“La herida más grave fue la que nos separó, y dividió con un muro de odio discursivo nuestra venturosa diversidad poligénica. Esas cicatrices provocadas por la mitomanía y la perversidad son las que más tardan en sanar”.
Pese a que el homo sapiens es la especie que posee las habilidades de lenguaje más desarrolladas en el orbe, no hemos logrado garantizar una competencia comunicativa que nos permita entendernos. Y eso aplica no sólo para las comunicaciones elementales de nuestra lengua materna, también involucra los nuevos canales multilingüísticos representados por neolenguajes digitales y procesos algorítmicos sustentados en inteligencia artificial.
Pareciera que las preferencias de comunicación van cambiando y se empeñan en hacer más profundas las brechas de la interacción humana, en lugar de acercarnos a espacios comunes para crear comunidades más empáticas y tolerantes. Las conversaciones informáticas, la interacción con robots, la conversación en chats de redes sociales, la inmersión en videojuegos y la gran cantidad de ofertas lúdicas de consumo digital representan algunos de los nuevos escenarios que expresan una pérdida de nuestras habilidades introspectivas e intrapersonales, muchas de ellas vinculadas sin ninguna limitación a acciones deliberadamente violentas, bélicas y destructivas (videojuegos), a tal grado que distorsionan la realidad y generan un entorno alucinatorio en escenarios frívolos y algoritmos deshumanizados.
En el panorama de los datos formales y duros, también pueden aparecer los datos falsos, la distorsión narrativa y el culto a la mitomanía. Estas imprecisiones, alucinaciones y confabulaciones, no sólo atentan contra la integridad ética y la verdad, sino que también cercenan la capacidad de volver a creer en los otros. Fragmentan la certidumbre que nos unía, y no permiten recuperar, fácilmente, la confianza necesaria para preservar nuestra identidad y el patrimonio multicultural que nos representa, a la manera de un entrelazado de hilos heterogéneos, diferentes, diversos, pero al fin hilos de una alfombra mestiza cuya magia reside en su propio mosaico multicolor.
Cuando estas diferencias sustentan los discursos discriminatorios que encausan la supremacía cultural e ideológica y eventualmente moral, legitiman a través de una pálida argumentación la visión social para validar preceptos ideológicos. Entonces la identidad se pierde y se quiebra en fragmentos que demarcan fronteras y grietas que segregan a aquellos que piensan diferente.
Reaparecen las divisiones que parecían inconcebibles en una cultura multiétnica tolerante, a pesar de que habíamos encontrado y aprendido que la interculturalidad nos había fortalecido como especie social. No contábamos con las posturas de las morales radicales, que sustentadas en sus extremismos alzaron el dedo para señalar a los iguales como diferentes. De nuevo las ideologías desvirtuadas nos ponen en riesgo de convertimos en enemigos y en espías del vecino que vende su verdad a cambio de una dádiva.
El surgimiento y la validación de muchas morales extremistas apuestan al monopolio de la razón conductual absoluta, y terminan por descalificar a las otras morales y a señalarlas con el estigma de la traición. La máxima “Mi moral es mejor que la tuya” da lugar a pronunciar que mi ética es mejor que la tuya, y eso se expresa en muchas construcciones éticas y bioéticas con formatos y corrientes diferentes. El principialismo, el personalismo, el utilitarismo, la bioética de intervención, la ética desde el regionalismo, y la ética sustentada en valores teocráticos —eventualmente autoritarios— hacen compleja la perspectiva de una ética universal (no global, que usualmente se vincula a visiones geopolíticas).
Resulta más complejo entender el sesgo o la maleficencia cuando viene de una corriente que se postula a partir del bien y de la conducta prosocial. No obstante, muchas acciones con resultados catastróficos para los derechos humanos y fundamentales han tenido graves consecuencias en el ser humano, en los animales y en los ecosistemas, afectando su sostenibilidad y sustentabilidad en nombre del “bien”. Muchos experimentos clínicos fueron realizados en situaciones despiadadas y en escenarios de guerra con personas privadas de su libertad y de sus derechos, en condiciones carentes de respeto a los participantes de una investigación, quienes fueron legitimados como medio para favorecer a la “Ciencia” (Código de Nüremberg). De igual forma, en escenarios no bélicos encontramos muchos ejemplos de ensayos clínicos que ponían en riesgo a minorías y a comunidades vulnerables (Informe Belmont).
Así como se generó la transición de los derechos humanos en derechos fundamentales, aún tenemos mucho que aprender y lograr en lo referente a los acuerdos de los mínimos básicos aplicados a todas las culturas humanas. Un lenguaje universal elemental, secular, sin filias ni compromisos ideológicos y sustentado en el respeto a la diversidad y a la tolerancia puede acercarnos a nuevos formatos de entendimiento.
El ser humano en su evolución como ente social no busca la verdad, busca los acuerdos y consensos para sobrevivir y preservar su integridad. Y esta versión racional de la emoción y la cognición también requiere de códigos deontológicos básicos y universales para garantizar una convivencia civilizada en medio de la diversidad.
* Rodrigo Ramos-Zúñiga es neurocirujano, doctor en Neurociencias. Profesor-investigador en Ciencias de la Salud, en la Universidad de Guadalajara. Es miembro de las academias Nacional Mexicana de Bioética y Nacional de Medicina de México, y de la Comisión Estatal de Bioética e Investigación de Jalisco.
Las opiniones publicadas en este blog son responsabilidad exclusiva de sus autores. No expresan una opinión de consenso de los seminarios ni tampoco una posición institucional del PUB-UNAM. Todo comentario, réplica o crítica es bienvenido.
Las pruebas contra Trump por intentar anular el resultado electoral en 2020 fueron “suficientes para obtener y mantener una condena”, escribió el fiscal especial Jack Smith en un informe divulgado parcialmente.
