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*El Pedregal: un ecosistema en CDMX* que resguarda especies endémicas de México
*El Pedregal: un ecosistema en CDMX* que resguarda especies endémicas de México
Andrea Paredes I @driu.paredes
8 minutos de lectura

*El Pedregal: un ecosistema en CDMX* que resguarda especies endémicas de México

21 de enero, 2022
Por: Abigail Camarillo
@aabi_cm 

Sabemos que México es un país rico en biodiversidad y, de hecho, está entre las 17 naciones “megadiversas” del mundo. Y aunque no lo creas, la ciudad de México -este monstruo gigante de asfalto, edificios y contaminación- cuenta con flora y fauna silvestre que no vemos en todos lados y alberga un ecosistema como muy pocos: el pedregal.

Pensar en ecosistemas es, generalmente, evocar bosques, selvas, desiertos o tundras, pero Gabriela Jiménez Casas, bióloga del Instituto de Ecología de la UNAM, comenta a Animal MX que los pedregales ya son reconocidos como uno.

El Pedregal no solo es una colonia en la capital de México. En realidad, este ecosistema al sur de la CDMX es producto de la erupción del volcán Xitle, que sucedió hace unos mil 700 años y cubrió de lava desde las faldas del Ajusco hasta lo que hoy es la Avenida Miguel Ángel de Quevedo, en la alcaldía Coyoacán.

Para la bióloga Jiménez Casas, la zona del pedregal es fascinante y única, pues “se ha visto la evolución de la vida” con mucha claridad: de ser una zona de roca solidificada y sin rastros de vida, con el paso de los años se transformó en un lugar repleto de flora y fauna.

En el pedregal se desarrollaron dos diferentes comunidades vegetales. En la parte alta un bosque de coníferas, seguido de uno de encino. Y en la parte media un área donde abunda el llamado palo loco.

Y afortunadamente hay dos áreas naturales que funcionan como reserva y donde puedes observar estos dos lados del pedregal en la CDMX.

Mira: La mariposa monarca, su migración y los santuarios: ¿dónde verla y cómo hacerlo de manera responsable?

pedregal en cdmx REPSA
El palo loco, un árbol característico del pedregal en CDMX. Cortesía del Programa de Difusión de Instituto de Ecología. Autora: Gabriela Jiménez Casas.

La Reserva del Pedregal de San Ángel, un universo de especies

Dentro de Ciudad Universitaria, al sur de la CDMX, se encuentran 237 hectáreas que conforman un ecosistema único: la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel (REPSA).

Este sitio representa la tercera parte del campus universitario; sin embargo, no es una reserva continua: se divide en tres zonas núcleo y 13 zonas de amortiguamiento.

La académica Gabriela Jiménez menciona que todas las reservas cuentan con una zona núcleo de conservación donde nadie tiene acceso. “Tiene que permanecer así para permitir la evolución y conservación del ecosistema”, explica.

Originalmente, en este lugar abundaba el palo loco y aunque todavía persiste en la zona, ya no es tan dominante como antes.

La investigadora explica que no hay por qué preocuparse, pues la idea es que con el paso del tiempo, y si sigue su evolución natural, la zona se transforme “en un bosque mixto de encino y pino, así como el que se encuentra a la altura del km 10 sobre la carretera hacia el Ajusco”. Aunque nos recuerda que no nos tocará verlo, pues esa clase de cambio toma cientos de años.

Otras formas de ayudar: ’Fauna de la Ciudad de México’, el increíble proyecto para conocer a los animalitos chilangos

Dentro de la REPSA hay varios microambientes (planos, cavidades, grietas, cuevas) que permiten una mayor diversidad de especies de flora y fauna.

Se tienen registradas un promedio de mil 500 especies, pero es una labor titánica compilar los reportes de todas pues van de bacterias, hongos y plantas a animales como insectos, reptiles, anfibios, aves, mamíferos, entre otros.

Algunas de ellas son endémicas de México, eso quiere decir que su distribución se limita a nuestro país. Pues aunque haya poblaciones importantes en la zona del pedregal en la CDMX, también puede haber grupos en otras partes del país.

La bióloga Gabriela Jiménez nos ayudó a mencionar algunas de las más representativas de la REPSA.

