¿Qué pasaría si existiera un país donde todas las personas pudieran decidir libremente sobre sus cuerpos, sin miedo a ser juzgadas? ¿Un lugar donde interrumpir un embarazo no fuera motivo de estigma, discriminación o castigo? ¿Un país donde abortar fuera algo, simplemente, normal? Ese país existe, aunque todavía no en los mapas, y se llama Abortitlán.
Abortitlán es un territorio imaginario, pero con un objetivo muy real: abolir los estigmas que aún rodean al aborto en México y abrir paso a una nueva narrativa donde este sea reconocido como parte de la vida reproductiva. Desde GIRE lanzamos esta campaña para hacer justo eso: normalizar el aborto, combatir la desinformación y transformar el imaginario social que todavía lo ve con culpa y prejuicio.
La campaña fue lanzada el 28 de marzo de 2025, en el marco del Día de Acción Global por Abortos Libres de Estigma. Se dirige a todas las personas que estén a favor de combatir la penalización social del aborto y que quieran construir una realidad distinta con nosotras: más justa, más libre.
Abortitlán se presenta como un destino turístico aspiracional. ¿Por qué desde el turismo? Porque viajar despierta deseo. Es una forma de decir: “quiero estar ahí”, “para ir ahí, necesito hacer varias cosas”. Y eso es justo lo que proponemos: desear un mundo donde abortar no sea motivo de vergüenza ni castigo, sino una decisión acompañada, respetada y garantizada por el Estado.
En este país ficticio, el aborto no está en los códigos penales, sino en las políticas de salud pública. Las mujeres y personas con capacidad de gestar acceden a información clara, atención médica y servicios seguros. Nadie es señalada. Nadie es excluida. Nadie es criminalizada.
Aunque en América Latina se han logrado avances históricos —como la despenalización del aborto en Argentina, Colombia y en dos tercios de los estados en México—, el estigma sigue siendo uno de los principales obstáculos para el acceso al aborto. Muchas personas que abortan siguen enfrentando rechazo, violencia y discriminación. Y esto no impacta a todas por igual: el racismo, el capacitismo, la transfobia y otras formas de exclusión profundizan estas barreras.
Abortitlán responde con una propuesta radicalmente distinta: imaginar lo que debería ser normal. Un lugar donde la autonomía reproductiva no sea una lucha solitaria, sino un derecho compartido. Un territorio que no se construyó de la nada, sino a partir de las luchas feministas, de la resistencia frente a leyes injustas, de la búsqueda de justicia reproductiva.
Este país nació en el siglo XXI como refugio para quienes soñaban con vivir en un lugar donde decidir sobre el propio cuerpo no fuera motivo de culpa. Quienes lo fundaron enfrentaron contextos hostiles: sistemas de salud negligentes, normativas restrictivas y una cultura profundamente patriarcal. Pero decidieron construir otra realidad. Un país inclusivo, solidario y diverso, donde las diferencias no dividen, sino que enriquecen.
El nombre “Abortitlán” no es casual. Retoma el sufijo náhuatl “-tlán”, que significa “lugar de” o “entre”, enraizando este sueño en las culturas originarias de México. Es, literalmente, el lugar del aborto libre. Y como todo país, está lleno de espacios y momentos que lo hacen vibrar. En el Mirador de la autonomía reproductiva, por ejemplo, se contemplan distintos caminos posibles para el futuro, y se encuentran herramientas para hacerlos realidad. Y en la Comuna 28, la cultura popular se convierte en celebración política: a través de murales, música y arte de barrio, se vive el aborto como lo que es, un derecho y un servicio esencial de salud.