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, habría sido condenado por intentar anular ilegalmente el resultado de las elecciones presidenciales de 2020, que perdió, si no hubiera sido reelegido con éxito en 2024, afirmó el hombre que dirigió las investigaciones del gobierno estadounidense.
Las pruebas contra Trump fueron “suficientes para obtener y mantener una condena en el juicio”, escribió el fiscal especial Jack Smith en un informe divulgado parcialmente.
Trump respondió diciendo que Smith estaba “trastornado” y que sus hallazgos eran “falsos”.
El presidente electo fue acusado de presionar a funcionarios para revertir el resultado electoral de 2020, difundir deliberadamente mentiras sobre fraude electoral, y tratar de explotar los disturbios en el Capitolio de Estados Unidos el 6 de enero de 2021. Trump negó las acusaciones.
Trump, que era presidente en el momento de los presuntos crímenes, pasó cuatro años fuera del cargo, pero fue reelegido con éxito para la Casa Blanca en noviembre. Regresará a la presidencia el 20 de enero.
Después de su éxito en la votación de 2024, las diversas cuestiones legales con las que había estado luchando se han evaporado en gran medida. El caso sobre interferencia electoral ahora fue desestimado.
Smith dice en el informe que “respalda plenamente” los méritos de presentar la acusación y defiende la solidez del caso.
El fiscal especial continuó diciendo que fue sólo el hecho de que la Constitución de Estados Unidos prohíbe el procesamiento de un presidente en ejercicio lo que puso fin al caso.
“Pero para la elección del señor Trump (en 2024) y su inminente regreso a la presidencia, la oficina evaluó que las pruebas admisibles eran suficientes para obtener y mantener una condena en el juicio”.
Parte del material del informe de Smith ya se conocía gracias a una presentación pública en octubre, que daba detalles de los supuestos esfuerzos de Trump para revertir su derrota.
Pero el informe, que fue presentado por el Departamento de Justicia (DoJ por sus siglas en inglés) al Congreso, brinda más detalles sobre por qué Smith siguió adelante con el caso y finalmente lo cerró.
• Justifica el caso contra Trump acusándolo de “esfuerzos sin precedentes para retener ilegalmente el poder” mediante “amenazas y fomento de la violencia contra sus supuestos opositores“.
• Los “esfuerzos criminales” de Trump incluyeron acusaciones de fraude electoral que él sabía que eran falsas, agrega.
• El informe detalla los “desafíos importantes” que enfrentaron los investigadores, incluido el uso de redes sociales por parte de Trump para atacar a testigos, tribunales y empleados del Departamento de Justicia.
• Al negar que el caso tuviera motivaciones políticas, Smith dice: “La afirmación del señor Trump de que mis decisiones como fiscal fueron influenciadas o dirigidas por la administración (del presidente Joe) Biden u otros actores políticos es, en una palabra, ridícula”.
• Smith reflexiona además en una carta adjunta: “Aunque no pudimos llevar a juicio los casos que imputamos, creo que el hecho de que nuestro equipo defendiera el estado de derecho es importante”.
El documento de 137 páginas fue enviado al Congreso después de la medianoche del martes, tras un período de tira y afloje legal que culminó con una jueza allanando el camino para la publicación de la primera parte del informe de Smith.
La jueza, Aileen Cannon, también ordenó realizar una audiencia a finales de semana para decidir si se debe publicar la segunda parte del informe, que se centra en acusaciones separadas de que Trump guardó ilegalmente documentos gubernamentales clasificados en su casa en Florida.
En una publicación en su sitio web Truth Social, Trump mantuvo su inocencia, burlándose de Smith al escribir que el fiscal “no pudo hacer que su caso fuera juzgado antes de las elecciones, que gané de manera aplastante”.
Trump añadió: “¡¡¡LOS VOTANTES HAN HABLADO!!!”
Smith fue designado en 2022 para supervisar las investigaciones del gobierno estadounidense sobre Trump. El Departamento de Justicia elige fiscales especiales en los casos en que existe un posible conflicto de intereses.
En el caso sobre interferencia electoral, Trump fue acusado de conspirar para anular el resultado de los comicios de 2020, que perdió ante Joe Biden.
Tanto este caso como el de documentos clasificados resultaron en cargos penales contra Trump, quien se declaró inocente y trató de presentar los procesamientos como motivados políticamente.
Pero Smith cerró los casos después de la elección de Trump en noviembre, de acuerdo con las regulaciones del Departamento de Justicia que prohíben el procesamiento de un presidente en ejercicio.
El informe explica: “La opinión del departamento de que la Constitución (de EE.UU.) prohíbe continuar acusando y enjuiciando a un presidente es categórica y no gira en torno a la gravedad de los crímenes de los que se le acusa, la solidez de las pruebas del gobierno o los méritos de la acusación, algo que la oficina respalda plenamente.”
Agrega que los fiscales se encontraron en una encrucijada: “Los resultados electorales (de 2024) plantearon por primera vez la cuestión del procedimiento legal cuando un ciudadano privado que ya ha sido acusado es elegido presidente”.
La publicación del martes se produce después de un período de idas y venidas legales, durante el cual la jueza Cannon suspendió temporalmente la publicación del informe completo de Smith por temor a que pudiera afectar los procedimientos contra dos asociados de Trump acusados junto a él en el caso de documentos clasificados.
Walt Nauta, asistente personal de Trump, y Carlos De Oliveira, administrador de su propiedad Mar-a-Lago, están acusados de ayudar a Trump a ocultar los documentos.
A diferencia del caso de Trump, los suyos aún están pendientes y sus abogados argumentaron que la publicación del informe podría influir en un jurado y un juicio futuros.
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