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¿Cómo gobernar en la excepción y no morir en el intento? Estrategias para burlar los límites democráticos (Parte 1)
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7 minutos de lectura

¿Cómo gobernar en la excepción y no morir en el intento? Estrategias para burlar los límites democráticos (Parte 1)

Si el propósito de un gobernante en turno es imponer su voluntad, más allá de los limites impuestos por las leyes, e incluso la razón, la historia reciente de las democracias en el mundo nos proporcionan ejemplos variados de los mecanismos que utiliza el poder para “burlarse”de las limitaciones que son impuestas por las leyes.
13 de marzo, 2025
Por: Ricardo A. Ortega Soriano

“Si yo ordenara a un general convertirse en ave marina,

y si el general no obedeciera, no sería la culpa del general.

Sería mi culpa”.

El rey del asteroide 325.

Saint-Exupéry, Antoine, El Principito.

En un pasaje por demás conocido, el Principito llega a una región del Universo en donde se ubicaba el asteroide 325 el cual se encontraba gobernado por un monarca, quien estaba ansioso de encontrar a un súbdito a quien pudiese mandar.

Dentro de su delirio por dar órdenes sobre lo que fuera y a quien tuviera enfrente, ese rey tenía una peculiaridad importante, pero extraña en estos tiempos. Sabía que la clave para gobernar se basaba en dar órdenes razonables. Decía: “Yo tengo el derecho de exigir obediencia porque mis órdenes son razonables”. No obstante que el argumento del monarca del cuento parece sensato, el problema es que esta idea para limitar el ejercicio del poder recae en la autolimitación que se imponga el propio monarca que dicta las órdenes.

Si lo pensamos un poco más, el gran problema de las monarquías absolutistas consiste en que la felicidad del reino depende de la conciencia y decisión del propio monarca para dar órdenes razonables. Bajo este supuesto, un rey que dicta órdenes en función de su estado de ánimo, o en función de sus propias ocurrencias, condenará irremediablemente a su pueblo a caer en un abismo. Pensemos en un ejemplo absurdo y poco probable: ¿por qué no ordenamos que en menos de dos años todas las juezas y jueces del reino sean despedidos de manera fulminante, a ver qué pasa?

Frente al riesgo que supone quedar a merced de un rey bueno o un rey malo que de manera voluntaria autolimite y regule su propio poder, los denominados Estados democráticos establecieron mecanismos para contener “la voluntad irracional” y las ocurrencias de los gobernantes en turno, más allá del propio esfuerzo y conciencia de quienes gobiernan. La construcción de los ideales del denominado “Estado de derecho” precisamente se encaminaron a este propósito, es decir, a crear leyes que pongan límites a los poderes en turno. En términos más simples, la idea del Derecho como límite del ejercicio del poder.

Bajo esta premisa, la idea misma del Estado de derecho determinaba aspectos clave para el ejercicio del poder: las personas pueden hacer todo aquello que deseen (libertades), mientras que las autoridades sólo pueden hacer aquello que les está expresamente facultado por las propias leyes (mandatos acotados). En su fórmula más acabada, dentro del denominado Estado Constitucional de Derecho, el actuar de las autoridades se limitó no sólo para actuar dentro del mandato de las leyes, sino a no afectar y, por el contrario, proteger y garantizar los derechos de las personas. Este modelo como se puede ver confía más en la distribución del poder, que en la conciencia de un monarca que de buena gana asuma autolimitarse o ejercer de manera responsable el poder.

Sin embargo, en los últimos años hemos sido testigos de un fenómeno muy interesante que se caracteriza por al menos los siguientes elementos: a) Parece ser que a muchas y muchos gobernantes, las leyes, los derechos y general cualquier clase de límites les irritan o enfurecen, y b) Hemos visto una tendencia, cada vez más creciente, orientada a buscar la manera de darle la vuelta a esos límites que tanto les irritan y enfurecen.

Por ello, si el propósito de un gobernante en turno es imponer su voluntad, más allá de los limites impuestos por las leyes, e incluso la razón, la historia reciente de las democracias en el mundo nos proporcionan ejemplos variados de los mecanismos que utiliza el poder para “burlarse”de las limitaciones que son impuestas por las leyes.

