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La memoria de la resistencia y la esperanza de lo colectivo
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La memoria de la resistencia y la esperanza de lo colectivo

en medio del desolador escenario en el que la ultraderecha gana cada vez más terreno en el mundo, allanando con su llegada al poder la aceleración de políticas extractivistas que acentúan y aceleran las desigualdades y el despojo de los territorios, pienso que hay una sola cosa que, pese al desánimo y la angustia, no puede dejar de nombrarse, construirse y defenderse: lo colectivo.
18 de diciembre, 2025
Por: Charlie Canek Punzo

“Paz y Bien” era el alias de Ernesto, un reciclador de Bogotá que cargaba, considerablemente encorvado, su costal de recolección. Uno se preguntaba si había padecido de alguna enfermedad de pequeño que le hubiese generado aquella condición en sus piernas que le hacían caminar con las rodillas dobladas y visible dificultad, y al mismo tiempo, uno se preguntaba qué vida tan dichosa habría tenido que siempre llevaba en el rostro una enorme sonrisa y mil horas disponibles para conversar.

Conocí a Ernesto por allá del 2018, en hasta ahora mi único viaje internacional en la bella capital colombiana. Caminaba cuesta arriba pasando la Plaza Bolívar y nos abordó mientras observábamos la arquitectura de la zona, sin mediar saludo, simplemente comenzó a explicar la historia de aquel sitio. Lo que empezó como un dato curioso sobre ciertos edificios, se convirtió en hora y media de cátedra sobre lo que había ocurrido en aquella Plaza en noviembre de 1985, y cómo el autoritarismo y fascismo de aquel entonces dejó una de las huellas más dolorosas en la memoria del pueblo colombiano.

Nos contó que él fue un estudiante y activista en la década de los noventa. Su voz fuerte y convencida en asambleas le ganó visibilidad y, con ello, su captura para encarcelarlo y torturarlo hasta dejar su cuerpo encorvado y sometido, si no a la fuerza del autoritarismo, sí al dolor físico que no le permitió nunca más volver a enderezar su espalda. Durante esa hora y media de charla improvisada no existió la prisa del turista por entrar a más museos o edificios emblemáticos, éramos tres hombres de tres generaciones distintas, conversando sobre las resistencias del sur global y sus sobrevivientes para seguir contando la historia y mantener viva la memoria de la lucha colectiva.

Hoy vuelvo a pensar en Ernesto, pues en medio del desolador escenario en el que la ultraderecha gana cada vez más terreno en el mundo, allanando con su llegada al poder la aceleración de políticas extractivistas que acentúan y aceleran las desigualdades y el despojo de los territorios, pienso que hay una sola cosa que, pese al desánimo y la angustia, no puede dejar de nombrarse, construirse y defenderse: lo colectivo.

La ola de conservadurismo que se ha alimentado de egoísmo disfrazado de estoicismo, del individualismo disfrazado de autocuidado, y el clasismo disfrazado de superación personal, es tan sólo uno de los tantos mecanismos para desprender abruptamente a las juventudes de su identidad como pueblo de América, y su sentido de pertenencia a sus barrios y comunidades, para que una vez vacíos, el control sea más fácil de ejercer.

No hay casualidades en un mundo donde históricamente la lucha por el poder es el tronco común de nuestra historia humana, y es justo este proceso de memoricidio y décadas de una lucha por la narrativa en la que se ha perdido la memoria de las resistencias contra gobiernos totalitarios, de manipulación histórica y mentiras ancladas al miedo, y son cada vez más las naciones que apuestan por candidatos declarados abiertamente en contra de los derechos humanos y de las minorías, que criminalizan la pobreza y favorecen las políticas que perpetúan la desigualdad y el despojo.

El futuro no será alentador mientras sigan llegando gobiernos conservadores y negacionistas del cambio climático cuando aún se discute la salida de los combustibles fósiles para frenar los efectos devastadores de este fenómeno, sumado a la extenuante resistencia de los pueblos y comunidades que enfrentan el aceleramiento del extractivismo de una transición energética que ha puesto a América Central y del Sur como zona de sacrificio para que los más ricos puedan manejar autos eléctricos y cambiar de teléfono móvil cada año.

En México, preocupa la incongruencia entre la narrativa y las acciones. No se puede hablar de un gobierno que obedece al pueblo, por un lado, mientras que, por otro, se celebra la cercanía de sectores (como el minero) que durante décadas han explotado y contaminado los territorios, y que anuncian cambios institucionales y legales para simplificar el otorgamiento de concesiones y permisos que sólo exacerbarán el extractivismo en regiones y comunidades altamente afectadas por estas actividades, bajo la falacia desarrollista y a costa de la salud del planeta y sus defensoras y defensores.

