La presidenta de la Colectiva, Memoria, Verdad y Justicia, Socorro Gil Guzmán, afirmó que para ellos es irrelevante la reelección Rosario Piedra Ibarra en la presidencia de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), porque cuando recurrieron a ella, nunca los apoyó.
“Para mí no es importante que la hayan reelegido (a Rosario Piedra), ya que ella, al igual que el gobierno, nunca nos ayudan”, señaló.
Gil Guzmán, busca a su hijo, Jonathan Guadalupe Romero Gil, quien fue secuestrado por policías municipales de Acapulco el pasado 5 de diciembre de 2018, junto con su amigo Carlos Ignacio Rojas. Un día después del secuestro, Rojas fue hallado muerto.
Socorro Gil encabezó el sábado una protesta en el kiosco del Zócalo de Chilpancingo, donde se pegaron fotografías de hombres y mujeres desaparecidos.
“Ninguna autoridad nos ayuda; y prueba de ello es que en este mes de noviembre casi fuimos solas y solos a realizar búsquedas de nuestros desaparecidos”, acusó.
“Por eso no nos interesa que esa señora, doña Rosario, haya sido reelecta en la CNDH”, dijo la activista.
El Senado reeligió el pasado 13 de noviembre, a Rosario Piedra para un período de cinco más años en el cargo, en una decisión que causó polémica.
Socorro Gil denunció que, en la primera semana de noviembre, la Colectiva, Memoria, Verdad y Justicia realizó búsqueda de desaparecidos en varios municipios de Guerrero, para lo cual, la Fiscalía General de la República (FGR) les negó los recursos económicos necesarios.
“A un mes y medio de que asumió Claudia Sheinbaum la presidencia de la República, no se sabe públicamente de algún plan o estrategia para combatir la grave crisis humanitaria que padece el país, expresada en desapariciones de personas”, aseguró.
La activista agregó que el gobierno federal tampoco ha determinado implementar una política pública para disminuir la crisis forense, que al igual que las desapariciones va en aumento con más de 70 mil cadáveres esperando ser identificados.
“No se conoce, o al menos nosotras no sabemos, de alguna propuesta de pláticas con los colectivos de búsqueda de personas, no sabemos de planes concretos para atender a las niñas y niños afectados emocionalmente por la desaparición de sus padres”, reprochó.
Acusó a la presidenta Claudia Sheinbaum de invisibilizar a las familias que buscan a sus desaparecidos.
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“Ella (Claudia Sheinbaum) nos desaparece nuevamente, porque ni siquiera menciona que hay una gran problemática en torno a una desaparición de personas, más aún de que, de acuerdo a datos oficiales, hay 117 mil personas que no se sabe dónde están”, manifestó.
Como cada mes que realizan esta actividad de protesta en el kiosco de Chilpancingo, las madres buscadoras pegaron las fotografías de sus parientes desaparecidos.
Ecuador vive una de las peores sequías de los últimos 50 años, lo que ha conducido a una serie de apagones que tienen en una situación crítica al país.
Liz Orozco tiene miedo. Desde que empezaron los racionamientos de energía de 12 a 14 horas diarias en Ecuador el 18 de septiembre, el traslado de su oficina en el norte de Guayaquil hacia Durán, una de las ciudades más peligrosas del mundo, se ha vuelto un calvario.
“Caminar sola es horrible, he visto robos”, comenta. Durán es un territorio de guerra de pandillas.
Hasta octubre de 2024, las muertes violentas en esa zona de la costa ecuatoriana superaban las 400, un aumento del 59% en comparación con 2023, de acuerdo con el think tank internacional InSight Crime.
El país, que sufre los estragos del crimen organizado, ahora también enfrenta una crisis energética que lo obliga a apagarse la mitad del día.
Este escenario es “el resultado de una crisis de gestión que Ecuador lleva arrastrando por décadas”, sostiene Jorge Luis Hidalgo, uno de los expertos en energía más respetados del país.
Ecuador enfrenta un déficit energético de 1.080 megavatios, un 20% de su capacidad de generación.
Aunque el gobierno ha intentado atribuirlo a la “grave falta de lluvias”, Hidalgo subraya: “No se trata de una simple sequía. Es un problema estructural que no se resolverá a corto plazo”.
El 90% de la energía en Ecuador depende de las centrales hidroeléctricas, pero Hidalgo sugiere que el país debe diversificar sus fuentes.
