
Recientemente se informó que el huracán Erick evolucionó a categoría 4 y continuará intensificándose mientras se acerca a costas de Oaxaca y Guerrero.
Además, de acuerdo al Centro Nacional de Prevención y Desastres (Cenapred), la temporada de huracanes y ciclones terminará hasta noviembre (tanto en el océano Pacífico, como en el Atlántico) e históricamente de agosto a octubre ocurren los más intensos, por lo que no está de más conocer todo lo que debes de hacer ante la presencia de estos fenómenos naturales.
Platicamos con un experto en gestión integral de riesgos para saber cómo actuar antes, durante y después de una tormenta o huracán.
El Cenapred menciona en un comunicado que los ciclones pueden presentarse antes o después de las fechas pronosticadas. Ante esto, es importante prepararse para escenarios como lluvias y vientos fuertes, deslaves e inundaciones.
Además, señala que ante estos eventos que conllevan un riesgo para las personas, animales y vegetación, es importante contar con un Plan Familiar de Protección Civil para saber cómo actuar en caso de que tú o tu familia necesiten evacuar su hogar o el sitio en el que viven y así, reducir riesgos.
Lino González Meneses, ingeniero biomédico con 22 años de experiencia en Protección Civil y que ha sido instructor en Protección Civil por el Centro Nacional de Prevención de Desastres y actualmente supervisor regional de Protección Civil del IMSS en el Estado de México Oriente, señala que la temporada de lluvia incluye ciclones tropicales y huracanes que llegan después del periodo de estiaje.
“El periodo de estiaje es lo que conocemos como el nivel más bajo de los caudales de ríos, lagunas y masas de agua de donde extraemos el agua de consumo humano y de riego. Este periodo de estiaje es la punta del periodo de calor o de la temporada de calor antes de la temporada de lluvia”, explica el especialista a Animal MX.
En este periodo es cuando llegan las ondas de calor, hay pocas lluvias, se evapora el agua en lagos y lagunas. Se vuelve un momento importante porque es cuando el periodo de sequía afecta más.
Actualmente, su impacto se ha sentido en el Valle de México y la región centro y norte del país. “Ahorita, este periodo está terminando y da paso al periodo de lluvias”, afirma.

Para la temporada de lluvias 2025 el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) anunció que aunque se tiene un pronóstico de fechas oficiales para la llegada de este evento, los ciclones pueden presentarse con una ligera variación, es decir, antes o después.
Ten en cuenta que, aunque el SMN pronostica para este año de 16 a 20 ciclones tropicales en el Pacifico, y de 13 a 17 en el Atlántico, no quiere decir que todos llegarán a México.
En promedio, México recibe de 4 a 5 ciclones cada año. Sin embargo, el país no cuenta con una herramienta que informe en tiempo real sobre la llegada de ciclones o huracanes, como ocurre en Estados Unidos con la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés).
De acuerdo con la Coordinación Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred), “actualmente no es posible saber el momento y el lugar de impacto, se debe esperar hasta observar la evolución del fenómeno”.
A pesar de esto, México sí cuenta con un Sistema de Alerta Temprana para Ciclones Tropicales (SIAT-CT) como una herramienta de coordinación en el alertamiento a la población y en la acción institucional, ante la amenaza ciclónica, que se sustenta en la interacción de los principales actores del Sistema Nacional de Protección Civil (SINAPROC). Incluso retoman información de la NOAA para obtener mayor precisión.
Como mencionamos más arriba, esta temporada será muy activa. Se espera que los ciclones pronosticados para el Pacífico sean entre 8 y 9 que alcancen la clasificación de tormenta tropical.
En tanto, 4 o 5 de ellos llegarían a ser huracán de categoría 1 o 2; y de 4 a 6 serían de las categorías 3, 4 o 5; como Otis en el puerto de Acapulco, Guerrero y Patricia, en las costas de Jalisco.