  • Palo loco (Pittocaulon praecox): se trata de un arbusto de tallos gruesos y lisos. Lo particular es que durante todo el año es posible encontrarlo con hojas o flores.
  • Tepozán (Buddleia cordata): a pesar de que puede llegar a medir hasta cinco metros, se trata de un matorral. Tiene hojas lanceoladas (en forma de lanza) que por el lado de arriba tienen un tono verde seco y por abajo uno blanquecino.
  • Cacomixtle (Bassariscus astutus astutus): mamífero de tamaño mediano y cola anillada; por lo que suele confundirse con un mapache. Es nocturno y trepador y se adapta fácilmente a las zonas urbanas.
  • Cascabel transvolcánica (Crotalus triseriatus): sí es una especie venenosa y por eso siempre se debe visitar la REPSA en compañía de guías y especialistas.
  • Murciélago magueyero (Leptonycteris curasoae yerbabuenae): como su nombre indica, poliniza la flores de magueyes que están en la zona, entonces se crea una cadena trófica muy completa.
  • Rana roca (Hyla arenicolor): se trata de una rana tan pequeña que, de acuerdo a la bióloga, incluso puede caber en una moneda de cinco pesos. Su nombre común se debe a que habita en zonas rocosas.
reserva ecológica del pedregal de san ángel
Cortesía del Programa de Difusión de Instituto de Ecología de la UNAM. Autor: Carlos Balderas.

Afortunadamente, es posible conocer estas y otras especies que habitan en la REPSA. Puedes agendar una visita guiada tanto en la reserva como al conocer el Jardín Botánico, pues de hecho la bióloga dice que es difícil saber dónde termina el jardín y dónde comienza la reserva.

Sin embargo, por el pico actual de casos de pandemia, estos recorridos se encuentran temporalmente suspendidos. Te recomendamos mantenerte al pendiente para conocer el momento en el que sean reactivados.

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Conectar a la gente con el pedregal: la misión de Ecoguardas

Hay otra zona donde se puede admirar la diversidad del pedregal en la CDMX y donde también hay especies endémicas de México. Se trata de Ecoguardas, una de las tres sedes del Centro de Cuidado Ambiental que se ubica en el kilómetro 5.5 de la carretera Picacho Ajusco.

A diferencia de la REPSA, las 132 hectáreas que conforman esta Área Natural Protegida son abundantes en una vegetación de bosque de encino.

Jorge Eduardo Solórzano Rodríguez, Jefe de Unidad Departamental del Centro de Cultura Ambiental Ecoguardas, platica a Animal MX que las personas jamás esperan encontrar este tipo de espacio natural en medio de la urbe.

“Cuando nos llegan a visitar es muy interesante para ellas, porque es una experiencia muy agradable, pues aunque estamos dentro de la ciudad, una vez que entras a Ecoguardas como que se transforma el entorno”, comenta Jorge Solórzano.

Su principal objetivo es acercar a las personas con las especies de flora y fauna que aquí residen para generar conciencia sobre su cuidado y protección. Es por eso que en Ecoguardas hay varios talleres y cursos de capacitación.

Sin embargo, también está disponible un recorrido guiado por el sendero, donde nunca sabes cuándo podrías cruzarte con alguno de los habitantes de este lugar.

Como en la REPSA, pueden observarse cacomixtles y serpiente de cascabel, pero también hay otras especies como tlacuaches, serpiente de collar (que es inofensiva), pájaro carpintero, salamandras, y hasta han habido avistamientos de zorra gris.

Por la pandemia, los horarios de visita los tienen más limitados (de 10:00 a 17:00). Se recomienda hacer cita con anticipación el recorrido y lo puedes hacer a los teléfonos 5446-4503 o 5630-5364.

cacomixtle cdmx pedregal
Los cacomixtles, aunque abundan en la zona del pedregal, se han visto en otros lugares de la CDMX. Foto: Luis Carbayo para Cuartoscuro

La importancia de conservar estos ecosistemas

Por supuesto que es necesario tener programas que cuiden a las especies silvestres que habitan en la CDMX, pero Gerardo Ceballos González, Investigador Titular del Instituto de Ecología de la UNAM, nos recuerda que el primer paso para conservarlas es darle protección al lugar donde habitan.

Por eso, es importante cuidar y exigir que haya más áreas protegidas. “Siempre sería mejor que hubiera más bosques, más reservas; que se cuidara más los ambientes naturales”, señala el experto.

