El avance en la comprensión y el reconocimiento de la violencia obstétrica y la muerte materna como formas de violencia de género y violaciones a los derechos humanos se ha dado, en gran medida, a partir de las resoluciones de tribunales y organismos internacionales como la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) y el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (Comité CEDAW).
Estas decisiones han sentado precedentes importantes para proteger el ejercicio de los derechos reproductivos de las mujeres y personas gestantes durante el embarazo, el parto y el puerperio; además, han contribuido a definir y delimitar lo que constituye la violencia obstétrica, identificando la falta de información, los tratos deshumanizados, las intervenciones médicas forzadas o no consentidas y la muerte materna como componentes de esta violencia.
Estos precedentes internacionales proporcionan criterios que orientan a los tribunales y a las autoridades del Estado mexicano en el estudio, el análisis y la resolución de este tipo de casos, y establecen estándares en derechos humanos que México se ha comprometido a seguir.
Tanto los dictámenes del Comité CEDAW como las sentencias de la Corte IDH que se han emitido durante la última década son precedentes de relevancia significativa para la protección de la salud reproductiva. En nuestro país esas decisiones pueden guiar a las personas juzgadoras cuando resuelvan casos relacionados con violaciones a los derechos reproductivos en el ámbito de la atención obstétrica, además de ser un referente para implementar políticas públicas y reformas legislativas.
Por ejemplo, en el caso Alyne da Silva Pimentel Teixeira vs. Brasil, por primera vez el Comité CEDAW abordó la muerte materna como un asunto de derechos humanos y determinó que, al tratarse de una muerte prevenible, es responsabilidad del Estado. Este caso fue fundamental para el reconocimiento de los derechos reproductivos de las mujeres y personas gestantes, pues recalcó que todos los Estados tienen la obligación de proporcionar servicios de salud materna de calidad y libres de discriminación.
En los casos S. F. M. vs. España y N. A. E. vs. España clasificó a la violencia obstétrica como violencia basada en el género. En el primero, destacó la necesidad de obtener el consentimiento pleno, libre e informado de la persona embarazada, y el derecho de las mujeres (y personas gestantes) a estar acompañadas durante el parto. En el segundo, señaló que los Estados tienen la obligación de cambiar o eliminar no sólo leyes y reglas discriminatorias, sino también prácticas y costumbres, y que los estereotipos relacionados con el género violan el derecho a vivir libre de violencia, incluida la obstétrica.
En la región latinoamericana varias resoluciones de la Corte IDH marcaron también un avance significativo en materia de salud reproductiva. Entre ellas destacan:
La relativa al caso de la comunidad indígena Xákmok Kásek vs. Paraguay que, si bien no se relaciona de forma directa con la muerte materna, es relevante porque este tribunal declaró al Estado paraguayo como responsable de las muertes acontecidas durante el parto, por no haber adoptado medidas para evitarlas.
La del caso I. V. vs. Bolivia, en la que abordó por primera vez el tema de la esterilización no consentida resaltando que el consentimiento debe ser previo, libre, pleno e informado, es decir, otorgarse antes de realizar cualquier procedimiento médico, sin ejercer ningún tipo de presión ni utilizarlo como condición para realizar otros procedimientos.
La del caso Brítez Arce y otros vs. Argentina, fundamental porque por primera vez la Corte IDH responsabilizó a un Estado por actos constitutivos de violencia obstétrica que derivaron en muerte materna. Además, definió a la violencia obstétrica como una forma de violencia basada en el género y recalcó que esta forma de violencia no sólo se manifiesta en comportamientos deshumanizados, irrespetuosos, abusivos y negligentes por parte del personal de salud, sino también en la falta de información completa y en la realización de intervenciones médicas forzadas.
