
Este reportaje es parte del Hub de Periodismo de Investigación de la Frontera Norte, un proyecto del International Center for Journalists.
San Felipe es una comunidad de pescadores. Ahí, la pesca se realiza de generación en generación. Hasta hace cuatro décadas, esa actividad en este puerto era garantía de obtener un buen producto marino sin la necesidad de adentrarse un poco más al frío mar.
Sin embargo, la sobreexplotación, la falta de regulaciones, la falta de compromiso con la veda necesaria a especies comerciales y el uso de artes de pesca no sostenibles han puesto en peligro la seguridad alimentaria de esa comunidad.
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Hoy en día, para regular la pesca en el puerto de San Felipe, la Comisión Nacional de Acuacultura y Pesca (Conapesca) junto con la Secretaría de Marina (Semar) se encargan de vigilar que en la comunidad existan prácticas sostenibles. Pese a ello, fuentes locales consultadas señalaron que esto no ocurre en su totalidad.
En el Alto Golfo de California existe una organización fundada por pescadores de San Felipe en Baja California. Su consejo directivo también se compone por personas que son parte del sector pesquero y que están conscientes de que la pesca en esa región y cómo se práctica, no es sostenible y no se puede mantener en el tiempo.
Su nombre es Pesca Alternativa de Baja California, también conocidos como Pesca ABC, y con ayuda de la ciencia y la educación ambiental, crean mejores prácticas sostenibles para el sector pesquero y, al mismo tiempo, proteger el ecosistema marino y las especies que en él habitan.

El trabajo de esta organización se distingue por tres líneas de acción:
Dentro del desarrollo de artes de pesca sostenible, la organización innova con el uso de tecnología encaminada a este sector. Pero también en el estudio de mercado para saber cómo vender sus productos de mejor manera.
Entre sus actividades destaca su método de trazabilidad en los productos con el objetivo de mostrar a los consumidores que lo que están consumiendo proviene, efectivamente, de una pesca sostenible.

En el informe anual 2021 de Pesca ABC reportó avances importantes, como sucedió en 2016 con el trabajo de extracción de redes de pesca fantasma perdidas o abandonadas en el Alto Golfo de California.
Tan solo de 2016 a 2018, reportaron el retiro de mil 189 artes de pesca de distintas pesquerías.
De acuerdo con el informe presentado, en el Alto Golfo de California es frecuente que las personas que realizan actividades de pesca ilegal abandonen sus redes tras huir de las autoridades. Sin embargo, es importantísimo retirar esas redes para proteger a las especies marinas que habitan en el ecosistema.
Durante la iniciativa para “Eliminar las redes de pesca fantasma en el Alto Golfo de California”, Pesca ABC, junto con el Museo de la Ballena y autoridades gubernamentales, se encargaron de localizar y retirar esas redes.
Según cifras presentadas en los primeros tres años del programa se recuperaron mil 300 redes, de las cuales el 90 % eran totoaberas. Además, reportaron que encontraron 3 mil 400 organismos vivos y 3 mil 100 especies muertas.

Como explica Enrique Sanjurjo en entrevista para Animal Político y Border Hub, el diseño de una red de pesca está hecho para matar. La red se diseña con la idea de que el pez se enmalle y ya no pueda salir.
“Está diseñada para que el pez tope con eso, se atore y no se pueda desatorar. Entonces el diseño es para matar, ya sea que esté activa o inactiva [la red] va a estar matando porque para eso se inventó”, explica.
Otra características de las redes es que dependiendo del tamaño del producto marino es cómo será el diseño. Por ejemplo, si una persona quiere atrapar camarón o especies más pequeñas, es como se diseñará la luz de malla, es decir, el tamaño del cuadro de cada red.
Además de la luz de malla, a la red se le añaden plomos y boyas para que funcione. El tamaño debe tener las medidas que correspondan a cada pesquería según las regulaciones establecidas por la Conapesca.

