A Betty Gallegos le cambia la carita cuando juega al yoyo. Porque sí, es un deporte que practica con disciplina, pero ella no deja nunca de jugar. Se nota en su concentración, en la risa chistosa -medio tímida- cuando no le sale algún truco y en la sonrisa satisfecha cuando logra alguna hazaña complicadísima. Probablemente esa combinación de dedicación y diversión es lo que la ha hecho campeona mundial y campeona nacional de yo-yoing.
Betty es una chica alta de 21 años, tiene unos dedos largos y flaquitos de uñas lindas. Parecen “como de pianista”, pero cuando sabes que hace unos trucos con yoyo —que ni en sueños imaginarías— la forma de sus manos tiene mucho sentido: son rápidas y súper hábiles, perfectas para practicar su deporte favorito.
Se interesó en el yoyo a los 12 años cuando paseaba con su mamá por un centro comercial de la Ciudad de México.
Había una competencia de ‘yo-yoing‘ y su mamá quiso acercarse a ver; Betty, en cambio, ya quería irse porque pensaba que se iba a aburrir, pero se quedaron a verlo completito. “Me di cuenta de lo que realmente se puede hacer con un yoyo, que no es lo típico de subir y bajar y ya. Vi a los chicos y me impresionó; le pedí a mi mamá que me comprara un yoyo y se quedó la fascinación“.
Comenzó a tomar clases en el Parque México de la colonia Condesa en Ciudad de México. Ahí aprendió lo básico y un poquito de lo más avanzado, pero realmente se hizo una expertaza buscando tutoriales en internet, viendo los trucos que hacían personas de otros países y fue perfeccionando su estilo.
“Mi primer truco padre padre creo que es uno que se llama La montaña rusa y eso todavía lo hacía con un yoyo con respuesta”, dice en entrevista para Animal MX.
A los seis meses de haber comenzado a practicar, todavía de 12 años, fue a su primera competencia… ¡y ganó!
“Me dijeron que iba a ser el Campeonato Nacional y abrieron una división para chicas, para motivarlas a que jugaran yoyo. Me metí y lo chistoso es que me dijeron que la primera competencia nunca la ganas y yo la gané”, dice riéndose mientras, sentada en su asiento, manipula un yoyo azul metálico, uno de sus favoritos.
También en los campeonatos mundiales abrieron una división para chicas, lo que motivó a Betty todavía más a seguir practicando y convertirse en la mejor del mundo… ¡dos veces!
Además, ha hecho historia: en 2019 se convirtió en la primera mujer en competir en la división 1A del Campeonato Mundial de yo-yoing.
Esa división, en la que se debe usar un yoyo de metal —ya sea de aluminio o titanio— sin respuesta, es abierta para cualquier persona que quiera entrar, pero antes de Betty ninguna chica se había animado.
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En esa ocasión no avanzó a las finales, mientras que en la división de mujeres se llevó el primer lugar.
“La comunidad del yoyo sí somos unidas porque somos pocas las chicas que jugamos; en los campeonatos si vemos a una nerviosa o estresada por alguna razón, ahí vamos todas a apoyarnos, porque sí es una competencia, pero no se pierde esa unión“, dice.
Gracias a este deporte, Betty Gallegos ha visitado varias ciudades de Estados Unidos, como Chicago, Orlando y Cleveland, además de Tokio, en Japón, e Islandia.
Los primeros campeonatos a los que fue, siempre acompañada de su mamá, fueron pagados gracias a apretarse el cinturón y ahorrar mucho para pagar los vuelos y estancia de ambas. Hoy, después de varios años, mucha experiencia y campeonatos ganados, ya tiene un patrocinador oficial que paga los vuelos para ella y algunos otros viáticos.
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“Gracias al yoyo pude salir al mundo. Yo creo que si nunca hubiera tocado un yoyo no hubiera salido ni a la esquina“.
Además de viajar, también es protagonista de un capítulo We Are The Champions, una serie documental de Netflix que presenta competencias inusuales que se realizan alrededor del mundo.
En el capítulo sobre yo-yoing relatan la historia de Betty y siguen sus pasos durante el Campeonato Mundial de Cleveland, Ohio, en el que ella hizo historia.