Finalmente, otra resolución emblemática es la del caso Rodríguez Pacheco y otra vs. Venezuela, en la que señaló que los Estados tienen la obligación de prevenir que se cometan actos de violencia obstétrica, tanto en la atención médica pública como en la privada. Y que incluso cuando este tipo de violencia sea ejercida por actores no estatales, deben establecer mecanismos oportunos, adecuados y efectivos para reconocerla como una forma de violencia de género y promover la reparación del daño, así como medios de compensación justos y eficaces.
Por medio de estas decisiones se reafirma la obligación que tienen los Estados de prevenir y erradicar la violencia obstétrica y la muerte materna, y aunque México no fue el Estado parte en estos casos, tanto las sentencias de la Corte IDH como los dictámenes del Comité CEDAW tienen un impacto significativo para nuestro país. Ejemplo de esto es el caso de Sandra, resuelto por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en el que se retoman argumentos de uno de los casos contra España y del caso contra Bolivia, y cuya sentencia proporciona un marco legal que puede ser utilizado para impulsar la justicia reproductiva.
En nuestro libro Paso a paso: decisiones emblemáticas sobre salud reproductiva se incluyen los detalles de las resoluciones mencionadas.
Friedrich Merz, líder de la CDU, vencedora de las elecciones, representa un giro conservador en la línea de su partido y, mientras que sus defensores consideran que servirá de revulsivo ante la crisis que atraviesa Alemania, sus críticos temen que podría abrir la puerta a que la ultraderecha entre al poder.
Sus partidarios aseguran que es el antídoto que Alemania necesita ante la crisis de confianza en Europa, y una mayoría de alemanes lo respaldaron este domingo para ser el próximo canciller.
El democristiano Friedrich Merz ha logrado que su partido, la conservadora CDU, vuelva a ser la fuerza más votada en Alemania en las elecciones celebradas este domingo, según las proyecciones de resultados que lo sitúan con entorno a un 30 % de los votos.
Alejado del Bundestag durante años para dedicarse a las finanzas y amasar una fortuna, Merz regresó a la política después de que su gran rival en el partido, la excanciller Angela Merkel se retirara de la política.
Merz lidera la Unión Demócrata Cristiana desde el pasado septiembre, y ni sus propuestas ni su estilo podrían estar más alejados de los de la mujer que gobernó Alemania durante 16 años.
El líder democristiano ha prometido bajar los impuestos y recortar el gasto social para relanzar la estancada economía alemana.
Pero también mano dura contra la inmigración ilegal, un mantra del que la ultraderecha de Alternativa por Alemania (AfD, según sus siglas en alemán), segunda fuerza política del país tras obtener su mejor resultado histórico.
A finales de enero Merz ya se valió de los votos de la extrema derecha para intentar endurecer las normas migratorias, lo que reveló hasta dónde estaba dispuesto a arriesgar el nuevo líder de la CDU rompiendo los tabúes que hasta ahora habían dominado la política alemana.
Pero aunque Merz no lograra finalmente cambiar la ley, su maniobra supuso un terremoto en la campaña electoral que precipitó el colapso del gobierno del socialista Olaf Scholz a finales del año pasado.
Sin embargo, el vencedor de los comicios de este domingo ha dicho, en repetidas ocasiones, que no pactará con AfD para formar gobierno, y que importantes cuestiones ideológicas alejan a ambas formaciones como, por ejemplo, la cercanía a Rusia de los ultras.
Merz ha hecho hincapié en su defensa de Ucrania. “No somos neutrales”, dijo en uno de los últimos debates antes de los comicios, donde reafirmó que “también por eso haré todo lo posible por que la AfD no entre en el gobierno”.
Descartada la AfD, ahora la pregunta es con quién formará gobierno.
Merz dijo este domingo en la noche que la líder de AfD, Alice Weidel, no quiere solucionar los problemas de Alemania porque “están felices de que los problemas vayan cada vez a peor”.
Entonces, ¿con quién puede gobernar? Los socialdemócratas son la elección obvia, aunque deberán encontrar puntos de acuerdo en economía y migración.
