“Si realmente me amas, lo harías” es una de esas frases que tenemos romantizada, pero que puede ser parte de una situación de violencia, pues es una de las tantas formas en las que se manifiesta la coerción sexual.
¿Alguna vez has sentido que estás bajo presión para tener relaciones sexuales?, ¿has sentido que no puedes negarte?, ¿o te han hecho sentir mal por no acceder? Pues esas situaciones también son prácticas de este acto de violencia.
Pero vamos por pasos, que la línea es muy delgada entre esta y otras formas de abuso.
Para la psicóloga Paulina Ramírez, este término hace referencia a “cualquier tipo de presión, ya sea física o emocional, que una persona ejerce sobre otra para imponer actos de tipo sexual”.
Además, explica que esta imposición puede darse en cualquier tipo de relación sin importar si es romántica, afectiva o erótica, o incluso puede presentarse con alguien que acabas de conocer, con un noviazgo consolidado o en relaciones de matrimonio.
Mónica Bustamante, psicóloga y terapeuta de SORECE (Asociación de Psicólogas Femeninas), explica a Animal MX que al existir esa relación hay un nivel de confianza entre las dos personas, pero también eso facilita que pueda desarrollarse este ejercicio de poder.
Al inicio mencionamos algunas situaciones en las que se presenta este tipo de violencia, y como puedes darte cuenta pueden sonar a situaciones cotidianas.
Ambas expertas coinciden en que es muy difícil identificar la coerción sexual porque es una práctica sutil y paulatina. “No es algo que sucede en un minuto”, menciona Mónica Bustamante.
Sin embargo, hay varias actitudes que corresponden a la coerción sexual como manipulación, chantaje, amenazas, imposición y presión que también puede presentarse en forma de insistencia.
Podríamos poner un montón de ejemplos sobre estos actos, como cuando alguna persona dice “Si al mes de novios no tenemos relaciones, ya no voy a estar contigo”.
O también esperar que solamente por ser una pareja desde hace años, siempre se querer tener sexo con la otra persona. También están las amenazas de buscar “satisfacer las necesidades” con otras personas o sentirte obligada a tener relaciones como una forma de “agradecer” algo que tu pareja hizo por ti.
Pero ambas psicólogas regresan a la base para identificar cualquier tipo de violencia: el consentimiento. En un contexto de coerción sexual no existe el libre consentimiento ni hay un deseo de tener el acto sexual.
Para tomar en cuenta: Mónica Bustamante nos explica que en cualquier acto de violencia sexual: “a pesar de que existe presión para llevar a cabo el acto, el cuerpo puede llegar a sentir cierto nivel de placer“.
Estas respuestas de nuestro cuerpo nos pueden hacer dudar de si lo que estamos viviendo es violencia y podemos sentirnos contrariadas. De hecho, las personas que ejercen violencia “justifican” el acto diciendo que “tú también lo disfrutaste” y que por eso “estuvo bien”.
Pero aquí insistimos en lo que dice la especialista: el cuerpo puede responder a muestras de excitación y aún así puede haber violencia. Ella recomienda recordar que si “en el momento previo al acto yo no decidí libremente (sin presión, chantajes, etc), probablemente hubo coerción”.
Mónica Bustamante también nos aclara que dentro de la coerción sexual pueden ir relacionadas otro tipo de presiones, como la coerción o control reproductivo.
Esta consiste en ejercer presión para tener un embarazo. La especialista señala que dentro de esas prácticas podemos encontrar la manipulación o chantaje emocional para tener sexo sin condón o quitarlo en el momento de la eyaculación.
Sin embargo, también se puede vivir desde el control de los días fértiles y presionar para que tengan relaciones en esos días. Y sí, también existen los casos contrarios donde se obliga a realizar un aborto en contra de su voluntad.
Tanto Paulina Ramírez, como Mónica Bustamante nos platican que la coerción sexual sí es un tipo de violencia; sobre todo por su carácter de relación de poder.
