En el año 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 18 de diciembre como el Día Internacional del Migrante; esto se hizo, principalmente, con la intención de conmemorar a las personas migrantes que, por diversos motivos y en un acto de valentía, deciden dejar atrás sus lugares de origen buscando mejores oportunidades y una mejor calidad de vida.
En los 23 años que han transcurrido desde la proclamación del Día Internacional del Migrante, el objetivo de fijar este día para conmemorar a las personas migrantes y para hacer un llamado a los Estados y a la humanidad para que se respeten los derechos de estas personas, está muy lejos de la realidad que enfrentan. Las personas migrantes no ven sus derechos garantizados ni en los Estados por los que transitan ni en los que llegan y se enfrentan a culturas que son en gran parte xenófobas, racistas, clasistas y, en general, discriminatorias.
Desde hace cuatro meses, en la CMDPDH nos hemos dedicado a realizar visitas a diferentes espacios dentro de la Ciudad de México donde se encuentran personas en situación de movilidad humana. Visitamos albergues y espacios públicos en los que se concentran personas migrantes, incluidas personas con necesidades de protección internacional. Nuestro principal objetivo ha sido ofrecerles orientación y asesoría jurídica. En el marco de estos servicios, las personas nos comparten muchas de sus experiencias, como los obstáculos que enfrentan durante su trayecto por México. Por ejemplo, quienes provienen de Sudamérica indican que desde antes de emprender su camino son alertados por otras personas sobre los retos que van a enfrentar, entre los que siempre destacan dos: la selva del Darién –frontera entre Colombia y Panamá– y el trayecto por México.
Quienes alguna vez hayan leído, escuchado, o visto todo lo que las personas en movilidad sufren en su paso por la selva del Darién, entenderán que esta asociación resulta lamentable y trágica. Dicha selva es un lugar donde las personas tienen que atravesar diferentes obstáculos de la naturaleza, pero además cuidarse de los grupos criminales que pueden llegar a robarles sus pertenencias, agredirlas física y sexualmente o asesinarlas. Hay muchos testimonios, reportes, denuncias y estadísticas sobre personas que han sido víctimas de violencia sexual en la selva del Darién. También es común que la gente narre haber visto personas muertas en el camino, la mayoría a causa de los obstáculos que la propia naturaleza impone en la selva.
Ante un escenario así, ¿qué es lo que sucede en México que pueda ser equiparable? En nuestro país, la mayoría de los “obstáculos” tienen un origen humano. Para las personas que residen en México, algunos nos pueden resultar familiares, como la extorsión por parte de autoridades o los sobornos que se desprenden de la corrupción, pero lo que no siempre comprendemos es que, para una persona migrante, la situación se agrava por el hecho de encontrarse en una posición de vulnerabilidad de la que las autoridades abusan.
Es común que las personas te hablen de los diversos pagos que tuvieron que realizar durante su trayecto por México, ya sea a elementos de la Guardia Nacional, del Instituto Nacional de Migración y policías estatales, entre otros. Y no es un pago único, son una serie de pagos que deben realizar durante todo el viaje cada vez que alguna autoridad les detiene y les pide sus documentos. En las fronteras, por ejemplo, agentes del Instituto Nacional de Migración llegan a cobrar entre 500 y 1,000 dólares por permitir el paso a una persona migrante o a un grupo familiar; es triste también que la mayoría de las víctimas no identifica esto como un delito.
La ruta por México, además, supone la exposición a los grupos de la delincuencia organizada que han visto en la migración un lucrativo negocio en donde –de nuevo–les son exigidos pagos por “derecho de paso” a las personas migrantes, siendo esta sólo uno de las formas en las que lucran con ellas. Las personas en movilidad conocen el riesgo que implica transitar por el territorio nacional debido a las redes de tráfico de personas que existen, lo que supone un temor latente durante el recorrido por el país a ser secuestradas o desaparecidas. También existen las estafas por parte de “polleros” que cobran grandes sumas de dinero para trasladar a las personas migrantes a México desde Centroamérica, o a Estados Unidos, ya sea desde México o desde sus países de origen. Algunas de las personas que cometen estos ilícitos pertenecen a grupos de la delincuencia organizada y muchas veces su única finalidad es robarle a las personas migrantes para después abandonarlas sin cumplir con trasladarlas al lugar acordado; sin embargo, otras veces las personas terminan siendo víctimas de trata de personas.
