Una niña de 12 años que fue violada y permaneció 11 días a la espera de una interrupción del embarazo en los servicios de la Secretaría de Salud de Jalisco, fue trasladada a la Ciudad de México para acceder al procedimiento, luego de que autoridades de su entidad argumentaran que no podían realizar el servicio, confirmaron fuentes al interior de la dependencia sanitaria.
La niña tenía entre 25 y 27 semanas de gestación, es decir, estaba al inicio del tercer trimestre del embarazo. Las autoridades de Jalisco negaron tener personal capacitado para enfrentar una interrupción del embarazo con esas características: un embarazo en el inicio del tercer trimestre y que se tratase de una menor.
La menor fue trasladada a la capital en compañía de un representante de la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (PNNA). Durante su procedimiento no hubo alguna complicación y se encuentra estable y en recuperación, informó la Secretaría de Salud.
El Gobierno de Jalisco se comprometió a otorgarle atención médica integlar, acompañamiento y restitución de sus derechos.
Mientras mantenían a la espera a la menor, el personal médico realizó revisiones en las que la “invitaban a escuchar los latidos del bebé” y a “dar en adopción al bebe”, documentó la Red por los Derechos Sexuales y Reproductivos (Ddeser), organización que acompaña el caso.
La negativa de la Secretaría de Salud incumple su propio protocolo oficial que establece que sus centros de atención tendrán personal capacitado, no objetor y brindarán una atención inmediata sin importar las semanas de gestación.
El protocolo es parte del Programa de Interrupción del Embarazo (Pile), creado en 2017, para realizar abortos a niñas, adolescentes y mujeres víctimas de violación y con ello cumplir su obligación de atender a víctimas de violencia sexual que establece la Norma Oficial Mexicana (Nom) 046.
Al negar el servicio, también desacreditan la ley. El Código Penal del Estado de Jalisco, en sus artículos 227, 228 y 229, tampoco establece semanas límite para las solicitantes víctimas de violación.
Este miércoles, a través de un comunicado, el gobierno del Jalisco informó que durante la madrugada se realizó la intervención para la interrupción del embarazo de la menor, el cual se realizó sin “ninguna complicación”.
Añadió que se la niña se encuentra estable, en recuperación y será trasladada de regreso a Jalisco cuando su estado de salud permita el alta médica.
Detalló que la menor fue atendida por un equipo médico especializado en la resolución del proceso quirúrgico, acompañada por la representación de la Procuraduría de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (PNNA) que “garantizó en todo momento el interés superior de la niña”.
Añadió que se le dará seguimiento de atención médica integral, acompañamiento y restitución de derechos de la niña.
Una niña de 12 años que fue violada y quedó embarazada lleva once días internada en las instalaciones de la Secretaría de Salud de Jalisco sin poder acceder al procedimiento. Su familia, del interior del estado, se trasladó a Guadalajara y pidió apoyo a las autoridades para interrumpir el embarazo.
La organización Ddeser apunta que la menor debería acceder al servicio bajo cualquiera de las causales permitidas porque se trata de una víctima de violación, y porque hay riesgo en su salud física y mental.
Animal Político ha documentado que, en Jalisco, las autoridades y médicos del servicio de salud se niegan a realizar abortos a víctimas de violación o solicitantes que ven en riesgo su salud física o mental y, cuando finalmente acceden, les realizan un legrado, un procedimiento que la Organización Mundial de la Salud no lo recomienda desde hace más de una década.
Leer: Suprema Corte invalidó el delito de aborto en el Código Penal Federal, ¿qué significa?
El servicio de interrupción tiene siete años en activo. En total, la Secretaría de Salud ha atendido a 225 solicitantes. Los años 2022 y 2023, son los que abarcan mayor número de atenciones, con 57 casos y 114 casos respectivamente, de acuerdo con la base de datos pública de la Secretaría de Igualdad Sustantiva entre Mujeres y Hombres (SISEMH).