Mónica Bustamante especifica que hay una delgada línea entre la coerción y la agresión sexual y que esta puede romperse en cualquier momento. Desde su perspectiva, la agresión ya lleva cierto grado de fuerza física y/o amenazas con violencia.
Y aunque podríamos decir que la coerción sexual se queda en el nivel de actitudes o comentarios, eso no quiere decir que no sea un acto violento.
También es importante volver al tema del libre consentimiento, pues Paulina Ramírez menciona que para compartir la intimidad y sexualidad con cualquier persona, este siempre debe de existir.
La experta también explica a Animal MX que lo ideal sería definir el consentimiento como un “consenso en el que se defina cuál es nuestra expectativa, cuál es nuestro deseo y cuáles son nuestras prácticas al momento de tener estos encuentros”.
Si este acuerdo se rompe o no se respeta, entonces podríamos decir que no hay consentimiento y que se está cayendo en un acto de violencia.
También es importante recordar que el consentimiento siempre se puede revertir. Puede que tú ya habías accedido a tener un encuentro sexual, pero si por cualquier motivo cambiaste de razón, estás en tu pleno derecho de decir que no.
Paulina Ramírez también resalta que “cuando una persona no tiene sus capacidades cognitivas regulares o cuando una persona está en un estado inconveniente (ya sea por alguna enfermedad o el uso de alguna sustancia) este consentimiento no es válido“.
Y repetimos: cualquier persona puede ser víctima de coerción sexual, pues como cualquier tipo de violencia sexual, se puede dar tanto en el contexto familiar, escolar, laboral, de amistad, etc.
Para entender si estás viviendo coerción sexual en tu relación, lo primero es entender qué es y qué tipo de conductas conlleva. Esperamos que para este momento ya podamos haberte solucionado esas dudas.
En segundo lugar, Mónica Bustamante señala que no hay que tener miedo a decir que “no” por pensar que esa respuesta pueda herir o molestar a la otra persona. Insistimos en que el consentimiento es básico en cualquier interacción.
“Si yo percibo que no esta en riesgo mi integridad, puedo responder de manera directa que no hay un deseo, que no se ha mandado un un mensaje o una invitación para que esto suceda”, añade la especialista.
Paulina Ramírez también señala que la otra persona puede reaccionar violentamente al “no” y está consciente de que es muy difícil accionar ante una conducta así.
Y como mencionamos más arriba, la línea entre coerción y violencia sexual es muy delgada y en estos casos puede romperse. Por eso, siempre pide ayuda, intenta no ocultar la situación y haz visible lo que está sucediendo.
Igualmente, ambas coinciden en la importancia de tener una red de apoyo, pues el impacto emocional de cualquier situación de violencia es muy grande.
Es recomendable acercarnos a nuestra familia o amistades para hablar de lo ocurrido, pero también buscar a especialistas. Así encontraremos un espacio para exponer lo que vivimos, lo que sentimos, nuestras dudas, ver qué podemos hacer para cuidarnos y recordarnos que esa situación NO es nuestra culpa.
La coerción sexual se da un contexto de relación (de cualquier tipo) y por eso podemos confundirla con interés o hasta un modo de ligar. Igualmente, hay que repetir que es una práctica sutil.
“(Está normalizada) porque no vemos un golpe, porque no vemos un acto de violencia descontrolado; entonces nos convencemos de que todo está bien”, explica Mónica Bustamante.
Igualmente, Paulina Ramírez nos recomienda dejar de romantizar este tipo de ligue donde nos percibimos como un objeto de conquista que debe darse a desear y donde el hombre tiene una posición de poder.
Hay que romper ese estereotipo en todo tipo de relaciones e identificar todas las señales, características y actitudes de la otra persona que no nos agradan.
“Esas acciones podrían hacerme sentir incómoda, molesta, intranquila o hasta ansiosa, porque ya hay algo que me está diciendo que no me siento segura en esta relación y entonces hay que hacerle caso”, recalca Paulina.
