La semana pasada el nombre “Carlota” estuvo en las 10 tendencias con más menciones en X y en el top 20 se colaron “Chalco” y #Abuelita. El país entero se volcó a debatir, interpretar, reclamar, llorar, reír y hacer memes de una historia que no nos es ajena: una mujer mayor, una pistola, una propiedad, un grupo de supuestos invasores y una justicia que no llega.
El impacto de este evento en redes sociales fue tal que, en México, la conversación digital en torno a Carlota superó ampliamente al “Liberty Day” de Donald Trump. Las duras medidas arancelarias impuestas por el presidente de Estados Unidos generaron en México alrededor de 600 mil menciones en X y algunos medios digitales. El caso de la señora Carlota de Chalco superó los 2 millones de menciones en menos de 72 horas, principalmente en TikTok, X y Facebook. Aquí una buena parte de México se puso a debatir si una abuela con una pistola podía o no ser símbolo de justicia. Pero más allá del volumen, lo que importó fue la conexión emocional y la oportunidad para opinar que generó.
El caso de la llamada “abuelita pistolera” sirvió como pretexto para volcar nuestra agenda y posiciones ideológicas sobre una multiplicidad de asuntos nacionales: sobre la justicia en México, la delincuencia (incluyendo opiniones sobre esos grupos de despojo o invasión de propiedades que se han multiplicado en el último sexenio), la tercera edad / adultos mayores, el feminismo y hasta sobre los gobiernos de Morena.
Lo que ocurrió en Chalco con la señora Carlota —a quien las redes bautizaron como “la abuelita justiciera”, “la viejita de la pistola” o incluso “la abuelita John Wick”— no es solo un hecho policial. Es una narrativa digital híbrida: mezcla de verdad, ficción, emociones, juicios morales, memes y posicionamientos ideológicos. En ella convergen los grandes relatos del México que estamos viviendo: justicia ausente, hartazgo social de la inseguridad, violencia cotidiana, y la capacidad de las personas en redes sociales para resignificar lo trágico como una épica heroica o como un meme o un chiste.
Unas personas a favor y otras en contra de lo sucedido, para algunas un evento de justicia refrescante conseguida a plomazos y para otras un terrible ejemplo de la debacle de la justicia en México, el caso de la señora Carlota de Chalco nos conectó. Más allá de los hechos, Carlota se convirtió en un símbolo y pretexto para opinar, porque encarna muchos relatos a la vez: justicia, hartazgo, violencia, humor y tragedia.
Carlota se convirtió en relato, y su caso en símbolo. A continuación, comparto un análisis narratológico sobre los cinco relatos dominantes que surgieron del fenómeno.
En esta narrativa, se enarbola a Carlota como emblema de dignidad. Una abuelita valiente harta de la impunidad, una mujer de la tercera edad que toma un arma y ejecuta a los presuntos invasores de su propiedad. En este relato no hay espacio para matices: Carlota es retratada como heroína popular, David enfrentando a un Goliat sin nombre.
Los vecinos testigos refuerzan la legitimidad simbólica de su acto con frases como “ya estaba harta” o “si no lo hacía ella, nadie más”. Este relato colectiviza el hartazgo y convierte la violencia y el asesinato en justicia. Carlota no solo dispara una pistola; dispara una narrativa poderosa: la de la víctima que ya no puede más ante la impunidad.
Aquí, Carlota no es una heroína sino un síntoma. Su acto violento es consecuencia directa de la ausencia del Estado en general y de la incapacidad de los representantes de la justicia en particular: policía, ministerios públicos, personas juzgadoras, todas dolorosamente ausentes. Las redes se llenaron de testimonios sobre robos impunes, feminicidios sin resolución, personas desaparecidas, madres buscadoras y violencia estructural que nunca toca a los responsables.
Frases como “si fuera un país con ley, esto no pasaba” o “si quieres justicia la tiene que conseguir uno” circularon con fuerza en redes sociales. En Altazor Intelligence hicimos una investigación cualitativa recientemente en la que encontramos esta percepción: en México no hay justicia, solo queda la justicia divina (que impartiría Dios), la justicia digital (los linchamientos digitales a lords y ladies) y la justicia por mano propia (ojo por ojo). El caso sirvió como espejo para nuestras propias historias de dolor y abandono institucional de las autoridades federales y estatales de seguridad y justicia, que están literalmente de adorno. Carlota aparece entonces como avatar del colapso legal y profesional del sistema de justicia en México.
Pero no todos los relatos retrataron a Carlota como heroína, también se le bautizó en redes sociales como la “abuelita sicaria”. Desde sectores académicos y jurídicos surgió una contra-narrativa que cuestiona la idealización o romantización del homicidio. ¿Es válido celebrar que alguien mate a otra persona sin juicio ni defensa?
Este relato denuncia el linchamiento digital inverso: donde antes se quemaba a los “lord-algo” y a las “lady-algo”, ahora se santifica a pistoleras asesinas. Carlota es vista aquí como figura peligrosa, síntoma de una barbarie que se disfraza de justicia. Estas voces críticas fueron minoría, pero su planteamiento incorporó la incomodidad ética que todo buen relato necesita para no convertirse en dogma.