Para lograr que los proyectos se ejecuten en San Felipe, se requiere de un equipo multidisciplinario. A la cabeza se encuentra Felipe Rocha, biólogo, maestrante en ecología marina en el Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada, Baja California (CICESE) y subdirector en Pesca ABC.
Rocha explica que el proyecto de extracción de redes en desuso nace de la necesidad de retirar las artes de pesca que quedaron bajo el agua y continúan capturando organismos.
Durante un ejercicio de extracción de redes en el mar de San Felipe, el experto comenta que mientras estas artes se mantengan debajo del agua, ya sea porque las olvidaron o se perdieron por la acción de la corriente marina, seguirán capturando especies como peces, tortugas o aves marinas que intentan atrapar a los animales enmallados.
Para realizar los trabajos de extracción de redes en desuso, el biólogo explica que él y cinco profesionales más fueron capacitados en octubre de 2023 por dos buzos expertos para mejorar las maniobras de trabajo bajo el mar: Arturo Hernández, de Comunidad y Biodiversidad A.C. (COBI), y Edgardo Ochoa, de Conservation International ( CI, Global Marine & Diving Safety Officer).

Antes de adentrarse en el mar, primero deben localizar las áreas donde se encuentran las artes de pesca abandonadas. Para este trabajo de extracción, en Pesca ABC ya habían detectado una zona que contaba con abundantes redes. Después se capacitaron y se adentraron en aguas para limpiar esta zona.
Los trabajos de extracción comienzan desde temprano y el objetivo es aprovechar la mañana para no tener el sol apuntándoles todo el día.
“Nosotros llegamos al punto. Marcamos con una boya donde vamos a estar trabajando y ya abajo, el equipo de buzos se alista. Llevamos navajas y un tipo de bolsas que cuando localizamos una red, lo primero que vamos a tratar es cortarla y sacarla del fondo oceanico tratando de no perturbar la vida marina. Cuando tenemos un pedazo de red bastante grande o que ya no puede ser manejable lo que hacemos es poner [un] anclaje en la red”, describe Rocha, mientras un equipo de buzos ya se encuentra en el mar y realiza la actividad para extraer la red que previamente localizaron.
De acuerdo con el especialista, la bolsa especial de color naranja tiene la capacidad de extenderse de forma positiva. Ésta se extiende y con un regulador del equipo de buceo colocan aire debajo. Luego se infla y manda a la superficie la red o pedazo de red que cortaron.

Una vez que la red se encuentra en la superficie, la tripulación que se queda en la embarcación menor -o panga-, toma la red y la extrae del mar.
Una vez terminado el trabajo de extracción de las redes localizadas en la jornada, toman esas artes y las llevan al centro de acopio que la organización ambientó en la estación de campo de Pesca ABC.
“Los planes a futuro con este equipo rescatado es reciclarlo. Se está haciendo el trabajo y esfuerzo de separarlo de todo material orgánico que tengamos, [como] peces o aves muertas y de cualquier otro material que no sea la red. Posteriormente se va a triturar y el siguiente paso es hacer pellets para nosotros después darle la forma que queramos con una máquina de impresión 3D”, adelanta Felipe Rocha.
El mar de San Felipe se caracteriza por tener aguas muy frías. Para bucear y extraer las redes deben aprovechar las “mareas muertas”, que es el mejor momento para estar en el agua debido a la poca visibilidad que se tiene al sumergirse en otros momentos.
“A veces, en un día muerto y sin viento, podemos tener la visibilidad de hasta un metro a la distancia, pero normalmente vamos a tener una visibilidad corta. [Este] es un esfuerzo coordinado que ha dado buenos resultados junto con el torneo del retiro de artes de pesca en desuso donde obtuvieron cerca de diez toneladas de material que próximamente reciclaremos”, añadió el experto.

