconómico a sus ojos. Es decir: que las decisiones de los más pobres se sopesaron notoriamente con un rasero mucho más crítico, rígido, y muchas veces acusador que cuando se trató de personas con mayores recursos.

Los participantes de este estudio se ponían además a racionalizar y racionar el gasto de las personas más pobres; como si quisieran enseñarles de qué forma debían utilizar su dinero. Su idea fue que, por ser pobres, “no deberían” gastar en cosas que los participantes determinaban como “no necesarias” para ellos. Es decir, aspectos tales como el ocio, el entretenimiento e inclusive el acceso a la cultura no se consideraron como destinos “realmente necesarios” o “socialmente aprobados” al gastarse su propio dinero.
Luego entonces, se encontró que tendemos a juzgar muchas de las decisiones en las personas pobres, bajo parámetros mucho más duros que a quienes consideremos más ricas; infantilizándoles tan solo por buscar consumir los mismos artículos, o disfrutar de los mismos bienes o servicios (ejemplos claros son las bebidas alcohólicas o los cigarrillos, pero otros no tan evidentes incluyen los cosméticos, accesorios y ropa, dispositivos electrónicos, o hasta las comidas fuera de casa).
Este falso “permiso automático”, implica ejercer presiones extra a las condiciones materiales y socioculturales de la gente pobre (esto se conoce como estigma social). Ni siquiera es que las personas tengan forzosamente menos dinero para gastar, sino que tenderemos a “querer ordenarles” sus consumos, para que sean más austeros o escasos, echando mano de una especie de brújula moral que realmente solo aplica para ellos.
De los consumos culturales casi que ni hablar… exactamente la misma música, película, programa de tv, etc., se juzga con muy distinto parámetro cuando está siendo disfrutada por una persona acomodada, o alguien menos favorecido. Mención aparte merecen fenómenos como los corridos tumbados, por ejemplo, donde se estigmatiza a quienes los escuchan (si son pobres, por supuesto), y se deja de lado que por ser expresiones de la sociedad que los alberga y posibilita, reflejan parte de la cultural actual. Si hubiera un problema con estos contenidos que ensalzan la violencia, la cultura narco, el dinero fácil, el machismo, o la hipersexualidad, en todo caso la “culpa” es de todos menos de quien encuentra en ello, un reflejo y elementos identitarios alrededor de sus condiciones diarias, aspiraciones, sueños, frustraciones y temores, que el resto de la estructura social se limita a echarle en cara.
Algo similar sucede con quienes sí logran “subir” los escalones de la Pirámide, o con quienes se afanan a diario en oficios que una mirada clasista llega a considerar indignos, denigrantes, o abiertamente inmorales o “feos”; es el caso de actividades fundamentales, pero más o menos invisibles desde la comodidad o “moralina”, tales como el obreraje, el jornal agrícola, las labores de saneamiento y limpieza, o la prostitución, lo que de paso intensifica el estigma de quienes se dedican a ellas. Mirarlos como trabajos “fregados” es negarles una mínima dignificación ni tampoco contribuir a cuestionar o mejorar las condiciones que podrían estarles orillando a no contar con más alternativas.
En otro estudio similar pero llevado a cabo en Bolivia, se señaló que las clases acomodadas suelen reproducir o hasta aplaudir una suerte de “sospecha de irracionalidad económica” hacia los menos favorecidos. En otras palabras, se las piensa por defecto como personas “menos inteligentes” en cuestión de dinero.
Y es que una de las razones que se esgrimen para tratar de explicar la pobreza sería esa supuesta “incapacidad” con que se cree que las personas pobres fallan en administrar adecuadamente su dinero (¿adecuadamente con respecto a qué?). Nuevamente, se les adjudica en automático una total falta de previsión, de planificación y de sentido del ahorro o la responsabilidad, pero bajo el supuesto adicional de que sencillamente “no son capaces”, o no tienen las herramientas cognitivas, formativas, o volitivas (o sea, la fuerza de voluntad) para desear vivir de otra manera y empezar a actuar en consecuencia. Y es así como la pobreza –y las personas en condiciones de- es devuelta rápida y categóricamente al cajón de las cuestiones morales.

De esta forma, vemos que se logra “acorralar” social y políticamente a las personas en condiciones de pobreza (incluso si económicamente dejaran de serlo), asignándoles un rol de “inferioridad” racional e instrumental. Y esto permite a su vez, ejercer sobre ellas formas de utilitarismo o “dominación suave”, por supuesto a veces auto percibidas como generosidad, o en el mejor de los casos simpatía y condescendencia.
