“Y en la cruel arena el gladiador mantiene su esperanza,
aunque la multitud amenazante muestre su pulgar hostil”. 1
Los gestos con el pulgar en los combates de gladiadores,
Fornés Pallicer M.A. y Puig Rodríguez Escalona M.
Las referencias son imprecisas, y en ocasiones no queda claro en dónde termina la historia y dónde comienza la ficción. Se dice que en el coliseo romano (hay discusiones que no vienen a cuento ahora sobre si la sentencia de muerte ocurría con el pulgar hacia abajo, como muestran las películas de Hollywood, o bien ello ocurría con el pulgar en forma horizontal o de alguna otra manera), el pulgar del César mirando el clamor del pueblo emitía una sentencia que podía llevar a la muerte al gladiador.
Más allá de que este episodio pueda tener validez histórica o que sus múltiples formas de interpretación sean solo producto de una ficción cinematográfica, me parece que el ejemplo resulta de gran ayuda para hablar sobre la realidad de las y los jueces de consigna. Si seguimos con el ejemplo, no importa que tan bien haya peleado el gladiador en el coliseo, si el pueblo clama a gritos una sentencia de muerte, el juez se sentirá obligado a cumplir tal sentencia, guiado por el llamado popular. No importan los méritos del caso, lo que importa es el sentir del público basado en cuestiones tan subjetivas como la apariencia, los prejuicios que pudieran aflorar por la nacionalidad, el color de la piel, o la animadversión que alguna característica pudiera generar ese gladiador en la gran audiencia.
Una juzgadora o juzgador de consigna es aquel cuya resolución ya se encuentra decidida sin importar qué pueda ocurrir en un juicio. No importan las pruebas que existan en un expediente, no importa que la persona acusada haya o no participado en los hechos que se juzgan: un juez de consigna llega al juicio para simplemente expresar algo que ya está previamente decidido y comprometido con alguien, de alguna manera.
Pero aquí la pregunta se torna interesante. ¿Qué provoca la existencia de juezas y jueces de consigna en un país, cuando precisamente en una democracia constitucional esto se encuentra prohibido? La función judicial exige que quien juzga actúe de forma imparcial e independiente. Esto significa que un caso deberá ser decidido con base en los hechos y las pruebas. Quien decide no puede tomar una decisión como consecuencia de las presiones externas, o de favorecer ciertos intereses que le son impuestos. En pocas palabras, debe garantizar a quienes participan en una contienda judicial que su caso será decidido de manera justa.
Para evitar la existencia de juezas y jueces de consigna, desde el derecho internacional se crearon reglas que tienen como propósito asegurar que el trabajo de juezas y jueces se realice con objetividad, imparcialidad e independencia. Por ello, estas reglas han puesto su acento en tres cuestiones: cómo deben ser nombradas juezas y jueces; cómo asegurar su inamovilidad en el encargo, y qué causas podrían justificar su remoción. Nombramiento, estabilidad y condiciones para su destitución son la triada que permite asegurar que una sociedad cuente con juezas y jueces que se encuentren en condiciones de realizar adecuadamente su trabajo.
Cuando pensamos en el primero de estos elementos, deberíamos asegurar que las personas que tendrán la encomienda de juzgar cuenten con los conocimientos y solvencia técnica para resolver un caso, y que tienen la independencia suficiente tanto del poder político como del poder económico para no estar sometidos a sus designios. De la misma manera, estas personas deben tener la seguridad de que podrán decidir los casos en completa libertad, teniendo como la única y gran limitación que su decisión deberá estar justificada en argumentos basados en los hechos y la evidencia que se presente en el juicio y el dictado de la ley, por lo que si sus decisiones molestan o incomodan tanto al clamor popular como al poder político en turno, deberían tener la confianza de que no serán destituidos o enjuiciados por haber decidido de un caso de cierta manera.
Si regresamos a nuestro ejemplo inicial, el juez que se encuentra en medio del coliseo debería ser capaz de imponerse frente al clamor popular. Debería ser capaz de tomar una decisión objetiva e imparcial sin verse sometido a las presiones del medio que le exige tomar una decisión en determinado sentido. Es posible que la decisión que tome sea impopular, pero debería ser capaz de tomarla y el Estado tendría que acompañarle para que pueda tomarla sin tener que enfrentar consecuencias negativas. En un coliseo tan enardecido en donde el público clama y grita en medio de una estridencia tan grande como podríamos imaginar, no es fácil que quien juzga pueda enfrentarse a ese clamor, y por ello debería tener la protección necesaria para desempeñar su función sin el temor de ser víctima de un linchamiento público.