El camino supone estar todo el tiempo en un estado de alerta, una vez que cruzas la frontera e ingresas al país hay que cuidarse de la delincuencia organizada y de las autoridades del Estado, quienes además de lo ya mencionado también pueden ejercer otro tipo de abusos. Es común, por ejemplo, que las personas se refieran a la destrucción de sus documentos por parte de autoridades del Instituto Nacional de Migración o de la Guardia Nacional, documentos que algunas veces son de su país de origen, pero que la mayor parte del tiempo son documentos mexicanos que acreditarían su estancia regular en el país, en algunos casos por la concesión de algún permiso para transitar por el territorio nacional, o en algunos otros, documentos que comprueban que se está efectuando algún trámite de regularización en México, o que se trata de una persona sujeta de protección internacional, como las personas en trámite de reconocimiento de la condición de refugiado o personas ya reconocidas como refugiadas.
Otra problemática es que un gran porcentaje de la población mexicana no recibe bien a las personas migrantes cuando llegan al país, de hecho, hay un descontento cada vez más evidente con respecto a las y los migrantes que transitan para llegar a Estados Unidos, al igual que con quienes deciden quedarse en México. Las personas migrantes han comentado, en más de una ocasión, que en la calle les gritan que regresen a su país o que las insultan cuando pasan cerca de los lugares en los que están. También reconocen que hay muchas personas mexicanas que les han ayudado en el camino: en los alebergues, en la ruta ofreciendo agua y comida, o por parte de diferentes organizaciones de la sociedad civil brindado servicios de salúd, de orientación legal, entre otras cosas más, pero no deja de ser importante reflexionar ¿por qué somos un país xenófobo?
Actualmente, la Ciudad de México se enfrenta a una realidad migratoria que no conocíamos más que por lo que veíamos que sucedía en las fronteras cuando se llegaban a saturar los albergues y los espacios en los que se encontraba la población migrante; sin embargo, hoy en día esa es una realidad para la capital del país. Los cambios en la política estadounidense, la inacción del gobierno mexicano, las fallas en el sistema y las vulnerabilidades de las personas se han sumado para dar como resultado la actual situación en la Ciudad.
Las y los vecinos de distintas zonas de la Ciudad de México se han quejado en semanas recientes por la presencia de personas migrantes en espacios públicos que son cercanos a sus domicilios, incluso han hecho manifestaciones exigiendo que se reubique a las personas en situación de movilidad, lo que tiene todo el sentido en lo que se refiere a exigir a las autoridades que cumplan su responsabilidad de garantizar que estas personas no estén en situación de calle y que si el mismo gobierno es quien pone límites para que puedan trasladarse a otra zona del país, entonces los ubique en espacios donde puedan permanecer dignamente hasta que puedan hacerlo.
Sin embargo, no todos los grupos vecinales se han expresado de esta forma, muchos simplemente desean que los desalojen de esos espacios porque les parece incómodo y no empatizan con las personas migrantes, quienes claramente no están en una situación de calle porque este sea su deseo, sino por todo el contexto que hay detrás y que poco tiene que ver con sus intereses.
Al respecto es necesario considerar que sólo en la Ciudad de México se puede realizar el trámite de la cita para ingresar a Estados Unidos y solicitar asilo por medio de la App de CBP (Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos), es decir, en todos los estados del sur del país la aplicación no permite ingresar para realizar el registro, sólo es posible desde la Ciudad de México y el norte del país, entonces, cuando las personas llegan a la capital, inmediatamente inician con este proceso.
