Hoy en día existe un debate entre estudiantes y docentes de diferentes áreas de la salud en torno a si se deben usar uniformes en el área de la psicología, particularmente.
El reconocimiento, bien delimitado, de la psicología como ciencia necesitó mucho tiempo para mostrar la madurez que le permitiera emanciparse de métodos distintos y generar conocimientos diferentes de los usados por la filosofía o las prácticas místicas, con el fin de entender la naturaleza interna de los seres humanos.
En la actualidad, son incuestionables los avances que la psicología ha logrado, sobre todo en épocas recientes, en sus diversas áreas de especialización: social, experimental, educativa, clínica, etcétera. Fue complicado que dicha disciplina enfocada en el estudio de la conducta, las emociones y los procesos cognitivos fuera entendida como una ciencia, ya que se asociaba a prácticas místicas e incluso religiosas que, para muchos, se aleja del método científico.
Particularmente la psicología clínica y sus métodos de intervención han mostrado efectividad, eficacia y eficiencia para enfrentar problemas en el área de la salud mental, lo cual se ha visto reflejado en un rápido ascenso y evolución hacia el reconocimiento generalizado dentro de las áreas de la salud.
La convivencia de psicólogas y psicólogos dentro de espacios comunes, tales como universidades, institutos y hospitales, con otras profesiones como medicina, enfermería, odontología, nutrición, trabajo social o fisioterapia, desde hace muchos años ha generado un debate sobre el uso de vestimenta específica, en particular entre médicas, médicos y personal de enfermería. Uno de los argumentos para ello es que el área de psicología no está expuesta a fluidos potencialmente contagiosos; es decir, no están en un quirófano o atendiendo directamente a personas heridas, por lo que el uso de un uniforme es considerado como innecesario. Pero ¿habrá argumentos para que estudiantes y profesionistas dentro de la psicología clínica utilicen uniformes en unidades hospitalarias, laboratorios de investigación o escuelas?
Sin entrar en una revisión histórica detallada, los uniformes e indumentaria específica se han usado en diversas situaciones: como distintivos (por ejemplo, entre deportistas), como código de vestimenta (trajes o vestidos), para protección (policías o bomberos), por rasgos identitarios (vestimenta tradicional de ciertos pueblos), etcétera, y se puede observar una combinación inseparable entre simbolismo y utilidad de los atuendos.
Las batas blancas de laboratorio son un símbolo importante en la medicina, pues en muchas ocasiones representan confianza y jerarquía, incluso esta última llega a ser incómoda para algunos. No obstante, muchos profesionales de la medicina se han pronunciado en contra del uso de las batas por su potencial contagioso. Pero por otro lado están los uniformes quirúrgicos, utilizados en los quirófanos como herramientas de protección para las y los profesionistas, quienes pasan por estrictos protocolos de esterilización antes de operar a alguna persona.
En primera instancia, el uso del uniforme se justifica desde el punto de vista de la bioseguridad sólo si hay exposición cercana a fluidos corporales, como en el ámbito hospitalario (por ejemplo, acompañamiento psicológico a una persona recién operada necesitada de curaciones). En segunda instancia estarían los laboratorios de investigación conductual, donde hay seres humanos y animales no humanos. En este caso también se deben seguir métodos estrictos de protección: uso de guantes, cubrebocas o lentes, debido a la manipulación de animales, los que pueden provocar desde alergias hasta contagios.
Otra área o actividad en la que estaría justificado usar uniformes es en el área clínica. Aunque las y los pacientes que estén siendo atendidos en el área de psicología no presenten secreciones contagiosas, el uso del uniforme puede dar una impresión balanceada de comodidad y profesionalismo.
De igual manera, para estudiantes de psicología, quienes constantemente acuden a diferentes institutos, incluyendo hospitales donde pueden prestar sus servicios, es importante que tengan un uniforme con fines distintivos ya que en estos espacios es posible que convivan con muchas personas. Desde luego que un gafete podría cumplir la función de distintivo, pero el uniforme dejaría claro de manera visual que no son usuarios, pacientes, médicos o personal de enfermería, sino estudiantes de psicología.
De acuerdo con una revisión del marco legal en México, que incluye la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, los tratados internacionales que el Estado mexicano ha celebrado, la Ley General de Salud, el Código Penal Federal, las leyes estatales de salud mental, el Reglamento de la Ley General de Salud en Materia de Prestación de Servicios de Atención Médica, el Reglamento de la Ley Reglamentaria del Artículo 5º constitucional, relativo al ejercicio de las profesiones en la Ciudad de México, las normas NOM-004-SSA3-2012, NOM-025-SSA2-2014 o NOM-028-SSA2-1999, no se contemplan restricciones o sanciones sobre el uso de uniformes en personal del área de psicología, de manera general, sino que cada instituto, hospital o escuela lo establece en sus propios reglamentos. Es decir, no es delito usar un uniforme, aunque sí lo es ostentar un grado que no se tiene. También es una falta ejercer funciones que no se tienen, como intentar influir en personas usuarias de servicios de salud mental para usar medicamentos sin tener estudios de medicina o enfermería psiquiátrica.