Lino Gonzalez enfatiza que se debe mirar a estos fenómenos climáticos como un sistema completo, es decir, “lo que pasa en el Pacifico repercute en el Atlántico y lo que pasa en el mar Caribe repercute en el Pacifico y lo que pasa en el Atlántico repercute en el Caribe y en el Pacifico. No somos sistemas aislados”.

Con el antecedente reciente del impacto de Otis, catalogado como categoría 5, según la escala Saffir-Simpson, es importante armar tun Plan Familiar de Protección Civil para saber cómo actuar antes, durante y después de un evento como este, que además es diferente para cada población, es decir, no es el mismo plan que se tiene para un contexto urbano, rural o costero.
Lino Gonzalez Meneses, quien además cuenta con un grado técnico en Gestión Integral de Riesgos y Desastres por la Escuela Nacional de Protección Civil, señala que el impacto de Otis vino a reconfigurar la atención temprana de un evento climático extremo para actuar mucho antes en la prevención de riesgos para la población que podría resultar mayormente afectada.
“Me tocó atender la situación, desde mi trinchera. Nuestro Centro de Mando fue el Hospital general No 1 en Acapulco. Estuve un mes allá y todo lo que vivimos ahí fue repercusión del huracán. Tuvimos cambio de temperatura, tuvimos cambio de nivel del mar, tuvimos cambio en la temperatura del mar porque subió 1°C”, relata el especialista.
Dentro de la labor de la gestión integral de riesgos, González Meneses menciona que su trabajo es contar con la información a la mano para avisar a la población, además de generar avisos y recomendaciones para resguardarse, ya sea de una lluvia, tormenta o ciclón.
“La mejor herramienta que tenemos como gestores de riesgos son los Sistemas de Alertamiento Temprano o el SIAT que están a la mano de todos. Uno de los más comunes es el SIAT-CT que es el Sistema de Alertamiento Temprano para ciclones tropicales que te avisa sobre tormentas tropicales, por ejemplo”, señala.
Toma en cuenta que para saber cómo actuar antes, durante o después de la llegada de lluvias, tormentas, ciclones y tornados, es importante tomar en cuenta cómo es el área o la región en donde vives. Si se trata de una zona urbana, rural o costa, para así actuar de manera temprana.
“Si bien, un huracán no llegará a la Ciudad de México, sí repercute en la cantidad de nubes, agua, humedad, viento y temperatura que avienta hacia la Cuenca del Valle de México”, apunta.
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En un comunicado del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), con información de Protección Civil sobre huracanes, señalan que el objetivo es organizarse y saber cómo actuar cuando sea necesario.
Entre las recomendaciones, pide que las familias y comunidades tomen en cuenta los siguientes puntos:
Por otro lado, Lino Gonzalez Meneses añade lo siguiente:
Para este momento de la posible emergencia, toma en cuenta que existirán tres escenarios para actuar. El IMSS pide poner atención en qué tan seguro es el lugar dónde vives y qué hacer en caso de evacuar.
Si la tormenta o el huracán ya pasaron, debes mantenerte informada con las actualizaciones que emitan las autoridades locales, estatales y federales, además sigue estas recomendaciones tras el paso del evento:
Lino González Meneses señala que en las poco más de dos décadas como gestor integral de riesgos, ha notado que las personas no tienden a tomar estas recomendaciones con mayor seriedad, por ello prefiere presentar un escenario “fatalista” a perder vidas.
“En 39 años -desde el sismo de 1985- no hemos aprendido que la protección civil o nuestra propia seguridad no es de bomberazo”, declara.
El experto señala que hasta antes del 2012, la Protección Civil a nivel nacional estaba enfocada en “apagar bomberazos”, y aunque México tiene planes de emergencia en caso de sismo, derrame químico o erupción volcánica con brigadistas y cuerpos de emergencia preparados, no hay un enfoque dirigido en mitigar un evento climático extremo.
“Desde hace 12 años, prácticamente nada, la idea de la Protección Civil Nacional se ha enfocado a la mitigación de riesgos, a tratar de enseñarle a la población a prevenir. Bajo este criterio, todos estamos trabajando para que la población tenga a la mano con antelación el que sepan qué hacer”, finaliza.
