Casi todos los días, después de las once de la noche, entre el sonido del silencio y la meditación, entre el brillo de las estrellas y el firmamento, sentado en un banco de madera, se encuentra el señor Julio observando el cielo con su mirada fija y esperanzadora en su momento de quietud, pensando en cómo apoyar a su familia, cómo encontrar un empleo formal o simplemente el sustento para el siguiente día y poder suplir sus necesidades básicas para comprar alimento, para rentar un espacio digno. Él nació en un país de Centroamérica y salió huyendo para salvar su vida y la de los suyos; quiere quedarse viviendo en la ciudad de México, llegó hace ya algunos meses. Sin embargo, no ha logrado integrarse totalmente debido a las múltiples barreras estructurales, sociales, legales que parecen nunca acabar.
Los seres humanos casi por naturaleza estamos derribando fortalezas desde nuestro nacimiento; los retos y desafíos se presentan todos los días de diferentes maneras. Vivimos en sociedades tan inciertas, donde las reglas de juego pueden cambiar rápidamente, de un día para otro. No te puedes dar el lujo de quedarte esperando que las cosas pasen, hay que hacer que las cosas sucedan para las personas en contexto de movilidad humana, que salen de sus países de origen por múltiples causas y generalmente buscando mejorar la calidad de vida de ellas y la de sus familias; sin embargo, cuando quieren quedarse a vivir en México y deciden comenzar de nuevo, las barreras de la integración comienzan a crecer y elevarse, cuando tu color de piel, tu acento y tu forma de hablar es simplemente diferente.
El no tener acceso a derechos económicos, sociales, culturales, ambientales, así como derechos civiles y políticos, son barreras que te limitan como persona para contribuir en la sociedad, cuando ni siquiera tienes la oportunidad que te den una entrevista laboral es mucho más difícil aportar. La inclusión laboral de las personas migrantes, refugiadas y sujetas de protección internacional que viven en México en la realidad no es una prioridad y en los últimos años se ha vuelto más un breve tema de relleno de agenda, que un problema a resolver para cientos de familias que buscan activamente y que necesitan una forma trabajar para poder ayudar a sus familias. Por eso debemos abordar estas barreras a través de políticas públicas de integración e inclusivas y programas de empleo con oportunidades laborales dignas y justas, que sean una solución real y no solo un remiendo de paño nuevo en vestido viejo.
Las personas en contexto de movilidad humana muestran mucha apertura para integrarse a la sociedad mexicana, respetar las leyes, adaptarse al entorno, conocer la cultura y sumar de manera significativa; sin embargo, para lograr una integración total, para crear relaciones y establecer esas conexiones sociales necesitamos sensibilizarnos y participar activamente este proceso bidireccional tanto migrantes como sociedad de acogida, y seguramente daremos pasos firmes para tener un México con cohesión social, inclusivo e incluyente.
Desde Sin Fronteras y la Red de Alianzas Solidarias para el Empleo y Emprendimiento, junto con algunas alianzas solidarias, otorgamos becas, cursos, talleres y oportunidades de capacitación a las personas usuarias para poder potencializar y desarrollar sus habilidades en procesos de emprendimientos y autoempleo. Esta es una de las únicas alternativas a la que están recurriendo algunas de las familias migrantes para ingresar al mercado laboral mexicano y generar unos cuantos pesos para sostenerse económicamente.
Necesitamos una verdadera inclusión, no la de papel, no la de las redes sociales, no la de las campañas publicitarias, no las quedabién ante los medios de comunicación, me refiero a la inclusión que no tiene barreras, la que no ve colores de piel, la que no ve tu aspecto físico, tu forma de vestir, la que no pone límites de lenguaje, esa que en su estado más puro logramos ver en muchas ocasiones con las infancias, la de brindar la mano, la de la integración, la que te da oportunidades, la que te trata como un ser humano, la inclusión real que construye puentes y elimina barreras, la que no tiene fronteras.
Mientras tanto, en medio de la incertidumbre y posibilidades limitadas, el señor Julio sigue fortaleciendo sus habilidades, sigue avanzando sin rendirse ante los desafíos y lo hace con mucha valentía, esperanza y determinación.
* Fernando Baquedano es coordinador de la Red de Alianzas Solidarias para el Empleo y Emprendimiento de Sin Fronteras.
Mientras las manifestaciones contra medidas migratorias de Donald Trump crecen, en Paramount, donde el 36% de los vecinos nació en otro país, reivindican el rol de estos en la comunidad.
“¿Van para la guerra, con todas esas armas?”, interpela un hombre a los miembros de la Guardia Nacional que lo observan impasibles, fusiles en mano, desde el otro lado de la verja.
Estamos en Paramount, una localidad del sur de los Ángeles en la que el sábado se registraron enfrentamientos entre agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) y un grupo de manifestantes que habían llegado tras correrse la voz de que se estaban llevando a cabo redadas de deportación en la zona.
Disturbios como aquel llevaron al presidente Donald Trump a intervenir, tras dos días de protestas aisladas por las operaciones migratorias, ordenando el envío de 2.000 uniformados como los que tenemos enfrente para ayudar a “restaurar la ley y el orden” en la metrópolis californiana.
“Es una maniobra que solo escalará la tensión”, advirtió el gobernador de California, el demócrata Gavin Newsom, adelantándose a lo que un día después se registraría en el centro de Los Ángeles, con cientos de manifestantes bloqueando accesos, agentes tratando de dispersarlos con gas lacrimógeno y granadas aturdidoras, y quema de vehículos.