Para muchos estudiantes de psicología puede ser atractivo utilizar uniformes distintivos y de protección durante su etapa formativa, situación no muy bien recibida por otros profesionistas de las áreas de la salud. Sin embargo, aquí se exponen algunas recomendaciones para su uso responsable y adecuado:
La reflexión sobre el uso de uniformes no es nueva y está relacionada con un concepto que ha sido atraído por la bioética: el profesionalismo, que detona preguntas tales como: ¿se debe usar uniforme sólo por temas de bioseguridad? ¿Qué tan profesional es usarlo frente a un paciente? ¿Fomenta el estigma entre personas usuarias de servicios de salud mental? ¿Es adecuado su uso para desmarcarse de otras prácticas no científicas? ¿Debe ser obligatorio, reglamentado o regulado legalmente para todos los profesionales de la salud?
Estas preguntas convocan a la reflexión conjunta entre diferentes especialistas, ya que el profesionalismo ha sido un tema de interés para la bioética al compilar una serie de principios y valores como la confidencialidad, el respeto, la integridad, la compasión, la responsabilidad, la justicia, la autonomía del paciente, entre muchos otros que necesitan problematizarse, analizarse y clarificarse para responder con más precisión si el uso de los uniformes representa una herramienta para mostrar profesionalismo entre psicólogas y psicólogos.
El uso de uniformes no debe ser obligatorio, se debe respetar la libertad de elegir la vestimenta. Sin embargo, reglamentos de escuelas, laboratorios u hospitales pueden incluir directrices que dispongan el uso sistematizado de los uniformes, que combine protección, comodidad, responsabilidad y profesionalismo para quienes decidan utilizarlos. Incluso, sería conveniente investigar entre usuarias y usuarios, estudiantes y docentes de servicios de salud mental con el propósito de conocer las percepciones que tienen sobre este tema.
* Isaac Maldonado Castellanos (@Isaac_Maldonado) estudió Psicología en la Universidad Salesiana, y Metodología de la Ciencia en el Instituto Politécnico Nacional. Tiene un Doctorado en Ciencias con campo en Bioética por parte de la Universidad Nacional Autónoma de México. Sus investigaciones han sido publicadas en diversas revistas científicas y están orientadas a la salud mental, la metodología de la investigación, y la pandemia por COVID-19 y sus implicaciones en la salud mental.
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A los 89 años, el exmandatario de izquierda logra encaminar la continuidad de su proyecto político más allá de su figura.
Apoyado en un bastón y frágil de salud a sus 89 años, José “Pepe” Mujica reflexionó un instante sobre su porvenir al votar en el balotaje presidencial del domingo en Uruguay.
“Yo personalmente ya no tengo más nada que esperar”, dijo el expresidente de forma pausada ante cámaras y micrófonos. “Mi futuro, lo más próximo, es el cementerio, por razones de edad”.
La frase prenuncia un fin cercano del extraordinario ciclo político que Mujica ha recorrido por más de medio siglo, en varias etapas: de guerrillero tupamaro a prisionero torturado, de legislador y ministro a presidente admirado en el mundo.
El pasado domingo pareció concluir otro capítulo al lograr que su proyecto de izquierda se encamine más allá de su figura con la elección de su delfín, Yamandú Orsi, como nuevo presidente de Uruguay con 49,8% de los votos.
El propio Orsi reconoció la trascendencia que tuvo Mujica en su triunfo electoral al visitarlo a él y a su esposa, Lucía Topolansky, en su chacra de las afueras de Montevideo este lunes.
“Uno tiene que ser agradecido, porque lo que hicieron estos veteranos ha sido muy importante para mí”, dijo al salir del encuentro Orsi, que con 57 años pertenece a una nueva generación de izquierda que llega al gobierno en Uruguay.
No ha sido un acto fácil para Mujica, que vio fracasar otros posibles herederos políticos antes de salirse con la suya el domingo.
Presidente de Uruguay entre 2010 y 2015, Mujica ha dado claras señales de inquietud por la continuidad de su fuerza política cuando él ya no esté.
De hecho, el recambio generacional es algo en lo que piensa desde hace años.
“Los viejos podemos servir para hacer sombra y no dar paso, o podemos servir para ayudar a que exista la gente nueva; yo estoy en esta última”, le dijo Mujica a BBC Mundo antes de las elecciones de 2019, en las que descartó buscar un nuevo mandato pese a su popularidad.
Al año siguiente, renunció a su banca de senador por el riesgo que le marcaba la pandemia de covid debido a su edad y a que padece una enfermedad inmunológica crónica.
