“No puede esperar a que llegue el jueves, es su día favorito de la semana porque sabe que le toca su clase de ballet”, dice Montserrat Tovar, mientras espera en la puerta del salón a que salga su hija Susana, una niña de nueve años diagnosticada con epilepsia y trastorno en su desarrollo psicomotor.
Dentro de las instalaciones del Centro de Rehabilitación e Inclusión Infantil Teletón (CRIT) ubicado en Tlalnepantla, Estado de México, la madre de Susi, como le dice de cariño, le ajusta la falda de color rosa claro antes de que entre a la clase.
“A Susi le encanta bailar y este proyecto fue la oportunidad perfecta para que se distraiga, para que haga amigos. Desde hace dos años que viene a las clases, mi niña es más segura de sí misma y tiene más amigos. Ahora tiene el sueño de ser bailarina profesional”, cuenta Montserrat.
Con su mamá esperando en las bancas colocadas afuera del salón, Susi, quien es de las alumnas más altas de la clase y siempre está en última fila, empieza a hacer los ejercicios que le indica su maestra.
“Mi movimiento favorito es cuando hacemos plié, me gusta sentir que puedo moverme como toda una profesional”, dice.
En 2013, Paola Albarrán jamás habría imaginado que su iniciativa de Ballet Teletón llegaría a seguir vigente una década después y que tendría presencia en por lo menos 10 estados de la República.
La ahora directora de Ballet Teletón se siente asombrada de lo que ha crecido el proyecto. “Se ha sostenido por sí solo, esta iniciativa tiene luz propia y se ha ido abriendo camino con y para los niños”, dice en entrevista.
“A veces no creo todo lo que hemos logrado. Hemos conseguido colaboraciones muy lindas a lo largo de los años con gente como la bailarina Elisa Carrillo; con Amalia Hernández de la Compañía Nacional de Danza, hemos tenido presentaciones en el Auditorio Nacional, la UNAM y Chapultepec”, detalla.
Para Paola, elegir el ballet para ayudar a las niñas y los niños del Teletón no fue coincidencia. Buscaba un lenguaje que permitiera darle ritmo a la vida.
“Por el taller han pasado más de mil 700 niños en distintos estados como Estado de México, Ciudad de México, Puebla, Guadalajara, Querétaro, Chiapas y en la ciudad de Tijuana. A las clases pueden asistir no solo los niños que tomen rehabilitación en algún CRIT, sino también aquellos que sean externos o que incluso no vivan con discapacidad porque es un proyecto que también busca dar la oportunidad de acercar a familias de escasos recursos a talleres que en otro lado tal vez no pueden pagar”, expone Paola.
Diez años después del inicio del proyecto, Paola afirma que su principal motivación para seguir con las y los niños es verlos subir al escenario.
“Que ellos vean que pueden, que el público les aplaude, que conozcan por primera vez un teatro, que usen un vestuario que después no se quieren quitar te mueve el alma, sabes que estás haciendo algo bien con tu vida y la de los demás”, subraya.
Convencida de que a veces la medicina no viene solo en pastillas sino en la forma de un tutú y de un payasito, la directora de Ballet Teletón describe el proyecto como una burbuja de color rosa que le permite a las y los niños dibujar otras realidades.
“Nos vamos a convertir en semillas y nos vamos a sentar y doblar las piernas. Abracen sus piernas y recarguen su cabeza en las rodillas mientras nos imaginamos que, por esta hora, somos una semilla y nada más”.
Así es como inicia su clase Julieta Alejandra Lara Hernández, conocida por los papás como Miss July.
Rodeada de 12 niños en su primera clase de 11:00 de la mañana a 12:00 de la tarde, la maestra vestida de negro comienza a formar uno a uno a sus 10 alumnas y dos alumnos. Uno de ellos, acompañado de su abuelita mientras toma la clase en su silla de ruedas.
“Masha, ven conmigo y toma mi mano”, “Sofi, dobla un poquito más tu pie”… Estas son las instrucciones de la maestra que resuenan al mismo tiempo de la música, mientras las y los niños van detrás de ella, la persiguen a su ritmo e intentan seguir sus pasos.