En la capital son famosos los programas que se encargan de rescatar los lagos y las especies que ahí residen (como el de Chapultepec y el de Xochimilco con los ajolotes), pero también hay que prestar especial atención al pedregal en la CDMX y a los bosques que rodean la ciudad.

Gerardo Ceballos recuerda que “proteger a estas especies y sus ambientes es una manera de mantener los beneficios que obtenemos de la naturaleza” y así lograr un equilibrio ambiental.

Por su parte, Jorge Eduardo Solórzano Rodríguez, del Centro de Cultura Ambiental Ecoguardas, señala que es fundamental el cuidado de estás áreas que forman parte de los pulmones de la ciudad. Pues además de ayudarnos a tener aire limpio, la vegetación de estos espacios también es muy importante para la recarga de mantos acuíferos.

Murciélago magueyero en la REPSA. Foto: Cortesía de Difusión de Instituto de Ecología de la UNAM. Autor: Rodrigo Medellín Legorreta.

Lee: Todo sobre la temporada de avistamiento de ballenas en México: rutas y cómo hacerlo de manera responsable

El cuidado del pedregal y sus especies es responsabilidad de todas las personas

Tanto Gabriela Jiménez, como Jorge Solórzano mencionan lo importante que es la cooperación de la gente para cuidar de estas áreas y reservas protegidas. Sobre todo al momento de NO introducir especies ajenas.

Ambos especialistas hacen mención al abandono de animales de compañía, pues a las personas se les hace fácil irlas a dejar a estos sitios o cerca de ellos. Pero su introducción puede ser una enorme amenaza para las que ahí residen.

Por ejemplo, Gabriela Jiménez hace mención del gato doméstico, que por naturaleza es un gran depredador y en la REPSA podría terminar con varias especies de roedores que nada tienen que ver con los ratones o ratas de alcantarillas.

Aunque claro, Jorge Solórzano nos recuerda que no es culpa de los animales. Sino una irresponsabilidad de las personas que deciden abandonarlos sin pensar en las consecuencias que puede tener tanto para ellos como para otros animales.

pedregal cdmx san ángel
Serpiente de cascabel transvolcánica. Cortesía de Difusión de Instituto de Ecología de la UNAM. Autor: Carlos Balderas.

También es nuestra responsabilidad cuidar de la fauna silvestre que se nos cruce en nuestro camino. Uno de los casos que más preocupa a expertos es el del cacomixtle, pues sobre todo al sur de la ciudad, donde también hay zonas del pedregal que están urbanizadas, hay muchas apariciones de este mamífero y se les llega a confundir con ratas enormes o se piensa que son una gran amenaza hasta para animales domésticos.

La bióloga Gabriela Jiménez nos explica que en realidad son inofensivos, pues si acaso comen ratones muy pequeños. Principalmente se alimentan de desperdicios de plantas, frutas y raíces. Además una ventaja es que, aunque pueden tenerla, estos animales NO transmiten la rabia.

Finalmente, Gerardo Ceballos González nos recuerda que la conservación de la naturaleza y de estas especies “es una responsabilidad de nosotros, pues se ven amenazadas por nuestras actividades, pero paradójicamente al protegerlas y mantenerlas ayuda a mantener las condiciones que hacen mejor y más viable la vida en la ciudad.”

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Imagen BBC
La vida de los hibakusha, sobrevivientes de las bombas atómicas que vivieron con miedo y ganaron el premio Nobel de la Paz
9 minutos de lectura

Para muchos habitantes de Hiroshima y Nagasaki sobrevivir a las bombas fue solo el comienzo de una vida en la que combatieron dolores físicos pero también profundas heridas emocionales.

11 de octubre, 2024
Por: BBC News Mundo
0

Las bombas de Hiroshima y Nagasaki terminaron con la vida de miles de personas en un instante. Para los sobrevivientes fue solo el comienzo de años de dolorosas heridas, enfermedades, miedo, sentimiento de culpa y discriminación.

La organización Nihon Hidankyo, que agrupa a los hibakusha o sobrevivientes de las bombas atómicas que Estados Unidos lanzó sobre las ciudades japonesas en 1945, ganó el Premio Nobel de la Paz este año.

El movimiento representa a los 174.080 sobrevivientes de los bombardeos atómicos que residen en Japón, Corea y otras partes del mundo.