Hasta ahora, Pesca ABC ha realizado tres campañas de buceo. Sin embargo, Rocha enfatiza que lo ideal es que se hagan mes con mes. Para lograrlo se necesita de apoyo económico para rentar el equipo de buceo especializado en aguas frías que adquieren desde la ciudad de Ensenada, Baja California.
De acuerdo con el biólogo, la renta de un equipo de buceo depende de la cantidad de personas que se sumerjan. Los trajes que usan deben ser de neopreno y pastillas de plomo para las maniobras dentro de aguas frías. Por estas generalidades los precios varían entre los 20 mil a 30 mil pesos.
“El traje de buceo te aisla del agua y la que queda dentro de él se calienta con el calor corporal. Eso nos mantiene en una temperatura agradable para trabajar. Nosotros usamos trajes de 9 milímetros para asegurarnos de no pasar frío abajo. En invierno tenemos un récord de 13 °C. [La temperatura del agua marina] se mide con un multiparámetro que durante todo el año toma datos. En verano tenemos [hasta] 33°C”, detalla el experto.
Ante el peligro que representa la permanencia de las redes de pesca fantasma en el medio marino, Pesca ABC dio continuidad al programa de extracción de redes que, junto con otras organizaciones de la sociedad civil, iniciaron en 2016.
Andrés Amparo y Héctor Iñiguez, ambos buzos profesionales, extractores de redes y biólogos marinos en Pesca ABC, explican a Animal Político y Border Hub cómo localizan las redes de pesca fantasma.

La localización de redes se realiza en zonas que sean de riesgo para los pescadores a la hora en que tiran sus redes. Principalmente donde haya rocas, barcos hundidos y arrecifes. Una vez localizadas se marca el sitio por GPS.
“Nos programamos cuando hay mareas muertas y bajamos un grupo de entre cuatro y seis buzos para hacer la extracción de redes. Una vez dentro, ya ubicadas, se marcan con bolsas inflables de un color llamativo como es el naranja ya que con la [poca] visibilidad se batalla para tener ubicado todo y se va sacando por partes”, explica Iñiguez.
El buzo describe que el material de la red lo estiran con las bolsas inflables y lo cortan. Cada parte que cortan de la red la sacan hasta terminar por completo con ella. Además, enfatiza en que es poco común que se extraiga la red por completo en un solo intento.
Bucear en el Alto Golfo de California en temporada de mareas muertas permite evitar el sedimento que se arrastra debajo del mar debido a la elevación del agua. El polvo y arena juntos debajo del agua son los causantes de la falta de visibilidad al sumergirse.
“Prácticamente, estamos a oscuras, por eso buscamos un día en que por lo menos tengamos unos dos metros de visibilidad, por el mismo riesgo de la red que provoca que pierdas a tu compañero y pueda atorarse con la red”, señala el buzo.
Andrés Amparo agrega que otro de los riesgos a los que se enfrentan en un proceso de extracción de redes es atorarse con alguna de esas artes de pesca abandonadas o perdidas en el mar.

“Siempre tenemos que estar vigilando a nuestro compañero. Nos metemos con dos navajas y cuchillo para que, en caso de riesgo o atoro, podamos desatorar. La profundidad que usamos aquí son alrededor de 10 a 20 metros máximo, por lo mismo de que las redes llegan a ser un poco grandes y te entretienes en estarlas cortando. Entonces, tratamos de no bucear profundo”, añade.
Una red que lleva mucho tiempo abandonada en el mar puede contener lodo que se sedimentó en ella, o Incluso corales que se adhieren al material. Eso, más la densidad del mar, vuelve a las artes de pesca más pesadas y cuando hay corriente, los buzos corren el riesgo de ser arrastrados junto con ellas.
“A la hora de meternos [al mar] utilizamos bolsas de aire y eso nos ayuda a manipularlas [las redes] dentro del agua y no tener que cargar con el peso de la red. Las mismas bolsas con las que marcamos se inflan de aire y se elevan a la superficie. Ahí, dependiendo de las personas que manejan la panga o la embarcación se acercan, toman la red y la extraen”, describe Amparo.
Una vez que las redes fueron extraídas continúa el siguiente paso: limpiar, separar y tratar. Juan Carlos y Saúl fueron pescadores y hoy en día son recolectores de redes. Su labor en este proyecto es tratar las artes de pesca que los buzos extraen del mar.
Ambos se encargan de separar los materiales que conforman las redes y las tratan dependiendo de qué están hechas. Esto es una tarea fácil para ellos porque su conocimiento como pescadores les permite identificar sus compuestos; así como la pesquería para la que fue diseñada.