Como sociedad, es necesario hablar ahora de justicia climática y territorial desde los pueblos y comunidades; construir en conjunto los horizontes de vida, y defender la tierra, el agua, el aire, la cultura y la salud humana, no como bienes mercantiles, sino como parte de esos horizontes y de nuestra identidad, a la par de continuar exigiendo gobiernos congruentes cuyas políticas pongan siempre al centro a las personas y los derechos humanos.

Aquel encuentro con Paz y Bien me hizo pensar en la necesidad de devolver la presencia al hablar de los problemas del mundo. Luchar por recuperar los espacios de reunión comunitarios y gratuitos; regresemos a conversar cara a cara, a la proximidad como vía para el diálogo, el debate y el discernimiento. Que se llenen los territorios de asambleas y fiestas ancestrales; que mujeres y jóvenes se sumen y participen en las decisiones. Que el apoyo mutuo y la cooperación sean eje de avance, y la coperacha para el chesco nos alcance. Que regresen las anécdotas de banqueta, y las risas hasta las 10 de la noche frente a las puertas. Que las infancias sean cuidadas y cobijadas por todo el barrio y comunidad mientras juegan, y sientan el cálido abrazo de sus pares cuando experimenten la hostilidad del mundo de afuera. Que las abuelas y abuelos sigan siendo palabra y memoria, y no acaben nunca las fogatas con cafecito y sus historias. Volvamos a la fiesta de lo colectivo.

* Charlie Canek Punzo es investigador en el programa de Territorio, Derechos y Desarrollo de @FundarMexico.

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Imagen BBC
Qué es Schoenstatt, el movimiento ultracatólico al que pertenece el presidente electo de Chile, José Antonio Kast
9 minutos de lectura

La organización, nacida en Alemania durante la Primera Guerra Mundial, ha estado en el centro de la atención tras las acusaciones de abuso contra su fundador.

18 de diciembre, 2025
Por: BBC News Mundo
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José Antonio Kast, presidente electo de Chile, es un hombre de profundas convicciones religiosas.

Así lo dejó en claro en su primer discurso, apenas se conocieron los resultados de las votaciones del domingo, cuando afirmó: “Nada es posible si no tuviéramos a Dios”.

“Nada ocurre en la vida, para los que somos de fe, que no sea en relación directa con Dios”, prosiguió.

Y a continuación, pidió a su creador que le concediera “humildemente” la “sabiduría, templanza y fortaleza para estar siempre a la altura” del desafío que asumirá el próximo 11 de marzo, cuando releve a Gabriel Boric en el Palacio de La Moneda.

Estas fueron tres de las cinco frases con carga religiosa que el abogado de 59 años pronunció durante la casi hora que habló ante los miles de sus seguidores que se congregaron en Santiago para celebrar su triunfo en las elecciones presidenciales.

Sin embargo, lo anterior no debería sorprender. ¿La razón? El político y varios de sus hermanos se formaron bajo los lineamientos de Schoenstatt, un movimiento católico conservador que tiene presencia en más de 100 países, incluyendo todos los de América Latina.

Retrato de José Kentenich tomado en su exilio en EE.UU.
Cortesía Schoenstatt
El sacerdote alemán José Kentenich fundó Schoenstatt en 1914 mientras era profesor en un seminario ubicado en el pueblo homónimo.

Los vínculos del mandatario electo con el movimiento comenzaron gracias “a su hermano mayor, Miguel”, aseguró a BBC Mundo el filósofo chileno Álvaro Ramis Olivo. Miguel Kast se unió a Schoenstatt tras conocer a algunos de sus miembros durante su etapa universitaria.

Sin embargo, otras fuentes sostienen que fueron los padres del político, Michael Kast y Olga Rist, quienes tuvieron el primer contacto con Schoenstatt. Ambos eran profundamente religiosos y devotos de la Virgen María, una práctica muy extendida en la Baviera alemana de donde provenían.

De un lugar bonito en un momento feo

Schoenstatt es “un movimiento apostólico de renovación, nacido en el seno de la Iglesia”, con un marcado “carácter mariano”, según se lee en su página web.

“La formación de un hombre y de una comunidad nueva que sirvan a la Iglesia y a la sociedad” constituye el objetivo de la organización, explicó a BBC Mundo el padre Felipe Ríos, coordinador del movimiento en América.

Schoenstatt fue fundado en octubre de 1914, pocos meses después del estallido de la Primera Guerra Mundial, por el sacerdote alemán José Kentenich (1885-1968).

Su nombre proviene de un pueblo ubicado en la zona de Vallendar, a orillas del río Rin, en el actual estado de Renania-Palatinado, al oeste de Alemania y cerca de las fronteras con Luxemburgo y Bélgica.

