
¡Ya estamos a nada de que inicie el Eras Tour! Para calentar motores, te dejamos algunas canciones de Taylor Swift que sí o sí debes cantar a todo pulmón. Y también echamos chismecito sobre a quién fueron dedicadas.
Así que acomódate, ponte tus audífonos y aclara la voz. Que al leer esta nota seguro te darán ganas de hacer una noche de karaoke de Taylor Swift.
El Eras Tour le dio una popularidad inesperada a canciones de Taylor Swift que ni si quiera fueron sencillos en su momento. El caso más viral y famoso es el de “Cruel Summer” que es protagonista de miles de videos en redes sociales.
La parte que todo el mundo canta a todo pulmón no es el coro, sino el puente que empieza diciendo “I’m drunk in the back of the car / And I cried like a baby comin’ home from the bar”.
¿A quién va dedicada? En una sesión secreta del álbum Lover con iHeart Radio, Taylor Swift explicó que era sobre un romance de verano y cómo puede sobrevivir a los sentimientos de nostalgia y secretismo que lo rodea.
“Se trata de la idea de estar en una relación en la que hay algún elemento de desesperación y dolor, en la que anhelas algo que todavía no tienes, está justo ahí y no puedes alcanzarlo”, dijo.
Y sí, por el contexto en el que fue escrita la canción se piensa que ese amor de verano hace referencia a cuando empezó todo con Joe Alwyn.
Otra de las canciones de Taylor Swift que cantamos con toda emoción es “Blank Space”, que fue el segundo sencillo del álbum 1989.
La canción es una sátira de la reputación que le crearon los medios que pasa de relación en relación. En su momento le dijo a GQ que quería reflejar ese personaje de una chica loca, seductora, glamorosa, y manipuladora.
De ahí que resalten joyitas de versos como el que hace referencia a que es una pesadilla vestida como un sueño.
Y ni nos pongan a hablar del video, que también es una joyita:
Todo un clásico de las canciones de Taylor Swift y es que para muchas, esta fue su introducción a su mundo country con toques pop. Fue el sencillo principal del disco Fearless y sonó por tooodos lados.
La letra usa de base la famosa historia de Romeo y Julieta para hablar de un amor que tiene hartos baches. En su momento dijo que cuando escribió la canción pasaba por una relaicón más o menos similar que su familia no aprobaba.
“Solía estar en la escuela secundaria donde ves a esta persona todos los días. Entonces estaba en una situación en la que no era tan fácil para mí, y escribí esta canción porque podía relacionarme con todo el asunto de Romeo y Julieta. Me inspiré mucho en esa historia. Excepto por el final”, comentó a en 2008 a Los Angeles Times.
De hecho, los Romeo y Julieta de la canción tienen un final feliz donde entendemos que se casarán.
¿A quién está dedicada? Pues hay dos fuertes suposisciones. La primera es Joe Jonas, pues hicieron pública su relación en julio del 2008.
Peeero hay otra sospecha: Martin Johnson, cantante principal de Boys Like Girls. Se dice que tuvieron algo corto y que fue su representante quien le aconsejó que eso no le convenía porque no iba con su imagen.
No importa si es la versión original o la 10 minute version, esta es de las canciones de Taylor Swift que cantamos con un perro coraje atravesado aunque ni represente nuestra relación.
La canción técnicamente recoge fragmentos de una relación tras una ruptura desgarradora. Taylor Swift describe detallada y vívidamente ciertas situaciones que te hace sentir que viviste esa experiencia.
¿A quién va dedicada? Pues la mencionada bufanda roja, la enorme diferencia de edad y otros detalles revelan que “All Too Well” habla de la relación que tuvo con Jake Gyllenhall a finales del 2010.
Entre las canciones de Taylor Swift destaca esta que fue el sencillo principal de su álbum Reputation.
Luego de estar alejada de la vida pública, Taylor regresó con este hitazo donde declara que “la vieja Taylor” está muerta. La letra habla sobre las ganas de vengarse de esa persona en la que tanto confiabas y te traicionó.
¿A quién va dedicada? Se dice que está canción está inspirada en toda la enemistad y polémica entre con Katy Perry y también con Kanye West y Kim Kardashian.
La enemistad con Katy Perry se menciona desde la canción “Bad Blood” de 1989. Y no, no se pelearon por un ex, sino que hubo bailarines en disputa que ambas querían en sus giras.
Lo de West y Kardashian tiene más historia. Intentaremos ser breves.