Para ilustrar lo anterior, quisiera plantear el siguiente ejemplo. En menos de 50 días, el presidente Trump emitió la no despreciable cantidad de 83 órdenes ejecutivas (executive orders). ¿Qué es lo relevante de este dato? En un modelo democrático con cierta solidez institucional, como son los Estados Unidos de América, no es difícil observar que los presidentes suelen emitir una cantidad importante de este tipo de instrumentos.

En los Estados Unidos, una orden ejecutiva equivale a un decreto emitido por el Poder Ejecutivo (generalmente dirigido a quienes integran el gobierno) en donde ordena que algo sea realizado. En términos generales, podría decirse que las órdenes ejecutivas constituyen una atribución legítima por medio de la cual, un presidente ordena a la administración que se haga o se deje de hacer algo. ¿Pero si la facultad de emitir una orden ejecutiva es una atribución constitucional con la que cuenta un presidente, cuál sería el problema con el número de órdenes emitidas por el presidente Trump durante estos 50 días de mandato?

En realidad, el problema no son en si las órdenes ejecutivas en sí mismas, sino la manera en que estas son utilizadas. Cuando el propósito de una orden ejecutiva consiste en la aplicación específica de un mandato que legalmente tiene un presidente, el uso de las órdenes ejecutivas, más que un problema, es un mecanismo adecuado para lograr un mejor funcionamiento de la administración pública.

Sin embargo, el problema es que el presidente Trump utiliza las órdenes ejecutivas más que como una herramienta administrativa, como una forma de suplantar decisiones que correspondería tomar al Congreso a través de leyes. Así, decisiones tan controvertidas como la cancelación del programa de admisión de personas refugiadas; la limitación del derecho a la ciudadanía por nacimiento a hijas e hijos de personas migrantes que no cuentan con documentos; la decisión de eliminar el reconocimiento de identidades de género no binarias o de prohibir el uso de fondos federales para tratamientos de afirmación de género, entre muchos otros aspectos, revelan que el uso de este tipo de “órdenes ejecutivas” que, además se encuentran bajo la más amplia discresionalidad unipersonal del presidente, como mecanismos para dejar sin efecto leyes o incluso para anular decretos.

Sin embargo, alguien podría decir con total razón que por fortuna existirían juezas y jueces que podrían bloquear o suspender tales decisiones. La respuesta es correcta. Sin embargo, existen formas de poder burlarlo. Basta que, una vez que sea invalidada la medida, el presidente insista con una nueva orden con alguna leve variación para que la medida vuelva a tener vigencia en tanto los tribunales, luego de algunos meses vuelven a invalidarla. Si miramos atrás y observamos su primer mandato del presidente Trump podemos observar cómo la orden ejecutiva orientada a la prohibición de que personas musulmanas viajaran a los Estados Unidos fue redactada en más de dos ocasiones, luego de ser invalidada por los tribunales. Como se puede ver, más allá de que las y los jueces invaliden en algún momento la medida, en la práctica se ha burlado por completo la voluntad del legislador.

Quizá el esquema referido a las “órdenes ejecutivas” es un modelo que es utilizado en contextos con cierta fortaleza institucional y donde los contrapesos democráticos funcionan. En el caso mexicano, el presidente Andrés Manuel López Obrador utilizó en 2022 un esquema similar para incorporar la Guardia Nacional en la Secretaría de la Defensa Nacional, invalidando de facto una disposición constitucional que exigía que este cuerpo de seguridad tuviese un carácter eminentemente civil. Esto mismo ocurrió cuando el 18 de mayo de 2023, el mismo entonces presidente López Obrador emitiera una segunda versión del decreto por el que se declaró que las obras de infraestructura a nivel federal debían ser consideraradas como temas de “seguridad nacional”, como una consecuencia a la decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de invalidar el anterior decreto asociado con el mismo tema. En la práctica, el propósito de tales decretos fue el mismo: mantener a toda costa la voluntad presidencial.