Y la noche de octubre de 2022 en que su amigo Luiz Inácio Lula da Silva volvió a ser electo presidente de Brasil, Mujica advirtió en otra conversación con BBC Mundo desde el búnker del brasileño en São Paulo que su “punto débil” era la sucesión.
“¿Qué hay después de Lula?”, preguntó. “Los hombres pasan y las causas quedan. Ese es un problema que tenemos todos. Y realmente en los últimos años he visto desaparecer los partidos históricos en Francia, Italia y en otros lugares. No es sencillo lo que está pasando”.
Si bien el recambio de líderes suele ser un desafío para cualquier fuerza política sin importar su ideología, en América Latina la izquierda ha mostrado dificultades particulares para hacerlo.
En algunos casos, izquierdistas que llegaron a la presidencia en la región buscaron quedarse allí sin abrir espacio a nuevas candidaturas.
En otros casos, los sucesores escogidos perdieron en las urnas o dirigieron gobiernos que acabaron en crisis, como le pasó al kirchnerismo en Argentina.
Y, a veces, la elección de delfines de líderes fuertes de izquierda abrió ásperas disputas dentro de sus partidos, como ocurre en Bolivia con el pulso entre el presidente Luis Arce y su antecesor Evo Morales.
Por cierto, otros presidentes de izquierda pudieron pasar el mando sin traumas visibles a sus elegidos, como lo hizo este año el mexicano Andrés Manuel López Obrador con Claudia Sheinbaum.
Pero el caso de Mujica parece especial porque está fuera del gobierno, superando un arduo tratamiento contra un cáncer de esófago, y pese a ello jugó un papel clave en el triunfo de Orsi al hacer campaña activa a su favor y contra el candidato de la coalición de centroderecha en el poder, Álvaro Delgado.
Mujica había contemplado otros posibles herederos políticos en Uruguay tras dejar la presidencia en 2015 con una fama global por su prédica anticonsumismo y por medidas aprobadas en su mandato, como la legalización de la marihuana y el aborto.
Para el gobierno que siguió al suyo, respaldó como vicepresidente a Raúl Sendic, hijo de uno de los líderes de la organización guerrillera Tupamaros que Mujica integró en las décadas de 1960 y 1970.
Pero la promisoria carrera política de Sendic se desplomó con su renuncia a la vicepresidencia en 2017 ante denuncias de corrupción y con una condena posterior por abuso de cargo y peculado.
Mujica también impulsó la candidatura de su propia esposa, la exsenadora Lucía Topolansky, como intendenta de Montevideo, pero ésta perdió los comicios municipales en 2015 con otro correligionario del Frente Amplio, la coalición de izquierda que ambos integran.
Esa derrota electoral de su compañera de vida fue una señal para Mujica de las dificultades de delegar votos, por más popular que fuera.
“El gran tema de los grandes líderes políticos son siempre los sucesores”, le dice la historiadora uruguaya Mónica Maronna a BBC Mundo.
“El caudal electoral de los sectores y los liderazgos no es permanente, no se transmite de forma mecánica”.
Sin embargo, Mujica siguió fomentando la renovación generacional y el surgimiento de nuevas figuras en el Movimiento de Participación Popular (MPP), la fuerza que creó en 1989 con otros extupamaros.
Una de esas figuras ascendentes era Orsi, que conoció a Mujica hace tres décadas cuando militaba en el MPP en su departamento natal de Canelones, limítrofe con Montevideo.
Con su firme respaldo, Orsi fue electo intendente de Canelones en 2015 y reelecto en 2020, y renunció al cargo en diciembre pasado con altos índices de aprobación para lanzar su exitosa candidatura presidencial.
El exmandatario atrajo además a su agrupación a personas ajenas a la política profesional, como Blanca Rodríguez, una exconductora de informativos de TV que en octubre fue electa senadora.
Así, sin tener ya a Mujica en sus listas, el MPP recibió en octubre una votación histórica que lo afianza como el principal grupo del Frente Amplio, con nueve senadores en una cámara de 30 para la próxima legislatura y 36 diputados en un total de 99.
Si bien Orsi carece del carisma de Mujica, “es un buen heredero” de éste y de su escuela, con características en común como el pragmatismo y la apuesta a la negociación política, señala Adolfo Garcé, un profesor de Ciencia Política en la Universidad de la República, en Montevideo.
Aún está por verse qué papel jugará Mujica en el gobierno de Orsi que comenzará en marzo.
El presidente electo dijo este lunes, luego de visitarlo, que Mujica “tiene la sabiduría de no plantearte las cosas como consejos, sino de plantearte cuál fue su experiencia”.
También negó que le haya sugerido nombres para el gabinete.
“Él armaría lo que a él le parece”, señaló Orsi, “pero él también me dice que yo voy a ser el presidente y yo tengo que decidir“.
Sea cual sea el futuro, todo indica que el dilema de la herencia política se aleja de las preocupaciones de Mujica.
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