Antes de irte: Hablar de placer es prevenir el abuso sexual: ¿por qué?
Más de 250 personas han muerto en los recientes enfrentamientos entre las fuerzas del gobierno sirio y los combatientes drusos. ¿Qué es esta minoría religiosa?
Una nueva ola de violenta sectaria ha sacudido Siria, poniendo de relieve el frágil panorama de seguridad del país mientras el nuevo gobierno intenta imponer su autoridad sobre el territorio fracturado.
El domingo 13 de julio, la supuesta abducción de un comerciante de la minoría drusa desató días de enfrentamientos mortales entre milicias drusas y combatientes beduinos sunitas en el sur del país.
Dos días después, el martes 15 de julio, Israel intervino militarmente, diciendo que sus fuerzas buscaban proteger a los drusos y eliminar a las fuerzas progubernamentales acusadas de atacarlos en Suweida.
Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, al menos 300 personas han muerto en Suweida desde el domingo.
Se trata del último episodio de violencia en el país, desde que los enfrentamientos en abril y mayo entre los combatientes drusos y las nuevas fuerzas de seguridad de Siria dejaran a decenas de muertos.
Antes, en marzo, ya se habían registrado combates en las provincias costeras, que se saldaron con cientos de miembros de la minoría alauita, a la que pertenece el depuesto presidente Bashar al Asad, fallecidos.
Todo ello ha reavivado los temores de un colapso de la seguridad en Siria, a medida que el país enfrenta las consecuencias de más de una década de guerra civil, y la reciente toma de poder de los rebeldes liderados por islamistas en Damasco en diciembre de 2024.
El actual líder de Siria, el exyihadista Ahmed al Sharaa, ha prometido proteger a las minorías.
Pero muchas comunidades minoritarias, entre ellas los drusos, desconfían de su palabra.
Los drusos están divididos en territorios de Líbano, Israel, el Golán ocupado y Siria.
En los últimos días, Israel afirmó haber bombardeado a las fuerzas gubernamentales sirias en los alrededores de Sweida, que afirman haber sido enviadas a la provincia para detener los enfrentamientos sectarios.
El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, dijo que había ordenado ataques contra los depósitos de armas porque el gobierno sirio “tenía la intención de utilizarlas contra los drusos”.
Ya desde principios de este año, Netanyahu advirtió que no toleraría ninguna amenaza contra esta comunidad.
Siria ha condenado la intervención de Israel.
El pueblo druso es una comunidad étnica y religiosa de habla árabe y con prácticas y creencias propias, cuya fe se originó como una rama del islam chiita.
Aunque se les conoce como drusos, ellos se refieren a sí mismos como al Muwahhidun, que significa “el pueblo de la unidad”. Su fe se basa en la idea de que Dios es incognoscible, indescriptible y absoluto.
Considerada una de las comunidades más antiguas de Medio Oriente, los drusos han logrado preservar su presencia durante siglos.
Nadie puede convertirse a su fe y aquellos que la abandonan nunca pueden volver. También está prohibido contraer matrimonio con alguien externo a la comunidad.
Tienen textos sagrados, pero el acceso a ellos está restringido y solo un pequeño número de drusos considerados espiritualmente avanzados pueden participar en los rituales religiosos.
No tienen permitido compartir los detalles de sus creencias ni sus prácticas religiosas. Por ello, a menudo se les considera una comunidad misteriosa.
Cultural, lingüística y étnicamente, se les considera árabes. Sin embargo, la mayoría de los drusos se identifican primero como drusos y luego como árabes.
Hay alrededor de 1,5 millones de drusos en todo el mundo, y su comunidad se distribuye principalmente en cuatro países: Siria, Líbano, Israel y Jordania.
Casi la mitad de la población drusa, alrededor de 700.000 personas, vive en Siria. Su principal bastión es Sweida, una provincia al sur de Damasco. Esta zona, conocida antiguamente como Jabal al Druze (“la montaña de los drusos”), sigue considerándose hoy en día el corazón de la identidad drusa.