Todo empezó en 2009 cuando Kanye tuvo el mal gusto de interrumpir a Taylor Swift en los MTV Video Music Awards. Ella ganó mejor video musical y Kanye expresó en media ceremonia que el premió debió ser para Beyoncé.
Poco tiempo después él se disculpó, se reencontraron en 2015 y parecía que todo iba bien. Pero todo se derrumbó de nuevo cuando Kanye West lanzó “Famous” en 2016.
Menciona de una forma desagradable a la cantante diciendo que él y “Taylor” todavía podrían tener sexo, “¿Por qué? Hice a esa perra famosa”, dice la letra.
West dijo que había tenido la aprobación de Taylor para ese verso y Kim Kardahisn lo respaldó. Incluso ella después filtró la supuesta llamada donde ella daba su aprobación.
Taylor aceptó que Kanye se le acercó para mencionarla en una de sus canciones, pero jamás le presentó la letra ni nada. “No puedes aprobar una canción que nunca has escuchado”, dijo en una publicación de Instagram.

Kim Kardashian incluso se refería a Taylor Swift con el emoji de serpiente haciendo referencia a que era una mentirosa. ¿Y que hizo nuestra reina? Se apropió de esa narrativa y la serpiente se volvió un gran símbolo de su Reputation era.
Pasando a canciones de Taylor Swift más amables, hablemos de esta que se ha vuelto más popular con el Eras Tour, pues no fue sencillo de Speak Now.
La letra habla de cómo l anarradora se enamora de alguien luego de conocerlo por primera vez. A ella le preocupa si el sentimiento es recíproco, si volverán a verse y si ya está enamorado de alguien más.
Resulta y resalta que “Enchanted” está dedicada a Adam Young del grupo Owl City. Ambos se escribieron por mail durante un tiempo, pero cuando se conocieron en persona, Taylor Swift quedó impactada (o “wonderstruck”, como menciona en la canción”) con él.
No necesitas persignarte: La coreografía de “Willow” de Taylor Swift no es ningún ‘ritual satánico’
¿Quieres cantar algo cuando estás bajoneada? Entonces dale a esta rolita de Taylor Swift donde habla de las cosas que odia de ella misma, sus miedos, inseguridades.
En un “detrás de la canción” en Instagram, Taylor Swift explica que “Anti-Hero” es “una verdadera visita guiada a través de todas las cosas que tiendo a odiar de mí misma”.
No importa cuántas veces la escuchamos en su momento, es de las canciones de Taylor Swift que seguimos cantando con emoción.
Fue el tercer sencillo de Fearless y habla de una chica que está enamorada de su amigo y vecino. Pero este se encuentra en una relación medio tóxica, la verdad.
Por lo que se dijo, Tay no vivió esta situación. Pero más bien le tocó escuchar a un amigo mientras hablaba por teléfono con su novia donde él solo se disculpaba y ella le gritaba. De ahí le brotó la idea.
Tenemos canciones de Taylor Swift tristes y enojadas sobre un rompimiento, pero curiosamente esta suena muy feliz y por eso la amamamos.
Es otra de las joyitas de Red y tal cual habla de cómo ella se rehúsa a continuar en una relación intermitente con su pareja, Le dice técnicamente que “jamás de los jamases” van a regresar.
Y pues Taylor Swift tomó inspiración de la ruptura que tuvo con Jake Gyllenhall. En su momento le dijo a USA Today que la canción era “un retrato definitivo de cómo me sentí cuando finalmente dejó de importarme lo que mi ex pensara de mí”.
No importa si la escuchaste hasta el hartazgo, seguro hoy todavía la tarareas o la cantas si suena de la nada.
Fue el primer sencillo de 1989, disco que marcó su debut oficial en el mundo del pop. Es de las canciones de Taylor Swift que no hablan de amor ni de un rompimiento, sino de que te valga lo que piensen de ti.
La letra nace en medio de todos los comentarios y titulares sobre ella en las noticias que prácticamente se basaban en rumores.
En su momento habló con Billboard sobre el sonido tan pegajoso y la profunidad de la letra.
“Tenía muchas ganas de que fuera una canción que hiciera que la gente se levantara a bailar en la recepción de una boda desde el primer toque de batería. Pero también quería que fuera una canción que pudiera ayudar a alguien a superar algo realmente terrible, si quería centrarse en el perfil emocional, en la letra”, comentó.
¿Cuál es esa canción de Taylor Swift que cantas a todo pulmón?

