La tarea de las y los editores de revistas científicas a menudo puede resultar desafiante, tanto por la elección de los mejores estándares de calidad argumentativa, como por el ritmo y la frecuencia de las publicaciones mismas. Las revistas de bioética y de ética médica no están exentas de estas dificultades, por eso conviene que sumen esfuerzos mediante foros y encuentros donde se compartan las buenas prácticas y se abran canales de colaboraciones futuras.
Recientemente se llevó a cabo el II Foro de Revistas Académicas de Bioética, organizado como parte de la sesión mensual de Ética y Bioética del Hospital Médica Sur y la Universidad Anáhuac. En dicho encuentro de revistas especializadas en temas de bioética surgió la pregunta en torno a qué elementos específicos de una publicación la caracterizarían como de “contenido bioético”, y si únicamente son las revistas de esta área las que deben dedicarse a la divulgación de los trabajos, o bien si otras revistas, cuyo contenido no sea explícito de bioética, también deberían colaborar en la difusión de esta interdisciplina a fin de coadyuvar en la generación de una cultura bioética y del avance del conocimiento en esta área.
Por esta razón la frontera entre las revistas de bioética y las de ética médica, incluso las de deontología, pueden converger en intereses comunes que permitan multiplicar espacios de divulgación en aras del beneficio social de la ciencia y de las humanidades.
Ahora bien, la relación entre bioética y ética médica no es del todo clara, aunque lo que queda claro —al menos conceptualmente— es que el universo de la bioética es mayor que el de la ética médica.
Mientras que la bioética abarca, entre otros temas, la reflexión sobre las intervenciones médicas y otras cuestiones tales como afectaciones a la salud de las personas y comunidades, debido a desplazamientos forzados, desigualdades sociales, inaccesibilidad a servicios de salud por políticas públicas, gobernanza mundial en salud, así como otros temas relevantes como la equidad de género, la integridad científica y académica, etc., la ética médica centra su mirada en los dilemas que surgen de la práctica médica y, concretamente, de la relación médico-paciente.
Así, aunque coincidentes en su metodología -a) hecho empírico; b) valores antropológicos y éticos, y c) marco jurídico vigente-, la ética médica se incluye en la bioética, pero ésta no queda limitada por la primera.
Es así como las revistas de bioética amplían su mirada y campo de publicaciones a estudios que van más allá de los problemas éticos de las consultas individuales o prácticas profesionales. Sin embargo, no pueden desatender tales problemas ya que, además, es en la ética médica donde se presenta la oportunidad para confirmar la metodología casuística que es uno de los métodos de la bioética clínica.
El documento de Érice de 1991 1 hizo un esfuerzo importante por definir tanto la bioética como la deontología médica, al hacer referencia a que la primera tiene como objeto de estudio los problemas éticos de las profesiones sanitarias, las investigaciones conductuales, los problemas sociales relacionados con políticas públicas, la medicina del trabajo, la salud internacional y las políticas de control demográfico, así como los problemas de la vida animal y vegetal en relación con la vida del hombre.
Además, en el documento se menciona que la bioética implica un análisis racional de la biomedicina en su intersección con el derecho y las ciencias humanas, y para ello elabora guías de orientación y su enfoque es multidisciplinar. Asimismo, afirma que la deontología médica tiene por objeto únicamente las normas de conducta de los profesionales sanitarios y dentro de éstas están las normas morales, las normas deontológicas y las jurídicas.
En este sentido, estoy convencida de que ambos enfoques son necesarios para generar una cultura basada en valores éticos como el respeto, el reconocimiento a la dignidad humana y a los derechos humanos, el valor de la vida y de la protección de la salud, la justicia, la solidaridad y la construcción del bien común, y por eso es necesario impulsar el encuentro de las revistas de ética médica y de bioética en tanto que son complementarias en lo referente al avance del conocimiento científico bajo una visión ética sólida y bien fundamentada.
Tanto la bioética como la ética médica muestran un interés legítimo por seguir construyendo a favor de una cultura de la vida y del cuidado y la promoción de la salud.
