“Hay personas que sí pueden ir por sus hijos, o que tienen a los abuelos que van a recogerlos, pero hay quienes no tenemos esas opciones. Tampoco puedo dejar de trabajar. Si así a penas vamos”. Lucía resume así lo que está pasando en su familia tras la desaparición del programa Escuelas de Tiempo Completo.
No está muy enterada de las razones que dio el presidente Andrés Manuel López Obrador para eliminar el programa que había venido funcionando desde 2006 y que incluía un horario extendido para alumnos de planteles públicos, pero sí tiene claro el impacto: su hija no se ha incorporado a clases presenciales porque no hay quién pueda recogerla a las 12:30 de la tarde.
Su hija va en cuarto año de primaria, y aunque este año han regresado a clases presenciales en su escuela Miguel Hidalgo en la Paz, Baja California, ella sigue recibiendo por WhatsApp las actividades que manda la maestra, pero no ha tenido lecciones porque ya no hay clases disponibles en Classroom, la herramienta digital que tuvieron durante la pandemia.
“Yo trato de enseñarle en las tardes. Comemos y nos ponemos a hacer tarea.
Tengo que buscar en Google para yo poder entenderle a los temas y luego explicarle a ella, pero hay algunos que no entiendo y lo dejamos”, dice en entrevista telefónica.
Lucía es trabajadora del hogar cuatro días de la semana, por eso es que el horario extendido en la primaria de su hija era de ayuda porque terminando de trabajar iba por la niña y pasaba el resto de la tarde con ella. Su hija mayor, ahora en preparatoria también estuvo en esa primaria.
“Me costó mucho trabajo que entraran las dos a esa escuela, porque no todas tenían ese horario, pero además de que nos ayudaba, también tenían clases d inglés, de computación”.
Aunque algunas entidades como Puebla, Michoacán, Querétaro o la Ciudad de México advirtieron que sostendrán el programa de Escuelas de Tiempo Completo con recursos propios, la decisión corresponderá a cada estado y su posibilidad presupuestal. Situación que antes estaba resuelta puesto que los recursos eran federales. En Baja California Sur, por ejemplo, donde vive Lucía, no han anunciado algo así. De hecho, la secretaria de Educación de la entidad, Alicia Meza, aseguró que los recursos se utilizarán para la infraestructura escolar, como lo ha sostenido el presidente.
Al presidente, si lo tuviera enfrente, “le diría que debería pensar en los papás que trabajamos. Nos afecta mucho que haya retirado ese horario”, dice. Aunque no ha decidido qué hacer, si dejar que su hija pierda el horario escolar o seguir así, sin poderle enseñar lo que se necesita. Piensa en que una posibilidad será trabajar los cinco días a la semana por la misma paga, pero con menos horas de trabajo por día para que pudiera recoger a la niña en la primaria.
Pero por lo pronto, la brecha entre el aprendizaje y los servicios que recibe sigue ampliándose con respecto a estudiantes de escuelas privadas.
Liliana Gutiérrez, madre de dos estudiantes de primaria también en La Paz, Baja California, explica que en el Instituto Bilingüe del Valle mantienen un esquema híbrido, en el que asisten a clases dos semanas a clases en un horario extendido de 7:45 a 2:45 y una semana tienen clases virtuales en casa. Considera que si bien la pandemia trajo retos para la enseñanza en general, las brechas entre la educación pública y privada siguen ampliándose.
Alejandro Gómez, cuyos hijos estudian en el Colegio Florencia Nightingale, asegura que el horario extendido representa tener más oportunidades laborales para ambos padres. Aunque su esposa perdió el empleo durante la pandemia, “la idea es que retome su carrera profesional”, mientras sus hijos toman clases de karate en las horas ampliadas en la escuela particular.
Mariana es abogada y sus hijos han estado en escuelas públicas desde el kínder, asegura que “nunca había sentido tanto abandono, tanto desprecio. Es como si nos dijeran, rásquense por sus propias uñas”. Hace unos días le informaron en la secundaria Heriberto Jara Corona que dejarían de tener jornada ampliada y los estudiantes saldrían a las 13:40 horas.
