Una pregunta que me hago mientras los Elon Musks del mundo ya tienen 14.
La crisis socioambiental está influenciando nuestras decisiones e impactando en nuestra autonomía reproductiva. Está afectando lo que comemos, dónde vivimos, nuestra salud mental… e incluso si decidimos tener hijes. Cada vez más personas, y en particular mujeres, se preguntan si reproducirse es una buena idea en medio de sequías, incendios, olas de calor y un futuro incierto.
Esto se refleja en el descenso de las tasas de natalidad en todo el mundo. La ONU estima que la tasa de fecundidad global disminuirá de 2,3 niños por mujer en 2021 a 2,1 en 2050. 1 En países como Italia, la natalidad está en mínimos históricos. Según datos del Instituto Nacional de Estadística italiano (ISTAT), en 2022 Italia registró su cifra más baja desde 1871. 2
En México, la tendencia es similar. En el 2022, la tasa de fecundidad fue de 1,8 mientras que en el 1965 fue de 6,8. 3 Y aunque hay muchas razones detrás de esto (como la falta de acceso a vivienda y empleos dignos, entre otros), la crisis climática es un factor relevante. 4
La crisis socioambiental impacta nuestras decisiones reproductivas de varias formas. A continuación destacamos algunas de ellas:
No podemos ignorar que este debate también está atravesado por la desigualdad de género. La crisis climática y la autonomía reproductiva no son temas aislados, se intersectan de forma directa con la carga de los cuidados y la sostenibilidad de la vida. En la mayoría de las sociedades, las mujeres siguen siendo las principales responsables del trabajo de cuidado, que podría verse intensificado en tiempos de crisis ambiental: cuando faltan recursos básicos como agua o alimentos, son usualmente las mujeres quienes cargan con la responsabilidad de garantizar la supervivencia familiar. Este peso adicional hace que muchas cuestionen si tienen las condiciones materiales, emocionales y sociales para criar hijes en un mundo que se está quemando.
Aquí es donde las cosas se ponen peligrosas. El ecofascismo sostiene que la sobrepoblación es la causa principal del cambio climático y, por lo tanto, propone controlar los nacimientos, criminalizar la migración y hasta justificar la violencia contra comunidades vulnerables. Se expresa de varias maneras, por ejemplo, justificando las muertes de poblaciones menos privilegiadas a consecuencia de desastres naturales como un beneficio ambiental o vinculándose con grupos de extrema derecha que discriminan o limitan el ejercicio de derechos fundamentales de poblaciones vulnerables. El ecofascismo también utiliza la crisis climática para promover ideas autoritarias disfrazadas de “soluciones ecológicas” y replica discursos de odio como: “que los pobres dejen de reproducirse”.
La verdad es otra: el 10 % más rico del mundo es responsable del 50 % de las emisiones de carbono, 8 mientras que los países más empobrecidos apenas contribuyen al problema.
El debate sobre la responsabilidad en la crisis climática a menudo se enfoca injustamente en las poblaciones más vulneradas, señalando la sobrepoblación en regiones empobrecidas como principal culpable. Sin embargo, esta perspectiva ignora el impacto desproporcionado que tienen las élites económicas.
Un ejemplo claro es el uso de jets privados. Un jet privado puede emitir en cinco horas la misma cantidad de CO₂ que una persona promedio en un año entero[9]. El 1 % de la población más rica del mundo emitió la misma cantidad de carbono que las 5,000 millones de personas que representan los dos tercios más pobres de la humanidad. 10
Los datos demuestran que no es la cantidad de personas, sino el modelo económico y la distribución del poder lo que está destruyendo el planeta.
Otra cara de la “crisis de natalidad” son las narrativas “pro natalistas” retomadas por líderes políticos o empresariales. El año pasado en una conferencia de prensa en el Eliseo, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, habló del “rearmamento demográfico” como una necesidad para el futuro del país, en un contexto donde las tasas de natalidad están cayendo.