Las revistas existentes, así como los órganos de difusión principales, han hecho esfuerzos constantes por brindar plataformas estables, de acceso abierto y profesionales para divulgar los trabajos que, desde el día a día, se hacen en hospitales, centros de salud e instituciones educativas, y con ello han trazado un camino que va de lo particular a lo universal al definir nuevos paradigmas de pensamiento y solución de problemas y cuestionando los anteriores.
El camino de las publicaciones con contenido bioético aún es largo, hay mucho por hacer, pero a medida que nos vayamos encontrando, iremos generando un frente común para ofrecer espacios serios y rigurosos, de probada solidez argumentativa, tanto para los autores como para los lectores, y avanzaremos con ello en la construcción del conocimiento bioético.
* María Elizabeth de los Ríos Uriarte es profesora e investigadora del Instituto de Humanismo en Ciencias de la Salud, de la Facultad de Bioética de la Universidad Anáhuac (UA), México. Es licenciada y doctora en Filosofía por la Universidad Iberoamericana y maestra en Bioética por la UA, así como Research scholar de la Cátedra Unesco en Bioética y Derechos Humanos.
Las opiniones publicadas en este blog son responsabilidad exclusiva de sus autores. No expresan una opinión de consenso de los seminarios ni tampoco una posición institucional del PUB-UNAM. Todo comentario, réplica o crítica es bienvenido.
1 Documento de Érice sobre la relación de la bioética y la deontología médica con la medicina legal. Publicado en Medicina y Moral (1991) 41: 561-567.
El satélite más antiguo de Reino Unido está en el lugar equivocado en el cielo, pero nadie está seguro de quién lo movió.
Alguien movió el satélite más antiguo de Reino Unido y al parecer no hay registro de quién, cuándo ni por qué lo hizo.
Lanzado en 1969, apenas unos meses después de que los humanos pisaran por primera vez la Luna, el Skynet 1A fue colocado sobre la costa este de África para transmitir comunicaciones a las fuerzas británicas.
Cuando la nave dejó de funcionar unos años más tarde, se podría haber esperado que la gravedad lo empujara aún más hacia el este, sobre el océano Índico.
Pero hoy, curiosamente, el Skynet 1A está en realidad a medio planeta de distancia, en una posición de 36.000 km sobre el continente americano.
De acuerdo con la mecánica orbital es poco probable que la nave militar de media tonelada simplemente se haya desplazado hacia su ubicación actual.
Casi con toda seguridad, se le ordenó encender sus propulsores a mediados de la década de 1970 para dirigirlo hacia el oeste. La pregunta es quién fue y con qué autoridad y propósito.
Lo que intriga es que la información clave sobre un activo de seguridad nacional que alguna vez fue vital pueda evaporarse.
Pero, fascinación aparte, también podríamos preguntarnos, con razón, por qué sigue siendo importante.
Después de todo, estamos hablando de basura espacial desechada hace 50 años.
“Sigue siendo relevante porque quienquiera que haya movido Skynet 1A nos hizo pocos favores”, afirma el doctor Stuart Eve, consultor espacial.
“Ahora está en lo que llamamos ‘un pozo de gravedad’ a 105 grados de longitud oeste, vagando hacia adelante y hacia atrás como una canica en el fondo de un cuenco. Y desafortunadamente esto lo acerca regularmente al tráfico de otros satélites.
“Como está muerto, el riesgo es que pueda chocar con algo, y como es ‘nuestro’ satélite, todavía somos responsables de él”, explica.
El doctor Eves ha consultado catálogos de satélites antiguos y archivos nacionales y ha hablado con expertos en satélites de todo el mundo, pero no ha podido encontrar pistas sobre el comportamiento al final de la vida útil de la nave espacial más antigua de Reino Unido.
Puede resultar tentador recurrir a una o dos teorías de la conspiración, sobre todo porque es difícil oír el nombre “Skynet” y no pensar en el sistema de inteligencia artificial (IA) malévolo y consciente de sí mismo de la franquicia cinematográfica Terminator.
Pero no hay ninguna conexión más allá del nombre y, en cualquier caso, la vida real siempre es más prosaica.