Abortitlán también tiene su propio calendario de celebraciones, donde se honra la historia, la autonomía y la vida colectiva. Cada 28 de marzo, sus habitantes celebran el Libre festival, una jornada dedicada a la libertad reproductiva y al inicio de un nuevo ciclo de vida. Es una fecha para recordar a quienes hicieron posible este país simbólico, a través del arte, la música, la empatía y el cuidado. Y cada 28 de septiembre, las calles se llenan de color, baile y consignas durante el Carnaval abortero. Durante seis días, multitudes se reúnen para celebrar el derecho a decidir con creatividad, alegría y comunidad, enmarcando esta gran fiesta dentro del Día de Acción Global por el Aborto Legal y Seguro.
Porque en Abortitlán, el aborto no se esconde: simplemente es parte de la vida reproductiva de las personas. Pero no se trata solo de imaginar. Se trata de construir. Y aunque Abortitlán no esté en los mapas, sí puede estar en la realidad que juntas y juntes creemos.
En GIRE pensamos que hablar de aborto no debe dividir, sino abrir conversaciones. Que no todo tiene que hacerse desde el dolor, la confrontación o la culpa. Por eso esta campaña no viene desde el enojo, sino desde un anhelo, una aspiración. Porque cambiar el mundo también puede empezar soñando en colectivo. Y soñar bonito.
Abortitlán no es una fantasía ni una evasión de la realidad. Es una herramienta para transformarla. Al mostrar lo que podría ser, inspira a actuar en el presente. A cambiar narrativas. A ver el aborto con otros ojos. A dejar de esconderlo. A hablarlo con libertad. A nombrarlo sin miedo.
Es también una manera de combatir la desinformación: con mensajes claros, accesibles, empáticos. Con imágenes que muestran que sí es posible que el aborto sea un servicio de salud más. Que sí es posible que ninguna se sienta sola. Que sí es posible vivir en un lugar donde el aborto se trate con la normalidad que merece.
El viaje ya empezó. El sitio oficial, abortitlan.com, está abierto, en plena construcción y crecimiento. Próximamente habrá experiencias inmersivas y viajes simbólicos “todo pagado”, porque lo único que se necesita para ir es el deseo de cambiar la historia. Abortitlán no es un destino final. Es un punto de partida. Una hoja en blanco para dibujar el país en el que queremos vivir. Una invitación a construir, desde hoy, una realidad sin estigmas, donde decidir sobre el cuerpo sea tan libre como respirar.
* Brenda Rodríguez (@mothernidades) es Coordinadora de Comunicación en @GIRE_mx.
El acuerdo regula cómo ambas naciones deben repartirse el agua de los ríos Bravo y Colorado, que forman parte del límite territorial entre ambas.
Un tratado firmado en 1944 entre Estados Unidos y México está detrás, una vez más, de tensos intercambios entre ambos países.
El acuerdo regula cómo ambas naciones deben repartirse el agua de los ríos Bravo y Colorado, que forman parte del límite territorial entre ambas.
La implementación del tratado ha generado en el pasado fuertes protestas de agricultores mexicanos, según los cuales la extracción de agua para EE.U. en tiempos de sequía amenaza seriamente su medio de vida.
Ahora, en medio de la incertidumbre generada a nivel global por la política arancelaria del presidente Donald Trump, el mandatario estadounidense amenazó a México con aranceles e incluso sanciones por el tema del agua.
“México le DEBE a Texas 1,3 millones de acres-pies (1.603 millones de metros cúbicos) de agua según el Tratado de Aguas de 1944, pero lamentablemente México está incumpliendo su obligación. Esto …perjudica gravemente a los agricultores del sur de Texas”, afirmó Trump en su plataforma Truth Social.
“El mes pasado detuve los envíos de agua a Tijuana hasta que México cumpla con el Tratado de Aguas de 1944… y seguiremos intensificando las consecuencias, incluyendo aranceles y, quizás, incluso sanciones, hasta que México cumpla con el tratado y le dé a Texas el agua que le corresponde”, agregó.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, respondió a Trump con un mensaje en su cuenta oficial de X.