Un encuentro en la selva desencadenó una carrera entre jardineros, nobles, inventores… y transformó los espacios en los que vivimos.
“El 1 de enero de 1837, mientras luchábamos contra las dificultades que las plantas del río Berbice presentaban a nuestro avance, vi en un pequeño arroyo una hoja gigantesca, cuyo borde se alzaba unos centímetros sobre el agua; y al acercarme más, me impresionó la aparición de una flor que, por su magnífica belleza, superaba todo lo que había visto hasta entonces“.
Así relató Sir Robert H. Schomburgk, explorador y botánico alemán al servicio del Imperio británico, en el Journal de la Real Sociedad Geográfica, su primer encuentro con la majestuosa planta acuática que pronto cautivaría a sus contemporáneos.
Schomburgk no fue el primero en maravillarse con semejante espectáculo.
Décadas antes, el naturalista checo-alemán Thaddäus Haenke ya había registrado sus hojas colosales cerca de la frontera entre Bolivia y Paraguay, y poco después el francés Alcide d’Orbigny también la describió durante sus viajes por Sudamérica.
Aun así, ni entonces ni ahora se atenúa el asombro que provoca contemplar por primera vez esta extraordinaria creación de la naturaleza.
Al Museo Nacional de Historia Natural de París llegaron hojas, flores y semillas, pero no les prestaron mucha atención.
En Reino Unido sucedió todo lo contrario.
El país estaba obsesionado por la botánica, con nuevas plantas llegando a diario, a medida que se exploraban nuevos territorios que se sumaban al que llegaría a ser el Imperio más grande del mundo.
La Guyana, en ese entonces llamada British Guiana, había sido cedida por los neerlandeses a los británicos dos décadas antes, pero hasta el viaje de Schomburgk aún era virtualmente desconocida para los europeos.
El hallazgo en ese lugar de tan formidable especimen coincidió con el ascenso al trono de la joven Victoria, así que no extraña que llevara su nombre: Victoria regia (más tarde Victoria amazonica).
Fue instantáneamente aclamada como una de las maravillas de la época victoriana y no sólo provocó una fascinación entre sus súbditos, sino también una feroz competencia entre los aristócratas por lograr que esa joya tropical floreciera lejos de su tierra natal.
Pero además, sus hojas inspiraron el diseño del Crystal Palace (el Palacio de Cristal) de Londres, un hito por su audacia y ligereza cuyo uso pionero de hierro y vidrio a gran escala así como su nueva concepción del espacio interior lo convirtió en piedra fundacional de la arquitectura moderna.
Hoy seguimos viviendo su legado.
Su influencia -tanto técnica como conceptual- perdura en la mayoría de los edificios contemporáneos que privilegian la ligereza, la transparencia, la funcionalidad y la industrialización de los materiales.
Cuando las semillas de Victoria regia llegaron a Inglaterra, el reto de cultivarlas absorbió a algunos de los personajes más eminentes y emprendedores de la época.
No era porque se esperara que la nueva planta fuera fuente de algún remedio desconocido para la medicina o de alguna gran riqueza hasta entonces inexplotada, subraya Tatiana Holway en su libro “La flor del Imperio”.
La razón era la pasión… por las flores.
Todas las flores, desde las más comunes hasta las más raras, enloquecían a la sociedad británica de esa era, al punto que, quienes se podían dar el lujo, no dudaban en pagar más del equivalente de US$10.000 por un nuevo especimen.
Agrégale, en el caso de ese nenúfar amazónico, otros ingredientes: la aventura de encontrarla, traerla a Inglaterra y el desafío de hacerla crecer, lo que implicaba ambición hortícola, visión científica y fascinación por lo exótico.
Encima, por mucho que lo intentaron, resultó dificilísimo cultivarlas.
Aunque en el famoso jardín botánico londinense Kew Gardens los especialistas lograron que las semillas germinaran, no pudieron mantener vivas a las plantas durante los inviernos.
Crucialmente, allí y en los otros jardines botánicos y colecciones privadas que recibieron algunas de las semillas que envió Schomburgk, los horticultores y botánicos fracasaron en su empeño por que la Victoria regia floreciera.
Eso añadió un nuevo ingrediente que alimentó la obsesión: la gloria que supondría ser el primero en despertar la floración.
Así se desató una feroz competencia entre los aristócratas más acaudalados, cada uno empeñado en verla abrir sus pétalos en sus dominios.