Y, por si eso no fuera poco, también es una estrella en TikTok, ¿no nos creen? Tiene 2.4 millones de seguidores ¡y contando! en sus videos.
Betty explica que debes pedir en una tienda un yoyo con balero y con respuesta.
El balero es una especie de tuerquita pequeñita, similar a la que usan las patinetas, y va dentro del yoyo. Es importante porque es lo que hace que gire más tiempo y, al comenzar a practicar, no tendrás presión de que se te termine el tiempo y no pudiste hacer el truco.
Y no te desesperes si no te salen los trucos fácilmente.
“La mayor dificultad es ser tolerante a la frustración y al estrés. Algunas veces sí te salen los trucos y otras no. Es un combate de frustración“, dice Betty Gallegos.
La exguerrillera conoció a Mujica en la clandestinidad y vivió a su lado durante décadas, hasta su último día.
José Mujica solía emocionarse últimamente al hablar de su esposa, Lucía Topolansky, quien lo conoció en tiempos de clandestinidad y siguió a su lado hasta su muerte este martes a los 89 años.
“Lucía es mucho más que una compañera”, dijo el expresidente uruguayo en una entrevista con BBC Mundo en noviembre.
Se refería al amor y el cuidado que Topolansky le dio por décadas, sobre todo desde que a él le diagnosticaron un cáncer de esófago hace poco más de un año que se expandió por su cuerpo.
Un amor que continuó dándole hasta sus últimos días: “Yo estoy hace más de 40 años con él y voy a estar hasta el final, eso es lo que prometí”, declaró unos días antes de la muerte de su compañero.
Ella nunca alcanzó la fama internacional de Mujica, pero su propia historia personal y algunos momentos especiales que vivió junto a él tienen ribetes asombrosos.
Hija de un ingeniero civil y empresario de la construcción, Topolansky nació hace 80 años en una familia de buen pasar económico y estudió en un colegio de monjas dominicas.
Su opción por la lucha armada a fines de la década del ’60, tras abandonar estudios de arquitectura y el gremio estudiantil, sorprendió a sus parientes más cercanos.
Pero no fue la única: su hermana melliza María Elia también integró el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T).
En esa guerrilla urbana de izquierda influida por la revolución cubana y el marxismo, que combatió la institucionalidad democrática, Topolansky participó en diferentes operativos con el nombre falso de “Ana”.
Fue durante aquellos tiempos de clandestinidad cuando conoció a Mujica, quien tenía nueve años más que ella y ocupaba cargos de dirección en el MLN-T.
Mujica relató en una entrevista con la BBC que el primer encuentro entre ambos ocurrió en septiembre de 1971, la noche en que él se escapó de la cárcel montevideana de Punta Carretas con otros 105 tupamaros y algunos presos comunes por un túnel, una de las mayores fugas en la historia de las prisiones uruguayas.
“Ella estaba con la gente que apoyaba desde afuera. Habían ocupado una de las casas en las cuales nosotros emergimos de abajo de la tierra para salir de la cárcel luego de haber hecho un túnel”, memoró. “La vi casi accidentalmente y seguimos la vida (…). Era muy bonita y joven”.
Topolansky también había estado presa y se fugó de una prisión ese año, escabulléndose por las cloacas de la ciudad junto a otras 37 presas. Llegó a realizarse una cirugía para cambiar parte de su rostro y evitar ser arrestada.
Mujica fue recapturado y volvió a escaparse de la cárcel en 1972, cuando inició su relación amorosa con Topolansky.
“Nos encontramos una noche en que andábamos muy perseguidos”, dijo Mujica en una entrevista con la BBC en abril de 2023. “Los humanos, aunque no lo sabemos, cuando vivimos una atmósfera de peligro donde está en juego a cada paso la libertad y la vida, nos aferramos al amor porque la naturaleza biológica nos lo impone”.
Aunque en una entrevista varios años atrás, Topolansky reconoció que los detalles de ese primer encuentro eran difíciles de recordar por una razón: “Esto se parece bastante a esos relatos de las guerras y eso donde las relaciones humanas tienen un marco de distorsión porque tú estás corriendo, podés caer preso, te pueden matar. Entonces no tiene los parámetros de una vida normal”.