Su hija, de primero de secundaria, tendría que regresar sola, pero “lo que quiero evitar es que ella ande sola. Es peligroso. No pienso de ninguna manera arriesgarla, pero sí me resulta complicado porque a veces tengo audiencias a las 2 de la tarde. Me parte todo, no alcanzaría a trabajar ni a regresar por ella”, dice.
“Muchas familias estamos reconfigurándonos después de la pandemia. En mi casa murió mi cuñada y dejó a dos niños pequeños. Nos hemos organizado para llevar a los niños a la escuela, hacer tareas. No es que solo nos encarguemos de nuestros hijos, sino de otros que nos están necesitando”.
“Nadie nos ha preguntado nuestra opinión ni la manera en que nos están afectando en reducir el horario. Además parecer que el mensaje para las mujeres es que ‘no vas a trabajar, te vas a seguir quedando en casa. Si no tienes un hijo tienes que cuidar de él o de un enfermo o ser la que limpia’. Una decisión como esta nos afecta mucho en lo profesional. Yo quiero seguir ejerciendo mi carrera y prácticamente nos ponen trabas para que no lo hagamos”.
El programa de Escuelas de Tiempo Completo tenía 12 años de operación. Inició en el sexenio de Felipe Calderón, se mantuvo en la administración de Enrique Peña Nieto, pero a partir de 2019, en el primer año de gobierno de Andrés Manuel López Obrador comenzaron los recortes presupuestales. Primero de 50% menos y luego de asignarle cero pesos.
El presupuesto que se destinaba a este, ahora está en el programa de la actual administración La Escuela es Nuestra dedicado solo a mejorar la infraestructura de los planteles. El dinero es entregado a los comités escolares, integrados por padres de familia y maestros, quienes deciden qué obra hacer y se tienen que hacer cargo de las contrataciones y comprobaciones del gasto. Eso, según ha dicho el presidente López Obrador, para evitar a los “intermediarios”, para que el dinero llegue directo, como reiteró este lunes.
Sin embargo, la Auditoría Superior de la Federación detectó que el programa tiene deficiencias y ni siquiera hay certeza de que el dinero público realmente esté cumpliendo el objetivo de mejorar la infraestructura de las escuelas porque 1 de cada 2 pesos no ha tenido comprobación del gasto.
De los 537 millones de pesos auditados en 2019, la mitad no se sabe en qué se invirtieron, pues las escuelas solo entregaron notas de remisión, en otros planteles se denunciaron robos o que las tesoreras no entregaron los recursos, entre otras irregularidades.
El programa de Escuelas de Tiempo Completo beneficiaban a más de 3 millones de alumnos de educación básica con clases en horario extendido y alimentación, sobre todo entre las zonas más marginadas del país.
En la revisión al programa realizada por el Coneval en 2018, a 12 años de su creación, se analizaron los resultados obtenidos por los alumnos en la prueba PLANEA respecto de aprendizaje de matemáticas y lengua, y se concluyó que las escuelas integradas al programa lograron disminuir el número de estudiantes en rezago.
Los alumnos de sexto grado de Escuelas de Tiempo Completo “registran una disminución promedio de 3.1 puntos porcentuales en el porcentaje de alumnos correspondientes al nivel I de desempeño en matemáticas y un incremento de 1.6 puntos porcentuales en el nivel IV”, dice la evaluación.
Pagasa es tan pequeña que apenas puede aterrizar un avión, pero es objeto de una intensa disputa entre Filipinas y China, que mantiene a sus 300 habitantes bajo constante tensión.
Con 37 hectáreas, la isla Pagasa -que significa “esperanza”- apenas tiene espacio para que sus habitantes puedan vivir.
En la isla, que es administrada por Filipinas, prácticamente no hay nada.
Sus aproximadamente 300 habitantes viven en pequeñas casas de madera, pescan en las cristalinas aguas turquesas que rodean la isla y cultivan lo que les permite el suelo arenoso.