No existen cifras definitivas de cuántas personas murieron a causa de los bombardeos del 6 y el 9 de agosto de 1945,.

Los cálculos más conservadores estiman que cinco meses después de los ataques unas 110.000 personas habían muerto en ambas ciudades.

Otros estudios afirman que la cifra total de víctimas, a finales de ese año, pudo ser más de 210.000.

Escombros de edificios en Hiroshima.
Getty Images
Hiroshima quedó arrasada tras la explosión de la bomba.

El mundo ha conocido el relato del horror gracias a los sobrevivientes, a quienes se les conoce como hibakusha, que en japonés significa “persona afectada por la bomba atómica”.

Sus testimonios no solo dan cuenta de lo que vieron, sino de los traumas que aún llevan dentro.

“Hay muchos hibakusha que son narradores sociales, pero no son capaces de contarle su propia historia a sus hijos”, le dice a BBC Mundo Yuka Kamite, profesora de Psicología en la Universidad de Hiroshima, quien ha estudiado la salud mental de los hibakusha.

Una dura batalla

Se calcula que hoy aún viven unos 140.000 hibakusha, que rondan los 80 años de edad.

¿Cómo ha sido la vida de los hibakusha y por qué sobrevivir a la bomba fue solo una parte de la dura batalla que han dado para llevar una vida digna?

Miedo

Los hibakusha que recibieron el impacto de la bomba sufrieron quemaduras y heridas que marcaron sus cuerpos y sus rostros.

Una sobreviviente con quemaduras en la cara
Getty Images
Muchos sobrevivientes sufrieron quemaduras y de los efectos de la radiación.

Aquellos que estuvieron expuestos a mayores dosis de radiación, aunque a primera vista parecían ilesos, luego mostraron síntomas como pérdida del pelo, sangrado y diarrea.

Luego se reportó un aumento en enfermedades como el cáncer y la leucemia.

“Todavía siento miedo de que se me puedan manifestar las consecuencias de la radioactividad y morir en cualquier momento”, le dice a BBC Mundo Yasuaki Yamashita, un sobreviviente de Nagasaki que tenía 6 años el día de la explosión y que hoy, a sus 81 años, vive en México.

Ese miedo los llevó a una vida de estrés, confusión, incertidumbre y ansiedad. Incluso vivían con temor de pasarle los efectos de la radiación a sus hijos.

“Los efectos de la radiación son invisibles, eso los hizo sentirse inestables e intranquilos, sin saber qué iba a pasar con su futuro”, le dice a BBC Mundo Hibiki Yamaguchi, investigador en el Centro para la Abolición de Armas Nucleares de la Universidad de Nagasaki.

Dos sobrevivientes con heridas
Getty Images
Las bombas causaron heridas físicas y psicológicas.

El miedo marcó para siempre la salud mental y emocional de muchos hibakusha.

Luli van der Does, profesora en el Centro para la paz de la Universidad de Hiroshima que ha estudiado los efectos de la bomba en los sobrevivientes, menciona algunos ejemplos de cómo el miedo se quedó grabado en sus mentes.

“Algunos no pueden comer pescado seco porque les recuerda el olor de los cuerpos quemados”, le dice van der Does a BBC Mundo.

“Otros se tuvieron que ir de Hiroshima y nunca volvieron a visitar su ciudad, otros dicen que no pueden comer pepinos, porque ante la falta de medicinas tras la bomba era lo único que podían usar para curar sus heridas”.

Yasuaki Yamashita en una foto de cuando era pequeño a la izquierda y una foto reciente
Cortesía/Marcos González
Yasuaki Yamashita tenía 6 años cuando explotó la bomba en Nagasaki. Hoy, a sus 81 años, vive en México.

“En casos más severos, dicen que no pueden cruzar puentes ni ver ríos, porque comienzan a recordar los cadáveres que veían flotando tras la explosión”.

El miedo les afectó su salud emocional pero, además, los lanzó a una realidad que hizo aún más difícil su lucha por llevar una vida soportable después de la bomba.

Discriminación

Las heridas físicas, el temor a que los efectos de la radiación pudieran ser contagiosos y los traumas psicológicos de los hibakusha llevaron a que muchos comenzaran a ser discriminados por su condición.

“La gente temía que los sobrevivientes tuvieran una enfermedad contagiosa”, recuerda Yamashita.