Kentenich, quien era miembro de la Sociedad del Apostolado Católico -mejor conocida como Padres palotinos-, era profesor en un seminario que la orden tenía en la localidad de Schoenstatt, palabra alemana que se puede traducir literalmente como “lugar hermoso”.

El religioso, junto a un grupo de estudiantes, restauró una pequeña capilla ubicada en los jardines del seminario y pidió a la Virgen María que la convirtiera en un lugar de peregrinación.

Uno de los signos distintivos de este grupo es que en donde tienen presencia levantan replicas idénticas a la capilla alemana.

“Mucho antes de que cadenas de comida rápida como McDonald’s descubrieran el efecto cultural de establecimientos totalmente idénticos, el Espíritu Santo en Schoenstatt comenzó a hacerlo”, se lee en el sitio web de la agrupación, en el cual se asegura que actualmente hay 200 “santuarios filiales” en todo el mundo.

Un grupo de personas del movimiento Schoenstatt en una celebración.
Cortesía Coordinación Continental de Schoenstatt, América
La formación de una “nueva comunidad” es el objetivo de este movimiento de marcado “carácter mariano”.

Pero, ¿qué es exactamente Schoenstatt? ¿Se trata de una congregación religiosa o de algo distinto?

“Es una organización dentro de la Iglesia católica que nació con la idea de que los laicos podían realizar tareas similares a las de las órdenes religiosas, pero con autonomía respecto de los jerarcas eclesiásticos”, explicó a BBC Mundo el filósofo chileno Ramis.

“El movimiento cuenta con una rama laica -personas que no han tomado los hábitos- y otra religiosa, que incluye una orden sacerdotal y una comunidad de mujeres laicas consagradas. Estas se asemejan mucho a las monjas, aunque no lo son, ya que no toman votos”, añadió el experto en teología, quien es rector de la Universidad Academia de Humanismo Cristiano de Chile.

Semejanzas y diferencias con el Opus Dei

La historiadora italiana Alexandra von Teuffenbach, además de confirmar que el grupo está conformado por “varias ramas”, señaló que algunas de ellas son “institutos seculares”; es decir, organizaciones cuyos miembros, sin ser religiosos, se comprometen a vivir en pobreza, castidad y obediencia, permaneciendo al mismo tiempo en su entorno social y profesional habitual.

“Comparar a Schoenstatt con el Opus Dei es acertado”, afirmó la investigadora a BBC Mundo, cuando se le mencionaron otras agrupaciones católicas que podrían considerarse equiparables.

Sin embargo, Ramis advirtió que existen diferencias significativas entre Schoenstatt y la organización fundada por el español Josemaría Escrivá de Balaguer.

“Aunque existen semejanzas, Schoenstatt no ha intentado influir en la política. En cambio, durante el franquismo en España, el Opus Dei aprovechó la coyuntura para ubicar a sus miembros en puestos clave de la economía y la banca, los llamados ‘tecnócratas'”, puntualizó el académico chileno.

Hasta la elección de Kast, solo otro miembro de este movimiento católico había ocupado un alto cargo en Chile: su hermano mayor, Miguel, quien se desempeñó como ministro y presidente del Banco Central durante la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990).

Miembros de Schoenstatt en una de las capillas de Chile
Cortesía Coordinación Continental de Schoenstatt, América
En las zonas donde Schoenstatt está presente, sus miembros levantan réplicas de la capilla que su fundador restauró y en la cual nació el movimiento en Alemania en 1914.

“Este grupo prioriza la vida familiar más que la vida pública”, explicó Ramis.

“Y aunque comparte con el Opus Dei el rigorismo sexual y moral, no tiene un tono tan culpabilizador. No recurre a penitencias como las flagelaciones o el silicio como se denuncia del Opus Dei”, dijo.

“Tiene una fuerte implantación en clases adineradas, aunque también en sectores medios, profesionales y empresariales. No es progresista, sino bastante conservador, pero en algunos elementos se ve un mayor pluralismo ideológico que otras organizaciones de la Iglesia”, remató.

Los calificativos de “ultracatólico” o “ultraconservador” que desde algunos sectores de la sociedad y de la prensa se le da a Schoenstatt no le quitan el sueño a Ríos.

“Somos un movimiento dentro de la Iglesia católica y, por lo tanto, seguimos sus lineamientos. En mi opinión, no somos de los más conservadores dentro de la Iglesia”, remató.

La persecusión nazi y el exilio del Vaticano

Sudamérica fue la primera región fuera de Europa a la que Schoenstatt se extendió, de acuerdo con los registros de la organización.

En la primera mitad de la década de 1930, uno de los seguidores del padre Kentenich llegó a Argentina y, para 1935, se le sumaron cuatro Hermanas de María, integrantes de una de las organizaciones religiosas femeninas que forman Schoenstatt.