Pero no están solos. En la costa oeste de esta isla en disputa hay una flota de barcos.
Todos son chinos: de la marina, la guardia costera o la llamada milicia marítima de China.
Son grandes buques pesqueros que han sido reconvertidos y que buscan mantener el dominio de ese país en el mar que rodea la isla.
Cuando nos acercábamos a Pagasa contamos al menos 20 barcos.
Durante los últimos diez años, China ha estado expandiendo su presencia en el mar de China Meridional. Ha tomado posesión de arrecifes de coral sumergidos y ha construido en ellos tres grandes bases aéreas.
También ha desplegado cientos de barcos para reforzar su reclamo sobre casi todas las rutas marítimas estratégicas que se extienden hacia el sur desde las grandes ciudades exportadoras de la costa china.
Pocos países del Sudeste Asiático que también reclaman islas en el mismo mar se han atrevido a contraatacar a China; solo Vietnam y Filipinas lo han hecho.
Los ejércitos de ambos países son mucho más pequeños que los de China, pero aún conservan un puñado de arrecifes e islas.
Pagasa, también conocida como Thitu, entre otros nombres, es la más grande de ellas.
Sin embargo, lo que hace que la isla sea excepcional es su población civil, presente en pocas islas del mar de China Meridional.
Desde la perspectiva de Filipinas, esto, y el hecho de que Pagasa sea tierra firme y no un arrecife parcialmente sumergido ni un cayo arenoso, refuerza sus reivindicaciones sobre la isla.
“Pagasa es muy importante para nosotros”, le dice a la BBC Jonathan Malaya, director general adjunto del Consejo de Seguridad Nacional de Filipinas.
Explica que tiene una pista de aterrizaje y es un lugar habitable: “Hay una comunidad filipina residente y pescadores viviendo allí”, prosigue.
“Y dado el tamaño de la isla, una de las pocas que no tuvo que ser recuperada del mar, bajo el derecho internacional genera su propio mar territorial de 12 millas náuticas”.
“Por lo tanto, es, en cierto modo, un eje fundamental para la presencia filipina (en la zona)”, añade.
Para llegar a Pagasa se necesitan dos o tres días de viaje en barco desde la isla filipina de Palawan, o una hora de viaje en avión, pero en ambos casos las tormentas son frecuentes en esa parte del mundo.
Anteriormente sólo aviones pequeños podían aterrizar en la isla, hasta hace dos años cuando pavimentaron la pista y la ampliaron a 1.300m.
Ahora pueden llegar grandes aviones de transporte C130.
Pero viajar en ellos, como hicimos nosotros, es como hacerlo en un autobús lleno en hora pico.
Todo tiene que ser traído desde afuera y por eso nuestro avión estaba repleto. Desde el suelo hasta el techo.
Había colchones, huevos, bolsas de arroz, un par de motos y mucho equipaje, sin mencionar un gran grupo de personal militar, la mayoría de los cuales tuvieron que estar de pie durante todo el vuelo.
Mucho ha cambiado en los últimos años. Hay un nuevo hangar, lo suficientemente grande como para albergar aviones durante las tormentas.
También están construyendo una torre de control y dragando un pequeño puerto para permitir el atraque de barcos más grandes.
Algunos marineros filipinos apostados allí nos ofrecieron un recorrido por la isla. Aunque en realidad, dado su tamaño, esto parecía innecesario.
Filipinas le arrebató Pagasa a Taiwán en 1971, cuando una guarnición taiwanesa la abandonó durante un tifón.
Fue anexionada formalmente por Filipinas en 1978.
Poco después, el gobierno empezó a animar a la población civil a asentarse allí.
Sus habitantes necesitan apoyo para sobrevivir en esta remota franja de tierra. Las familias reciben mensualmente donaciones oficiales de alimentos, agua y otros víveres.
Actualmente cuentan con electricidad y conexión a internet móvil, pero eso solo llegó hace cuatro años.
Aparte de los trabajos gubernamentales, la pesca es la única forma viable de ganarse la vida, y desde la llegada de las flotillas chinas incluso esto se ha vuelto difícil.
