El obispo emérito de la diócesis Chilpancingo-Chilapa, Salvador Rangel Mendoza, se encuentra estable aunque continúa sin poder hablar debido a que sus captores le suministraron una sustancia que lo mantiene adormilado, declaró su abogado Pedro Martínez Bello.
De acuerdo con Amapola Periodismo, el abogado del obispo dijo que la sustancia que le suministraron tardará tres días para que le salga del cuerpo, por lo que hasta el momento no han podido platicar con él.
Martínez Bello afirmó que una vez que el prelado ya pueda estar en buenas condiciones de salud podrán acudir a la Fiscalía General del Estado para que rinda su declaración ministerial.
El abogado dijo no saber qué tipo de sustancia le aplicaron al obispo, y que la fiscalía se encargará de profundizar en la investigación.
El obispo Salvador Rangel está internado en una clínica privada, luego de recibir una primera atención médica en el hospital «Dr. José G. Parres», a donde fue llevado por personas desconocidas.
“Desde que se interpuso la denuncia por la desaparición del obispo, la Fiscalía General del Estado inició su búsqueda e incluso se le pidió al gobernador interino de Morelos (Samuel Sotelo Salgado) que se dispusiera de un helicóptero para que sobrevolara el estado”, refirió Pedro Martínez.
“Nos informan este lunes de la fiscalía que ya habían encontrado el obispo y que estaba en el hospital en donde ingresó en calidad de desconocido y no sabemos quién o quiénes lo llevaron, pero eso lo dirá el obispo cuando ya pueda hablar”, agregó.
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De acuerdo con la versión del abogado, hasta ahora no existen indicios de que Salvador Rangel haya sido golpeado por quienes se lo llevaron, le quitaron su camioneta y le sustrajeron el dinero de sus tarjetas bancarias.
“Nos dimos cuenta de la sustracción de dinero porque la banca móvil que tiene instalada en su teléfono celular empieza a dar las notificaciones”, comentó Pedro Martínez.
De acuerdo con la denuncia que presentó ante la FGE de Morelos el sacerdote Juan Ricardo Negrete Cárdenas, el obispo salió a las 19:30 horas de su domicilio en el fraccionamiento Las Flores, en Jiutepec, Morelos, sin su teléfono celular, por lo que su chofer se percató de la sustracción del dinero al llegar la notificaciones en su banca móvil.
Se manejó que le robaron alrededor de 20 mil pesos de la tarjeta.
La vocería de la diócesis Chilpancingo-Chilapa informó el lunes 29 que el obispo estuvo este fin de semana en una localidad de Guerrero en donde ofició una misa.
En forma extraoficial se supo que Salvador Rangel ofreció una homilía en la iglesia de la Virgen de la Natividad, en el barrio El Santuario, en Tixtla, el sábado 27 a mediodía y después se trasladó a Morelos.
Ricardo Negrete, quien interpuso la denuncia por la desaparición del obispo, es párroco de la iglesia de El Santuario.
Después de su retiro como obispo de la diócesis Chilpancingo-Chilapa en 2022, Salvador Rangel se fue a vivir a una casa cerca de la iglesia de El Santuario y a la vez rentó una vivienda en Jiutepec, Morelos, que es donde actualmente vive.
A finales de febrero de este año, el obispo declaró que se iba a mantener de bajo perfil porque habría recibido amenazas de muerte sin precisar de quiénes provenían las amenazas.
Sin embargo, viajaba a Guerrero a oficiar misas cuando los feligreses de alguna localidad se lo solicitaban.
“Nosotros no llevábamos la agenda del obispo emérito (Salvador Rangel), pero él viene a Guerrero a oficiar misas”, confirmó una fuente de la diócesis Chilpancingo-Chilapa.
También en febrero, Salvador Rangel advirtió que, a pesar de la situación de violencia que existe en Guerrero, él seguiría dialogando con los integrantes de las organizaciones criminales para lograr la pacificación.
A mediados de ese mes, Salvador Rangel y el sacerdote Filiberto Velázquez Florencio lograron que tres jefes de los grupos criminales, Ardillos, Tlacos y Familia Michoacana, hablaran para establecer una tregua.
Esta nota se publicó originalmente en Amapola Periodismo.