“Para nosotros no es difícil porque ya sabemos identificarla”, señala Juan Carlos, mientras separar los componentes de la red.
Primero identifican los monofilamentos de la red que es un polímero de nylon y lo separan. Aunque ese material predomina en las redes, lo único que los hace diferentes es el grosor y el ancho y la especie a la que va dirigida, ya sea para camarón o pez sierra, por ejemplo.
Sin embargo, la red dirigida para pescar totoaba tiene una composición especial. Héctor Iñiguez explica que hasta ahora no les ha tocado sacar una red semejante cuando bucean.
“Es raro que esas redes las dejen o las tiren [para pescar] en lugares de riesgo debido al precio que tienen. Esas son de un material que le dicen spectra y está conformada por muchos hilos y es más resistente”, añade el buzo.
De acuerdo con las fuentes consultadas, las redes totoaberas también reciben el nombre de ‘totoabero’, ‘malludo’, ‘trapo’ y están hechas de tela o hilo de seda trenzado. “Son super resistentes y si se atora una ballena se batalla para sacarla”, explican.

Para limpiar una red, quitan los materiales que en ella se encuentren estancados como puede ser algunas especies marinas. Después proceden a separar el cabo con plomo, la boya y clasifican la red según corresponda la pesquería.
En seguida, esas redes se estiran y las enrollan hasta volverlas esferas que depositan en grandes sacos conocidos como barcinas. Las registran y después, las llevan a triturar con la Secretaría de Marina.
Para este proceso, y con apoyo de la Secretaría de Marina, según los entrevistados, entregan las redes que son trituradas con maquinaría de la Semar.
El resultado son pequeños trozos o pellets que se utilizarán para reciclar y crear nuevos objetos, de esta manera se garantiza la circularidad y sustentabilidad de las redes.

Jania, técnico de economía circular en Pesca ABC, explica que un proyecto de reciclaje para redes de pesca fantasma que fueron extraídas del mar sí tiene un costo elevado, en especial cuando se obtiene una gran cantidad de redes recolectadas como fue en la edición de este 2024 al contabilizar diez toneladas en el torneo de recolección.
Juan Carlos, quien fuera pescador en San Felipe, considera que es importante la creación de programas para proteger a una especie como la vaquita marina y la totoaba que están en peligro de extinción pero también se debe pensar en las personas que se dedican a la pesca.

“No solo son los 7 mil 500 pesos que nos pagan al año. También deben pensar en el pescador, de dónde va a vivir y todo antes de quitarle la red. Es muy fácil decir ‘le vamos a quitar las redes’, pero de qué va a vivir el pescador. Todo San Felipe es gente pescadora”, añade.
Por su parte, Héctor Iñiguez coincide que aunque se crean alternativas, esas no cubren a todos los pescadores. “No nada más se deben retirar las redes y ya, también se deben dar alternativas a los pescadores y no solo poner ‘Cero Tolerancia’ en todo el Alto Golfo, se necesita repensar en eso y en dar soluciones, no solo prohibirlas”, denuncia.