El caso es que, además de ser de suyo clasista, esto de pretender dirigir y limitar las decisiones vitales de las personas empobrecidas (Ej. gasto, ocupación, salud, anticoncepción, aborto, metas personales), coquetea cínicamente con cuestiones como el maltusianismo (limitar los nacimientos entre los más pobres), el racismo (que en países como México tiene un profundo nexo con la aporofobia), y si nos descuidamos incluso con la eugenesia social (pretender “mejorar” genotipo y fenotipo de la población, mediante la instrumentalización oficial del control sobre otros seres humanos).
Queda claro entonces por qué las marcas y los gobiernos deben procurar mantenerse alertas, evitando a toda costa estas formas de pensamiento que, lejos de construir, son bastante lesivas para la sociedad y la vida cotidiana.
* Carlos Rosales Abundiz (@ra_karlos) es Senior Manager en @Altazor_Intell. Psicólogo social de mente inquieta, versátil y con una curiosidad permanente hacia el mundo de todos los días. Además de la investigación de mercados y opinión pública, también ha sido docente a nivel Diplomado y Especialidad, ha participado en debates públicos o mesas de trabajo gobierno–sociedad civil, e impartido talleres, cursos y webinars sobre temas como política de drogas en México, igualdad de género, diversidad e inclusión social, o factores psicosociales de riesgo en el ámbito laboral. Ama detenerse de vez en cuando a experimentar por completo el espacio público, desde donde intuye el pulso de la vida cotidiana.

Esto es lo que se sabe hasta el momento sobre las víctimas identificadas por las autoridades tras el tiroteo en Bondi Beach.
Se confirmó la muerte de al menos 15 personas en el tiroteo del domingo en Bondi Beach, en Sídney.
Muchos asistían a un evento para conmemorar el primer día de la festividad judía de Hanukkah.
Las autoridades confirmaron que entre las víctimas se encontraban dos rabinos, un sobreviviente del Holocausto y una niña de 10 años.
Esto es lo que sabemos hasta el momento sobre las víctimas identificadas:
Las autoridades confirmaron que una niña de 10 años, identificada por su familia a los medios locales como Matilda, se encuentra entre los fallecidos.
Irina Goodhew, quien organizó una recaudación de fondos para la madre de la niña y dijo ser su antigua maestra, escribió: “La conocía como una niña brillante, alegre y llena de energía que iluminaba a todos los que la rodeaban”.
La Escuela Rusa Harmony de Sídney también confirmó que era una de sus alumnas.
“Nos entristece profundamente compartir la noticia de que una exalumna de nuestra escuela falleció en el hospital debido a las heridas sufridas por un disparo”, escribió la escuela en Facebook.
“Nuestros pensamientos y más sentido pésame a su familia, amigos y a todos los afectados por este trágico suceso… Su recuerdo permanecerá en nuestros corazones, y honramos su vida y el tiempo que pasó formando parte de nuestra familia escolar”.
Asimismo, su tía habló con ABC News y dijo que la hermana de Matilda, quien estaba con ella cuando recibió el disparo, estaba luchando por asimilar la pérdida.
“Eran como gemelas; nunca se separaban”, le dijo a ABC.
Conocido como el “Rabino de Bondi”, Eli Schlanger, de 41 años, fue uno de los organizadores clave del evento del domingo.
Dirigía la misión local de Chabad, una organización judía jasídica internacional con sede en Brooklyn.
La muerte de este padre de cinco hijos, nacido en Reino Unido, fue confirmada por su primo, el rabino Zalman Lewis.
“Mi querido primo, el rabino Eli Schlanger @bondirabbi, fue asesinado en el ataque terrorista de hoy en Sídney”, escribió Zalman en Instagram.
“Deja atrás a su esposa e hijos pequeños, así como a mi tío, mi tía y mis hermanos… Era realmente una persona increíble”.
En una publicación en su sitio web, Chabad indicó que el hijo menor de Schlanger tenía solo dos meses.
“Era el ser humano más piadoso, humano, amable y generoso que creo haber conocido”, le dijo el lunes a la prensa en Bondi Alex Ryvchin, del Consejo Ejecutivo del Judaísmo de Australia.
El ministro de Asuntos Exteriores de Francia, Jean-Noël Barrot, confirmó el fallecimiento del ciudadano francés Dan Elkayam.