“Decían: ‘Hay que separarlos, no hay que casarse con ellos, no hay que tener amistad con ellos’”.

El temor a la discriminación llevó a que muchos ocultaran su condición de hibakusha o se negaran a hablar de ello.

“Aquellos que tenían queloides [crecimiento excesivo del tejido de una cicatriz] en el cuerpo usaban mangas largas para cubrir sus cicatrices, incluso en pleno verano”, dice la profesora Kamite.

Una persona muestra sus cicatrices abultadas
Getty Images
Los sobrevivientes ocultaban sus cicatrices queloides por miedo a la discriminación.

También se les hacía difícil conseguir y conservar sus trabajos. Así lo recuerda Yasuaki Yamashita:

“Cuando salí de la preparatoria comencé a trabajar y casi al mismo tiempo comencé a sufrir los efectos de la radiación.

Empecé a perder la sangre, evacuaba sangre, vomitaba sangre, entonces no podía trabajar.

Si conseguía un trabajo, venía esa enfermedad y tenía que renunciar, así duré como dos años.

Mucha gente me decía que yo era un flojo, que no quería trabajar, pero no era eso, era que simplemente no podía trabajar. Yo necesitaba trabajar, pero no podía”.

Para las mujeres la situación muchas veces era aún más difícil.

En esa época casarse era muy importante para las mujeres japonesas.

Setsuko Thurlow
Getty Images
Setsuko Thurlow recuerda que cuando era joven, poder casarse era muy importante para las mujeres japonesas.

“Era casi la única cosa que una mujer esperaba”, recuerda Setsuko Thurlow, sobreviviente de Hiroshima, quien en julio compartió sus recuerdos durante un evento en línea para conmemorar el 75 aniversario de las bombas.

“Con esas cicatrices queloides, esas mujeres perdían la fe y la esperanza en la vida”, dijo Thurlow, quien en 2017 recibió en nombre de los sobrevivientes el Premio Nobel de Paz que se le otorgó a la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN, por su sigla en inglés).

Keiko Ogura, otra sobreviviente de Hiroshima, recuerda que vivió esa discriminación en carne propia. Así lo contó en conversación con BBC Mundo:

“Tenía 8 años, era solo una niña pequeña en la escuela elemental, pero sabíamos que no debíamos decir que habíamos estado en la ciudad ese día. Si decíamos algo relacionado con la radiación, no nos podríamos casar.

No decíamos que éramos sobrevivientes. Teníamos un certificado de sobrevivientes y al mostrarlo en el hospital podíamos recibir tratamiento médico que ayudaba a pagar el gobierno. Sin embargo, la gente nos decía ‘no muestres eso’.

Keiko Ogura
Getty Images
A Keiko Ogura le enseñaban que no debía decir que era una sobreviviente de la bomba.

Al principio yo no le prestaba atención, sentíamos que todos compartíamos el mismo destino, pero cuando ya era una mujer en edad de casarme, a los 18 o 20 años, los hombres jóvenes de fuera de la ciudad me preguntaban “Keiko, ¿dónde estabas al momento de la bomba?Por mi parte no hay problema, pero a mis padres les preocupa”.

Sé que muchas otras personas también tuvieron esa experiencia”.

La profesora Van der Does cuenta que cuando llegaba el momento de casarse, algunas personas contrataban detectives para investigar si la pareja había estado en Hiroshima al momento de la bomba.

Otros, por su parte, sintieron esa discriminación de una manera más sutil o indirecta, y los puso en una posición vulnerable ante la sociedad. Una “discriminación silenciosa”, como la llama la profesora Van der Does.

Yoshiro Yamawaki con una camisa a cuadros.
Cortesía Yoshiro Yamawaki
Yoshiro Yamawaki lamenta no haber podido estudiar una carrera porque tras la muerte de su padre tuvo que dedicarse a trabajar.

“No sabes exactamente qué tipo de discriminación estás sufriendo, pero simplemente la sientes en tus interacciones sociales, o al darte cuenta de que a lo largo de tu vida has recibido un trato injusto”, explica.

Yoshiro Yamawaki, sobreviviente de Nagasaki, es uno de esos casos de discriminación silenciosa.

“La bomba mató a mi padre, mi madre tenía siete hijos y no podía hacerse cargo de ellos. Por eso, tuve que dedicarme a trabajar, sin poder ir a la universidad, creo que eso fue una forma de discriminación”, dice Yamawaki en conversación con BBC Mundo.

