Desde hace varios años desde el Pacto por la Primer Infancia hemos insistido con robusta evidencia que la inversión pública suficiente, sostenida y de calidad que financie políticas públicas bien diseñadas e implementadas en beneficio de las niñas y niños menores de 6 años tiene altas tasas de retorno debido a sus múltiples beneficios y oportunidades en todos los ámbitos, no sólo para los niños, familias y comunidades, sino al país en conjunto en materia de salud, educación, ingreso, productividad, igualdad y seguridad.
En este sentido, el escenario presupuestal para la primera infancia en el 2025, con el primer presupuesto elaborado por la nueva administración de la presidenta Claudia Sheinbaum, comprometida explícitamente con las niñas y niños menores de 6 años del país, apunta a que por 5º año consecutivo se incrementará nominalmente el presupuesto para ellos, al proyectarse una asignación presupuestal de $202 mil 513 millones, lo que implica un incremento nominal del 6 % y real del 2 % con $10 mil 601 millones adicionales respecto al año anterior.
Sin duda, el país ha avanzado paulatinamente en conocer y reconocer la importancia estratégica de incrementar la magnitud y calidad de la inversión en la primera infancia; sin embargo, aún nos encontramos lejos de considerar que es una prioridad gubernamental y presupuestal, así como ser suficiente para garantizar el pleno ejercicio de los derechos de todas las niñas y niños menores de 6 años, como consecuencia de los múltiples obstáculos, retos e incluso retrocesos presupuestales que desafortunadamente siguen vigentes y que delinean un panorama de claroscuros.
Por una parte, para el 2025 se advierten incrementos importantes en varios programas que benefician a la primera infancia. Por ejemplo, en materia de educación, la transformación de la Becas de Educación Básica Benito Juárez a la Beca Universal de Educación Básica Rita Cetina, implica un incremento presupuestal del 7% real. Así como el Fondo de Aportaciones Múltiples-Infraestructura Educativa Básica del Ramo 33 que aumentará en 8%.
En materia de salud, se proyectan un aumento relevante del presupuesto del programa Atención a la Salud del IMSS del 74% real, con más de $9,600 millones adicionales, así como del programa Fortalecimiento a la Atención Médica del recién creado IMSS-Bienestar, que acerca los servicios de salud a la población que vive en zonas marginadas o de difícil acceso, aumenta en 97% en términos reales. Finalmente, en materia de cuidado infantil, los servicios que ofrece, tanto el IMSS como el ISSSTE se incrementarán en 4% y 14% respectivamente.
En contraste, el programa de Educación Inicial y Básica Comunitaria que ofrece servicios educativos a niñas y niños de localidades de alta marginación y rezago social se reducirá en 5 % real. También el programa Expansión de la Educación Inicial, que busca incrementar progresivamente la cobertura de este tipo de educación obligatoria por mandato constitucional en niños de hasta 3 años, se contrae en 3 %, lo que es un serio obstáculo para garantizarla, además de que no son identificables $200 millones que, de acuerdo al propio Decreto de Presupuesto, deberán ser dirigidos para el fortalecimiento de los servicios personales para las acciones de la expansión de la educación inicial.
El Programa de Apoyo para el Bienestar de las Niñas y Niños, Hijos de Madres Trabajadoras proyecta un presupuesto de $2,500 millones, lo que implica un incremento, pero de apenas del 0.3 % en términos reales y que dista del presupuesto señalado de $ 3,185 millones en la Carta de la Presidenta contenida en el paquete económico.
Finalmente, otra grave reducción presupuestal que afectará de manera directa a la primera infancia es el Programa de Vacunación: se proyecta un decremento del 18 % real con $ 260 millones menos, además de que el presupuesto total del programa disminuirá 69 % en términos reales con $ 9 mil 459 millones menos que en 2024. Lo cual resulta a todas luces insuficiente para contrarrestar la pérdida de efectividad que ha padecido desde hace lustros como lo reflejan las abruptas caídas en las coberturas de vacunación en niños de 1 y 2 años, lo que significa obstáculos para proteger y garantizar el derecho fundamental a la salud mediante la inmunización contra enfermedades prevenibles y con potencial epidémico.