“Ustedes están haciendo su trabajo, pero nosotros no somos el enemigo”, grita el hombre apostado en la valla ante los soldados a horas de que se den esas escenas de caos.
Puede que su voz destaque entre la decena de personas que se ha congregado este domingo para hacerle saber a la Guardia Nacional que su presencia no es bienvenida.
Pero su sentir es ampliamente compartido en este municipio de unos 51.000 habitantes en los que uno de cada ocho es de origen latino y el 36% nació en otro país, según datos del censo.
“Aquí solo hay gente trabajadora, porque este barrio lo levantaron los inmigrantes”, reivindica, mientras otro vecino ondea la bandera mexicana, dos jóvenes alzan unas pancartas en repudio a ICE y varios coches tocan la bocina al pasar.
Como cada fin de semana, tres de esos inmigrantes que contribuyeron a que Paramount sea el municipio que es se reúnen al otro lado de la calle para charlar de las novedades familiares y de la actualidad.
Apostados en sus vehículos de trabajo, la conversación de Juan, Rogelio y Héctor se centra este domingo en cómo en ese mismo lugar, en el parqueo de la tienda Home Depot, fue donde la víspera se encendieron las tensiones entre manifestantes y agentes federales.
“Se ve que se habían surgido informaciones de que estaban haciendo redadas justo aquí”, explica Juan, mexicano de 63 años que llegó desde Jalisco a Estados Unidos cuando tenía 17.
“Y eso trajo a gente que, en la confusión, terminó armando disturbios”, explica.
En un mensaje enviado a la BBC, el Departamento de Seguridad Nacional negó que ICE hubiera realizado operaciones en la zona el sábado.
Aunque informó que en las llevadas a cabo en Los Ángeles en la última semana detuvieron a 118 indocumentados, el golpe migratorio más duro contra esta ciudad considerada “santuario” desde que Trump llegara al poder con la promesa de llevar a cabo “la mayor deportación de la historia del país”.
Sea como fuere, los tres amigos dicen estar tranquilos — “no tenemos ningún problema, tenemos todos los papeles en regla”–, aunque reconocen que son muchos los vecinos indocumentados que viven el contexto con miedo.
“Es por eso que hoy no ves a nadie aquí”, sigue Juan, quien aun así prefirió no dar su apellido. “Generalmente, aunque más entre semana, puedes ver aquí 20 o 30 camionetas de jornaleros a la espera de que los contraten”, explica.
Uno de los pocos que este domingo llegó a ofrecerse para trabajar es Pedro, quien pidió ser identificado con seudónimo.
“Techos, reparación, pintura”, se lee en el cartel que ha pegado en el parabrisas de su vieja pick-up azul, aparcada discretamente en una esquina.
“La vida aquí es muy cara y mi pensión no alcanza”, dice este salvadoreño que lleva cinco décadas en EE.UU. y que con sus 70 años bien cumplidos está en edad de jubilarse.
“Por eso tengo que venir a rebuscarme cada día”, cuenta.
Lo hace con la tranquilidad que le da el haber regularizado su situación migratoria en el año 2000, pero sin poder evitar la angustia que le genera ver a sus vecinos sufrir.
“Esto no va a acabar aquí. Las redadas van a seguir. Se está volviendo invivible con este presidente”, dice, y añade que está valorando volverse a El Salvador.
Algunos de los vecinos buscaron consuelo y acompañamiento ante la adversidad en la iglesia cristiana a la que acuden cada domingo, Chapel of Change, situado a apenas unos metros del Home Depot y del escenario de los enfrentamientos.
Unas 200 personas, la mayoría familias de origen hispano, escuchan con atención el sermón en el que los llaman a abrazarse a la fe.
“Aquí buscamos unidad y rezamos por todos”, le dice a BBC Mundo Irene Ramírez, una de las pastoras de la iglesia, que describe a la comunidad como “vibrante, unida y orientada a la familia”.
El pastor principal de la iglesia, Bryan Worth, lo suscribe.
“Con los años Paramount se ha vuelto un municipio muy vibrante”, le explica a la BBC.
“En los 80 Paramount solía ser una de las peores ciudades pequeñas de la nación, pero los líderes cívicos, del sector educativo y los que estamos al frente de las iglesias se aliaron para transformar la comunidad, para que estuviera más unida, fuera más pacífica en general”, subraya.
“Nunca pensé que las escenas que echaban en la tele íbamos a tenerlas aquí”, se lamenta Dora Sanchez, quien ayuda en las labores de la iglesia.
“Todo es muy impactante”, añade, sin imaginarse lo que aún estaba por llegar.
A medida que las horas avanzan, la tensión este domingo sigue escalando, las escenas volviéndose más caóticas en las calles del centro de Los Ángeles y la fricción entre el gobierno federal y el estatal profundizándose.
Ante el llamado de Newsom para que retire a la Guardia Nacional de las calles y las duras críticas de gobernadores demócratas que subrayan que la medida es “un alarmante abuso de poder”, Trump se mantiene firme en su postura.
“Turbas violentas e insurrectas acosan y atacan a nuestros agentes federales para intentar detener nuestras operaciones de deportación. Pero estos disturbios ilegales solo refuerzan nuestra determinación”, la explicó en su red social TruthSocial.
“Se restablecerá el orden, los inmigrantes indocumentados serán expulsados y Los Ángeles será libre”.
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