Además, las personas migrantes, en “estricto sentido”, deben esperar la confirmación de su cita para poder trasladarse hacia el norte del país con destino al puerto fronterizo donde la hayan solicitado, ya que el Instituto Nacional de Migración emitió un comunicado en el que indicó que permitiría el tránsito de las personas que ya tuvieran la cita confirmada –con la precisión de que se refirió únicamente a personas de nacionalidad haitiana, cubana, nicaragüense y venezolana–, por lo que las personas deben esperar dicha confirmación, misma que está demorando aproximadamente tres o cuatro meses.
A lo anterior hay que agregar que incluso si las personas deciden asumir el riesgo de viajar sin la confirmación de la cita, lo más probable es que esto no sea posible al menos por medio de las líneas de transporte formales. Lo anterior, porque las líneas de autobús que operan en las terminales de transporte solicitan como requisito para la venta de boletos documentos con los que la mayoría de personas migrantes no cuentan. Exigen un documento de identidad, que en el caso de las personas extranjeras debe ser el pasaporte (con sello), o una cédula de identidad acompañada de un documento migratorio que acredite su regular estancia en el país. Además de que muchas otras personas no cuentan con los recursos económicos para continuar el camino, por los gastos de alimentación y transporte que ya han realizado, y en algunos casos, por el dinero que han tenido que pagar en sobornos a las autoridades.
En nuestros monitoreos en la Central del Norte hemos documentado que algunas líneas de transporte exigen la confirmación de la cita de CPB One. Este requisito, al igual que los mencionados antes, carece de fundamento jurídico. En la práctica, estas líneas de transporte que brindan un servicio privado en el país están llevando a cabo labores de control migratorio, lo que constituye una violación al derecho fundamental de libertad de movimiento y tránsito.
Por otra parte, las personas que logran trasladarse están en riesgo constante de ser detenidas por agentes migratorios, de la Guardia Nacional e incluso policiales a pesar de que no están facultados para ello. Esto debido a que el Instituto Nacional de Migración omite constantemente expedir algún tipo de permiso de estancia provisional que les permita trasladarse a otro punto del territorio o trabajar en México mientras logran llegar a su país de destino
Así entonces, que la Ciudad de México esté rebasada en cuanto a las capacidades que tienen los albergues 1 -que dicho sea de paso, en su mayoría son iniciativa de las organizaciones de la sociedad civil que ofrecen ayuda humanitaria y no del Estado, que es el que tiene la obligación de proteger y proveer espacios para alojar a personas migrantes- ¿es algo atribuible a las personas migrantes o se trata más bien de una situación en la que les han puesto las autoridades mexicanas y estadounidenses, y de la que les es casi imposible salir?
No es válido que este descontento que han expresado algunos grupos de personas surja del racismo o la xenofobia, así como no es aceptable que haya personas en el país que insulten a las personas migrantes en la calle o que hagan comentarios despectivos. ¿Se nos olvida que la población mexicana es también una población que migra?
Aunque ya casi no se menciona, y menos en la administración actual, las y los mexicanos continúan saliendo del país. Actualmente, cerca de doce millones de personas mexicanas nacidas en México se encuentran en el extranjero –principalmente en Estados Unidos–, lo que representa cerca del 9 % de nuestra población total. Además, la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP por sus siglas en inglés) reportó que sólo en el mes de septiembre del 2023 se detuvieron en la frontera sur a 39,733 personas de nacionalidad mexicana, lo que evidencia que la migración de México a Estados Unidos es una realidad presente.
Si es tan común que las y los mexicanos tengamos algún familiar o conocido que migró a Estados Unidos, ¿por qué no somos amables y empáticos con las personas migrantes que ingresan y transitan por nuestro país con la finalidad de llegar a ese mismo destino? O con aquellas que prefieren quedarse en México buscando exactamente lo mismo que las y los mexicanos que decidieron migrar a otro país: una mejor calidad de vida y mejores oportunidades.
