
“Es una injusticia que te estén corriendo, pero así funcionan las empresas”, fue lo que me dijo Israel, encargado de recursos humanos de Grupo Modelo. Durante seis meses fui víctima de acoso y abuso sexual por parte de Roberto “N”, quien también trabajaba dentro de la empresa. Derivado de levantar la voz, Grupo Modelo me despidió de manera injustificada. En agosto de 2021, el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (COPRED) declaró que fui víctima de discriminación por razón de género por las empresas Grupo Modelo, Cervecería Modelo y Diblo Corporativo.
De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2017, el 29.5 % de las mujeres mayores de edad declaró haber sido víctima de discriminación en razón de su sexo. De igual manera, solamente el 9.0 % de las mujeres a las que se les negó injustificadamente un derecho sí denunciaron. Sin embargo, a la fecha no existen datos sobre la discriminación que sufren las mujeres en el ámbito empresarial.
En noviembre de 2018 Grupo Modelo me obligó a presentar una denuncia ante su departamento de Compliance, mientras yo estaba internada en un hospital por un ataque de ansiedad derivado de las violencias vividas, en una ciudad en la que no conocía a nadie. “Inés, ya no te queda de otra, ya le llegó tu caso al vicepresidente del área de People, tienes que presentar la denuncia sí o sí”. Expresé más de una vez mi miedo a que se tomaran represalias en mi contra por levantar la voz ante la violencia sexual, a lo que me aseguraron que yo era la víctima, y que si se determinaba que sí había habido abuso, las represalias serían contra mi agresor.
Al día siguiente me regresaron a mi casa diciéndome que no podría continuar trabajando hasta que se resolvieran las denuncias, en plural. Así fue cuando me enteré que Roberto “N” presentó una denuncia en mi contra por difamación, al enterarse de que estaba siendo investigado por la empresa por acoso y abuso sexual y, por ende, perpetrando sus violencias contra mí. Durante el trayecto de regreso, la directora de People Continuity, enviada a tratar con el asunto, me dijo que ya dejara de darle vueltas al asunto. Como si el haber sido víctima de abuso durante seis meses, obligada a denunciar y suspendida del trabajo por estas razones fueran cuestiones que se dejan de lado voluntariamente.
Fui sometida a una serie de entrevistas con diferentes personas de la compañía de todos los niveles. Tuve que contar mi historia varias veces y pasé por procesos revictimizantes, sin que nadie de la empresa se responsabilizara: nunca tuve tiempos ni pasos claros a seguir respecto a lo previsto en sus políticas internas.
Una empleada de Grupo Modelo me llamó para notificarme que ya se había resuelto la investigación y que se había comprobado que sí había sido víctima de abuso y acoso sexual. Sin embargo, un mes después de esa llamada y de no haberme permitido la reincorporación al trabajo, fui despedida injustificadamente por la empresa. A la fecha, no han podido darme una justificación del motivo de mi despido. Respecto a Roberto “N”, la empresa no tomó ninguna acción en su contra.
El día que inicié a trabajar en Grupo Modelo recuerdo que nos dieron una plática sobre cero tolerancia a la violencia de género. Hicieron mención de todas las políticas internas que existen para prevenir y combatir este tipo de situaciones. Sin embargo, estas políticas internas no se aplican realmente, y en todo caso sirven solo para evidenciar lo que la empresa no hace respecto a las personas que han sido víctimas de violencia sexual dentro del contexto laboral. De igual manera, demuestra la poca seriedad que le da la propia empresa a sus propias políticas, al no reconocerlas ni aplicarlas
Resultó que Israel tenía razón: así funcionan las empresas, mediante injusticias. Grupo Modelo es un ferviente promotor –por lo menos en redes sociales– de ir en contra de la violencia de género. Cada 8M lanzan campañas como “Infografía de un líder aliado” y “Sororidad, ¿qué es y cómo se practica?”; intentan concientizar sobre los mal llamados micromachismos. Usan a las mujeres en posiciones directivas como tótems para probar a la sociedad que, únicamente en lo que sirve para construir una falsa imagen pública, están haciendo algo.