Esta aparente contradicción —culpar a ciertos grupos de la sobrepoblación mientras se exige a otros reproducirse en nombre de la nación o la economía— evidencia cómo los cuerpos de las mujeres y personas con capacidad de gestar siguen siendo vistos como herramientas reproductivas al servicio de intereses clasistas, coloniales y patriarcales. El control sobre la natalidad, ya sea a través de políticas que limitan el acceso al aborto o aquellas que incentivan la maternidad como obligación o un deber, responde a la misma lógica de dominación patriarcal.
Que la crisis climática influya en nuestras decisiones no significa que debamos renunciar a nuestra autonomía reproductiva. Hay alternativas: luchemos por un mundo donde las decisiones de las mujeres y las personas con capacidad de gestar no estén condicionadas por el miedo al colapso, sino por la libertad de elegir y el compromiso para construir mundos habitables para todes. Si queremos un presente y un futuro para todas las personas, necesitamos justicia climática, acceso a derechos reproductivos y un sistema que garantice condiciones dignas para la vida. Esto no lo lograremos solas. Es momento de articularnos entre movimientos, de construir alianzas desde la solidaridad y la lucha colectiva. La justicia climática y los derechos reproductivos son causas inseparables: si queremos futuro, necesitamos organizarnos, exigir cambios estructurales y defender nuestras vidas y nuestros territorios. En el ILSB apostamos por transversalizar agendas como las de cuidado y sostenibilidad de la vida, para vincular activistas y movimientos, creando redes fortalecidas y sostenibles para hacer frente a la policrisis que estamos viviendo. Resistimos porque aún hay futuro vivible, y lo tenemos que construir juntas, aquí y ahora.
* Pascale Brennan es Oficial de Incidencia en REDefine, la red de jóvenes del Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir.
1 United Nations, Department of Economic and Social Affairs, Population Division. (n.d.). World Population Prospects. United Nations.
2 Instituto Nacional de Estadística italiano (ISTAT). (2023). La natalidad en Italia baja a mínimos históricos: 393.000 nacimientos en 2022. Recuperado de aquí.
3 United Nations, Department of Economic and Social Affairs. (n.d.). World Population Prospects.
4 Peters, S., Striessnig, E., Testa, M. R., Trimarchi, A., & Nitsche, N. (2023). Too worried about the environment to have children? Or more worried about the environment after having children? The reciprocal relationship between environmental concerns and fertility (MPIDR Working Paper WP-2023-023). Max Planck Institute for Demographic Research.
5 Acción Contra el Hambre. (2023). Cambio climático: ¿qué impacto tiene sobre el hambre?
6 Organización Panamericana de la Salud. (s.f.). Cambio climático y salud.
7 Clement, V., Rigaud, K. K., de Sherbinin, A., Jones, B., Adamo, S., Schewe, J., Sadiq, N., & Shabahat, E. (2021). Groundswell Parte 2: Actuar frente a la migración interna provocada por impactos climáticos. Banco Mundial.
8 Oxfam. (2020). Combatiendo la desigualdad de las emisiones carbono: Por qué la justicia climática debe estar en el centro de la recuperación tras la pandemia de COVID-19. Oxfam Internacional.
9 Ferrari, O. (2024, 8 de noviembre). Los aviones privados están sustituyendo al coche para los viajes… de los ultra ricos. National Geographic.
10 Oxfam. (2023, 20 de noviembre). El 1 % más rico contamina tanto como los dos tercios más pobres de la humanidad. Oxfam International.
A pesar de que el cuerpo necesita agua para vivir, puede sufrir graves problemas ya sea por la falta o por el exceso de ella.
“Lo último que recuerdo fue el cartel de la mitad del camino”, le dijo al programa The Food Chain de la BBC.
Johanna se despertó tres días después en cuidados intensivos.
Pese a que un video grabado por su marido la mostraba cruzando la meta, ella no recordaba nada.
“Mi pareja y otros amigos estaban allí. Me saludaron, pero yo estaba muy débil. Llegamos a casa y estaba muy, muy enferma. Luego me desmayé”, recordó.
“Había bebido tanta agua que eliminé todas las sales y nutrientes necesarios para funcionar”, cuenta, recordando lo fácil que puede ser excederse en el consumo del líquido.
Según las recomendaciones generales a nivel internacional, lo ideal es beber alrededor de dos litros de agua al día para las mujeres y 2.5 litros para los hombres.
