Ángela Louise Birckenbach fue asesinada hace poco más de un año, en octubre de 2023, en su propiedad, Limoncito Hills, en Nayarit. Hoy su exconcubino está detenido como presunto responsable de su muerte; pese a ello, las autoridades han permitido que su hermana retenga a los hijos de Ángela, sin posibilidad de que vuelvan a la familia materna.
El caso de Limoncito Hills fue muy conocido porque Ángela era una empresaria canadiense involucrada en denuncias por disputas del territorio con ejidatarios de la zona. Al principio, eso motivó que se contemplaran diversas líneas de investigación en su muerte, incluida esa. Pero gracias a la declaración de uno de sus excolaboradores, quien presuntamente ayudó a su exconcubino, se supo que se trató de un feminicidio.
La familia de Ángela vive en Canadá, de donde ella es originaria. Tenía nacionalidad canadiense y estadounidense, pero pasó gran parte de su vida en México, donde heredó Limoncito Hills y se casó dos veces, ambas con mexicanos. Su hermano y un hijo de su primer matrimonio le sobreviven en Vancouver, y uno de sus mayores deseos es recuperar a los tres hijos que Ángela tuvo con el hombre procesado por asesinarla.
Ante la familia de Ángela, Sergio siempre aparentó –no saben si con razón– tener mucho poder en México. En su matrimonio tuvieron tres hijos, de 17, 14 y 12 años de edad. En algún momento, pasado el auge de la pandemia por covid-19, Ángela decidió irse a trabajar a su complejo turístico, Limoncito Hills, y Sergio se quedó a cargo de sus hijos en Guadalajara. A ella la visitaban quincenalmente.
En ese contexto, Ángela fue privada de su libertad el 9 de octubre del 2023, y su cuerpo apareció dos días después tirado en el camino a Limoncito Hills, ya en estado de descomposición, lo que con el tiempo se ha convertido en un indicio de que fue asesinada el mismo día de su secuestro. Esa noche estaba por llegar un huracán, por lo que ella había ido por algunas provisiones; ahí se encontró con el autor material de su asesinato, un empleado que tenía poco más de un mes de haber dejado de trabajar con ella.
Alejandro condujo a la víctima –según la propia descripción que hizo el juez en la audiencia inicial de imputación de Sergio– a las inmediaciones del fraccionamiento Limoncito Hills, en Jolotemba, municipio de San Blas. Ahí llegaron varias personas, todavía no identificadas pero presuntamente enviadas por el exconcubino de Ángela, quienes le quitaron la vida por la espalda con un arma de fuego.
“La teoría de nosotros es que el mismo día que la privan de la libertad, ese mismo día la matan, y que la gente que la mató ya no sabía qué hacer con el cuerpo, porque la denuncia la presenta Francisco, su primer esposo, no Sergio. Su primer esposo tenía como seis meses o un poquito más trabajando con Ángela en Limoncito, era como su mano derecha”, señala la asesoría jurídica de su familia.
Entre las 10 de la noche de aquel día en el que se preveía la entrada del huracán y las 2 de la madrugada del día siguiente se perdió el contacto con ella y no se supo más. Luego de saberla desaparecida, Sergio se trasladó al lugar junto con sus tres hijos y su hermana, Rosalba Primavera Romero, quien también fungía como abogada de la pareja. Al reclamar su cuerpo en la Fiscalía, él mismo solicitó la dispensa de autopsia, que le fue negada por el tipo de muerte.
Cuando intentó sobornar al Ministerio Público, lo detuvieron por cohecho. Ante las inconsistencias en la declaración de Alejandro y su posterior confesión en el sentido de que Sergio lo presionó durante mucho tiempo para que cometiera el delito, sumadas a sábanas de llamadas que demostraron la comunicación entre ambos, Sergio fue detenido por feminicidio agravado, cargo que también se imputó a su exempleado.
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En la audiencia del 27 de enero de 2024, derivada de la causa penal 2986/2023 y celebrada en Tepic, Nayarit, a la que Animal Político tuvo acceso, el juez determinó la vinculación a proceso a Sergio Arturo Romero López como presunto responsable del delito de feminicidio, mediante distintas promesas que le hizo al autor material, Alejandro.
“Lo procedente es dictar auto de vinculación a proceso a Sergio Arturo Romero López, esto por su probable intervención en el hecho materia de la imputación, que la ley señala como el delito de feminicidio agravado, esto en agravio de Angela Louis Birckenbach, ilícito previsto en el artículo 361 bis, fracción cuarta y catorce…
“Su forma de intervención es de instigador, en términos del 31 fracción cuarta, es decir, existen indicios razonables de que efectivamente se dio esta influencia psicológica mediante un medio adecuado como lo es la persuasión para que se cometiera la conducta delictiva por el pago del vehículo”, señaló el juez en dicha audiencia.