Estas campañas, aparte de todo, demuestran que las crean personas no preparadas en temas de género: utilizan palabras y conceptos que se ponen de moda en redes sociales, pero que son constantemente cuestionadas por especialistas en género sobre las conductas que invitan a reproducir y sobre cómo nos invitan a las mujeres a comportarnos como hombres para así ser validadas en el ámbito laboral.
Grupo Modelo, como muchas otras empresas del país, basan sus malas prácticas en sistemas que “alientan” a la denuncia mediante un purplewashing tanto en el corporativo como en la sociedad. Sin embargo, al momento de poner en acción el mecanismo de denuncia ante un sistema que defiende a toda costa los intereses económicos, sin importar las injusticias y violaciones a derechos que puedan causar a terceros, todo se invierte.
La maquinaria que Grupo Modelo destina a producir infografías con las supuestas alianzas con la sociedad y a poner a voceros a hablar sobre sus políticas internas para combatir las violencias, funciona hasta que alguien levanta la voz. Cuando las circunstancias obligan a que alguien entre a ver la realidad de estos procesos (que en papel son cartas de buenos deseos y en la práctica simplemente inexistentes), todos los procesos se invierten, e inician una serie de medidas siniestras y corporativistas para descartar a las personas incómodas para el sistema.
Pareciera que los procesos internos de denuncia de una empresa existen sólo para identificar más fácilmente a las personas que van en contra del pacto empresarial y del pacto corporativista (sin dejar de obviar el pacto patriarcal). Estas son las personas que exponen lo que muchas empresas esconden de manera tan efectiva: las violaciones a los derechos humanos a sus trabajadores no importan más que la producción, la acumulación de capital y su imagen en redes.
Estas violaciones no solo quedan dentro de la empresa en la que suceden, sino que envenenan a todo el sistema de corporaciones en el país, hasta llegar al Estado fallido que es México y su sistema de justicia. Estas violaciones a derechos (y su perpetración) por parte del sector empresarial están destinadas a ser silenciadas: en el pacto capitalista es clarísimo que los medios no publicarán nunca nada contra las empresas que son sus socios comerciales. El silencio de muchos medios de comunicación también conlleva una serie de violencias estructurales que, junto a la estrategia corporativista, impiden a las víctimas el acceso a información, generando una separación entre las personas que también han pasado por procesos similares de impunidad en el sector privado.
Una vez que fui despedida de manera injustificada de Grupo Modelo, iniciaron las batallas legales: una denuncia ante el COPRED por discriminación, la cual ya gané, y siguen vigentes todavía tres procesos: dos denuncias penales en contra de Roberto “N”, y una demanda por despido injustificado en contra de Grupo Modelo.
Grupo Modelo trató mi caso con impunidad, por lo cual no me quedó más que acudir al sistema de justicia mexicano. Un sistema lleno de carpetas de investigación truncadas, a las que no se les da ningún tipo de seguimiento; un sistema lento y tortuoso para las víctimas y lleno de revictimizaciones en el camino. El acudir al sistema de justicia mexicano implica, una vez más (considerando como primera vez el proceso interno ante Grupo Modelo) poner una historia tan personal ante el escrutinio público. Denunciar, ya sea en el sector privado o en el público, implica dejar al arbitrio de una tercera persona la decisión sobre lo que he vivido como víctima y las violencias que fueron ejercidas en mi contra; al denunciar, la víctima se vuelve dependiente de decisiones que suceden sin su conocimiento ni su consentimiento.
Pasar por todo este camino tortuoso, y seguir en él de manera indefinida hasta que se resuelvan los procesos abiertos, es debido a la decisión de cuatro empleados de Grupo Modelo. Se habla de Grupo Modelo como un ente abstracto, cuando las decisiones que se toman de manera interna las realizan personas de carne y hueso que se respaldan ante la protección corporativista de un sistema que busca activamente maneras de identificar y depurar a las personas que les incomodan.
El proceso por el que yo pasé no solo habla sobre lo que yo viví, sino que también habla sobre la cultura empresarial que se vive en Grupo Modelo de manera velada.