Según explica Van der Does, es difícil conocer el daño psicológico y emocional que sufrieron los hibakusha porque muchos murieron sin ser capaces de hablar de ello.

Keiko Ogura con 8 años.
Cortesía Keiko Ogura
Keiko Ogura tenía 8 años cuando estalló la bomba en Hiroshima.

“Hay muchos que no han admitido ser hibakusha por el miedo a la discriminación”, dice la investigadora.

En una reciente encuesta que Van der Does realizó entre 1.652 hibakusha de Hiroshima y Nagasaki, encontró que el 31% de ellos ha sufrido varios tipos de trato discriminatorio a lo largo de su vida.

Esa discriminación en ocasiones se dio entre los mismos hibakusha.

“Los hibakusha conocían mejor que nadie lo que les ocurría, por eso muchas veces se discriminaban entre ellos”, dice Hibiki Yamaguchi, de la Universidad de Nagasaki.

Setsuko Thurlow hablando desde la tribuna de los premios Nobel
Getty Images
En 2017 Thurlow asistió a la ceremonia del Premio Nobel representando a las víctimas de los bombardeos.

Según Van der Does, esa discriminación era fruto del miedo y de la desesperación por vivir. “Estaban luchando por sobrevivir, tenían que competir entre ellos por lograr algún tipo de ayuda”, dice la profesora.

Culpa

Al miedo y a la discriminación con que cargaban los hibakusha muchas veces se les sumó un sentimiento de culpa por haber escapado con vida o haber sido incapaces de ayudar a quienes pedían auxilio.

Ese sentimiento de culpa de los sobrevivientes les causó sufrimiento a largo plazo, explica la psicóloga Kamite.

Hiroshima destruida tras la bomba
Getty Images
Muchos hibakusha desarrollaron un sentimiento de culpa por no haber podido ayudar a las personas heridas.

Así lo recuerda la sobreviviente Keiko Ogura:

“Yo, al igual que el 90% de los sobrevivientes, tuve un sentimiento de culpa porque vi morir a familiares y amigos. Después de la explosión vimos gente bajo los edificios derrumbados pidiendo ayuda, pero no podíamos ayudarlos, estaban atrapados. Las madres trataban de sacarlos pero era muy difícil.

Luego, el fuego se esparció tan rápido que no tuvieron más opción que irse del lugar.

Eso los hizo preguntarse: ¿por qué no pude cumplir con el deber de ayudar a mis hijos hasta el último momento?

Tras la explosión, dos personas muy heridas se me acercaron y solo decían ‘agua, agua’. Yo les di de beber y luego murieron frente a mí. En ese momento no lo entendía, era solo una niña de 8 años, pero comencé a culparme porque sentía que los había matado. Sentía que si no les hubiera dado agua, ellos no estarían muertos. Me sentí así durante más de 10 años”.

Yasuaki Yamashita hablando en un foro
Getty Images
Algunos hibakusha cuentan su historia en eventos públicos, pero otros prefieren permanecer en silencio.

Según los expertos, la dificultad que muchos sobrevivientes tienen para hablar de su experiencia les ha afectado sus vidas.

“El velo de silencio sobre estos temas funcionó para ocultar las transgresiones ocasionadas por las secuelas atómicas”, dice Kamite.

Contra el silencio

Algunos hibakusha, sin embargo, han combatido ese silencio y comparten sus historias con los medios o como parte de campañas en contra de la proliferación de armas nucleares.

“Algunos están motivados por la ira, otros por un sentido de misión social, y otros pueden estar motivados por la respuesta al trauma”, dice Kamite.

Takashi Morita sostiene unas flores en la mano
Getty Images
Algunos hibakusha se convirtieron en activistas en contra de las armas nucleares.

La profesora, sin embargo, advierte que son solo unos pocos quienes participan en estas actividades sociales y que es probable que muchos hibakusha hayan sido una “mayoría silenciosa”.

Van der Does, por su parte, explica que con el tiempo los hibakusha lograron construir un sentido de comunidad que los ayudó a ganar aceptación en la sociedad.

“Se convirtieron en líderes en la lucha por el desarme nuclear”, dice la profesora. “Pasaron de ser víctimas a creadores de un mundo nuevo”.

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