Tras la promoción de cuatro amparos en contra de su vinculación a proceso, que no lo han favorecido, el último –promovido ya no en Nayarit, sino en Cholula, Puebla– sigue en revisión desde julio pasado. Mientras tanto, Sergio permanece en el Cereso de Tepic, Nayarit.
Instado por la hermana de Sergio, el hijo mayor de Ángela –de su primer matrimonio– firmó una demanda de intestado radicada en Tlajomulco, Jalisco, pese a que la empresaria no vivía ahí. La propiedad de Ángela, valuada en millones de dólares, tendría que dividirse entre sus cuatro hijos. Para hacerlo realidad, su hermano confió en un principio en la hermana de Sergio, que ya manejaba los asuntos de la pareja y le aseguró que así sería.
Sin embargo, cuando Sergio fue vinculado a proceso, comenzó a extrañarle y a parecerle inapropiado que la hermana del principal imputado estuviera a cargo de la herencia y del cuidado de sus sobrinos. Nadie estaba viendo realmente por los intereses de Ángela, sostiene hoy la asesoría jurídica de la familia. Además, desde que ella fue asesinada, el hermano de la empresaria se había hecho cargo de la manutención y educación de los niños.
Aunado a que los hijos de Ángela permanecen en México al cuidado de Primavera, la hermana de Sergio, ella no les ha procurado atención psicológica o emocional profesional ante el evento traumático que vivieron. “Desde la muerte de la mamá hasta hoy, no hay nada; ella está controlando casi todo”, subrayan.
Ante ello, la asesoría jurídica de la familia solicitó la intervención del DIF y de la Procuraduría del menor, quienes inicialmente recogieron a los hijos de Ángela, a quienes en ese momento su niñera había dejado solos. En un principio, acusa la familia, las autoridades no querían ni acercarse, por el contacto que la hermana de Sergio mantiene con autoridades estatales. “Nos ha bloqueado todo en la procuraduría de los niños porque está controlando todo”, acusan los representantes legales.
“Denunciamos también a la Ministerio Público y la removieron; fue lo único que hicieron, removerla”, añaden. Sin embargo, los hijos volvieron a estar a cargo de Primavera, y hasta ahora a la familia de Ángela se le han bloqueado todos los caminos para recuperarlos, por lo que insisten en que no es posible que se queden bajo la custodia de los familiares del presunto feminicida.
Mucho menos bajo el cuidado de la propia Primavera, sobre quien también se busca lograr la calidad de imputada. Ahora los menores de edad están convencidos de que quieren irse a Canadá con su tío materno pero su papá, que sigue preso, se niega a firmar la autorización de salida del país. Su mamá murió sin poder renovarles su pasaporte canadiense, pues ellos nacieron en aquel país.
La familia de Ángela sabe que en los meses previos a su muerte, ella había dejado de compartir sus ganancias con Sergio e incluso estaba en proceso de planear su regreso a Canadá con sus hijos, pero su asesinato en la playa de Limoncito Hills lo impidió. La niñera de los hijos de Ángela también ha desaparecido de su vida.
Hoy cuestionan cómo es posible que ninguna autoridad haya brindado verdadera atención a los hijos de Ángela, sobre todo en materia emocional y psicológica, pero al mismo tiempo se preguntan si en algún momento valorarán las circunstancias en las que viven, para permitirles regresar con su familia materna.
El chisme es un comportamiento presente en casi todas las culturas, desde las ciudades bulliciosas hasta las comunidades hortícolas remotas. Pero ¿por qué nos atrae tanto?
Puede arruinar tu reputación. Puede justificar tu comportamiento. Es entretenido. Y para muchos es un pecado.
El chisme (cotilleo o chusmear, como también se dice en algunos países de América Latina) es un comportamiento que los antropólogos han observado en muchas culturas, desde asentamientos urbanos hasta los más lejanos poblados rurales.
“El chisme está presente en todos nosotros y en cada cultura cuando se dan las circunstancias adecuadas”, le explica a la BBC Nicole Hagen Hess, profesora de Antropología de la Universidad Washington State en EE.UU.
Cuando pensamos en el chisme, podemos pensar en la imagen de una persona hablando a espaldas de otros con malas intenciones. Pero para Hess es algo más amplio.
El cotilleo es un intercambio de “información relevante para la reputación”.
Eso puede significar lo que amigos, familia, colegas o incluso rivales dicen sobre nosotros, pero también incluye lo que se dice en las noticias o en un evento deportivo.
“Bajo mi definición, no se necesita la ausencia de una tercera parte o de la persona que estés hablando, puede estar tranquilamente enfrente tuyo”, explica.
“Si estás hablando sobre esa persona, ya sea sobre su vestimenta o de lo que ha hecho, eso cuenta como chismear”, agrega.