Si Merz necesita a los Verdes, deberá superar la animosidad entre ambos partidos. En las últimas semanas Merz criticó al líder de los Verdes, Robert Habeck, mientras que Markus Söder, dirigente de los democristianos del estado de Baviera, descartó cualquier pacto con los ambientalistas, cuarta fuerza en el Parlamento.
“Un gobierno sin los Verdes sería un mejor gobierno”, dijo Söder, mientras que Merz también prefiere un único socio en lugar de dos.
Alto (mide 1.98 m), delgado, siempre con traje impecable y gafas, Merz ofrece una imagen tranquila, convencional, de hombre de negocios dispuesto a ejercer el poder.
En un país donde los políticos no suelen hacer alarde de riqueza y donde la ostentación se mira con recelo, Merz, que tiene licencia de piloto, protagonizó en 2022 una anécdota que revela que no es un político conservador al uso.
Invitado a la boda del también político Christian Lindner en la isla de Sylt, en el norte de Alemania, Merz se presentó en el casamiento pilotando su propio avión, un Diamond DA62, lo que levantó numerosas críticas.
En lugar de amilanarse, el hoy líder de la CDU se defendió asegurando que cualquier vehículo oficial gastaba más combustible que su “pequeño avión”.
Puede que su actitud refleje un cambio en la política alemana, que hasta hace no tanto consideraba a Merz como una figura del pasado.
Su camino hasta la cancillería no ha sido fácil.
Merz nació en la ciudad alemana de Brilon en 1955, en el seno de una familia católica conservadora.
Su padre fue juez de la localidad, al igual que lo es su esposa Charlotte, con quien lleva casado 40 años.
Sintió una inclinación política desde muy joven, ya que se afilió a la CDU cuando aún estaba en la escuela.
Pese a su educación conservadora, Merz ha ofrecido en el pasado pinceladas de una juventud más rebelde de lo que se habría podido suponer.
En una entrevista concedida hace 25 años al diario alemán Tagesspiegel, Merz contó que hacía carreras en moto por las calles, que pasaba el rato con sus amigos junto a un puesto de papas fritas y que se dedicaba a jugar a las cartas al fondo de la clase.
En una fiesta de adolescentes de la que habló, un grupo de alumnos acabó orinando en el acuario de la escuela, según la revista Der Spiegel.
Pero existe cierto escepticismo sobre si el Merz adolescente fue realmente un gamberro o si se trata de una forma de suavizar su imagen.
Personas que lo conocen y han tratado de cerca contaron a la corresponsal en Berlín de la BBC, Jessica Parker, que le gusta salir a tomarse una cerveza y que puede ser divertido, aunque pocos pudieron ofrecerle una anécdota que lo ilustrara.
Tras la escuela, Merz hizo el servicio militar antes de estudiar Derecho y casarse con su compañera Charlotte Gass en 1981.
La pareja tiene tres hijos.
Trabajó como abogado durante unos años, pero siempre estuvo interesado en la política, y en 1989, a los 33 años, fue elegido diputado al Parlamento Europeo.
“Los dos éramos bastante jóvenes y podríamos decir que poco contaminados”, aseguró Dagmar Roth-Behrendt, que se convirtió en eurodiputada al mismo tiempo por el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD), de centro-izquierda.
El joven Merz le parecía serio, fiable, honesto y educado.
Incluso gracioso, una cualidad que ahora le parece menos evidente: “Supongo que la cantidad de golpes sufridos con el tiempo le habrán endurecido un poco”.
Pero, ¿se le veía al principio de su carrera como un canciller en potencia?
“Probablemente habría dicho que no, de ninguna manera”, dijo Roth-Behrendt a Jessica Parker.
Sin embargo, todo el mundo lo veía como alguien muy ambicioso y Merz no tardó en pasar de la política de la UE al Parlamento nacional alemán, el Bundestag, en 1994.
Ascendió en las filas de la CDU, donde era considerado un valor en alza en la facción tradicionalista más a la derecha del partido.