El conflicto entre India y Pakistán tiene sus orígenes en la independencia del imperio británico. Te contamos cómo se forjó la enemistad histórica entre estos dos países poseedores de armas nucleares y qué papel tiene la disputada región de Cachemira.
El ataque con misiles de India contra Pakistán ocurrido en la madrugada de este 7 de mayo es el episodio más reciente de un largo conflicto, cuyas raíces se extienden por más de siete décadas.
Hasta 1947, India y Pakistán eran parte de un mismo territorio sometido al dominio colonial británico.
Al declararse la independencia de India, el territorio se dividió en dos partes: una de mayoría musulmana (Pakistán) y otra de mayoría hindú (India).
Fue un proceso que desató una ola de violencia que produjo aproximadamente un millón de muertos y 15 millones de desplazados. Sus consecuencias se extienden hasta hoy.
Este miércoles, India lanzó ataques contra varios objetivos en Pakistán, según reconocieron funcionarios de ambos países. Al menos 7 personas murieron, según Pakistán.
La zona de Cachemira, donde ocurrieron parte de los bombardeos, es el corazón de la enemistad entre los dos países.
A continuación, te contamos en tres preguntas el origen de este conflicto, que preocupa especialmente al mundo por tratarse de dos países con armas nucleares.
La India bajo control británico abarcaba 4.3 millones de kilómetros cuadrados, más del doble del tamaño de México.
Sus entonces 400 millones de habitantes se repartían en un complejo entramado de antiguos reinos con una amplia diversidad religiosa.
Los hindús conformaban aproximadamente el 65 % de la población, mientras los musulmanes eran la principal minoría con el 25 %, por delante de sijes, jainas, budistas, cristianos, parsis y judíos.
Estos colectivos coexistían con la mayoría hindú en las regiones del sur, centro y parte del norte, y con la mayoría musulmana en provincias del noreste y noroeste del país.
Con el Imperio Británico inmerso en la II Guerra Mundial (1939-45), el movimiento pacifista por la independencia de India liderado por Mohandas Karamchand Gandhi ganó protagonismo.
Una India soberana y emancipada de Londres era cuestión de tiempo. Pero, ¿cómo sería?
Además de Gandhi, dos figuras marcaron el devenir del país: Jawaharlal Nehru y Mohamed Ali Jinnah.
Nehru, de ascendencia hindú, aunque agnóstico declarado, era un popular líder independentista que, al igual que Gandhi, anhelaba una India unida en la que convivieran personas de distintos credos.
Jinnah, por su parte, presidía la Liga Musulmana, el partido político que demandaba una nación separada para los indios seguidores del Islam y que gozaba de un fuerte respaldo popular en las provincias donde se profesaba esa religión.
“A medida que veían más cerca la independencia, a más musulmanes indios les preocupaba vivir en un país gobernado por una mayoría hindú”, explica el académico Gareth Price, del instituto de política exterior Chatham House de Reino Unido.
En aquellos años los colonizadores británicos acostumbraban a dividir a la población local por grupos religiosos, destaca la profesora Navtej Purewal, miembro del Consejo de Investigación de Artes y Humanidades de India.
“Por ejemplo, creaban listas separadas de votantes musulmanes e hindúes para las elecciones locales. También había escaños reservados para políticos musulmanes y para hindúes. La religión se convirtió en un factor en la política”, apunta.
Tras varios motines en sus destacamentos militares en India, en 1946 Londres accedió a abandonar el país y organizar una transición pacífica del poder a las autoridades locales en un plazo máximo de dos años.
El Imperio, urgido a zanjar el asunto cuanto antes por la creciente inestabilidad social en la colonia, decidió que la mejor opción era dividir India en dos.
“Llegar a un acuerdo sobre cómo funcionaría una India unida habría llevado mucho tiempo”, por lo que la partición “parecía ser una solución rápida y sencilla”, explica Price.
Y, para trazar las nuevas fronteras entre hindúes y musulmanes, Londres designó al abogado británico Cyril Radcliffe.
Radcliffe, que nunca antes había estado en India y desconocía su complejo crisol cultural y religioso, viajó al país con el cometido de diseñar las líneas divisorias en solo 5 semanas.
Fue así que el 15 de agosto de 1947 nacieron India, de mayoría hindú, y Pakistán, de mayoría musulmana.