La carrera por conseguirlo se tornó en un espectáculo cuyo público era internacional, y su escenario, los invernaderos desplegados por toda Inglaterra.
El más grande de todos, de hecho el edificio acristalado más grande del mundo en esa época, se llamaba el Great Stove (literalmente ‘la gran estufa’), y estaba en los jardines de Chatsworth House, el hogar ancestral de la familia Cavendish, cuyos varones primogénitos heredan el título de duque de Devonshire.
William Cavendish, el duque de Devonshire, dedicaba su atención a las plantas exóticas de su invernadero, asistido por un joven jardinero que pronto se haría célebre: Joseph Paxton.
Paxton era el hijo de un agricultor, y había sido uno de los primeros jóvenes en pedir una plaza en los jardines de entrenamiento de la nueva Sociedad Hortícola.
Fue una idea tremendamente atinada, porque de ahí fluyó su futuro.
El duque lo había contratado cuando tenía 23 años, y le había concedido la libertad de entregarse a sus pasiones en todos los aspectos de la horticultura, incluida la nueva y muy exclusiva ciencia de la construcción de invernaderos.
Ambos rebosaban de entusiasmo y planes ambiciosos, y con el dinero del duque y la imaginación del jardinero, comenzaron a experimentar con el vidrio, creando espacios que recreaban lugares distantes y ampliando la ciencia de la horticultura de formas novedosas.
Fue para resolver el problema de acomodar la creciente colección de plantas exóticas del duque que Paxton diseñó y construyó el Great Stove, que se extendía casi 70 metros de un extremo a otro y se alzaba más de 20 metros.
El costo fue enorme, pero el resultado, mágico, como comprobó en una visita la reina Victoria.
Quedó encantada con un paseo en carruaje en su interior, iluminado por 5.000 velas, con aves tropicales volando entre la exótica vegetación, peces en los estanques, cristales de roca y escaleras en espiral para poder ver las cimas de los árboles.
Nunca se había hecho nada parecido.
Lo que ni la reina, ni ninguno de los otros visitantes veían era lo que generaba ese calorsito que sentían al entrar al lugar.
Era una hazaña silenciosa.
Con ocho calderas ocultas, se mantenía la temperatura para simular una zona templada en un extremo y una zona subtropical en el otro.
Había túneles para transportar el carbón que alimentaba las calderas sin que los encargados fueran vistos, y tenía ventiladores en los cimientos de mampostería y en el techo para hacer circular el aire.
Las chimeneas también estaban escondídas para que el humo y vapor salíera lejos, en lo alto de una colina.
Así que cuando empezaron los intentos de cultivar Victoria regia en Inglaterra, entre todos los invernaderos importantes del país, incluido el de Kew Gardens, el Great Stove no sólo era el más grande, sino también el más avanzado.
Eso, y la fórmula de éxito: Paxton estaba dispuesto a hacer cualquier cosa para que floreciera, y Cavendish, dispuesto a pagar para que así fuera.
Pero el horticultor y el duque sólo recibieron semillas de esa planta amazónica por primera vez en 1849, más de una década después de que Schomburgk se topara con ella en Guyana y enviara un lote pequeño a Londres.
En sus años de experiencia, Paxton había comprendido que si quería hacer que una planta floreciera, tenía que entender de dónde venía.
Sabía que para la Victoria regia necesitaba crear un entorno donde el agua se mantuviera en movimiento, así que instaló unas pequeñas ruedas en el estanque en el que las iba a cultivar.
Para mantener la temperatura adecuada, colocó tuberías bajo la tierra en el fondo.
Y se aseguró de que el agua tuviera lo necesario para alimentar las plantas.
Pronto sus plántulas empezaron a crecer, con la rapidez impresionante que las caracteriza: en su habitat natural, sus hojas pueden alcanzar un diámetro de unos tres metros a una velocidad increíble, de hasta 2,5 centímetros por hora.
En los invernaderos no alcanzaban semejantes proporciones, pero aun así desplegaban expansiones sorprendentes en poco tiempo.
Cuando el verano terminó, y las noches se hicieron más largas, Paxton supuso que sus Victoria regia morirían, como había sucedido hasta entonces.
No obstante, canceló un viaje que tenía previsto y le pidió al duque que le permitiera quedarse con ellas.
Y a principios de noviembre, le escribió para contarle que había salido un botón, que se había abierto, y que luego un tinte rosado se había extendido desde el centro hasta los bordes del pétalo.