Honremos a las y los mexicanos migrantes que decidieron valientemente hacer su vida en otro lugar siendo empáticos con quienes llegan a México y ofrezcamos apoyo si está en nuestras posibilidades; o simplemente, respetémoslos.
Las personas migrantes y quienes nos dedicamos a la defensa y promoción de sus derechos no tendríamos por qué recordarle a las autoridades y a la sociedad que merecen respeto por el simple hecho de ser personas. Sin embargo, la realidad que enfrentan hace necesario que hagamos este tipo de reflexiones, ¿cómo es que a las personas mexicanas nos resulta ofensivo que las y los connacionales en el extranjero sean víctimas de malos tratos, discriminación o explotación, pero al mismo tiempo somos un país xenófobo?
* Antonio Bejarano Ramírez (@antonio_bera01) es Lic. en Derecho Internacional por la Universidad Autónoma del Estado de México y actualmente es Abogado Paralegal en la @CMDPDH.
1 Se ha documentado que hay una saturación en todos los albergues de la Ciudad de México, en las visitas que realizamos a uno de estos espacios, el promedio de personas albergadas oscila entre las 600 y las 800 personas.
Mientras las manifestaciones contra medidas migratorias de Donald Trump crecen, en Paramount, donde el 36% de los vecinos nació en otro país, reivindican el rol de estos en la comunidad.
“¿Van para la guerra, con todas esas armas?”, interpela un hombre a los miembros de la Guardia Nacional que lo observan impasibles, fusiles en mano, desde el otro lado de la verja.
Estamos en Paramount, una localidad del sur de los Ángeles en la que el sábado se registraron enfrentamientos entre agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) y un grupo de manifestantes que habían llegado tras correrse la voz de que se estaban llevando a cabo redadas de deportación en la zona.
Disturbios como aquel llevaron al presidente Donald Trump a intervenir, tras dos días de protestas aisladas por las operaciones migratorias, ordenando el envío de 2.000 uniformados como los que tenemos enfrente para ayudar a “restaurar la ley y el orden” en la metrópolis californiana.
“Es una maniobra que solo escalará la tensión”, advirtió el gobernador de California, el demócrata Gavin Newsom, adelantándose a lo que un día después se registraría en el centro de Los Ángeles, con cientos de manifestantes bloqueando accesos, agentes tratando de dispersarlos con gas lacrimógeno y granadas aturdidoras, y quema de vehículos.
“Ustedes están haciendo su trabajo, pero nosotros no somos el enemigo”, grita el hombre apostado en la valla ante los soldados a horas de que se den esas escenas de caos.
Puede que su voz destaque entre la decena de personas que se ha congregado este domingo para hacerle saber a la Guardia Nacional que su presencia no es bienvenida.
Pero su sentir es ampliamente compartido en este municipio de unos 51.000 habitantes en los que uno de cada ocho es de origen latino y el 36% nació en otro país, según datos del censo.
“Aquí solo hay gente trabajadora, porque este barrio lo levantaron los inmigrantes”, reivindica, mientras otro vecino ondea la bandera mexicana, dos jóvenes alzan unas pancartas en repudio a ICE y varios coches tocan la bocina al pasar.
Como cada fin de semana, tres de esos inmigrantes que contribuyeron a que Paramount sea el municipio que es se reúnen al otro lado de la calle para charlar de las novedades familiares y de la actualidad.
Apostados en sus vehículos de trabajo, la conversación de Juan, Rogelio y Héctor se centra este domingo en cómo en ese mismo lugar, en el parqueo de la tienda Home Depot, fue donde la víspera se encendieron las tensiones entre manifestantes y agentes federales.
“Se ve que se habían surgido informaciones de que estaban haciendo redadas justo aquí”, explica Juan, mexicano de 63 años que llegó desde Jalisco a Estados Unidos cuando tenía 17.