“Con inmensa tristeza nos enteramos de que nuestro compatriota Dan Elkayam se encontraba entre las víctimas del atentado terrorista que afectó a familias judías reunidas en Bondi Beach, Sídney”, escribió en redes sociales.
“Lloramos junto a su familia y seres queridos, junto a la comunidad judía y el pueblo australiano”.
Según su perfil de LinkedIn, Elkayam trabajaba como analista de IT para NBCUniversal y se mudó a Australia el año pasado.
También era un apasionado del fútbol y “un miembro esencial de nuestro equipo de la Premier League”, escribió el Rockdale Ilindin Football Club, del oeste de Sídney, en su página de Facebook.
Era “una figura extremadamente talentosa y popular entre sus compañeros. Nuestro más sentido pésame a la familia, amigos y todos los que lo conocieron. Lo extrañaremos”, escribió el club.
Alexander Kleytman era un sobreviviente del Holocausto que llegó a Australia desde Ucrania.
“No tengo esposo. No sé dónde está su cuerpo. Nadie puede darme una respuesta”, declaró su esposa, Larisa Kleytman, a la prensa a las afueras de un hospital de Sídney el domingo por la noche.
“Estábamos de pie y de repente se oyó un ‘bum bum’ y todos cayeron al suelo. En ese momento él estaba detrás de mí y en un momento decidió acercarse. Empujó su cuerpo hacia arriba porque quería estar cerca de mí”, le contó al diario The Australian.
Chabad escribió en X que Alexander “murió protegiéndola de las balas del pistolero. Además de su esposa, deja dos hijos y 11 nietos”.
La pareja compartió parte de su historia de vida con la organización de salud Jewish Care en 2023.
“De niños, tanto Larisa como Alexander se enfrentaron al horror indescriptible del Holocausto”, escribió la organización en su informe anual.
“Los recuerdos de Alex son particularmente desgarradores; recuerdan las terribles condiciones en Siberia, donde él, junto con su madre y su hermano menor, lucharon por sobrevivir”.
El exoficial de policía Peter Meagher trabajaba como fotógrafo independiente en el evento de Hanukkah cuando fue asesinado, confirmó su club de rugby.
“Para él, fue simplemente una catástrofe: estar en el lugar y el momento equivocados”, escribió Mark Harrison, gerente general del Club de Rugby Randwick, en su sitio web.
“Marzo, como era conocido por todos, era una figura muy querida y una leyenda absoluta en nuestro club. Con décadas de participación voluntaria, era una de las figuras más importantes de Randwick Rugby”.
El club afirmó que había pasado casi cuatro décadas en la Fuerza de Policía de Nueva Gales del Sur, donde era “muy respetado por sus colegas”.
“La trágica ironía es que después de pasar tanto tiempo en la peligrosa primera línea como oficial de policía, al jubilarse murió mientras tomaba fotos, lo cual era su pasión. Es realmente difícil de comprender”, declaró el club.
Reuven Morrison emigró a Australia desde la antigua Unión Soviética en la década de 1970 siendo adolescente, según una entrevista que concedió a ABC hace exactamente un año.
“Vinimos aquí con la convicción de que Australia es el país más seguro del mundo y que los judíos no tendrían que enfrentarse a tanto antisemitismo en el futuro, donde podríamos criar a nuestros hijos en un entorno seguro”, declaró a la emisora nacional.
Al confirmar su fallecimiento, la organización Chabad señaló que residió en Melbourne durante mucho tiempo pero que “descubrió su identidad judía en Sídney”.
“Un empresario exitoso cuyo principal objetivo era donar sus ganancias a organizaciones benéficas que le eran muy queridas, en particular a Chabad de Bondi”, escribió la organización en X.
El fallecimiento del rabino Yaakov Levitan fue confirmado por Chabad, que lo describió como un “coordinador popular” de sus actividades en Sídney.
También se desempeñó como secretario del Beth Din de Sídney (un tribunal rabínico) y trabajó en el Centro BINA, que se describe a sí mismo como un centro de aprendizaje judío.
Tibor Weitzen se encontraba en el evento con su esposa y sus nietos cuando murió al intentar proteger a un amigo de la familia, según informó Chabad.
El hombre de 78 años era un miembro muy querido de la Sinagoga Bondi Chabad, según la organización.
Su nieta, Leor Amzalak, declaró a ABC que era “lo mejor que se podía pedir”. Añadió que Weitzen emigró a Australia desde Israel en 1988.
“Solo veía lo mejor de las personas y lo extrañaremos muchísimo”, le dijo a la emisora.
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