“Debemos empezar por reinventar el futuro
sumergiéndonos en un presente más creativo”.
Michel Foucault,
Conversación sin complejos con el filósofo
que analiza las “estructuras de poder”
En el libro titulado Trilogía de la extinción. Ensayos sobre biopolítica, tecnología y animales, recientemente publicado por el Programa Universitario de Bioética (PUB) y la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), he intentado configurar un cosmograma biopoético que, como sugirió John Tresch, pueda servir para meditar sobre dos dimensiones de la temporalidad que, en todo caso, tienen que ver con el futuro y el origen, así como con el punto histórico de dónde venimos y el punto histórico hacia dónde vamos. Tarea nada fácil. Más aún cuando el futuro y el punto hacia donde vamos, gracias a los excesos del siglo pasado, coinciden en un imaginario apocalíptico en el que no se puede meditar sino sobre el fin del mundo (humano) y de la vida (humana), ya sea por el calentamiento global o el cambio climático; ya sea por las pandemias, las sequías extremas, la escasez de agua o las inundaciones devastadoras, entre otras catástrofes: el futuro no pinta nada bien. En consecuencia, tal imaginario sólo nos indica que vamos lentamente hacia el precipicio, que no es otra cosa sino una metáfora para disfrazar la catástrofe de la extinción.
A este vistazo del futuro he querido contraponer, a manera de exhortación, una meditación sobre varios orígenes históricos en los que coinciden los seres humanos, la tecnología y los demás animales, ya sea al describir el encuentro entre los seres humanos y los ajolotes en laboratorios; el encuentro fantástico entre los seres humanos y las ballenas mediante barcos, o las campañas de conservación de especies, como la del lobo mexicano. He mostrado que el punto histórico de donde vienen los seres humanos en realidad es la convergencia de una forma de cohabitación y de un modo de coproducción que involucra tanto a la tecnología como a los demás animales. En este sentido, los seres humanos, en la dimensión antropogenética, vienen históricamente de múltiples convergencias que en todo momento los hacen ser y llegar a ser, tanto como no-ser y dejar de ser. La existencia de los seres humanos está dada por una red de relaciones por la cual se altera y altera aquello con lo que cohabita. Por ende, aunque parezca una obviedad, los seres humanos no vienen solos al mundo -porque antes de nacer hay un complejo tecnológico que los recibirá con los objetos técnicos abiertos- ni son los únicos habitantes del planeta Tierra -porque son una especie biológica entre muchas otras, con quienes en algunos casos comparten cierta animalidad.
De esta manera, una meditación sobre el futuro que parta de la convergencia histórica de la cual vienen los seres humanos podría cambiar o modificar la red de relaciones establecida con la tecnología y los demás animales, para cohabitar de otra manera el planeta, que hasta la fecha sólo padece los efectos negativos de tipo antropogénico. Así, la meditación sobre el futuro se podría convertir en la posibilidad de darle forma a un imaginario que no sólo se rija por la visión apocalíptica, sino que busque cambiar el panorama presente al hacer, más bien, una revisión y un análisis de las relaciones de poder que dicha visión esconde y que en todo caso la produce.
De acuerdo con la propuesta de los cosmogramas, una vez que se hace el relato de dónde venimos y hacia dónde vamos, cabe la posibilidad de revelar uno de los imaginarios relacionados con el binomio orden-caos, que en este caso tiene que ver con cierto ejercicio de poder sobre la vida o biopoder. En este sentido, se podría afirmar que no se conoce realmente el caos, porque la red de relaciones de poder le da cierta forma al orden. Ahora bien, en lo concerniente con la vida, el ejercicio de biopoder, tal como lo pudo haber analizado Michel Foucault, no sólo invade enteramente la vida, sino que también busca transformarla a partir de varias tecnologías políticas, dentro de las que destaca la biopolítica de la población, que se enfoca en objetivizar el cuerpo-especie, transido por los procesos y la mecánica de lo biológico.
De esta manera, al hacer la revisión y el análisis del ejercicio de poder sobre la vida en términos históricos —que se puede conocer ahora como biohistoria—, se puede dar forma a un imaginario del futuro en términos de una biopoética, que no sólo diga cómo sucedieron las cosas, sino que busque, en primera instancia, diseñar la red de relaciones de poder cual ojalá hubieran pasado y, en segunda, hacer que los procesos de la vida se conviertan en un movimiento histórico. De ahí que haya insistido en configurar el cosmograma biopoético tomando como ejemplo la capacidad (dynamis) regenerativa de los ajolotes, ya que si bien es una capacidad que han perdido los mamíferos, las biotecnologías han hecho lo posible por recuperar esa memoria vital. En suma, el cosmograma biopoético le daría forma a un futuro en el que la regeneración podría llegar a ser un movimiento histórico capaz de alterar la visión apocalíptica que nos ha tocado vivir. Más que sólo cambiar el mundo, de lo que se trataría sería de regenerarlo, dando el primer paso de la desespecialización del origen y del fin en lo concerniente a la subjetividad imperante, para producir una red de relaciones de poder diferente, así como crear la posibilidad de cohabitar la Tierra con otras entidades humanas, no humanas, inhumanas y más-que-humanas.
* Jorge Vélez Vega cursó los estudios de maestría y doctorado en Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. En esta misma institución participó en el Programa de Becas Posdoctorales del Personal Académico (2022-2024). En 2023 obtuvo la candidatura para formar parte del Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII).
Las opiniones publicadas en este blog son responsabilidad exclusiva de sus autores. No expresan una opinión de consenso de los seminarios ni tampoco una posición institucional del PUB-UNAM. Todo comentario, réplica o crítica es bienvenido.
¿Cómo lograron los dinosaurios superar a su competencia y adaptarse a un clima cambiante? El secreto está en heces y vómito fosilizados de hace más de 200 millones de años, según un estudio en la revista Nature.