“Soy bailarina profesional pero antes de esto no había trabajado con niños con discapacidad. No diré que no ha sido un reto pero ha sido maravilloso. Puedo decir que ellos me han enseñado más de lo que yo puedo ofrecerles. Todos los jueves de 11:00 a 1:00, aprendo de lo que es la paciencia y la perseverancia en ellos, en sus mamás. Aquí yo enseño ballet pero ellos me enseñan a no rendirme”, comparte la maestra al final de su clase.
Después de giros y de caminar en puntitas, Miss July se despide de su clase con la promesa de ver a sus alumnas y alumnos la siguiente semana.
“Si yo pudiera definir mi labor, lo que ellos hacen y lo que aprendemos, diría que es amor en movimiento, de mí hacia ellos y de ellos hacia su cuerpo”, reflexiona la maestra.
La vida de Sofía es más divertida con el baile, asegura su mamá, María de los Ángeles Maldonado Díaz.
“Mi hija tiene ocho años y vive con deficiencia de miembros del lado derecho. Hasta ahora, nada le había levantado el ánimo ni la entusiasmaba tanto como venir al ballet”, dice sonriendo, mientras ve por la ventana a su niña.
Los últimos siete meses, Sofi arma su maleta sola. Prepara su agua, su falda, saca sus zapatillas y su payasito, todo del mismo color: rosa pastel.
“Cuando toca ballet, nada más existe. Cuando viene a clase tiene más energía, convive más con niños, es más feliz. A mi niña bailar le ayuda a sanar”, sostiene María.
Con ella coincide Jorge Alberto Cuapio, papá de Alexa Jacqueline Cuapio, una pequeña con un trastorno que afecta sus funciones psicomotoras y de lenguaje.
“Ella no es la misma desde que baila. Pero lo digo para bien. Antes no interactuaba mucho, ella no habla pero se comunica con abrazos, pero desde que viene, la veo que abraza a casi todos sus compañeros y a su maestra, siempre sigue a su maestra”, detalla.
Con la mirada fija en los pies de su pequeña mientras sigue los movimientos de Miss July, Jorge asegura que entre esas cuatro tres paredes blancas, con ventanales y piso de madera, la magia se despliega.
“Aquí ocurre un verdadero cambio, uno que no sabía que existía. Cuando tienes un pequeñito con discapacidad, que patea, te araña y hace muchas cosas que tú como papá no sabes cómo reaccionar, ves que hay programas así en los que ella se desenvuelve, en los que se ve más contenta. Entonces, sabes que hay cambios posibles y que no sabías que ibas a encontrar en algo tan bonito como el ballet”, concluye el papá de Alexa.
Desde 2001, el colectivo artístico chileno Casagrande ha lanzado lluvias de poemas sobre ciudades como Santiago, Madrid, Guernica, Londres y Dubrovnik transformando memorias dolorosas en momentos de belleza reflexión.
Sus ojos estudian atentamente el cielo con expectativa.
Esta vez, sin embargo, no observan con una sensación de miedo, ansiedad ni urgencia, sino con intriga y emoción.
Y su entusiasmo queda bien recompensado. Un helicóptero que sobrevuela en lo alto lanza una gran nube de cientos de miles de coloridas papeletas que se esparcen en el aire y caen revoloteando lentamente sobre la muchedumbre.
Hay gritos de asombro, muchos saltan para agarrar las esquivas papeletas, otros alzan a sus niños para alcanzarlas o esperan a que caigan al suelo para recoger todas las que puedan y ver qué contienen.
Son poemas. 100, para ser exactos -50 escritos por poetas contemporáneos chilenos y 50 por poetas de la localidad donde sucede el evento- impresos en 100.000 tarjetas del tamaño de un marcador de libro.
Esta lluvia de versos, en lugar de explosivos, transforma los dolorosos recuerdos del pasado en un momento de belleza y reflexión y convierte el espacio público en un ambiente de arte y literatura.