En la era de lo viral, todo hecho noticioso pasa por el filtro del humor y el meme. Y Carlota no fue la excepción. Es clave en la viralización del caso la existencia de un video explícito de los hechos, en el que podemos ver y escuchar con detalle lo sucedido. Esto, sumado al impacto emocional, encendió algoritmos en plataformas digitales y desató la ola de memes.
Los memes explotaron. Circularon en redes y WhatsApp imágenes modificadas con inteligencia artificial o a la antigüita de Carlota en diversas actitudes y personajes: desde “Abuelita John Wick” hasta “Cuando me quieren quitar mi pensión”, pasando por montajes con armas, ella con el Guante del Infinito del Universo Marvel o como personaje a elegir en el videojuego GTA, Carlota fue transformada en ícono pop. El meme como estrategia narrativa permitió transitar del horror al humor. Nos reímos para no llorar. Y en ese tránsito, Carlota dejó de ser persona para convertirse en plantilla de memes y nanonarrativas digitales.
En algunos círculos, Carlota fue adoptada como símbolo de empoderamiento femenino y de las personas adultas mayores. No por el acto violento en sí mismo, sino por lo que representó: una mujer mayor que dejó de ser víctima para convertirse en protagonista.
Desde el hashtag #CarlotaEmpoderada hasta arte gráfico, memes y stickers en redes, surgió una narrativa de autodefensa femenina, donde la tercera edad rompe con la pasividad que el patriarcado le asigna. Este relato conectó emocionalmente con quienes han visto a sus abuelas ser invisibilizadas, o peor, violentadas sin respuesta.
La diversidad de relatos, memes y etiquetas es también síntoma del fenómeno viral: “La señora Carlota”, “La viejita de la pistola”, “La abuela vengadora”, “Abuelita sicaria”, “La madre de todas las venganzas”. Cada nombre contiene un matiz emocional, una interpretación simbólica y un posicionamiento ético-moral.
Cada opinión posteada en redes sociales fue también un eco de otras historias, las más personales, sobre impunidad e injusticia que cada uno vació sobre el pretexto del evento. Carlota se convirtió en significante flotante: todos proyectamos en ella y en el caso lo que deseamos decir.
Cada uno tuvo su propia catarsis sobre el caso, después de tanta injusticia vivida en primera persona y la impunidad que disfrutan los delincuentes en México, para muchas personas podría parecer liberador -paradójicamente- el acto de Carlota.
Carlota ya no es solo una señora de Chalco. Es símbolo, relato, mito y ruido. Y como todo buen relato digital, sirve más para proyectarnos que para explicar lo sucedido. Porque al final, hoy más que nunca, en la era narrativa en que vivimos, no importa lo que pasó. Importa lo que podemos contar.
* Claudio Flores Thomas (X/TT @ClaudioFloresT – IG @ClaudioFloresThomas) es #Polímata y narratólogo, investigador de mercados, consultor en comunicación, analista en diversos medios de comunicación, profesor del departamento de comunicación de la Ibero y productor de vino y mezcal.
Texto adaptado de la colaboración del autor sobre el caso de la señora Carlota de Chalco, el viernes 4 de abril en “Así las cosas” de Gabriela Warkentin, en W Radio México (96.9FM).
La expresión “vampiro emocional” se refiere a aquellas personas en tu entorno que de alguna manera logran drenar toda tu energía cada vez que estas con ellas.
¿Tienes un “vampiro emocional” en tu vida?
No estamos hablando de esos estilo Drácula que duermen en ataúdes y se alimentan de sangre.
La expresión “vampiro emocional” se refiere a aquellas personas en tu entorno que de alguna manera logran drenar toda tu energía cada vez que estás con ellas; las amistades que lo único que hacen es quejarse, exigen que te sientes con ellas y escuches sus problemas y nunca te preguntan por tu vida.
Un vampiro emocional manifiesta varias características, expresó la psicóloga y autora Suzy Reading al programa de radio de la BBC Woman’s Hour.
“Tienen una necesidad excesiva de llamar la atención, de validación, de reconfirmación”, explicó Reading. “Pero también un sentido que nada de lo que ha ocurrido en su vida es culpa suya”.
Mientras están enfocadas en el yo, el ego, también están conscientes de sus patrones de comportamiento y cómo impactan a otras personas, dice la psicóloga. No obstante, tienen poca compasión por otros, aunque no son conscientes de esa falta de empatía.
Esas relaciones, aparte de agotadoras, pueden socavar poco a poco tu autoestima y hacerte dudar sobre si tú eres quien tiene el problema.
Esa fue la experiencia que tuvo la periodista Radhika Sahghani, que también fue invitada a Woman’s Hour para contar cómo enfrentó el problema.
“Cuando era adolescente y entrados mis 20, creo que no podía identificarlos (los vampiros). Me preguntaba si era mi culpa; ¿por qué esta conversación no está funcionando? ¿Tal vez soy yo?”, comentó en el programa.