El acuerdo regula cómo ambas naciones deben repartirse el agua de los ríos Bravo y Colorado, que forman parte del límite territorial entre ambas.
La disputa sobre la implementación de un tratado firmado en 1944 que regula cómo Estados Unidos y México deben repartirse el agua de los ríos Bravo y Colorado, vuelve a intensificarse.
El presidente Donald Trump anunció este lunes que dio luz verde a la documentación para imponer un arancel del 5% a los productos procedentes de México si el país vecino “continúa incumpliendo” el tratado.
En un mensaje publicado en su red Truth Social, el mandatario subrayó que México debe más de 986 millones de metros cúbicos de agua a EE.UU. y estableció el 31 de diciembre como el plazo para que México entregue más de 246 millones de metros cúbicos de agua.
“Cuanto más tarde México en liberar el agua, más perjudicados resultarán nuestros agricultores”, advirtió Trump, instando al gobierno de Claudia Sheinbaum a “solucionar ya” la cuestión.
La implementación del tratado ha generado en el pasado fuertes protestas de agricultores mexicanos, según los cuales la extracción de agua para EE.U. en tiempos de sequía amenaza seriamente su medio de vida.
En abril, Trump ya había amenazado a México con aranceles e incluso sanciones por el tema del agua.
“México está incumpliendo su obligación. Esto …perjudica gravemente a los agricultores del sur de Texas”, escribió entonces Trump en su plataforma Truth Social.
“El mes pasado detuve los envíos de agua a Tijuana hasta que México cumpla con el Tratado de Aguas de 1944… y seguiremos intensificando las consecuencias, incluyendo aranceles y, quizás, incluso sanciones, hasta que México cumpla con el tratado y le dé a Texas el agua que le corresponde”, agregó.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, respondió en ese momento a Trump con un mensaje en su cuenta oficial de X.
“El día de ayer fue enviada al subsecretario del Departamento de Estado de Estados Unidos una propuesta integral para atender el envío de agua a Texas dentro del tratado de 1944, que incluye acciones de muy corto plazo. Han sido tres años de sequía y, en la medida de la disponibilidad de agua, México ha estado cumpliendo”.
“He instruido a los secretarios de Agricultura y Desarrollo Rural y Relaciones Exteriores, así como a la secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales que de inmediato hagan contacto con la Secretaría de Agricultura y el Departamento de Estado del gobierno de Estados Unidos. Estoy segura que, como en otros temas, se llegará a un acuerdo”, dijo la mandataria en abril.
De alguna manera, se podría decir que el llamado Tratado de la Distribución de las Aguas Internacionales firmado por México y EE.UU. en 1944 tiene su origen en otro acuerdo alcanzado casi un siglo antes de esa fecha.
El Tratado de Paz, Amistad, Límites y Arreglo Definitivo (más conocido como Tratado de Guadalupe Hidalgo), firmado en 1848 al final de la guerra entre ambos países iniciada por la disputa de Texas, fue el que estableció que México cedería a EE.UU. más de la mitad de su territorio en aquel entonces.
Pero además, también fijó la frontera entre ambos países en el río Bravo -conocido como río Grande por los estadounidenses- y cuyas aguas han sido centro de conflicto en Chihuahua.
La ubicación estratégica del río hacía necesario un plan de distribución entre ambos actores. Tras años de negociación y varias propuestas fallidas, México y EE.UU. firmaron en Washington el tratado vigente en la actualidad.
Según el acuerdo, México se queda con dos tercios de la corriente principal del Bravo y cede a su vecino el resto, que no podrá ser menor de unos 432 millones de metros cúbicos (Mm3) anuales.
Como contraparte, EE.UU. cede a México cada año 1.850 Mm3 del río Colorado, que en su mayoría se encuentra en suelo estadounidense pero que también pasa por la frontera entre ambos países hasta desembocar en el golfo de California, entre los estados mexicanos de Baja California y Sonora.
El acuerdo también establece que la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA), un organismo binacional, es el encargado de resolver las posibles diferencias en materia de límites.
El pacto estipula que EE.UU. cumplirá con su entrega de agua cada año, mientras que México podrá hacerlo en períodos de cinco años.
“Es de los mejores acuerdos que se han logrado en la historia con relación a EE.UU.”, afirmó en 2020 el expresidente Andrés Manuel López Obrador.
Reformar o actualizar las condiciones de un tratado que fue firmado hace 76 años podría ser una de las opciones para tratar de solucionar conflictos.
Pero algunos analistas consideran que tanto los litros de agua acordados como la posibilidad de entregar su parte cada cinco años en lugar de anualmente son ventajas que México no debería perder.
Para los agricultores del lado mexicano de la frontera, lo que está en juego en tiempos de sequía agravada por el cambio climático, es algo mucho más inmediato que los vaivenes diplomáticos entre ambos países.
Los enfrentamientos de 2020 entre agricultores y la Guardia Nacional en Chihuahua tuvieron lugar tras la decisión del gobierno de extraer agua de la presa de la Boquilla para cumplir el tratado con EE.UU.
En ese entonces, el vocero de los agricultores, Salvador Alcantar, presidente de la Asociación de Usuarios de Riego de Chihuahua (Aurech), señaló que estaba en riesgo el futuro de unas 20.000 familias que viven del campo en la región.
Alcantar compartió con BBC Mundo uno de sus mayores temores:
“En 1995 no se abrieron las presas para sembrar y hubo una migración masiva desde nuestros municipios. Los hombres en edad productiva se marcharon para dar sustento a la familia, fue una desintegración familiar fuerte que aún estamos sufriendo”, recuerda.
“Y ese es el problema social que podemos volver a ver si no sembramos el año próximo”.
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