Los votantes que le dieron la victoria quieren ver precios bajos como los que había antes de la pandemia. Y aunque la inflación actual de EE.UU. es de solo 2,4%, la rabia persiste. ¿Qué está pasando?
Una de las causas del triunfo de Donald Trump en las elecciones de Estados Unidos fue la preocupación de los votantes por el estado de la economía.
Y puede resultar paradójico si se analiza el estado global de la principal economía del mundo.
“La economía, estúpido”, es el lema que refleja en la política estadounidense que son las finanzas las que deciden las elecciones en el país.
Y si nos atenemos a eso, podríamos haber pensado que triunfaría Kamala Harris como heredera de la economía del gobierno de Joe Biden.
Al fin y al cabo, el nivel de crecimiento, el desempleo en mínimos históricos, el haber evitado la recesión que muchos temían y una inflación de apenas un 2,4% podrían parecer indicadores muy positivos. Y lo son.
Pero estas elecciones reflejaron casi como ninguna otra la brecha entre las buenas cifras de la macroeconomía y la economía familiar de las personas, preocupadas por la inflación que creció durante la pandemia y que en los últimos años ha provocado un alza de precios que se mantiene, aunque su incremento ya se haya mitigado.
El gobierno de Biden tuvo que lidiar con los efectos económicos de la pandemia de 2020 y de la crisis energética desatada por la invasión de Rusia en Ucrania en febrero de 2022 y de acuerdo a los datos económicos, lo hizo bien.
Pero los números muestran una realidad que la gente no ve reflejada en su vida diaria.
“Aquí se paga US$5 por una docena de huevos. Antes costaba US$1”, comenta Samuel Negrón, un puertorriqueño de la ciudad de Allentown, en Pensilvania.
En ese estado, uno de los más decisivos en la contienda electoral, los demócratas ganaron en 2020, pero perdieron en las últimas elecciones.
“Es simple en realidad. Nos gustaba cómo eran las cosas hace cuatro años”, le dice Negrón a la BBC.
Trump supo capitalizar esa brecha entre los números y la percepción personal de la economía que muchos estadounidenses sentían al pagar en la caja del supermercado o la renta de su vivienda.
Estados Unidos tuvo la recuperación post-pandémica más fuerte dentro del Grupo de los Siete (conformado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido), según los datos del crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB).
En los cuatro años del gobierno de Biden, el PIB real creció a una tasa anual promedio de 3,2%, un resultado considerado por economistas de distintos colores políticos como un logro importante en medio de las vicisitudes que impuso el contexto internacional.
Una de las principales banderas de los demócratas durante la campaña electoral fue el récord de creación de empleo en este mandato: casi 16 millones de puestos de trabajo nuevos.
Y siguiendo con el mercado laboral, el desempleo -que rondaba el 7% cuando Trump dejó la presidencia- hoy está en 4,1%, considerado un muy buen nivel para la economía estadounidense.
En 2023 el desempleo incluso alcanzó su nivel más bajo en 54 años.
El gasto de los consumidores creció a una tasa anual del 3,7%, el nivel más alto en casi dos años. Eso quiere decir que pese al malestar con el costo de la vida, la gente sigue comprando. Y aunque el endeudamiento de los hogares aumentó a partir del 2021, su ritmo se desaceleró este año.
En cuanto a la inflación interanual, con las cifras disponibles hasta septiembre, ésta aumentó un 2,4% en los últimos 12 meses, muy cerca del nivel óptimo de 2% que se ha fijado el país.
Para comparar, la Unión Europea tiene una inflación anual del 2,1%.
Y en el mismo período, los salarios estadounidenses crecieron casi el doble que la inflación, al subir un 4,6%
Pero entonces, ¿cómo se explica la desconexión entre las buenas cifras macroeconómicas y el malestar de la gente?