Lo que sí sabemos es que el Skynet 1A fue fabricado en Estados Unidos por la ahora extinta compañía aeroespacial Philco Ford y lanzado al espacio por un cohete Delta de la Fuerza Aérea estadounidense (USAF).
“El primer satélite Skynet revolucionó la capacidad de telecomunicaciones de Reino Unido, lo que permitió a Londres comunicarse de forma segura con fuerzas británicas tan distantes como Singapur”, comentó el doctor Aaron Bateman en un artículo reciente sobre la historia del programa Skynet, que ahora está en su quinta generación.
“Sin embargo, desde un punto de vista tecnológico, el Skynet 1A era más estadounidense que británico, ya que Estados Unidos lo construyó y lo lanzó“.
Esta opinión la confirma Graham Davison, que voló el Skynet 1A a principios de los años 70 desde su centro de operaciones en Reino Unido en la base de la RAF (Real Fuerza Aérea) Oakhanger en Hampshire, Inglaterra.
“Los estadounidenses controlaron originalmente el satélite en órbita. Probaron todo nuestro software comparándolo con el suyo, antes de finalmente entregar el control a la RAF”, me dijo el ingeniero retirado hace tiempo.
“En esencia, había un control dual, pero temo que no recuerdo cuándo ni por qué Skynet 1A pudo haber sido devuelto a los estadounidenses, lo que parece probable”, afirmó Davison, que ahora tiene más de 80 años.
Rachel Hill, estudiante de doctorado del University College de Londres, también ha estado investigando los Archivos Nacionales.
Sus lecturas la han llevado a una posibilidad muy razonable.
“Un equipo de Skynet de Oakhanger podría haber ido a la instalación satelital de la USAF en Sunnyvale (coloquialmente conocida como el Cubo Azul) y pudo haber operado el Skynet durante ‘Oakout’, cuando la base Oakhanger estaba fuera de servicio por mantenimiento esencial y el control se transfirió temporalmente a EE.UU. ¿Quizás el traslado pudo haber ocurrido entonces?”, especuló Hill.
Los registros oficiales, aunque incompletos, del estado de Skynet 1A sugieren que el mando final quedó en manos de los estadounidenses cuando Oakhanger perdió de vista el satélite en junio de 1977.
Pero, independientemente de cómo Skynet 1A fue trasladado a su posición actual, al final se le permitió morir en un lugar incómodo cuando en realidad debería haber sido colocado en un “cementerio orbital”.
Esto se refiere a una región aún más alta en el cielo donde la basura espacial vieja no corre ningún riesgo de chocar con satélites de telecomunicaciones activos.
El cementerio es ahora una práctica habitual, pero en la década de 1970 nadie pensaba mucho en la sostenibilidad espacial.
Desde entonces, las actitudes han cambiado porque el espacio se está congestionando.
A 105 grados de longitud oeste, un satélite activo puede ver hasta cuatro veces al día un trozo de basura acercándose a 50 km de su posición.
Puede parecer que no están cerca el uno del otro, pero a las velocidades a las que se mueven estos objetos inactivos, están empezando a acercarse demasiado.
El Ministerio de Defensa afirmó que Skynet 1A estaba siendo monitoreado constantemente por el Centro Nacional de Operaciones Espaciales de Reino Unido.
Otros operadores de satélites reciben información si es probable que haya una conjunción particularmente cercana, en caso de que necesiten hacer maniobras evasivas.
En última instancia, sin embargo, el gobierno británico podría tener que pensar en trasladar el viejo satélite a un lugar más seguro.
Se están desarrollando tecnologías para atrapar la basura que queda en el espacio.
La Agencia Espacial de Reino Unido ya está financiando esfuerzos para hacerlo a altitudes más bajas, y los estadounidenses y los chinos han demostrado que es posible atrapar hardware antiguo incluso en el tipo de órbita alta ocupada por Skynet 1A.
“Los trozos de basura espacial son como bombas de relojería”, observó Moriba Jah, profesor de ingeniería aeroespacial en la Universidad de Texas en Austin.
“Tenemos que evitar lo que yo llamo eventos de superpropagación. Cuando estas cosas explotan o algo choca con ellas, se generan miles de piezas de escombros que luego se convierten en un peligro para algo que es más importante para nosotros”.
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