Precisamente por eso resultan tan relevantes las garantías de independencia judicial. Precisamente por ello es tan valioso que los sistemas de justicia se construyan en torno a ellas. Su existencia nos permite, como sociedad, tener la confianza de que quienes deciden un caso no quedarán a merced de las pasiones sociales ni las venganzas de quienes detentan el poder en alguna de sus dimensiones.
En el caso de México, una de las principales preguntas que tendríamos que hacernos de manera genuina es si la reforma al Poder Judicial se encuentra alineada con tales garantías de independencia de juezas y jueces, o si por el contrario su diseño erosiona tales elementos.
En términos generales, la decisión de elegir a juezas y jueces de todos los niveles a través de una elección popular parece que, al menos conceptualmente, somete a quienes realizarán tal función a la necesidad de supeditarse a los designios del gran elector, o incluso de quienes se movilizarán para llevar votos a su favor (aquí desde luego caben actores tanto legales como ilegales). ¿Cómo puede esa juzgadora o ese juzgador oponerse al clamor del público cuando es ese gran público quien votará y le permitirá llegar y posteriormente mantenerse en el cargo? ¿Cómo podrá tomar decisiones justas, aunque sean impopulares? Si volvemos a nuestro ejemplo imaginario del inicio, el juez de la contienda de gladiadores está dispuesto a decidir conforme al clamor popular. Para él, la justicia claramente pasa a un segundo término porque su mayor incentivo está en complacer a la gran audiencia, aunque cometa una injusticia. El circo romano claramente no estaba diseñado para satisfacer aspiraciones de justicia.
El papel que desarrollan las juezas y los jueces en una sociedad es tan importante que debería evitar que estas personas tengan que mantener una lealtad con quienes les votan o de quienes promueven su voto. Su lealtad tendría que estar con los imperativos de justicia que se traducen en asegurar la mayor objetividad posible y poder tomar decisiones que puedan incluso molestar o incomodar a la gran audiencia o al poder político o económico que le han permitido ser votado.
Su permanencia en el puesto debería estar garantizada sobre bases sólidas. ¿Cómo puedo decidir libremente un caso, si esa decisión ocasionará que quienes votaron por mí se molesten y seguramente no me reelegirán? Si sumamos este aspecto con la denostación pública que se realiza desde el poder político de aquellas juzgadoras o juzgadores que resuelven cosas que le incomodan, entonces encontraremos una mezcla perfecta de incentivos que se mueven en sentido negativo. Si mi permanencia en el puesto depende de satisfacer las pasiones de la mayoría y no incomodar al poder político en turno imaginemos entonces el tipo de justicia que estamos construyendo.
Seguramente aquí aparecerá el conocido argumento que afirma que el sistema de justicia que teníamos tampoco garantizaba los imperativos de la justicia. Por supuesto que esa afirmación es cierta, pero la idea de una reforma a un sistema de justicia consiste en generar condiciones para mejorar dicho sistema de justicia, no para hacerlo más débil.
Pero no sólo la elección de juezas y jueces pone los incentivos del lado equivocado. Parecería ser que el diseño de la reforma Judicial en México pone los acentos justo en el lado contrario a donde marcan los estándares internacionales. Si pensamos en las condiciones de estabilidad que requieren juzgadoras y juzgadores, los incentivos no parecen mejorar mucho. La idea misma de someter a juezas y jueces a un proceso de reelección ya implica someter su estabilidad a las condiciones de sometimiento que hemos analizado previamente.
Si a ese sometimiento sumamos la existencia de un Tribunal de Disciplina que también será conformado mediante un proceso de elección popular, y cuyo papel no parece limitarse a la sanción de faltas a la impartición de justicia, sino a la posibilidad de actuar como censor del criterio de juezas y jueces, nuevamente los incentivos se colocan del lado equivocado. Juzgadoras y juzgadores sometidos por la amenaza permanente de ofender al poder político o al clamor popular y, como consecuencia de ello, tener que enfrentar procedimientos disciplinarios orientados a que corrijan su posición.
Con todos estos elementos, resulta particularmente difícil evitar la existencia de juezas y jueces de consigna. La reforma judicial ha logrado someter a juezas y jueces a los designios del gran elector. Como en el coliseo romano, las decisiones dependerán del clamor popular aunque la justicia sea relegada nuevamente. Reconstruir el sistema de justicia será una tarea compleja y que requerirá revertir todos estos incentivos. El camino parece muy largo.
* Ricardo A. Ortega Soriano es Director del Departamento de Derecho de la Universidad Iberoamericana. Las opiniones expuestas en este texto son a título personal.
1 Anthología Laina, vol. I. Ed. D.R Shackleton Bailey, Stuuugart, Teubner, 1982. P.2010, en Fornés Pallicer M.A. y Puig Rodríguez Escalona, M. Los gestos con el pulgar en los combates de gladiadores.