Las discriminaciones dentro del sector privado no son casos aislados. Las discriminaciones por cualquier motivo son violaciones a derechos humanos y son denunciables.

De seguro escuchas esta canción todos los años, aunque sea por casualidad al encender la radio. Lo que no sabes es que José Feliciano, el puertorriqueño que la compuso, enfrentaba uno de los momentos más difíciles de su carrera cuando se sentó a escribirla.
Son solo dos frases, acompañadas por el sonido de una guitarra, cantadas en inglés y en español. Pero esa sencillez, precisamente, convierte a “Feliz Navidad” en un clásico de las fiestas.
Y no solo en América Latina. El hit del puertorriqueño José Feliciano conquista las ondas radiales -y ahora las playlists- del mundo anglosajón desde su estreno en 1970.
Es la única canción de un artista latino en el Holiday 100 de Billboard, lista festiva en la que ocupa el duodécimo lugar.
Versionada por estrellas como Celine Dion, Michael Bublé, Raphael y Gloria Gaynor, también tiene adaptaciones inesperadas: desde el K-pop de BTS hasta el metal de It Dies Today.
“Ha sido tan versionada por su sencillez y facilidad de réplica. Pero también por ser bilingüe. Cuando Feliciano sacó esta canción, había muy poca música navideña bilingüe y eso la hizo inmediatamente memorable y especial”, le dice a BBC Mundo Leila Cobo, presidenta de Billboard Latin.
Cobo agrega que “Feliciano escribió el tema casi de broma”.
“De hecho, no quería grabarlo por lo simple que era. Fue el productor quien insistió”, añade.
El productor era Rick Jarrard, quien más tarde se convertiría en su gran amigo y colaborador. Fue él quien además le pidió que escribiera un sencillo para el álbum que también terminaría llamándose “Feliz Navidad”.
“Sentí pánico”, contó el artista en una entrevista con el programa Today de NBC News.
“Porque se han escrito tantas canciones navideñas maravillosas, por gente como Irving Berlin. Y pensé: bueno, ¿cómo voy a escribir una canción que esté a la altura de esas?”, sostuvo.
Pero lo hizo.
Ahora Feliciano -con 80 años, siete premios Grammy y un Latin Grammy en más de seis décadas de trabajo- suena cada Navidad alrededor del mundo.
Sin embargo, la inspiración para el tema que lo inmortalizó le llegó en uno de los momentos más oscuros y difíciles de su carrera.
El éxito musical de José Feliciano, un artista ciego de nacimiento, oriundo de Lares, un pueblo del oeste rural de Puerto Rico, comenzó en la década de los 60.
Para entonces cantaba en inglés. Su familia había emigrado a Nueva York cuando él tenía tan sólo 5 años. Allí aprendió guitarra y mezcló los ritmos latinos con el soul y el blues en los escenarios de Greenwich Village.
En 1968, gracias a su versión de Light My Fire de The Doors, ocupó los primeros lugares en las listas de Billboard y recibió dos Grammy.
Algunos críticos lo consideraban por entonces uno de los mejores guitarristas vivos, con una enorme inventiva y capacidad interpretativa.
Pero esa originalidad no siempre fue entendida y ese mismo 1968 le supuso un enorme costo al artista.
Era 7 de octubre y un joven Feliciano de 23 años llegó con sus gafas de sol y su guitarra al quinto partido de la Serie Mundial de Béisbol entre los Tigres de Detroit y los Cardenales de San Luis.
Frente a un estadio lleno entonó el Star Spangled Banner, el himno nacional estadounidense. Lo hizo de forma poco convencional, con toques de blues, soul y jazz, y mucho ritmo, lejos de la solemnidad tradicional.
Los Tigres ganaron, pero luego del juego de lo que menos se habló fue del deporte.
La interpretación de Feliciano fue repudiada por gran parte de los presentes, quienes le abuchearon, por considerar su versión una falta de respeto. Los medios, por su parte, tildaron su forma de cantar como un “sacrilegio”.
Incluso pidieron que fuese deportado, aunque es ciudadano estadounidense por nacer en Puerto Rico.