“Es un orador espléndido y un pensador profundo”, asegura Klaus-Peter Willsch, diputado de la CDU en el Bundestag y que lo conoce desde hace más de 30 años.
“Un luchador”, afirma Willsch, como demuestra el hecho de que Merz haya protagonizado tres intentos de liderar su partido.
Sus dos primeros fracasos, en 2018 y enero de 2021, podrían leerse también como una señal de su dificultad para ganarse a las bases.
Pero fue a principios de los años noventa que sus ambiciones se descarrilaron por primera vez, cuando perdió frente a Angela Merkel en una lucha por el poder del partido.
Entre Merkel, la discreta química cuántica del antiguo Este comunista, y Merz, el abogado abiertamente seguro del Oeste, nunca hubo mucha coincidencia.
Merz minimiza este amargo episodio en una breve entrada autobiográfica en el sitio web de la CDU, en la que afirma que en 2009 decidió abandonar el Parlamento para “dejar espacio a la reflexión”.
Sus años de reflexión consistieron en forjarse una carrera en las finanzas y el derecho empresarial, convirtiéndose en directivo de varias empresas internacionales y, según se dice, en millonario.
Entre otros, Merz llegó a dirigir la filial alemana de BlackRock, el mayor fondo de inversión del mundo.
Tuvo que pasar más de una década antes de que regresara al Parlamento, donde ha intentado desde entonces romper la doctrina más centrista de Merkel en el conservadurismo de la CDU.
Merz criticó en numerosas ocasiones las políticas de Merkel, en particular, su decisión de acoger a un millón de refugiados en 2015.
Aquel año, ante las oleadas de personas que huían de la guerra en Siria e Irak y llegaban en precarias embarcaciones a las costas europeas, la canciller pronunció su famoso “wir schaffen das“, “podemos hacerlo”.
Merz planteó sus dudas sobre la capacidad de integrar a esta cantidad de refugiados, un asunto que ha sido capital durante la campaña electoral, donde ha propuesto que Alemania pueda rechazar en su frontera a solicitantes de asilo procedentes de otros países de la Unión Europea.
Esta ruptura política se escenificó a finales del mes pasado, cuando Merz impulsó una proposición de ley sobre el endurecimiento de las normas de inmigración, apoyándose en los votos de la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD).
Insistió en que no hubo colaboración directa con la AfD, pero su maniobra provocó protestas masivas en el país, y ha sido condenada en dos ocasiones por la propia Merkel.
Sus detractores dicen que fue una táctica electoral imperdonable que solo beneficiará a la AfD, pero sus partidarios insisten en que Merz está, de hecho, tratando astutamente de captar el voto de la extrema derecha.
No es la primera vez, sin embargo, que se arriesga a distanciarse de los sectores más moderados del electorado. En los años 90, Merz votó en contra de un proyecto de ley que incluía castigar la violación dentro del matrimonio.
Según explicó después, el entonces diputado consideraba que la violación conyugal ya era un delito, y a lo que se oponía era a otras cuestiones del proyecto de ley.
Las encuestas sugieren que no es especialmente popular entre los jóvenes y las mujeres, pero Klaus-Peter Willsch cree que la imagen que dan de él los medios de comunicación alemanes es injusta.
“Lo he visto varias veces en mi circunscripción”, señaló a la corresponsal de la BBC en Berlín. “Las mujeres se acercan y dicen que es un buen tipo”.
Charlotte Merz, su esposa, también ha salido en su defensa, declarando al diario Westfalenpost: “Lo que algunos escriben sobre la imagen que mi marido tiene de las mujeres es sencillamente falso”.
Según ella, su matrimonio ha sido de apoyo mutuo: “Ambos nos ocupábamos del trabajo del otro y nos repartíamos el cuidado de los niños de forma que fuera compatible con nuestras obligaciones profesionales”.
*Con reportería de la corresponsal de la BBC en Berlín, Jessica Parker.
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