Las largas y frías noches suecas pueden disuadirte de ir en invierno, a menos que busques ese lujo esquivo del siglo XXI: dormir bien.
El transbordador atraviesa las heladas aguas del Báltico mientras recorre el archipiélago sueco oriental. Nombres de lugares como Skarpö, Hjälmö y Gällnö están pintados en las cabañas de color rojizo que bordean los embarcaderos. El sufijo “Ö” significa isla en sueco, una representación pictórica de una masa de tierra rodeada de mar con dos personas diminutas a punto de atracar.
Soy la única persona que desembarca en Svartsö, una de las pocas islas del archipiélago donde el alojamiento permanece abierto en invierno. Avanzo por un camino nevado hasta Skärgårdshotell, donde me asignan una cabaña al borde de un bosque con vistas a la oscura extensión del lago Svartsöfladen. Es lo más lejos que se puede estar de todo.
Mi habitación es la simplicidad sueca en estado puro: una cama, una silla y una mesilla de noche. No hay televisión ni mucho más que me distraiga de la prístina tranquilidad de mi entorno. Y menos mal, porque estoy aquí sobre todo para dormir.
En la era de la conectividad incesante, dormir se ha convertido en el lujo supremo y ha dado lugar a una nueva tendencia en los viajes: el turismo del sueño, en el que los viajeros privados de sueño eligen su hotel en función de las almohadas o reservan retiros para dormir alejados de todo, con actividades específicas para inducir el sueño.
Sin embargo, Suecia tiene un enfoque diferente y más natural del turismo del sueño, que se inspira en el paisaje y en un modo de vida más tradicional. A menudo asociada a ciudades bulliciosas como Estocolmo y Gotemburgo, Suecia abraza su lado más somnoliento cuando llega el invierno e invita a los visitantes a hacer lo mismo.
“La abundancia de naturaleza accesible combinada con noches oscuras, temperaturas frescas y un énfasis cultural en la relajación, hacen de Suecia un lugar ideal para el turismo del sueño”, explica Christian Benedict, investigador del sueño de la Universidad sueca de Uppsala.
“Los estudios han demostrado que la tecnología y la forma en que incide en nuestra vida tienen un efecto significativo en nuestro sueño, y pasar más tiempo en la naturaleza está relacionado con una mejor salud mental y menos noches sin dormir“.
Cuando decidí probarlo por mí misma, elegí el archipiélago de Estocolmo, un paraíso para los amantes de la naturaleza con más de 30.000 islas, muchas de ellas deshabitadas. Svartsö es una de las islas más grandes, pero sólo tiene unos 65 habitantes todo el año. A dos horas en ferry de Estocolmo, en verano es una escapada popular que atrae a veraneantes y turistas para pasear, nadar, montar en bicicleta o en kayak.
En los meses de invierno, el Skärgårdshotell es el único alojamiento abierto y sus acogedoras cabañas en el bosque, alejadas del edificio principal, ofrecen el tipo de paz y tranquilidad que busco, sin dejarme completamente aislada en la naturaleza.
Soy una urbanita de mente inquieta. Suelo despertarme varias veces por la noche y me levanto temprano sintiendo la necesidad de abordar la larga lista de cosas que me han mantenido despierta. Aquí, en la isla, en invierno, me queda poco por hacer, salvo caminar, leer y observar los ritmos del día de una forma que no puedo hacer cuando estoy en la ciudad.
Svartsö significa literalmente “la isla negra”, en referencia al oscuro lecho de granito, aunque en invierno el nombre podría referirse simplemente a los cielos oscuros, completamente libres del resplandor de las ciudades.
Más al norte, en el Círculo Polar Ártico, donde la noche polar cubre la tierra de oscuridad durante meses, lejos de quedarse en casa, los habitantes se atan linternas frontales y exploran senderos nevados.
Así que hago lo mismo y salgo al atardecer entre campos de ovejas, cerdos y cabras. Me dirijo al borde del bosque y desciendo hasta el mar, observando cómo el sol cae en el agua y escuchando cómo el ruidoso taladro de un pájaro carpintero se detiene, casi como si se hubiera accionado un interruptor. El bosque circundante se queda en silencio mientras la Tierra se dispone a dormir bajo un pesado manto de nieve.
Encuentro la sauna del hotel discretamente escondida entre los árboles y termino el día al clásico estilo escandinavo, sudando todas las preocupaciones que podrían mantenerme despierta, seguido de una zambullida en el vigorizante mar.