“El día de ayer fue enviada al subsecretario del Departamento de Estado de Estados Unidos una propuesta integral para atender el envío de agua a Texas dentro del tratado de 1944, que incluye acciones de muy corto plazo. Han sido tres años de sequía y, en la medida de la disponibilidad de agua, México ha estado cumpliendo”.
“He instruido a los secretarios de Agricultura y Desarrollo Rural y Relaciones Exteriores, así como a la secretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales que de inmediato hagan contacto con la Secretaría de Agricultura y el Departamento de Estado del gobierno de Estados Unidos. Estoy segura que, como en otros temas, se llegará a un acuerdo”, dijo la mandataria.
De alguna manera, se podría decir que el llamado Tratado de la Distribución de las Aguas Internacionales firmado por México y EE.UU. en 1944 tiene su origen en otro acuerdo alcanzado casi un siglo antes.
El Tratado de Paz, Amistad, Límites y Arreglo Definitivo (más conocido como Tratado de Guadalupe Hidalgo), firmado en 1848 al final de la guerra entre ambos países iniciada por la disputa de Texas, fue el que estableció que México cedería a EE.UU. más de la mitad de su territorio en aquel entonces.
Pero además, también fijó la frontera entre ambos países en el río Bravo -conocido como río Grande por los estadounidenses- y cuyas aguas han sido centro de conflicto en Chihuahua.
La ubicación estratégica del río hacía necesario un plan de distribución entre ambos actores. Tras años de negociación y varias propuestas fallidas, México y EE.UU. firmaron en Washington el tratado vigente en la actualidad.
Según el acuerdo, México se queda con dos tercios de la corriente principal del Bravo y cede a su vecino el resto, que no podrá ser menor de unos 432 millones de metros cúbicos (Mm3) anuales.
Como contraparte, EE.UU. cede a México cada año 1.850 Mm3 del río Colorado, que en su mayoría se encuentra en suelo estadounidense pero que también pasa por la frontera entre ambos países hasta desembocar en el golfo de California, entre los estados mexicanos de Baja California y Sonora.
El acuerdo también establece que la Comisión Internacional de Límites y Aguas (CILA), un organismo binacional, es el encargado de resolver las posibles diferencias en materia de límites.
El pacto estipula que EE.UU. cumplirá con su entrega de agua cada año, mientras que México podrá hacerlo en períodos de cinco años.
“Es de los mejores acuerdos que se han logrado en la historia con relación a EE.UU.”, afirmó en 2020 el expresidente Andrés Manuel López Obrador.
Reformar o actualizar las condiciones de un tratado que fue firmado hace 76 años podría ser una de las opciones para tratar de solucionar conflictos.
Pero algunos analistas consideran que tanto los litros de agua acordados como la posibilidad de entregar su parte cada cinco años en lugar de anualmente son ventajas que México no debería perder.
Para los agricultores del lado mexicano de la frontera, lo que está en juego en tiempos de sequía agravada por el cambio climático, es algo mucho más inmediato que los vaivenes diplomáticos entre ambos países.
Los enfrentamientos de 2020 entre agricultores y la Guardia Nacional en Chihuahua tuvieron lugar tras la decisión del gobierno de extraer agua de la presa de la Boquilla para cumplir el tratado con EE.UU.
En ese entonces, el vocero de los agricultores, Salvador Alcantar, presidente de la Asociación de Usuarios de Riego de Chihuahua (Aurech), señaló que estaba en riesgo el futuro de unas 20.000 familias que viven del campo en la región.
Alcantar compartió con BBC Mundo uno de sus mayores temores:
“En 1995 no se abrieron las presas para sembrar y hubo una migración masiva desde nuestros municipios. Los hombres en edad productiva se marcharon para dar sustento a la familia, fue una desintegración familiar fuerte que aún estamos sufriendo”, recuerda.
“Y ese es el problema social que podemos volver a ver si no sembramos el año próximo”.
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