Pese a las buenas cifras, una gran parte de los estadounidenses está decepcionado. Y el malestar tiene su origen, en la mayoría de los casos, en el aumento de los precios durante los últimos cuatro años.
Una parte de la explicación se puede ver en este gráfico que muestra cómo la inflación subió cerca de un 20% bajo el mandato de Biden.
Y aunque el 2,4% de inflación es un nivel bajo o moderado, los precios siguen estando más caros desde que la pandemia comenzó en febrero de 2020.
Sólo un 6% de los 400 productos monitoreados por la Oficina de Estadísticas Laborales está más barato hoy que entonces.
Y aunque los sueldos aumentaron casi en la misma proporción (sin que se perdiera poder adquisitivo), lo que quedó en la retina de los consumidores fue la gigantesca escalada en los precios en los últimos cuatro años.
En contraste, las cosas estuvieron comparativamente bastante bien para el bolsillo de los estadounidenses bajo el mandato de Trump (2017-2021).
La inflación acumulada en sus cuatro años de gobierno fue de un 7,8% (frente al 20% de los años de Biden), mientras que los salarios subieron casi el doble.
Don Leonard, académico de la Universidad de Ohio, plantea en diálogo con BBC Mundo que las preocupaciones de los estadounidenses sobre la economía no son un mero problema de percepción.
Su argumento es que al menos 20 millones de hogares estadounidenses tienen buenos motivos para estar desilusionados.
“Esos hogares han sufrido un dolor económico real que no es tan fácil de detectar en los datos económicos oficiales”, sostiene. “No es solo un sentimiento pesimista injustificado”.
Leonard dice que al trabajar con promedios, se crea un “un sesgo” que no permite mostrar lo difícil que es la vida diaria de los estadounidenses de menores ingresos, que gastan mucho más (como porcentaje de sus ingresos), en vivienda, alimentos o salud.
El segmento salarial en el que Trump logró mayor ventaja respecto a Kamala (53% frente a 45%) fue el que va entre US$30.000 y US$49.000
Y muchos demócratas, en tanto, insisten en que la frustración de la gente no está justificada.
Sin embargo, hay una gran parte de la población, dice Leonard, que no califica para recibir asistencia del gobierno, pero tiene dificultades económicas en su vida diaria. “No es que estén hipnotizados, lo están pasando mal”.
Algunos analistas creen que en la derrota demócrata fue fundamental la narrativa, es decir, que la campaña no supo comunicar bien los logros económicos del gobierno de Biden y plantear, a partir de ahí, un camino prometedor.
El malestar con la economía también ha estado influido por el alto costo del crédito.
Frente al máximo inflacionario de 9,1% en junio de 2022, el mayor en 40 años, la Reserva Federal (equivalente a un banco central) inició una agresiva política de aumento de tasas de interés que ayudó a ir reduciendo la inflación, pero afectó las finanzas personales.
Los estadounidenses, acostumbrados a vivir con crédito, sufrieron el impacto del aumento en las tasas de interés a la hora de comprar un auto, pagar las tarjetas o conseguir una hipoteca.
Muchos se sintieron acorralados entre la inflación y las tasas de interés, votando finalmente por el cambio. Las tasas sólo empezaron a bajar poco antes de la elección sin dar tiempo a que se refleje en los bolsillos de los votantes.
Y ese es otro elemento a tener en cuenta, dicen algunos analistas políticos.
La crisis generada por la pandemia y la guerra en Ucrania le pasó la cuenta a varios gobiernos que buscaban la reelección y perdieron ante un electorado cansado de los problemas económicos que han afectado sus finanzas personales.
“¿Estás mejor ahora o hace 4 años?”, les preguntaba Trump a los votantes en la campaña en busca de su apoyo. Muchos percibieron que ahora están peor a pesar de lo que digan las cifras macroeconómicas.
Y votaron por un cambio a la espera de que se refleje también en los precios que ven en los supermercados, la gasolinera o el pago de la renta.
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