“Y eso trajo a gente que, en la confusión, terminó armando disturbios”, explica.
En un mensaje enviado a la BBC, el Departamento de Seguridad Nacional negó que ICE hubiera realizado operaciones en la zona el sábado.
Aunque informó que en las llevadas a cabo en Los Ángeles en la última semana detuvieron a 118 indocumentados, el golpe migratorio más duro contra esta ciudad considerada “santuario” desde que Trump llegara al poder con la promesa de llevar a cabo “la mayor deportación de la historia del país”.
Sea como fuere, los tres amigos dicen estar tranquilos — “no tenemos ningún problema, tenemos todos los papeles en regla”–, aunque reconocen que son muchos los vecinos indocumentados que viven el contexto con miedo.
“Es por eso que hoy no ves a nadie aquí”, sigue Juan, quien aun así prefirió no dar su apellido. “Generalmente, aunque más entre semana, puedes ver aquí 20 o 30 camionetas de jornaleros a la espera de que los contraten”, explica.
Uno de los pocos que este domingo llegó a ofrecerse para trabajar es Pedro, quien pidió ser identificado con seudónimo.
“Techos, reparación, pintura”, se lee en el cartel que ha pegado en el parabrisas de su vieja pick-up azul, aparcada discretamente en una esquina.
“La vida aquí es muy cara y mi pensión no alcanza”, dice este salvadoreño que lleva cinco décadas en EE.UU. y que con sus 70 años bien cumplidos está en edad de jubilarse.
“Por eso tengo que venir a rebuscarme cada día”, cuenta.
Lo hace con la tranquilidad que le da el haber regularizado su situación migratoria en el año 2000, pero sin poder evitar la angustia que le genera ver a sus vecinos sufrir.
“Esto no va a acabar aquí. Las redadas van a seguir. Se está volviendo invivible con este presidente”, dice, y añade que está valorando volverse a El Salvador.
Algunos de los vecinos buscaron consuelo y acompañamiento ante la adversidad en la iglesia cristiana a la que acuden cada domingo, Chapel of Change, situado a apenas unos metros del Home Depot y del escenario de los enfrentamientos.
Unas 200 personas, la mayoría familias de origen hispano, escuchan con atención el sermón en el que los llaman a abrazarse a la fe.
“Aquí buscamos unidad y rezamos por todos”, le dice a BBC Mundo Irene Ramírez, una de las pastoras de la iglesia, que describe a la comunidad como “vibrante, unida y orientada a la familia”.
El pastor principal de la iglesia, Bryan Worth, lo suscribe.
“Con los años Paramount se ha vuelto un municipio muy vibrante”, le explica a la BBC.
“En los 80 Paramount solía ser una de las peores ciudades pequeñas de la nación, pero los líderes cívicos, del sector educativo y los que estamos al frente de las iglesias se aliaron para transformar la comunidad, para que estuviera más unida, fuera más pacífica en general”, subraya.
“Nunca pensé que las escenas que echaban en la tele íbamos a tenerlas aquí”, se lamenta Dora Sanchez, quien ayuda en las labores de la iglesia.
“Todo es muy impactante”, añade, sin imaginarse lo que aún estaba por llegar.
A medida que las horas avanzan, la tensión este domingo sigue escalando, las escenas volviéndose más caóticas en las calles del centro de Los Ángeles y la fricción entre el gobierno federal y el estatal profundizándose.
Ante el llamado de Newsom para que retire a la Guardia Nacional de las calles y las duras críticas de gobernadores demócratas que subrayan que la medida es “un alarmante abuso de poder”, Trump se mantiene firme en su postura.
“Turbas violentas e insurrectas acosan y atacan a nuestros agentes federales para intentar detener nuestras operaciones de deportación. Pero estos disturbios ilegales solo refuerzan nuestra determinación”, la explicó en su red social TruthSocial.
“Se restablecerá el orden, los inmigrantes indocumentados serán expulsados y Los Ángeles será libre”.
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