Desgraciadamente, este tipo de mecanismos no sólo son empleados de manera constante, sino que incluso suelen ser el preámbulo para otro tipo de estrategias que se encuentran orientadas a burlar cualquier tipo de contrapesos democráticos. Existen diferentes esquemas, algunos más o menos sofisticados que, por desgracia, cada vez son empleadas de manera más constante y sistemática por algunos gobiernos, pero en donde la intención manifiesta es imponer la voluntad del que manda. Por desgracia a diferencia de lo que sucede en el Principito: la razonabilidad de las órdenes es lo que menos importa y en donde los contrapesos para combatir órdenes irracionales son prácticamente demolidos.

* Ricardo A. Ortega Soriano es Director del Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana. Las opiniones expuestas en este texto son a título personal.

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Imagen BBC
“Es mucho peor que cruzar el Darién”: las peligrosas rutas marítimas desde Panamá a Colombia que usan los migrantes venezolanos
9 minutos de lectura

Cientos de venezolanos regresan a su país tras desistir de llegar a EU. El trayecto más difícil y más costoso en su camino es el que hay entre Panamá y Colombia.

06 de marzo, 2025
Por: BBC News Mundo
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“Si pudiera devolver el tiempo, jamás pasaría por eso”, dice Carlos*, un migrante venezolano, refiriéndose a la ruta que hizo en lancha desde Panamá hasta Colombia.

Él es uno de los cientos de migrantes que decidieron regresar a su país a raíz de que Donald Trump eliminara las opciones que tenían para cruzar la frontera de Estados Unidos legalmente como solicitantes de asilo.

La lancha en la que iba este lunes con su esposa y sus hijos de 8 y 12 años desde Puerto Obaldía, Panamá, hasta Capurganá, Colombia, se quedó varada en mar abierto.

“Le entró agua al motor y quedamos flotando a mar abierto”, relata Carlos para BBC Mundo. “Llamaron a un lanchero para que nos fuera a rescatar, pero cuando llegó, chocó con nuestra lancha, se montó encima de nosotros y casi nos volteamos”.

El choque le abrió un hueco a la lancha, por el que se empezó a entrar el agua. Afortunadamente, otra embarcación los rescató y los llevó de vuelta a Puerto Obaldía.

Más tarde, y tras algunas reparaciones, Carlos y su familia volvieron a zarpar en la misma lancha y lograron llegar a Capurganá.

El trayecto entre Panamá y Colombia es el más complicado del viaje entre Norteamérica y Suramérica porque no hay carreteras que unan a los dos países.

La gran mayoría de los migrantes atravesaron de ida la peligrosa selva del Darién, una travesía en la cual murieron 84 personas en 2023 y 55 en 2024, según cifras del gobierno de Panamá.

Ahora, para evitar hacerlo de nuevo y por las fuertes restricciones que ha implementado Panamá al tránsito por el Darién, están cruzando por mar.

Para Carlos, lo que vivió en la lancha fue mucho peor que vivió hace seis meses en la selva. La define como una experiencia “traumática”.

“La lancha en mar abierto brinca más de un metro y cae como si estuvieran tirándote de golpe al piso. Sientes como si te estuvieran dando un golpe con un palo en la espalda, en las piernas”.

El choque no fue el único incidente que vivió en la ruta. En un momento, se quedaron sin combustible. Y en otro, el patrón perdió el control del volante y la lancha se ladeó tanto que Carlos quedó parcialmente sumergido en el agua.

Su prioridad cuando iba en la lancha, sin embargo, era mantener agarrados a sus hijos y distraerlos del miedo que sentían.

“Yo lo pienso ahorita y digo: ¿cómo pudimos exponer nuestras vidas así?”.

Mapa de las rutas del flujo inverso
BBC

Según el presidente de Panamá, José Raúl Mulino, más de 2.200 migrantes llegaron a ese país durante febrero en su camino de regreso hacia Venezuela.

No se sabe cuántos de ellos han salido en lanchas hacia Colombia, pero estas se han convertido en el principal medio de transporte para los migrantes que regresan.

El sábado 22 de febrero una lancha que zarpó de Cartí, en la comarca indígena Guna Yala, naufragó con 21 pasajeros —19 de ellos migrantes— en medio de la noche.

El Servicio Nacional de Fronteras de Panamá confirmó que logró rescatar a 20 de ellos, pero una niña venezolana de 8 años falleció.