Ese es el propósito del colectivo artístico chileno Casagrande, que ya lleva más de dos décadas realizando estos eventos en diferentes ciudades del mundo, cuyas poblaciones civiles han sido víctimas de bombardeos aéreos.
El más reciente sucedió este miércoles 14 de mayo, en Rotterdam, para coincidir con el 85 aniversario del bombardeo nazi que devastó esa ciudad de Países Bajos.
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Casagrande está conformado por tres artistas chilenos: Julio Carrasco, Joaquín Prieto y Cristóbal Bianchi, todos nacidos en 1973, el año en que Chile sufrió el cruento golpe militar contra el gobierno democrático de Salvador Allende.
Surgieron como un colectivo cultural en torno a una revista que hacía arte interpretativo en espacios públicos, un género conocido como performance.
En 2001, decidieron aprovechar la apertura al público del Palacio de la Moneda, en la capital de Santiago -la sede presidencial que fue bombardeada por las fuerzas militares el 11 de septiembre de 1973- para “hacer un nuevo bombardeo, pero esta vez con poemas de poetas chilenos de nuestra generación”, expresó Joaquín Prieto a BBC News Mundo.
“Fue toda una experiencia liberadora”, relató. “Fue un momento en que volvíamos a reconocer un espacio simbólico, como el Palacio de la Moneda bombardeado, en una nueva instancia, en una nueva imagen, viendo caer estos poemas”.
La reacción fue tan grande que decidieron reproducir el proyecto en otras ciudades con la idea de lanzar poemas sobre los lugares que han sido bombardeados en el pasado sin ser objetivo militar.
Eso los llevó a Dubrovnik, Guernica, Varsovia, Berlín, Londres, Milán y Madrid. El más reciente evento lo realizaron este miércoles en Róterdam, la segunda ciudad de Países Bajos.
El 14 de mayo de 1940, a la 1:27 de la tarde (hora local), la Alemania nazi inició un bombardeo sobre Rotterdam que devastó la ciudad. La mayoría de los edificios históricos quedaron aplastados, salvo la catedral de San Lorenzo.
Contrario a la reconstrucción de otros cascos antiguos europeos tras los conflictos bélicos, Rotterdam se erigió de cero, con diseños de vanguardia y posteriormente la creación de la gran esplanada Binnenrotte, seleccionada por los artistas para su bombardeo poético.
“Es un lugar bien emblemático porque se volvió a reconstruir la ciudad con una arquitectura moderna, con las casas cubo y el edificio lápiz, pero al mismo tiempo está la catedral, como un recuerdo de lo que quedó en pie”, señaló el artista Prieto.
El lanzamiento de los poemas se realizó el mismo día del indiscriminado bombardeo alemán hace exactamente 85 años, sin embargo, es la única vez que los artistas de Casagrande hacen coincidir las fechas de sus eventos.
“Queremos que los bombardeos de poemas se inscriban también en la historia con otra fecha en la que las ciudades recibieron, no bombas, sino poemas”.
El colectivo chileno trabajó en esta ocasión en coordinación con el festival de poesía de Róterdam Poetry International que inicia la celebración de su 25.ª edición.
“Ellos han sido clave. Nos invitaron y comisionaron para hacer esto”, explicó Prieto.
El proyecto está armado con varios elementos. Como en ocasiones anteriores, Casagrande seleccionó poemas de 50 poetas chilenos de diferentes ciudades “avalados por sus publicaciones”.
Esta vez, la contribución local vino de otros 50 poetas neerlandeses escogidos por Poetry International, que también se encargó de hacer las traducciones correspondientes del y al español.
La temática de la poesía es variada y la única limitación es la longitud, pues los versos tienen que caber en un lado de un marcapáginas de 7 cm x 22 cm, y por el otro viene la traducción.
“Este año le hicimos un guiño a Gabriela Mistral [la premio Nobel de Literatura chilena] que recibió el galardón hace 80 años en 1945”, contó Prieto.
Los marcapáginas también vienen con un diseño especial que también se repite en la publicidad que se hace a través de las redes sociales y los medios locales y nacionales, además de en pancartas en sitios públicos.