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El sistema de Salud de Ecuador está en crisis y los analistas estiman que tuvo mucho que ver en la derrota electoral del presidente Daniel Noboa en su consulta popular.
A Yawa Sumpa Puar Alexandra, de la comunidad indígena achuar, le entregaron el 29 de noviembre el cuerpo de su bebé en una caja de cartón. La niña de solo un mes había ingresado por un problema respiratorio la noche anterior en el Hospital General de Macas, en la provincia ecuatoriana de Morona Santiago, y en unas pocas horas falleció.
La plantilla médica recomendó a la mamá buscar un ataúd, pero sola, a cientos de kilómetros de su comunidad y sin hablar bien español, su situación era de total desamparo. Aunque salió en busca de ayuda, como no llevaba dinero, tuvo que volver al hospital.
Ahí se encontró con el improvisado féretro que tuvo que cargar primero al parque principal de Macas donde salen las camionetas y los autobuses a Taisha, y luego las tres horas de viaje hasta esa ciudad de donde despegan las avionetas hacia la zona donde vive su comunidad, en plena Amazonía ecuatoriana.
“¿Cómo es posible que le dejen marchar así, con un bebé muerto en un cartón? Es doloroso ver cómo la manera en que nos tratan los médicos. Es indignante y muy triste porque somos humanos”, dice a BBC News Mundo el miembro comunidad achuar de Kaiptach que auxilió a la madre en un primer momento y tomó la fotografía.
Fue la municipalidad de Taisha la que finalmente la ayudó con un ataúd y con el vuelo de regreso a su comunidad.
“Es la familia la que tiene que traer el ataúd. El hospital no te la da. Eso es así en todo el país. Pero es verdad que sí son los encargados de hacer la gestión para pedir una donación a los municipios o a las prefecturas. Y para eso los hospitales tienen un área de trabajo social”, le cuenta a BBC Mundo Christian Sánchez Mendieta, periodista del diario El Mercurio.
El equipo de este diario había viajado en abril pasado a Morona Santiago después de que 10 niños murieran por leptospirosis, una enfermedad que se transmite por medio de las heces y orinas de roedores, pero con pronóstico favorable para el paciente si se le administran antibióticos.
“Son poblaciones que tienen costumbres completamente diferentes y viven en condiciones insalubres, pero siento que hay una especie de racismo contra ellos”, añade Sánchez Mendieta.
“Dada la gravedad de este hecho se han dispuesto las gestiones correspondientes para la sanción al personal involucrado en esta irregularidad”, informó el Ministerio Público de Salud luego de que se difundiera públicamente la foto de la madre y la caja con el cuerpo de su hija.
Pero la imagen tomada en Taisha, que levantó una oleada de indignación en todo Ecuador, se convirtió en un ejemplo dramático de una situación que supera las fronteras de la provincia de Morona Santiago: la crisis en la salud pública ecuatoriana.
El 16 de noviembre, 13 días antes de la muerte de esta niña en Macas, hubo una consulta popular en la que el presidente Daniel Noboa planteó cuatro preguntas a los ecuatorianos. En los cuatro interrogantes -que iban desde la convocatoria a una Asamblea Constituyente hasta el regreso de bases militares extranjeras al país- la gente dijo “No”.
El revés de Noboa sorprendió porque el mandatario gozaba de un nivel de popularidad del 52,7%, según una encuesta realizada por la empresa Cedatos en octubre, y porque ocho meses antes había logrado su reelección en una segunda vuelta con más del 55% de los votos.
Otra de las sorpresas fue una de las causas mencionadas al interior de Ecuador para explicar esta derrota: en un país acostumbrado casi exclusivamente a hablar de las crisis de inseguridad y de las muertes violentas, se mencionó la crisis de salud.
El desabastecimiento de medicinas y todo tipo de materiales médicos había llegado a niveles críticos a finales de septiembre, afectando incluso a medicamentos considerados básicos como la insulina, la morfina, la amoxicilina y fármacos contra el cáncer.