El pescador Larry Hugo lleva 16 años viviendo en la isla y ha estado documentando el creciente control chino sobre la zona.
Filmó una construcción en el arrecife Subi, a unos 32 km de Pagasa, que con el tiempo se fue convirtiendo en una base aérea militar a gran escala.
Uno de sus videos, que muestra cómo su pequeño bote de madera casi es embestido por un barco de la guardia costera china en 2021, lo ha convertido en una pequeña celebridad.
Pero el acoso chino lo ha obligado a pescar en una zona más pequeña y más cerca de su casa.
“Sus barcos son enormes comparados con los nuestros. Nos amenazan, se acercan y hacen sonar sus sirenas para ahuyentarnos. Nos asustan muchísimo. Así que ya no voy a mis antiguos caladeros más lejanos”, explica.
“Ahora tengo que pescar cerca de la isla, pero las reservas de peces están disminuyendo y es mucho más difícil llenar nuestros tinacos como antes”.
Realyn Limbo ha trabajado como profesora en la isla por 10 años y ha visto crecer la escuela, que antes era una pequeña cabaña y ahora es una edificación de gran tamaño.
Enseña a más de 100 alumnos, desde el preescolar hasta los 18 años.
“Para mí, esta isla es como el paraíso”, le dice a la BBC.
“Tenemos cubiertas todas nuestras necesidades básicas. Es limpia y tranquila; los niños pueden jugar al baloncesto o ir a nadar después del colegio. No necesitamos centros comerciales ni todo ese materialismo”.
Pagasa es un lugar muy tranquilo. Con el intenso calor del mediodía, encontramos a la mayoría de la gente dormitando en hamacas o escuchando música en sus porches.
Durante nuestro recorrido nos topamos con Melania Alojado, una trabajadora sanitaria del pueblo, quien mecía a un bebé pequeño para ayudarlo a dormir.
“El mayor desafío para nosotros es cuando las personas, especialmente los niños, se enferman”, afirma.
“Si es grave, debemos evacuarlos a tierra firme. No soy enfermera titulada, así que no puedo realizar tareas médicas complejas. Pero no siempre hay aviones disponibles (para evacuarlos) y, a veces, el clima es demasiado duro para viajar”, añade.
“Cuando eso sucede simplemente tenemos que cuidarlos lo mejor que podamos”.
Pero ella también valora la tranquilidad de la vida en la isla.
“Nos liberamos de muchas tensiones. Recibimos alimentos subvencionados y podemos cultivar algunos de nuestros propios alimentos. En la gran ciudad, se necesita dinero para todo”.
Vimos algunas casas nuevas y en construcción, pero Pagasa no tiene espacio para alojar a mucha más gente.
Como también hay muy pocos empleos, los jóvenes suelen abandonar la isla al terminar la escuela.
A pesar de su tranquilidad encantadora y sus impresionantes playas de arena blanca, persiste una atmósfera tensa, debido en parte a la abrumadora presencia china, claramente visible en la costa.
“Los chinos de la base aérea de Subi Reef siempre nos retan cuando nos acercamos a Pagasa”, asegura el piloto de la aeronave en la que viajamos. “Siempre nos advierten que estamos entrando en territorio chino sin permiso”.
Le preguntamos si alguna vez han intentado detenerlo.
“No, es rutina. Les decimos que esto es territorio filipino. Siempre lo hacemos”, responde.
Jonathan Malaya afirma que su gobierno ha presentado una protesta diplomática formal cada semana ante la Embajada de China por la presencia de sus buques en lo que Filipinas considera aguas territoriales de Pagasa.
Esto contrasta marcadamente con la administración anterior del presidente Rodrigo Duterte, que evitó confrontaciones con China con la esperanza de atraer más inversiones a Filipinas.
“Creo que ganaremos más respeto de China si nos mantenemos firmes y les demostramos que también podemos jugar este juego”, afirma.
“Pero el problema de las democracias como Filipinas es que las políticas pueden cambiar con gobiernos nuevos. China no tiene ese problema”.
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