En 1923, una frontera trazada por Reino Unido y Francia dividió las faldas de esta montaña. Los drusos que vivían al sur de Sweida quedaron del lado jordano. Hoy en día, alrededor de 30.000 drusos habitan en las zonas rurales alrededor de la capital, Amán.
Líbano alberga la segunda población drusa más grande después de Siria, aproximadamente 300.000 personas. Residen principalmente en las montañas de Chouf, la región de Metn y el valle de Teym. En Líbano, los drusos están oficialmente reconocidos como secta religiosa, con escaños designados en el Parlamento.
Para los drusos, 1967 fue otro punto de inflexión. Ese año, Israel ocupó la región de los Altos del Golán, que pertenecían a Siria. La comunidad drusa de la región se dividió de la noche a la mañana: algunos permanecieron en el lado sirio y otros quedaron bajo control israelí.
Hoy en día la mayoría de los drusos que viven en las aldeas ocupadas siguen sintiéndose identificados con Siria.
En todo Israel, incluidos los Altos del Golán, hay unos 150.000 drusos. Los drusos son el único grupo árabe de Israel sujeto al servicio militar obligatorio.
Bajo el gobierno del presidente Bashar al Asad, hoy depuesto, muchos drusos mantuvieron una lealtad silenciosa al Estado, con la esperanza de que eso les protegiera del derramamiento de sangre sectario que asoló otras partes de Siria durante los 13 años que duró la guerra civil.
La mayoría de la comunidad no se unió a las filas de la oposición al régimen, al tiempo que trataba de distanciarse del conflicto interno.
Pero en 2015, los batallones islamistas liderados por Jabhat al Nusra obtuvieron avances en zonas de Daraa y el Golán y amenazaron el aeropuerto militar de Thaala, controlado por el gobierno, en la provincia de Sweida, y varios drusos se unieron a la lucha junto a las fuerzas del régimen.
Operaban su propia milicia, que defendía sus zonas contra los ataques de grupos extremistas musulmanes sunitas que consideraban a los drusos herejes, mientras que las fuerzas pro-Asad los dejaban en paz.
Pero con el derrocamiento del mandatario por parte de los rebeldes sunitas islamistas, que han formado el gobierno provisional, ese pacto tácito se ha desmoronado, y los drusos ahora temen quedar aislados y convertirse en blanco de ataques en la Siria de la posguerra.
Los recientes ataques contra comunidades drusas por parte de milicias islamistas vagamente afiliadas al gobierno de Damasco han alimentado la creciente desconfianza hacia el Estado.
La nueva autoridad está compuesta en su mayoría por miembros de Hay’at Tahrir al Sham (HTS), el mismo organismo que en su día atacó Sweida, cuando se conocía como Jabhat al Nusra bajo el liderazgo de Ahmad al Shara, entonces conocido como Abu Muhammad al Julani.
Durante años de conflicto, los drusos formaron facciones armadas locales para proteger sus pueblos y zonas. Estos combatientes armados controlan Sweida.
Los enfrentamientos comenzaron a finales de abril con la filtración de una grabación de audio en la que supuestamente se escuchaba a un líder religioso druso insultando al profeta Mahoma.
Aunque el líder negó que fuera su voz y el Ministerio del Interior de Siria confirmó posteriormente que la grabación era falsa, el daño ya estaba hecho y desencadenó violencia sectaria en comunidades de todo el país.
Desde entonces, el gobierno sirio afirmó que sus fuerzas de seguridad llevaron a cabo varias operaciones para restaurar la seguridad y la estabilidad.
Mientras tanto, el ejército israelí dijo que había atacado varios tanques del gobierno para impedir que avanzaran hacia la ciudad de Sweida.
El ministro de Defensa israelí, Israel Katz, dijo que los ataques eran una “clara advertencia al régimen sirio”.
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