El objetivo es que por lo menos asistan mil personas para que no quede un solo marcapáginas en el suelo. “Es algo bien importante”, dice Joaquín Prieto, “no sólo en términos de obtener los permisos sino también para darle sentido al proyecto”.
Pero en ninguno de los eventos han tenido problema con eso, ya que han contado con una asistencia de público entusiasta.
“Las reacciones son maravillosas, en primer lugar porque llega como una sorpresa”, dice Joaquín Prieto del evento que suele empezar cerca del crepúsculo y dura aproximadamente una hora.
Un helicóptero, en el que van Cristóbal Bianchi y Julio Carrasco con media tonelada de poemas, sobrevuela el lugar donde se congrega la multitud mirando al cielo.
Joaquín está en tierra, comunicado con sus colegas para indicarles por dónde mejor arrojar los marcapáginas con los poemas expertos.
De pronto se ve una nube que se expande y los marcadores de libro van cayendo lentamente sobre su eje, revoloteando y brillando con luces que se apuntan a la nube.
“Lo que me motiva es que al estar abajo veo esa sensación, esos gritos, esos aplausos cuando cae la nube”, describe Prieto. “La gente empieza a comportarse en verdad como niños”.
Saltan para agarrar los primeros poemas, alzan a sus hijos para que los alcancen, otros niños corren tras los poemas que flotan más lejos. Algunos sacuden los árboles para soltar los versos que han quedado atrapados. Incluso hay unos que abren los paraguas al revés para atrapar la mayor cantidad.
Cuando los empiezan a leer se dan cuenta de que hay muchos distintos y se dan a la tarea de coleccionar todos los que puedan. “Cuando por algún motivo tienen uno repetido, entonces lo intercambian con otra persona”.
Así, un lugar que en una época fue devastado por un bombardeo militar es transformado en lugar de paz, de intercambio cultural, de conexión y de reflexión.
A pesar de que el despliegue dura sólo una hora, el éxito del evento depende de una cuidadosa y larga preparación.
Joaquín Prieto señala irónicamente que es casi como preparar un operativo militar. “En un proyecto en general nos demoramos como tres años en realizarlo”, dice.
Deben entrar en contacto con las municipalidades e instituciones culturales locales. Además de comisionar y seleccionar los poemas, diseñar los marcapáginas, crear una estrategia de publicidad, está todo el análisis logístico.
Se estudian los espacios que se van a utilizar, se adquiere la autorización para usar drones de observación y luego para sobrevolar con el helicóptero, y deben adherirse a los estándares de seguridad. “En algunas ciudades han llegado a ser 12 permisos los que se requieren”, comentó Prieto.
Fuera de eso, el tema meteorológico es fundamental.
“Nuestro gran enemigo es el viento, cuando cambia”, reconoce el artista de Casagrande. “Pero ya tenemos experiencia y siempre hemos hecho que la mayoría de los poemas caigan donde está la gente”.
El grupo ahora trabaja con climatólogos que les entrega los pronósticos del tiempo, las temperaturas y el viento.
En la mira de Casagrande están las ciudades que representan las situaciones más dramáticas donde se lanzaron bombas sin ser un objetivo militar. Específicamente Dresde, Hiroshima y Nagasaki.
“Esos son lugares que nos interesaría hacerlos en el futuro”, afirmó Joaquín Prieto.
Sin embargo, son casos delicados, ya sea por el debate histórico que continúa sobre los autores, motivos y efectos de esos bombardeos, o por la manera en que esas ciudades prefieren conmemorar esos hechos.
“Hay una manera como conmemoran esto en Japón, que es con una ceremonia en silencio”, explica. “Es posible que tengan que digerir el proyecto más, cuál es el sentido, etc”.
Pero un miembro de Casagrande ya estuvo en Japón y siguen las conversaciones.
“Es un proyecto-arte. Lo importante aquí es la realización y las lecturas se lo dan las propias personas y los que les interesa darle la vuelta a lo que ha sucedido”, concluyó.
Las imágenes del Colectivo Casagrande y Poetry International tienen derechos reservados
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