Según un experto consultado por BBC Mundo, la ruta que siguen las lanchas que transportan migrantes no es particularmente difícil.

Sin embargo, los vientos alisios, que son más intensos entre enero y abril, sí provocan mareas altas que pueden ser amenazantes para las lanchas abiertas, como aquellas en las que se trasladan los migrantes. No son embarcaciones diseñadas para trayectos tan largos.

A pesar de los riesgos, en TikTok y grupos de WhatsApp, cientos de migrantes venezolanos se alientan mutuamente a realizar el viaje y se felicitan cuando logran llegar al otro lado.

“Es una tranquilidad que no tiene precio llegar a Necoclí (Colombia)”, escribe uno de ellos. “Ni aunque me pagaran $5.000 (unos US$245) semanales, me quedaba un día más en México”, escribe otro.

Las rutas

Las rutas marítimas improvisadas que han usado cientos de migrantes en las últimas semanas para llegar a Colombia arrancan desde dos puntos: uno en la comarca de Guna Yala y otro en la provincia de Colón, en Panamá.

Guna Yala es una comarca indígena en el noreste del país que se extiende a lo largo de la costa Caribe desde la frontera con Colombia. Es, por ende, el lugar más cercano desde donde llegar por mar a Necoclí.

Desde que ocurrió el naufragio del 21 de febrero, sin embargo, dejaron de zarpar lanchas desde Guna Yala y se trasladó todo el transporte de migrantes a la provincia de Colón, según informan fuentes en el terreno.

Mapa Colombia y Panamá
BBC

Las autoridades indígenas de Guna Yala le dijeron a BBC Mundo que, desde antes del naufragio, habían advertido de que a su territorio estaban llegando decenas de migrantes en carros particulares, taxis y a pie para embarcarse en las lanchas.

“Lamentablemente, Gunayala no está en condiciones de recibir y atender a esos seres humanos en condiciones adecuadas, y nos sorprende que ni las Naciones Unidas ni el gobierno de Panamá hayan puesto recursos para un albergue, botes, carros o alimentación para atender estas personas”, decía un comunicado del Congreso General Gunayala.

Las embarcaciones desde Guna Yala zarpaban en Cartí y llegaban hasta Puerto Obaldía, un corregimiento muy cerca de la frontera con Colombia. Ese trayecto toma al menos 7 horas.

A pesar de que la instrucción expresa de las autoridades de Guna Yala es no navegar después de las 5:00 pm, la lancha que naufragó el 22 de febrero viajaba en medio de la noche.

Lancha con migrantes en el muelle de Puerto Cartí, Panamá
Getty Images
La embarcación en las lanchas en Puerto Cartí el 21 de febrero al parecer fue vigilada por miembros de la fuerza pública panameña.

BBC Mundo contactó con las autoridades panameñas para saber cuál ha sido su papel en el transporte de los migrantes que van de norte a sur, pero no obtuvo respuesta.

Sin embargo, fotos que tomó la agencia de noticias AFP en Puerto Cartí el 21 de febrero mostraban a miembros de la fuerza pública panameña vigilando el muelle mientras los migrantes embarcaban.

Ese mismo día y de ese mismo lugar zarpó la embarcación que naufragó.

US$300 hasta Necoclí

La otra ruta, que es por la que avanzan hacia su destino casi todos los migrantes desde que ocurrió el naufragio, arranca en Miramar, un corregimiento en la provincia de Colón.

Ahí, los migrantes abordan una primera lancha que para en Gaigirgordub, una isla en la comarca de Guna Yala, y llega hasta Puerto Obaldía. Es un viaje que toma aproximadamente unas 9 horas.

“Realmente hay que vivirlo para poder entenderlo”, le contó a BBC Mundo Rafael*, otro migrante que realizó la travesía.

“Tu vida depende depende de otra persona, a a la que no le importan tus miedos o los golpes que estás sufriendo. Ellos solo quieren llegar”.

“Había un conductor de una lancha que iba a toda mecha y tomando licor”, agregó.

Según los testimonios que recogió BBC Mundo, en Puerto Obaldía los migrantes se quedan una noche. Ahí, hay un puesto de control de las autoridades panameñas donde les revisan los documentos.