La situación obligó al gobierno de Noboa a declarar el estado de emergencia en el Instituto Ecuatoriano de Seguro Social (IESS) -el que utilizan los trabajadores que contribuyen con su salario al sistema público- y en el Ministerio de Salud.
Solo en los últimos 20 meses, el país ha tenido cinco ministros de Salud, y tras esta inusual rotación, la cartera recae ahora en la vicepresidenta de la República, María José Pinto.
Una de las principal quejas del presidente de la Federación de Nacional de Médicos del Ecuador, Santiago Carrasco, es precisamente la falta de liderazgo técnico y la mala gestión derivada de la falta de conocimiento del sector de los dirigentes.
BBC Mundo se puso en contacto la presidenta de la Comisión del Derecho a la Salud y Deporte de la Asamblea Nacional del Ecuador, Diana Blacio, de partido gobernante, pero no obtuvo respuesta.
“El presupuesto para salud ha sufrido recortes significativos: de US$3.219 millones en 2023 bajó a US$2.959 millones en 2024 y a US$2.798 millones en 2025”, explica a BBC Mundo María Verónica Iñiguez Gallardo, asambleísta por la provincia de Loja.
Según datos del Banco Mundial, en 2021 y 2022 también se redujo el monto destinado a los recursos relacionados con la operación y mantenimiento del sistema sanitario. Esto incluye salarios de personal, compra de medicamentos e insumos, servicios básicos (luz, agua), mantenimiento de instalaciones, y administración.
Es decir, los costos para que los hospitales, clínicas y programas de salud funcionen día a día, sin incluir grandes inversiones en infraestructuras nuevas
Pero para Iñiguez Gallardo, lo más alarmante es la ejecución de esos fondos: “Hasta julio de 2025, solo se había utilizado el 34,6% del presupuesto de inversión, lo que significa que hospitales y centros de salud operan con recursos mínimos”.
La asambleísta de Revolución Ciudadana, el principal partido de la oposición liderado por el expresidente Rafael Correa, indica que “el desabastecimiento de insumos y medicamentos es generalizado en todo el país. En septiembre, los hospitales públicos reportaban apenas un 45% de abastecimiento de medicamentos”.
Iñiguez Gallardo indica que, por ejemplo, en los hospitales Monte Sinaí y del Guasmo, los dos centros de salud más grandes de Guayaquil, la capital económica del país, la falta de insumos esenciales alcanzó el 80%.
“En otro hospital de Guayaquil, el Hospital Universitario, 18 recién nacidos murieron tras contraer infecciones asociadas a la atención sanitaria, producto de la reutilización de cánulas contaminadas, insumos cuyo costo es mínimo (US$1 aproximadamente)”, recuerda la asambleísta.
Juan, nombre ficticio de un especialista del Hospital General Monte Sinaí que no quiere ser identificado, describe la precariedad con la que trabajan desde hace un año:
“Si alguien se va a operar al hospital, tiene que traer todo. Faltan agujas, cánulas, hilos de sutura, sedantes, analgésicos. A veces no hay ni algodón o sábanas en las camas. Tenemos guardias de 24 horas pero ya no hay donde comer en el hospital porque a la gente de la cantina hace meses que no le pagan”.
“Ni siquiera podemos hacer exámenes de laboratorio, análisis de sangre, son servicios que prácticamente no funcionan por falta de pago”, le cuenta a BBC Mundo y añade:
“Como faltan muchas medicinas, las familias se ven obligadas a acudir a chulquero (prestamista) y tomar dinero con tasas de interés extremadamente altas y abusivas. O hacen eso o se les muere el familiar. La crisis de salud se extiende a todo el tejido social. Va más allá de la sanidad”.
BBC Mundo trató de contactar el Ministerio de Salud Pública porlos canales oficiales pero tampoco logró que alguien respondiera a estas acusaciones.
Otros pacientes que sufren estos días la escasez de medicamentos son los que necesitan diálisis o quienes padecen diabetes y necesitan una dosis diaria de insulina.