“Arruinó mi carrera”, comentó el músico en una entrevista en 2006 con la agencia Associated Press.
“Las emisoras de radio dejaron de hacer sonar mi música. Fue realmente un momento duro para mí”, añadió.
De acuerdo con el artista, su versión buscaba resaltar la herencia afrodescendiente del país, que él conocía de cerca por haber crecido en la diversa comunidad neoyorquina.
“Sobre todo, quería expresar el amor que siento por este país en el que vivo. Cuando eres un pionero, es difícil. Lo hice a mi manera, con sentimiento, con soul”, continuó.
Las Ligas Mayores de Béisbol señalan en un blog que Feliciano fue el primer artista en darle un giro al himno nacional durante un partido, y que su hazaña fue lo que permitió que artistas posteriores como Jimi Hendrix y Whitney Houston interpretaran sus propias versiones.
Luego de esa controversia, y en medio del boicot de las emisoras de radio, fue que llegó “Feliz Navidad”.
“No queríamos sacar un álbum navideño sentimental. Así que decidimos hacerlo de otra manera”, le contó Feliciano a NPR en 2020, cuando su exitoso tema cumplió 50 años.
Por eso la melodía de Feliz Navidad es alegre, mencionó el artista en esa misma entrevista. Esto no significa que no esté cargada de nostalgia, la misma emoción que, según dijo, lo impulsó a escribirla.
Feliciano, miembro de una familia de 11 hermanos, recordó que aquel verano boreal en el que se encerró en los estudios de RCA en Los Ángeles para producir el álbum junto a Jarrard, extrañaba profundamente a sus seres queridos.
Pensó entonces en cómo su familia boricua celebraba la Nochebuena: con las parrandas, esos villancicos que los puertorriqueños suelen cantar de casa en casa y que, a diferencia de los que se entonan en EE.UU., se acompañan con los sonidos de los panderos de plena y otros instrumentos como las maracas y el cuatro (similar a una guitarra, pero con 10 cuerdas y un sonido agudo).
“Había otras canciones navideñas que eran bilingües. Por ejemplo, había una canción de Hugo Ríos, ‘Mamacita, ¿dónde está Santa Claus?’. Pero ‘Feliz Navidad’ era una entidad por sí misma. Expresaba la alegría que sentía en Navidad y, al mismo tiempo, el hecho de que me sentía muy solo. Extrañaba a mi familia, extrañaba cantar villancicos con ellos. Extrañaba toda la escena navideña”, sostuvo en su entrevista con Associated Press.
Cobo, de Billboard Latin, afirma que “Feliz Navidad” le recuerda a “Despacito”, el afamado tema de los también puertorriqueños Daddy Yankee y Luis Fonsi.
“Creo que en su momento, “Feliz Navidad” debió haber sido una revelación para las personas que no hablaban español y se dieron cuenta de que podían decir Merry Christmas en otro idioma”, comenta la periodista, editora y autora.
“Vislumbró las posibilidades comerciales de la música en español”, indica.
En 2009, “Feliz Navidad” entró al Salón de la Fama de los Grammy.
La vida de Feliciano, que en el momento de componer el tema atravesaba uno de sus periodos más difíciles, fue “transformada por completo”.
“Este álbum (‘Feliz Navidad’) lo estableció como un artista que también cantaba música original e inédita. Y la canción del mismo nombre es por la cual es más recordado y versionado. Es también la que le trae más dinero todos los años”, comenta Cobo.
Feliciano le dijo a Today que cree que su canción fue tan exitosa “porque nos une a todos”: “Nadie puede molestarse porque alguien cante ‘Feliz Navidad’ en español o en inglés”.
En 2006, el periodista de Associated Press Adrian Sainz le preguntó al boricua qué sentía al ser considerado el primer artista latino en la historia en lograr un crossover exitoso al mercado anglosajón.
Respondió que se sentía “orgulloso”, feliz de “abrir puertas” para otros intérpretes de habla hispana.
Y agregó: “Sólo espero que no perdamos lo que tanto luchamos por conseguir”.
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