Nehru fue primer ministro de India hasta fallecer en 1964 y Jinnah gobernó Pakistán también hasta su muerte, aunque esta ocurrió solo un año después de la independencia, en 1948.
La nueva frontera de unos 3 mil kilómetros delimitaba dos territorios separados: el que ocupa actualmente Pakistán y Pakistán del Este, que en 1971 se desvinculó políticamente de Islamabad para convertirse en la República de Bangladesh.
Tras la partición en 1947 se produjo la mayor migración en masa de la historia, con una cifra estimada de 15 millones de desplazados.
Hindús y sijes que vivían en el territorio asignado a Pakistán emprendieron el camino hacia un futuro incierto en India, mientras musulmanes hacían el recorrido opuesto.
En muchos casos se trataba de distancias de miles de kilómetros que por lo general las mayoritarias clases bajas recorrían a pie, las clases medias en trenes y las clases acomodadas en vehículos privados y aviones.
Los meses posteriores a la independencia estuvieron marcados por una radicalización del conflicto, que produjo un enorme derramamiento de sangre en medio de un ambiente de caos e impunidad.
Grupos de soldados acostumbraban atacar trenes y puntos de concentración de desplazados.
“La Liga Musulmana formó milicias, al igual que los grupos hindúes de extrema derecha”, explica Eleanor Newbigin, profesora de historia del sur de Asia de la Universidad de Londres SOAS.
“Los grupos terroristas expulsaban a la gente de sus aldeas para ganar el control para su bando”, afirma.
Gran parte de la violencia ocurrió en el estado fronterizo de Punjab, donde las turbas se ensañaron especialmente con las mujeres, que sufrieron violaciones y mutilaciones.
Solo en ese estado se estima que unas 100 mil mujeres fueron secuestradas, violadas y en muchos casos forzadas a casarse con sus captores.
Además, la casi impenetrable alambrada que separa a los dos países dejó a millones de familias divididas de forma permanente.
Las fronteras siguen siendo objeto de disputa entre India y Pakistán hasta hoy.
Cachemira, una región del Himalaya conocida por la belleza natural de sus paisajes y también por su diversidad étnica, ha sido el principal foco de conflicto desde la independencia hasta hoy.
Según el plan de reparto contemplado por el Acta de Independencia de India, Cachemira podía elegir libremente si ser parte de India o de Pakistán.
En 1947, el gobernante local, maharajá Hari Singh, eligió India, lo que provocó el estallido de una guerra que duró dos años.
Desde entonces India mantiene el control de aproximadamente la mitad de la región, mientras Pakistán domina algo más de un tercio en las áreas del noroeste, y China administra los territorios restantes, en el norte y noreste.
Tanto Pakistán como India reclaman la totalidad de Cachemira.
Los habitantes de la parte de Cachemira que es administrada por Pakistán relataron a la BBC cómo en los ataques de este miércoles fueron despertados por las explosiones inesperadamente.
“Antes de que pudiéramos siquiera procesar lo que estaba pasando, más misiles caían”, señaló un residente de Muzaffarabad.
En 1965 y 1999, India y Pakistán ya habían protagonizado choques bélicos por la región.
India también luchó contra Pakistán en 1971, cuando intervino para apoyar la independencia de Bangladesh.
Ambos países son potencias nucleares.
Actualmente, un 14 % de la población india es musulmana, mientras solo un 2% de los pakistaníes practica el hinduismo.
“Pakistán se ha vuelto cada vez más islámico”, afirma Price. E India, “está cada vez más bajo la influencia del nacionalismo hindú”, agrega.
Las minorías en ambos países “se han vuelto más pequeñas y vulnerables”, señala Newbigin.
Para la profesora Navtej Purewal, la división del país podría haberse evitado.
“Crear una India unida pudo haber sido posible en 1947. Habría sido una federación flexible de estados, incluidos aquellos donde los musulmanes eran mayoría”, dice.
“Pero tanto Gandhi como Nehru insistieron en construir un estado unificado, controlado desde el centro. Realmente no tuvieron en cuenta cómo podría vivir una minoría musulmana en ese modelo de país”.
Esas decisiones de hace 78 años tienen todo que ver con la escalada actual del conflicto entre dos rivales armados con armas nucleares.
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