Ambos volvieron a ser detenidos en 1972, un año antes del golpe de Estado conducido por los militares. Permanecieron presos, sometidos a torturas y períodos de aislamiento hasta 1985, el año en que Uruguay volvió a la democracia.
“Teníamos que vivir en condiciones absolutamente adversas”, señaló Anahit Aharonian, una militante tupamara que estuvo presa junto a ella, en un diálogo con BBC Mundo en 2015.
Recordó que en 1980 las hermanas Topolansky le diseñaron en secreto un tapiz con la palabra “Libertad” bordada en armenio, el idioma de los padres de Aharonian que tenía prohibido practicar en prisión.
Lograron sacarlo del penal en un paquete, sin que los carceleros descubrieran de qué se trataba.
Mujica y Topolansky volvieron a juntarse el día de marzo de 1985 en que recuperaron la libertad por una ley de amnistía, y siguieron unidos desde entonces.
“Al otro día empezamos a buscar un local para juntar a los compañeros y reunirnos. Había que empezar a militar”, recordó Topolansky en una entrevista hace un año atrás. “No perdimos un minuto. Y no paramos, porque en realidad esa es nuestra vocación. Ese es el sentido de nuestra vida”.
La pareja se mudó a una modesta casa en una chacra de Rincón del Cerro, la zona rural de Montevideo donde cultivaron la tierra y donde el expresidente murió este martes.
Se casaron recién en 2005, en una ceremonia íntima, cuando Mujica era una figura cada vez más popular en su país, aunque pocos sospechaban que llegaría a ser presidente. Y esa misma noche fueron a un mitin político.
“Unimos dos utopías: la utopía del amor y la utopía de la militancia”, dijo Topolansky a un documentalista hace varios años.
Al parecer, Topolansky se enteró de su propio matrimonio cuando Mujica compartió la noticia en una entrevista que le hicieron para la televisión: “Ahí le dijo al periodista que nos íbamos a casar. Yo estaba mirando el programa y me enteré”, comentó en una entrevista en 2024.
“En realidad de vieja vine a claudicar”, añadió riendo por el hecho de haber vivido 20 años juntos sin haberse casado.
Nunca tuvieron hijos, algo que explican por el hecho de haberle dado prioridad a la guerrilla en la juventud. En cambio, alojaron en su tierra a algunas familias y tuvieron varios perros incluida Manuela, que fue conocida como la mascota favorita de Mujica.
La militancia política siguió siendo el norte en la vida de ambos, que fundaron el Movimiento de Participación Popular y contribuyeron a hacerlo el mayor grupo de la coalición de izquierda Frente Amplio.
Fue la propia Topolansky quien, como senadora más votada, le tomó juramento a Mujica cuando asumió la presidencia en 2010, en un acto cargado de simbolismo dentro del Palacio Legislativo.
Después lo abrazó con su brazo derecho y besó su mejilla, sonriendo.
Topolansky llegó a sobrevivir a un cáncer de mama y, tras el fin del mandato de Mujica en 2015, fue candidata a intendenta (alcaldesa) de Montevideo, pero no logró ser electa.
En 2017 asumió la vicepresidencia de Uruguay tras la renuncia de quien estaba en el cargo por uso indebido de recursos públicos y ocupó circunstancialmente el sillón presidencial cuando el entonces mandatario Tabaré Vázquez viajó al exterior.
Muchos la consideran menos pragmática desde el punto de vista ideológico que su esposo, quien evitaba esa comparación y decía que simplemente eran políticos diferentes.
“Sí, tal vez no tenga el carisma que tengo yo. Eso es probable”, admitió el expresidente en una oportunidad. “Ahora, es sistemática: como las abejas, como una gota de agua. Una laburanta (trabajadora) de esas infernales. No de esas que hacen un hecho histórico, sino de las que levantan paredes”.
Mujica decía eso con la misma admiración que expresó hasta el final hacia Topolansky, contrastando la pasión que supone una relación amorosa en la juventud con “la dulce costumbre” que significa en la vejez, para eludir la soledad.
“Soy consciente”, sostuvo en su última entrevista con BBC Mundo, “que buena parte de mi vida hoy se la debo a ella”.
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