Paxton había ganado la competencia, y su premio era el prestigio.
Ufano, le escribió al director de Kew Gardens, Sir William Jackson Hooker.
“Estimado Sir William:
“La Victoria regia está ahora en plena floración en Chatsworth y continuará así, creo yo, durante una quincena o más, pues hay una sucesión constante de capullos asomando.
“Lo más probable es que sus plantas ya estén mostrando algo para este momento. Y si no, contemplar esta planta merece un viaje de mil millas.
“Tenemos hojas de casi cinco pies de diámetro (≈ 1,5 metros), y en este momento la planta tiene trece hojas”.
Con el tiempo se descubriría cuán extraordinarias eran estas flores que tanto esfuerzo había costado cultivar en Inglaterra y luego en Europa.
En 24 horas, cambian de género.
La primera vez que se abren, cuando se oculta el Sol, las flores son blancas, femeninas y receptivas al polen de otras plantas.
Atraen a una especie de escarabajos con un aroma dulce y envolvente, y lo animan a quedarse en su interior con un nectar delicioso y una temperatura más cálida que la ambiental, para que dejen el polen que traían.
Pero ser polinizada es solo la mitad de la batalla.
El nenúfar ahora debe asegurarse de que su propio polen sea transportado a otra flor.
Así que se cierran cuando sale el Sol, con los escarabajos adentro, y se transforman en flores masculinas, con polen.
Cuando las flores se abren la segunda noche, ya no son blancas sino rosadas, sin aroma ni calidez en su interior, todo para obligar a su inquilino nocturno a irse en busca de otra flor blanca a la cual polinizar.
Si bien las flores y otras características de la Victoria regia son fascinantes, fueron sus hojas, vastas y perfectamente estructuradas, las que llevaron a Paxton a intuir un principio capaz de transformar no solo los invernaderos, sino la arquitectura misma.
Deslumbrado por el entramado íntimo de aquellas hojas, no se conformó con admirarlas: las estudió con la precisión de un ingeniero.
Le maravillaba su extraordinaria capacidad de carga, sostenida por una red de venas acanaladas que formaban vigas y arcos naturales.
En 1849, tras lograr la primera floración en Chatsworth, colocó a su hija Annie, de 7 años, sobre una de las hojas gigantes para demostrar su solidez; la imagen apareció poco después en el Illustrated London News, una suerte de declaración pública de lo que aquella planta le había revelado y de lo que imaginaba construir.
“La naturaleza fue la ingeniera”, declararía en 1850 ante la Royal Society of Arts, mientras mostraba una hoja de Victoria regia como ejemplo de un principio estructural perfecto.
“La naturaleza ha dotado a la hoja de vigas y soportes longitudinales y transversales que yo, inspirándome en ella, he adoptado en este edificio”.
Se refería al Crystal Palace, una estructura que parecía desafiar las nociones mismas del espacio y la materia: vasta, transparente, casi ingrávida.
Paxton había pasado de ser un innovador en la jardinería al creador de un proyecto arquitectónico único.
Su sistema de crestas y surcos, inspirado directamente en la geometría de la hoja, era capaz de sostener grandes superficies de vidrio con una ligereza inaudita y a su vez resistente, formada por piezas estandarizadas de hierro y vidrio que podían fabricarse en serie y ensamblarse como un gigantesco mecanismo.
El resultado fue algo sin precedentes: un colosal universo acristalado, casi irreal.
Es difícil imaginar la sensación de asombro que debieron experimentar los visitantes de ese entonces al contemplar aquel prodigio de vidrio y hierro que alojaba la Gran Exposición de 1851.
Su transparencia desorientaba la mirada; apenas proyectaba sombra, y su vastedad parecía desafiar las nociones mismas de espacio y materia.
La prefabricación, el diseño modular, el uso de la luz como material arquitectónico, inauguró una nueva manera de concebir los edificios, y vivimos en su legado.
El Crystal Palace brotó de la Victoria regia, “tan naturalmente como los robles crecen de las bellotas”, escribió Charles Dickens, y las hojas que lo inspiraron han alimentado la imaginación de artistas y arquitectos durante más de un siglo y medio.
Los científicos continúan estudiándolas, desentrañando sus secretos en busca de nuevas lecciones de ingenio.
Ligeras pero extraordinariamente fuertes y eficientes en el uso de la luz, sus estructuras sugieren caminos para la ingeniería, las construcciones flotantes y las tecnologías energéticas.
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