Sin embargo, los científicos afirman que nuestras necesidades de agua dependen de varios factores.
No beber suficiente puede provocar deshidratación, pero consumir demasiada también puede ser peligroso.
El agua constituye aproximadamente el 60 % de nuestro peso corporal. Se encuentra en nuestras células, órganos, sangre y en diferentes vías de nuestro sistema.
“El agua es un nutriente”, afirma Nidia Rodríguez-Sánchez, experta en hidratación de la Universidad de Stirling (Escocia).
“Nos centramos en las proteínas, las vitaminas, los carbohidratos y la fibra, pero no consideramos el agua como un nutriente importante en nuestra vida”, añade.
El agua desempeña un papel crucial en casi todas las funciones corporales.
Según la Facultad de Medicina de Harvard, algunas de estas son:
Nuestro cuerpo pierde agua constantemente al sudar, orinar e incluso respirar. Para funcionar correctamente, es necesario reponer este líquido perdido, un proceso conocido como equilibrio hídrico.
Cuando el cuerpo pierde más agua de la que ingiere, puede producirse deshidratación.
Esto puede provocar diversos problemas de salud graves:
En casos graves, la deshidratación puede causar confusión, ritmo cardíaco acelerado e incluso insuficiencia orgánica, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Sí, y las consecuencias pueden ser graves.
Beber cantidades excesivas de agua en un corto período de tiempo puede causar hiponatremia, también conocida como intoxicación hídrica. Esto ocurre cuando el equilibrio de sodio en la sangre cae peligrosamente, provocando la inflamación de las células del cuerpo.
Fue lo que le ocurrió a Johanna cuando corrió la maratón de Londres: al consumir demasiada agua, terminó por eliminar importantes sales y nutrientes que el cuerpo usa para su correcto funcionamiento.
Los síntomas de la hiponatremia incluyen:
El caso de Johanna ilustra lo que ocurre cuando el cuerpo ingiere más líquidos de los que puede procesar.
Los líquidos se absorben rápidamente en el torrente sanguíneo. El exceso de estos es filtrado por los riñones, los cuales pasarán luego a producir orina.
Sin embargo, nuestros riñones solo pueden procesar aproximadamente un litro de líquido por hora.
Y aunque Johanna se recuperó completamente, los casos más extremos de hiponatremia pueden ser letales.
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Para que una persona se mantenga sana, las autoridades sanitarias recomiendan beber de seis a ocho vasos de agua al día.
La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria recomienda 2 litros para las mujeres y 2.5 litros y medio para los hombres. Esto incluye agua de todas las fuentes, incluyendo alimentos, no solo bebidas.
La mayoría de los alimentos, como frutas, verduras, arroz e incluso frutos secos, contienen agua. La sandía, por ejemplo, está compuesta por aproximadamente un 92 % de agua.
Y puede que ni estas recomendaciones resulten universales.
El profesor John Speakman, de la Universidad de Aberdeen (Escocia), participó en un estudio global que analizó la ingesta de agua en más de 5.000 personas en 23 países.
“Los hombres de entre veinte y sesenta años probablemente necesitan unos 1.8 litros al día. Y las mujeres del mismo grupo de edad necesitan entre 1.5 y 1.6 litros. A partir de los 85 años, aproximadamente, solo se necesita un litro al día”, explica el profesor Speakman.
Pero la cantidad de agua que una persona necesita depende de factores como el peso corporal, la actividad física, la edad, el sexo y las condiciones ambientales.
“El factor que más influye en la cantidad que necesitas es tu estatura”, añade.
“Si vives en un lugar cálido y húmedo, tus necesidades de agua serán considerablemente mayores que las de alguien que vive en un lugar frío y seco”.
La sed es la señal natural del cuerpo de que necesita más agua. El color de la orina es otro buen indicador de hidratación: el amarillo pálido indica que estás bien hidratado, mientras que el amarillo oscuro puede indicar deshidratación.
También necesitarás beber más líquidos si tienes vómitos o diarrea.
*Esta historia se basó en un programa de Radio del Servicio Mundial.
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