Tras una cena sencilla, me siento junto al fuego y hablo con un grupo de kayakistas que remó hasta aquí desde Estocolmo. “Tradicionalmente, en los meses más oscuros, el fuego era importante para calentarse y alumbrarse, pero también como parte del ritual nocturno”, me cuenta Marie. “Después de cenar, la gente se acurrucaba alrededor del fuego y dejaba que el parpadeo de las llamas calmara todas las tensiones del día de trabajo”.
A mí me funciona. De hecho, me resulta tan soporífero que a las 20:00 ya estoy lista para retirarme a mi cabaña, donde me acurruco bajo un edredón y duermo unas 10 horas inauditas.
Es fácil pensar que la falta de sueño es un problema muy del siglo XXI, pero la leyenda sueca de la Mara demuestra que es tan antigua como el bosque. Mara, un extraño ser mítico del que se decía que torturaba a la gente mientras dormía, provocándole miedo y opresión en el pecho, dio origen a la palabra “pesadilla”.
Pero en los tiempos modernos, las distracciones tecnológicas han sustituido a las criaturas míticas, ya que cada vez son más las personas que luchan por conciliar el sueño.
“Suecia es una de las sociedades más digitalizadas de Europa y fue una de las primeras en adoptar la digitalización”, explica Thérèse Cedercreutz, directora comercial del grupo sueco Scandic Hotels. “Nuestro interés por el sueño, y sobre todo por la falta de él, se debe a esto y a una mayor conciencia de su impacto en nuestra salud, que nos hemos propuesto contrarrestar con una serie de medidas”.
En todo el mundo, otros hoteles, tanto urbanos como remotos, están yendo varios pasos más allá.
El Hotel Cadogan de Londres cuenta con un servicio especializado desarrollado en colaboración con el hipnoterapeuta y experto en sueño Malminder Gill, que ofrece un programa de meditación guiada para dormir. El Mandarín Oriental de Ginebra ofrece un paquete de tres días, en colaboración con una clínica privada del sueño, que incluye el estudio de los patrones de sueño de los huéspedes y la creación de programas de sueño individuales.
En Tailandia, en medio de la vegetación tropical de la Costa Real, el naturópata residente del complejo Civa-Som Hua Hin te guiará en todos los aspectos, desde la dieta hasta las hormonas que puedan estar afectando los ritmos circadianos. Por su parte, el Carillon Miami Wellness Resort utiliza tecnologías electromagnéticas y de infrarrojos para conciliar el sueño.
“Nuestros clientes nos decían que se sentían agotados en general y esto parecía deberse con frecuencia a la falta de sueño”, explica Stella Photi, fundadora de la empresa de vacaciones Wellbeing Escapes.
“Intentamos incorporar elementos de las culturas locales a nuestros programas de sueño. En países budistas como Tailandia o Sri Lanka ofrecemos meditación y atención plena. En India, los tratamientos ayurvédicos utilizan hierbas locales; y en Italia, los paseos guiados por los viñedos forman parte de un programa de actividades que favorecen el sueño”.
En Suecia, sin embargo, es la experiencia de estar en la naturaleza lo que constituye la base del turismo del sueño. “El lema de la naturaleza es ‘hazlo sencillo'”, dice Jennie Walker, fundadora de Walkers Naturturer, una empresa de guías naturales del archipiélago de la costa oeste.
“En invierno, en los áridos afloramientos que caracterizan el archipiélago de Gotemburgo, hay poca vegetación, y los abedules y pinos se apartan de los fuertes vientos del oeste. Un paseo por los campos de rocas en un día de invierno, quizás cruzándote con una foca tomando el sol, es la preparación perfecta para un buen descanso nocturno”.
Y mientras que los retiros de sueño tradicionales se centran en relajarse antes de acostarse, en Suecia el sueño empieza al amanecer con la posibilidad de realizar actividades inductoras del sueño como senderismo, kayak y baños de bosque.
Así que, después de mi descomunal noche de sueño, me repongo con un desayuno a base de muesli, yogur, mermelada de arándanos rojos y panecillos de canela para recorrer el tramo de Svartsö del Sendero del Archipiélago de Estocolmo.
Todo el día es como un baño prolongado en el bosque y cuando vuelvo a mi cabaña ya no tengo que preocuparme de nada más que de cenar, sentarme junto al fuego y dormir bien.
Y así fue. Parece que, para mí, el ejercicio suave en un entorno tranquilo, con pocas distracciones y atenta a la señal de la naturaleza para irme a la cama, es el reajuste circadiano perfecto.
“Los retiros de sueño no se limitan a ayudar a la gente a dormir cuando está de vacaciones”, dice Photi. “El objetivo es permitir un enfoque relajante, holístico y personal que te brinde nuevos hábitos de sueño y vigilia, con el fin de lograr un cambio duradero”.
*Este artículo fue publicado en BBC Future. Haz clic aquí para leer la versión original (en inglés).
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