“Ecuador tiene un poderoso potencial hídrico, una ubicación en la línea ecuatorial ideal para aprovechar el sol, y recursos como biomasa, volcanes para geotermia, gas natural y viento”, explica.
“Hay una enorme oportunidad en Ecuador, pero también una muy mala gestión que no se solucionará a corto plazo”.
A pesar de la adversidad, los ecuatorianos han tenido que adaptarse.
En el trabajo de Liz Orozco, por ejemplo, una constructora en Guayaquil, el edificio ha instalado generadores de energía diésel. “Es una orquesta a la que te tienes que acostumbrar”, describe.
El gerente de la empresa, Guillermo Jouvin Arosemena, dice que cada generador representa un gasto de diésel de unos US$8.000 por semana, sumado al mantenimiento mensual que puede llegar hasta US$550, dependiendo del equipo.
“La crisis energética está afectando en todos los sentidos”, afirma Jouvin. “El costo de inversión y mantenimiento no estaba previsto y está encareciendo las construcciones. No todas las empresas tienen capacidad para invertir”.
Este primer semestre de 2024, el sector de la construcción registró una caída del 17% en comparación con 2023. “Fue el sector más afectado de la economía ecuatoriana”, concluye.
El impacto también se siente en otros sectores.
Este viernes, Mónica Heller, presidenta de la Cámara de Comercio de Quito, dijo en una entrevista que solo en los últimos dos meses las pérdidas en el sector industrial alcanzaron los US$4,000 millones y en el sector comercial, US$3.500 millones, lo que ha derivado en numerosos despidos.
“Estos cortes de energía son devastadores para el comercio y la industria”, asegura Heller. “Estamos viendo un impacto directo en los ingresos y en el empleo”.
Se pierden empleos, dinero, y también se arriesgan vidas. Fabricio Palma, paciente renal de 54 años que vive en el suroeste de Guayaquil, ha visto su tratamiento afectado.
“Normalmente son cuatro horas de diálisis por sesión, pero ahora solo me hacen tres horas”, cuenta. En una sesión reciente de madrugada, Palma presenció la muerte de un paciente.
“Los doctores dijeron que el cuerpo reacciona diferente cuando la diálisis se hace de noche”.
La crisis también se refleja en el caos vial. Christian Calvache, agente de tránsito en Guayaquil, relata el desgaste de intentar regular el tráfico sin semáforos.
“El desgaste es tanto físico como emocional. Termino el turno con dolores de cabeza y la paciencia agotada”, confiesa Calvache.
La ciudad cuenta con más de 1.100 intersecciones semaforizadas, algunas de las cuales tienen sistemas de alimentación con baterías, pero “muchas no aguantan cuatro horas de corte”, reconoce.
Calvache insta a los conductores a tener paciencia, pero admite que “la falta de empatía es evidente”.
Allen Panchana y Daniela Sangurima, una pareja de esposos con tres hijas, han adoptado medidas para proteger a su familia. Viven en un conjunto residencial cerrado en Samborondón, una ciudad vecina a Guayaquil.
Pero los cortes los afectan diariamente.
“No podemos cocinar ni usar agua potable cuando no hay energía porque la cocina es de inducción y las bombas de agua necesitan motor. Durante los cortes, nos toca volver al siglo 18 y agarrar una jarrita”, comenta Allen.
Daniela añade que la crisis afecta la rutina de sus hijas. “Las inscribimos en actividades para que no sientan el estrés de esta situación, que nadie debería normalizar”, expresa.
Sin embargo, admite que la falta de energía altera su descanso y hace que sus hijas se despierten agotadas.
Cuatro ministros han pasado por la cartera de Energía en el último año del gobierno de Daniel Noboa.
Uno de ellos enfrenta actualmente un juicio político. Inés Manzano, la actual ministra, ha prometido medidas a corto plazo, como la compra de energía a proveedores privados, pero la percepción general es que estas llegan tarde y de manera desigual.
Hasta el 17 de septiembre, los cortes serán de 12 horas. En esa fecha, el Ministerio de Energía decidirá si se mantienen o aumentan, dependiendo de las lluvias.
Desde varios sectores, se anuncian movilizaciones, con ciudadanos cansados que llaman a “apagar las velas y encender la llama de la organización”.
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