Casi simultáneamente arribaron miembros del movimiento a Brasil y, dos años después, ya estaban presentes en Uruguay.

Actualmente, el movimiento católico tiene presencia en todos los países de América Latina, salvo “algunas islas del Caribe, las dos Guyanas y Surinam”, aseveró Ríos.

“Funcionamos más bien desde los santuarios; solo entre Chile, Argentina y Brasil hay casi 80”, agregó el representante de Schoenstatt, quien indicó que también administran más de una docena de colegios en cuatro países (Chile, Argentina, Ecuador y México), así como un hospital en Buenos Aires (Sanatorio Mater Dei) y otras obras dedicadas a “los más pobres”.

La expansión por la región fue impulsada por el propio fundador, quien la visitó en varias ocasiones, según se lee en su biografía.

“Chile, por ejemplo, es uno de los lugares donde Schoenstatt tiene mayor fuerza internacional, debido a que su fundador vivió un tiempo aquí”, explicó Ramis.

Imagen del papa Pío XII rezando
Universal Images Group via Getty Images
El papa Pío XII removió de sus cargos al fundador de Schoenstatt y lo envió a EE.UU. durante 14 años por una serie de señalamientos, entre ellos de presunto abuso.

En 1941, agentes de la Gestapo detuvieron al religioso por sus enseñanzas y, meses después, fue enviado al campo de concentración de Dachau, donde permaneció hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945.

Tras el conflicto bélico, los años de persecusión sufridos en manos de los nazis le otorgaron un nuevo prestigio a Kentenich pero, para finales de la década de 1940, sectores de la jerarquía católica alemana comenzaron a ver con preocupación la forma en que este hombre dirigía el movimiento y el control que ejercía sobre sus miembros.

“La autoridad suprema, a saber, el director general (Kentenich) y la superiora general, son los ‘padres’, es decir, ‘padre de la familia’ y ‘madre de la familia’. Las Hermanas son hijas o niñas. Pero, en la práctica, la ‘madre de la familia’ está totalmente sometida a la voluntad del ‘padre de la familia’, que para todas las Hermanas se equipara a Dios”, alertó en 1949 monseñor Bernhard Stein, obispo auxiliar de Tréveris, a sus colegas de la Conferencia Episcopal de Alemania.

Además, algunas de las hermanas señalaron al sacerdote de haber abusado de ellas.

En 1951 el papa Pío XII separó a Kentenich de su posición dentro de Schoenstatt y lo envió al exilio en Estados Unidos donde permaneció 14 años hasta que se le permitió regresar a Alemania, donde murió en 1965.

“Los seguidores de Kentenich nunca han negado este episodio, pero lo presentaron como un conflicto de poder, donde Kentenich fue víctima de celos y envidias de jerarcas de la Iglesia”, afirmó Ramis.

El fallecido papa Francisco junto a una image de la Mater Ter Admirabilis en 2014.
ALBERTO PIZZOLI/AFP via Getty Images
La imagen de la Mater Ter Admirabilis (Madre tres veces admirable) es el centro de la veneración de Schoenstatt y se puede encontrar en todos sus santuarios por el mundo.

Sin embargo, en 2020 la historiadora italiana Von Teuffenbach publicó el primero de sus dos libros sobre Schoenstatt y su fundador.

En su obra, la investigadora afirmó que Kentenich abusó sexualmente de una integrante de Schoenstatt en Chile en 1947, según la información contenida en los diarios de uno de los investigadores que el Vaticano envió en la década de 1950 para indagar sobre él y su movimiento, así como a partir de archivos del pontificado de Pío XII (1939-1958).

Desde Schoenstatt han negado los señalamientos, aunque han admitido que algunos aspectos del comportamiento de su fundador son controvertidos. Sin embargo, la experta considera que los hechos le dan la razón.

“En el caso de Kentenich, el proceso que llevó a los decretos y al exilio en EE.UU., como también a la prohibición de tener contactos con las monjas, se basa en motivaciones que no están escritas en los decretos. Pero vienen explicadas en los ‘actos’, y en ellos se detallan todas las pruebas que se encontraron. Y sobre esta base los jueces (del Santo Oficio) decidieron”, agregó.

Los señalamientos de Von Teuffenbach contribuyeron a paralizar el proceso de beatificación del sacerdote, iniciado en 1975.

“Cuando la Iglesia beatifica a alguien afirma: este hombre o mujer es un ejemplo para todos. Yo reconozco ciertamente que Kentenich escribió cosas interesantes y seguramente hizo cosas buenas, pero no querría en absoluto que fuera considerado como ejemplo de vida cristiana”, remató la historiadora.

raya gris
BBC

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