Con el tiempo, pudo darse cuenta de que su agotamiento emocional se debía a esas personas y establecer límites.
Aquí hay cinco consejos que Reading y Sanghani compartieron para saber cómo lidiar con los vampiros emocionales en tu vida.
Reading señala que cuando enfrentamos a una persona para darles nuestra opinión sobre su comportamiento “necesitamos ser hábiles al expresar nuestra crítica, siendo directos y diciendo: ‘Cuando haces tal cosa, se siente de tal manera’“.
De lo contrario, la persona podría pasar el resto de su vida viendo cómo sus amistades desaparecen sin tener idea por qué.
“Es una oportunidad de crecimiento”, afirma la psicóloga. “Hay muchos ejemplos de personas que reciben comentarios críticos y quedan perplejas. No tenían idea del impacto que su comportamiento tenía en otros”.
Así que hay que decirles lo que uno piensa, pero hábilmente. Y, si no hay cambio, entonces tenemos que pensar en qué es lo que necesitamos.
“Lo que yo trato de hacer, y que siento que me empodera mucho, es encontrar el valor para dar mi opinión”, comenta Sanghani.
“No estoy diciendo: ‘Creo que eres un vampiro emocional’, estoy diciendo: ‘Mira, siento que últimamente, cuando nos reunimos, realmente no hay mucho espacio para mí. Siento que no me escuchas. Realmente no me haces ninguna pregunta'”.
Cualquier cosa que se le comunique a la persona, lo importante es decirlo en voz alta, recomienda Sahghani. “Para mí, una amistad verdadera que merece mantenerse e invertir en ella es una donde la persona me puede escuchar y tener una conversación al respecto”.
“Si se niegan o se ponen defensivas al instante, eso me demuestra que no son alguien que quiero en mi vida”.
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Reading sugiere que cuando la persona no tiene voluntad ni deseo de generar un cambio, debemos protegernos, articulando claramente qué es lo que necesitamos para saber que la relación con ella es segura y sana.
“Es cuestión de tomarse el tiempo para identificar esas señales de alerta y observar: ¿dónde estamos?, ¿cuáles son los niveles de energía? Démonos permiso de tomar las cosas con calma”.
Por otra parte, podrías expresar directamente: “Lo siento, necesito poner fin a esta relación”.
Pero si se trata de una relación de la que mutuamente no se pueden liberar, la solución sería establecer límites en la manera como se comunican. Cosas sencillas como, “no vamos a enviarnos un sinfín de mensajes”, o “no vamos a hablar de nuestras vidas emocionales”.
“La naturaleza de esa comunicación también debe estar muy bien orientada, dejando en claro qué está bien y qué no”, explica Reading.
En la medida de lo posible, reduce el tiempo que te expones a estas relaciones y toma la libertad de decidir con quién quieres pasar tu tiempo.
También puedes optar por el lugar de reunión, la actividad que van a hacer, por cuánto tiempo y con qué frecuencia, indica Reading.
Si has identificado a alguien en tu vida que te drena toda la energía emocional, pero quieres mantener la amistad, piensa en diferentes actividades que puedan hacer.
“En lugar de sentarse a tomar café y enfrentar ese muro de ruido, ¿por qué no salen a caminar?”, sugiere la psicóloga. “¿Por qué no hacen ejercicio conjuntamente mientras satisfacen sus necesidades mutuas? Eso reduce la tendencia de que la persona domine todo. Aún mejor: vayan a jugar tenis”.
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Sahghani y sus amistades se han inventado un sistema que les ha sido útil para abordar estas situaciones que llaman +2, -2 y cero.
“Si tienes un encuentro social, piensa: ¿Fue un +2? ¿Saliste con euforia? ¿Fue un cero? ¿Te sientes neutral? O, ¿Fue un -2, como después de estar con un ‘vampiro emocional’ que te está desgastando?”.
La periodista asegura que lo hace con familiares, amistades y colegas, y que le ayuda en su rutina hacer ese cálculo. “¿Cómo voy a planear mi semana?”, se pregunta. “¿Tendré mucho ceros ahí? ¿Podré meter unos +2? Si tengo un -2, ¿podré contrarrestarlo con un +2?”.
Lo importante es tener en cuenta que lo que puede resultar agotador para ti no es igual para las otras personas. Pero si la situación es irreparable, no deberías temer a poner fin a la relación, afirma Sahghani.
“En algunas situaciones, si me es fácil, simplemente me aparto, especialmente si es alguien que acabo de conocer”, dice. “Si es un primer encuentro, entonces no voy a salir una segunda vez con un ‘vampiro emocional’. Obviamente es mucho más complicado si es alguien con quien tienes una relación más estrecha”.
*Este artículo fue adaptado de una conversación de la psicóloga y autora Suzy Reading y la periodista Radhika Sahghani con Anita Rani, presentadora del programa de la BBC Woman’s Hour, que puedes escuchar en inglés aquí.
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