En Guayaquil, el 28 de noviembre, hubo una movilización para denunciar el desabastecimiento de insulina, que según diversas asociaciones se ha agudizado desde 2023 y que afecta tanto a farmacias privadas como públicas.
“Si me preguntas cómo hemos llegado a esta situación, creo que se debe tal vez a una mala gestión desde el Estado al hacer la provisión de las compras”, explica Lucía Mantilla, presidenta de la Fundación Diabetes Juvenil de Ecuador.
“Los diabéticos necesitan insulina todos los días. No es algo que puedas ponerte un día sí y otro no. Y ahora mismo, los miembros de la asociación nos cuentan que tienen que recorrer varias farmacias para encontrar un vial, que a veces lo reparten en dos días o tres”.
“Cuando un paciente diabético no se inyecta insulina esto puede derivar en valores altos de glucosa, que se puede transformar en una cetoacidosis. La cetoacidosis necesita una intervención hospitalaria y si no son atendidos, en el caso extremo pueden caer en un coma diabético”, agrega.
Para varios expertos consultados, la pandemia de COVID-19 -que se ensañó especialmente con Guayaquil- aceleró el colapso del sistema.
“Hubo despidos de miles de profesionales de la salud y salieron a la luz varios casos de corrupción en la compra de insumos médicos”, cuenta Iñiguez Gallardo.
“La pandemia tuvo un gran impacto en Ecuador. Solo hay que recordar los ataúdes en las calles. El país implementó un sistema en el que reservó los hospitales públicos para atender el Covid y derivó al sector privado la atención del resto de patologías”, afirma Marcelo Bortman, ex especialista en Salud del Banco Mundial.
La fórmula suponía transferencias de fondos de los servicios públicos a las clínicas privadas para pagar la factura.
“Para que un sistema de salud sea fuerte, tiene que tener recursos humanos adecuados, estructura y el financiamiento suficiente. Obviamente los hospitales tienen que tener equipamiento y eso es cada vez más caro por la tecnología”, plantea Bortman y añade:
“La mayor parte de los de los presupuestos que tienen los sectores de salud en el mundo son en general para funcionamiento, pero no hay para mantenimiento ni para mejoras. Y con los años, si esas inversiones faltan, los servicios se van deteriorando y las capacidades también”.
El diario El Mercurio reportó estos días la historia de un paciente de 22 años ingresado en el Hospital José Carrasco Arteaga desde hace más de 20 días en la ciudad de Cuenca. Féliz Aurelio Suqui se cayó de un montacargas a 15 metros de altura mientras trabajaba.
Según el informe médico tiene entre otras cosas politraumatismo, es decir, muchos huesos rotos -incluidas tres vértebras-, y neumotórax (un colapso en los pulmones). Está en estado grave.
Cómo no hay materiales para la cirugía que necesita, el hospital sugiere darle el alta y que espere en casa los insumos para la operación que necesita.
Pero si la situación es mala en las ciudades, es peor en las zonas rurales.
“Los puestos de auxilio y los puestos de medicina general son muy poquitos en las zonas rurales. Hay que caminar cuatro horas por la selva. Son construcciones de madera que casi no tienen los elementos básicos”, describe el periodista Sánchez Mendieta.
A esto hay que añadir que los médicos en las áreas remotas “son casi siempre recién egresados de la universidad que están haciendo un año de medicina comunitaria”, expone Pablo Ponce, director del colectivo Violín Rojo, una asociación que trabaja con comunidades indígenas en Ecuador. En concreto, Ponce vive desde hace 5 años con los Achuar.
“Pero lo que se necesita es tener médicos contratados, especialistas, un médico general, un pediatra. En los puestos de salud de la zona no existe la forma de hacer un examen de sangre. No hay una garantía de electricidad”, argumenta.
Ese sistema, que deja las zonas rurales lejos de la zona de reparto de insumos o aleja a los especialistas fue la razón por la que Yawa Sumpa tuviera que llevar a su bebé al Hospital de Macas.
Y cuando creyó que la atención médica salvaría a su hija, se encontró con una crisis del sistema que solo le dejó una caja de cartón en las manos.
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