¿Cómo llegaron los dinosaurios a ser una especie dominante en el planeta?
Es conocido que el fin de ese largo dominio ocurrió tras el impacto de un asteroide hace 66 millones de años.
Pero el misterio de cómo estos gigantes superaron otras especies y llegaron a reinar en el planeta ha ocupado a los científicos durante años.
La respuesta, según un nuevo estudio en la revista Nature, puede hallarse en heces y vómitos fosilizados de dinosaurios de hace más de 200 millones de años.
Los fósiles de heces se llaman coprolitos. Los fósiles de vómitos se llaman regurgitados. Juntos se llaman bromalitos.
Estos fósiles permiten reconstruir las redes alimentarias de ecosistemas del pasado y lo que contienen, incluyendo insectos, es extraordinario.
“¡Los insectos eran increíbles! Algunos tenían sólo 1mm de largo, pero se conservaban con todas sus diminutas patas, antenas y detalles intrincados: ¡en un coprolito de 230 millones de años! “, dijo a BBC Mundo el paleontólogo Martin Qvarnström de la Universidad de Uppsala en Suecia, autor principal del estudio.
“También descubrimos coprolitos llenos de fragmentos de hueso masticados y dientes aplastados. Resulta que el primer arcosaurio Smok masticaba huesos como las hienas modernas para extraer médula y nutrientes, pero al hacerlo aplastaba y se tragaba sus propios dientes”, agrega Qvarnström.
“Estas son sólo algunas sorpresas, pero en conjunto, ¡revelan la estructura de ecosistemas enteros de esa época!”.
Los dinosaurios surgieron hace aproximadamente 230 millones de años.
Pero al principio fueron eclipsados por otros animales, incluyendo grandes parientes de los cocodrilos y herbívoros del tamaño de elefantes.
Sin embargo, hace unos 200 millones de años, los dinosaurios pasaron a dominar y sus principales competidores desaparecieron.
“Abordamos el surgimiento de los dinosaurios de una manera completamente novedosa”, explica Qvarnström.
“Analizamos la evidencia alimentaria para deducir el papel ecológico de los dinosaurios a lo largo de sus primeros 30 millones de años de evolución“.
El estudio se centró en una región de Polonia con una gran cantidad de fósiles de ese período crucial.
“Estudiamos más de 100 kilogramos de heces fosilizadas”, señala Grzegorz Niedźwiedzki, paleontólogo y geólogo de la Universidad de Uppsala y del Instituto Geológico Polaco y otro de los autores del estudio.
Qvarnström y sus colegas examinaron más de 500 bromalitos y analizaron su contenido.
Los científicos utilizaron diferentes tipos de microscopios y una técnica conocida como microtomografía sincrotrón, que usa un acelerador de partículas para ver en detalle el interior de los fósiles.
El análisis de los materiales digestivos permitió a los investigadores descifrar “quién se comía a quién y ver esta tendencia durante un período de tiempo tan largo”, dice Qvarnström.
¿Cómo pueden los investigadores saber quién produjo esas heces?
Fósiles de huesos y huellas muestran qué animales estaban presentes en un momento determinado.
Y los investigadores dedujeron quién produjo un coprolito determinado basándose en factores como el tamaño y forma del fósil, y en el sistema digestivo de parientes vivos de estos animales extintos.
El equipo descubrió que el número y la variedad del contenido de los fósiles aumentaron con el tiempo.
Esto indica que los dinosaurios más grandes con hábitos alimentarios más diversos comenzaron a ganar prominencia a finales del período Triásico (hace entre 237 millones y 201 millones de años).
Al comparar los fósiles con datos de plantas de la época, los científicos descubrieron que el ascenso de los dinosaurios estuvo determinado por el azar y las adaptaciones.
Por ejemplo, el clima cambió y hubo un aumento de la humedad, lo que modificó la vegetación disponible.
Los dinosaurios pudieron adaptarse mejor que otros animales terrestres a este clima cambiante y a las modificaciones en la dieta que otros animales terrestres.
Otros cambios ambientales relacionados con el aumento de la actividad volcánica precipitaron una gama más amplia de plantas que explotaron dinosaurios herbívoros, cada vez más grandes.
La proliferación de grandes dinosaurios herbívoros llevó a su vez a la evolución de dinosaurios carnívoros más grandes.
“Lo que aprendimos fue que el surgimiento de los dinosaurios tomó bastante tiempo y fue realmente complejo”, dice Qvarnström.
El dominio de los dinosaurios “no sucedió de la noche a la mañana; los dinosaurios tuvieron que competir ferozmente con otros grupos de animales, y un poco de suerte influyó”.
La adaptabilidad de los primeros dinosaurios era vital, según el científico.
“Los animales con dietas más especializadas lucharon con los climas cambiantes”.
En cambio, “los animales con dietas más variadas parecen haber afrontado mejor los cambios ambientales, lo que fue crucial para el éxito temprano de los dinosaurios, mientras que los primeros dinosaurios se las arreglaron mejor con sus dietas variadas y su flexibilidad”.
El estudio ayuda a comprender cómo responde la vida a diferentes presiones, incluyendo las derivadas del cambio climático.
“Comprender los cambios de fauna del pasado puede influir en nuestro conocimiento de los ecosistemas actuales, que enfrentan importantes desafíos debido al cambio climático”, explica Qvarnström a BBC Mundo.
En el futuro, los científicos esperan estudiar bromalitos de otras regiones.
“Planeamos probar este modelo con fósiles de dinosaurios tempranos clave en otras regiones. América del Sur, donde se encontraron los primeros dinosaurios verdaderos, es un área que nos entusiasma especialmente explorar a continuación”.
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