Pero, por qué los humanos hemos llegado a este tipo de comportamientos es una pregunta que los investigadores quieren responder. Estas pueden ser algunas pistas.
La idea de que el chisme puede tener un rol positivo en la sociedad fue popularizado por el académico Robin Dunbar, un antropólogo británico.
De acuerdo a su teoría, en los primates, el aseo es un comportamiento higiénico, pero también social. Junto a crear vínculos, también puede ser usado para reconciliaciones después de peleas, diluir las tensiones y establecer la posición de cada uno de los primates en la jerarquía social.
Este proceso es conocido como “acicalado social” (allogrooming en inglés).
Pero como los humanos no tenemos pelo como el de los primates, el chisme y las conversaciones livianas pueden ser los equivalentes humanos de este “acicalado social”, que tiene el mismo propósito de crear vínculos, establecer el lugar en la jerarquía social e intercambiar información sobre otros, como por ejemplo en quién confiar y en quién no.
Para Dunbar, el lenguaje incluso evolucionó para permitirle a la gente chismorrear.
En 2021, un estudio de la Universidad de Dartmouth en EE.UU. reveló que la gente que cotillea junta, además de influenciar en el otro, también se une más en el proceso.
“Especulamos que los participantes de este estudio establecieron un sentido de comunidad entre ellos, creando una ‘realidad compartida’ que sirvió para influir en el comportamiento y las perspectivas de cada uno, al tiempo que satisfacía el deseo inherente de cada uno de tener una conexión social”, se puede leer en la investigación.
Esta investigación también descubrió que el chisme ayuda a promover la cooperación dentro de un grupo, después de observar que los participantes estaban dispuestos a contribuir con más dinero en un juego grupal cuando tuvieron la oportunidad de cotillear entre ellos.
“El chisme no es una construcción monolítica y su definición es mucho más compleja y va más allá de que simplemente es hablar mal del otro como lo hemos aprendido”, concluye la investigación.
Kelsey McKinney, fundadora del podcast Normal Gossip en el que personas comunes y corrientes comparten sus chismes, sabe como una anécdota con contenido puede juntar a varios extraños.
Cuando comenzó la pandemia del covid-19 y las personas tuvieron que estar encerradas, la necesidad por historias se hizo más grande.
“Me di cuenta de que estábamos hambrientos”, explica McKinney.
“Mucho de nuestras vidas y de cómo percibimos el mundo es através de la narrativa que nos contamos y el chisme es la narrativa. Nos contamos las cosas entre nosotros, y por supuesto hay peligro, pero también hay muchas cosas buenas”, añade.
Los humanos han evolucionado durante millones de años para aprender cómo es la mejor forma de protegernos de un potencial daño o peligro.
Para algunas mujeres, el chisme es una herramienta vital de estrategia para sobrevivir, particularmente cuando se navega en amenazas como una situación riesgosa en una cita.
“Las mujeres están en una situación de desventaja física cuando se trata de pelear con un hombre. Eso es una información importante que deseas compartir con tus amigas o con tus más cercanas aliadas”, explica Hess.
La supervivencia y nuestro lugar en la sociedad también depende mucho de la reputación.
Tener mala reputación puede ser devastador, señala la experta.
De acuerdo a ella, puede dañar tu posición social, limitar tus oportunidades económicas e incluso afectar tu acceso a recursos como los alimentos.
“Si la gente habla de forma negativa en los chismes sobre ti puede causar un daño substancial”, anota Hess.
Además argumenta que el chisme es una forma social de control usada para mantener o mejorar la posición en una jerarquía social.
Para ella la gente trata de manejar cómo es percibida en sus entornos sociales, así que se vigilan unos a otros a través del cotilleo.
Y agrega que el chisme también sirve para proteger su propia reputación y, en algunos casos, socavar a los rivales.
“Los humanos son competitivos por naturaleza con otros miembros de su especie y el conflicto no es algo de lo que se van a desprender”, explica.
Para la mayoría de la gente, el chisme puede parecer una diversión inofensiva.
“Ese es el tipo de chisme en el que me especializo”, dice la podcaster McKinney.
Su fascinación por este tema, y su pasión por contar historias, proviene de haber crecido en un hogar religioso donde le enseñaron que el chisme era pecaminoso.
“Un buen chisme es algo que inmediatamente sale de tu boca y se lo dices a otra persona”, argumenta.
¿Y un mundo sin él?
“¡Dios mío! ¡Qué aburrido!”, responde riendo.
Ya sea por diversión, supervivencia o vínculos sociales, el chisme se ha convertido en una constante en nuestras vidas: un “universal humano” que no debe ignorarse, dice la doctora Hess.
“El chisme tiene consecuencias reales”, explica. “Si solo fuera una conversación informal, aleatoria y falsa, no afectaría la forma en que las personas deciden distribuir beneficios a otros miembros de sus comunidades”.
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