Los transportistas les dicen que la comida y el hospedaje de esa noche están incluidos en el precio que pagan, pero eso no es así, según Rafael.

“No te dan agua, ni siquiera agua dulce para que te puedas bañar”, le dijo a BBC Mundo.

Al día siguiente, otra lancha los lleva desde allí hasta Capurganá, un trayecto que toma unos 25 minutos.

En Capurganá, cambian nuevamente de lancha a otra más grande para ir hacia Necoclí o Turbo, dos municipios colombianos relativamente bien conectados desde donde los migrantes pueden continuar su camino por tierra.

Según Carlos, la lancha que lo llevó de Capurganá a Necoclí tenía capacidad para 63 personas, pero en ella iban 68.

En grupos de Whatsapp, algunos migrantes afirman que los patrones de las lanchas les habían vendido un paquete que supuestamente los llevaría hasta Necoclí pero terminaron dejándolos en Puerto Obaldía, a mitad de camino.

Migrantes venezolanos en una lancha en Puerto Carti
Getty Images
Según el gobierno panameño, son más de 2.900 los migrantes que han llegado a Panamá en el “flujo inverso” desde México.

El paso entre Panamá y Colombia es lo más caro de todo el viaje desde México hasta Venezuela.

Las lanchas cobran aproximadamente unos US$300 por persona por llevar a los migrantes desde el Caribe panameño hasta Necoclí.

A eso se suman otros US$200 que les cuesta más o menos a cada uno llegar desde Tapachula, México, hasta Panamá, un trayecto que hacen en autobús y toma más o menos cinco días.

Reunir ese dinero en México, sobre todo para las familias con niños, es muy difícil, según los testimonios que recogió BBC Mundo.

Por ende, muchos que no tienen cómo pagar el precio de las lanchas han quedado varados en albergues en la provincia del Darién.

Es el caso de Adrianyela, una migrante que logró llegar con su hija de dos años hasta Panamá con el dinero que ganó vendiendo dulces, pidiendo en la calle y limpiando vidrios en el camino.

Como no tiene la cantidad necesaria para seguir, lleva dos semanas en la Estación Temporal de Recepción de Migrantes de Lajas Blancas, de donde no tiene como salir y donde la infraestructura es muy precaria.

El presidente Mulino ha dicho en varias ocasiones que está trabajando para llegar a un acuerdo con Colombia que permita que los migrantes venezolanos que se encuentran en albergues panameños, como Adrianyela, sean trasladados en vuelos humanitarios hasta Cúcuta.

Sin embargo, por el momento no se conoce ningún acuerdo binacional para que Colombia reciba a migrantes provenientes de Panamá.

BBC Mundo consultó a Migración Colombia y a la Cancillería colombiana en qué punto se encuentra esa negociación y qué medidas se están tomando ante la llegada de migrantes de regreso, pero no recibió respuesta.

Lancha con migrantes
Getty Images
Los migrantes venezolanos han zarpado desde muelles en la provincia de Colón y la comarca Guna Yala.

A muchos de los migrantes, la alternativa que les queda es pedirles a sus familiares y amigos que les envíen dinero dinero para poder continuar su camino.

“Los familiares por nosotros hasta se endeudan con tal de vernos a nosotros bien”, decía uno de los migrantes en un grupo de Whatsapp.

“Cuando uno anda loco por irse, no le importa el costo ni de los pasajes de bus ni de las lanchas. Lo importante es llegar bien, abrazar a la familia y a los hijos”, escribía otro.

Con todo y los riesgos, subirse a una de esas lanchas es el mayor deseo de muchos migrantes en la medida en que los acercan a la posibilidad de rehacer su vida luego de meses viajando, sin poder llegar a su destino final, EE.UU.

A pesar de que la situación económica y política en Venezuela por la que decidieron migrar sigue igual, volver para muchos de los migrantes es la manera de dejar atrás meses en los que se han enfrentado a xenofobia, robos, estafas e incluso secuestros.

“Por todo lo que viví, estoy superemocionado de llegar a Venezuela”, dice Carlos.

“Los migrantes solo queremos regresar a casa y dejar atrás tantas penurias y frustraciones”, concluye Rafael.

*Los nombres fueron cambiados por petición de los migrantes.

Línea gris
BBC

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