Como es posible advertir, hay avances, pero también obstáculos para incrementar la magnitud de la inversión en primera infancia. Baste señalar que el país tan sólo destina el 0.6 % del Producto Interno Bruto para la atención de las niñas y niños menores de 6 años, con los cual seguimos estando rezagados y ser de los países de la región que menos invierte de la riqueza que genera hacia su población más pequeña. Es momento de plantearnos como una meta nacional al 2030, invertir al menos el 1.5 % del PIB.
Ante la ventana de oportunidad que representa un nuevo gobierno y legislatura, desde el Pacto por la Primera Infancia hacemos un respetuoso llamado a las y los diputados para que durante el proceso de examen presupuestal intervengan en uso de sus facultades exclusivas para mejorar e incrementar la asignación de recursos para avanzar de manera decidida en garantizar de manera integral los derechos de la infancia temprana de nuestro país.
* Alberto Sotomayor es Coordinador de Investigación del Pacto por la Primera Infancia (@Pacto1aInfancia).
El aroma corporal evoluciona a lo largo de nuestra vida, y los cambios que se producen no solo tienen una explicación biológica, sino que ha sido clave en la selección social y evolutiva.
Le propongo un reto: ¿sería capaz de adivinar el rango de edad de alguien sentado a su lado que no lleve perfume utilizando tan solo el sentido del olfato? No he encontrado ningún reto de este tipo en TikTok, pero sí una investigación que lo demuestra: podemos discriminar la edad de una persona por su aroma.
El olor corporal evoluciona a lo largo de nuestra vida, y los cambios que se producen no solo tienen una explicación biológica, sino que también han jugado un papel importante en la selección social y evolutiva.
Durante la infancia, el olor corporal suele ser suave debido a la baja actividad de las glándulas sudoríparas y a un microbioma (comunidad de microrganismos) cutáneo sencillo. Aun así, los padres son capaces de identificar la “fragancia” que despide su propio hijo y preferirla a la de niños desconocidos.
Los olores que en este caso generan una percepción olfativa emocional (información hedónica) agradable o familiar, activan las redes neuronales de la recompensa y el placer y disminuyen las respuestas al estrés. En coherencia con esto, las madres con trastornos del vínculo posparto no desarrollan este reconocimiento ni preferencia olfativa de su propio bebé.
Desde un punto de vista evolutivo puramente pragmático, la identificación placentera de la descendencia permitiría la inversión selectiva de los recursos.
La adolescencia supone un cambio importante en el olor corporal. Esta transformación se debe a la producción de hormonas sexuales, que, entre otras cosas, induce la activación de las glándulas sudoríparas y sebáceas.
Mientras que la mayoría de las glándulas sudoríparas (las ecrinas) excretan agua y sales, las glándulas sudoríparas llamadas apocrinas (asociadas al vello y localizadas en las axilas y la zona genital) segregan proteínas y lípidos
Es la degradación conjunta de estos lípidos y del sebo (triglicéridos, ésteres de cera, escualeno y ácidos grasos libres) liberado por las glándulas sebáceas presentes por casi toda la piel lo que genera el característico aroma a “humanidad”.
La descomposición de esas sustancias ocurre cuando entran en contacto con el aire y las bacterias de la piel. Microorganismos como los Staphylococcus convierten las grasas en ácido acético y ácido 3-metilbutonoico, responsables del olor agrio de los adolescentes.
Otras moléculas volátiles que aparecen en mayor cantidad en el sudor de los púberes frente al de los niños son la androstenona (olor sudoroso y urinario, similar al almizcle), el androstenol (parecido al sándalo o el almizcle) y el escualeno (rancio, graso o ligeramente metálico cuando se oxida).
La capacidad de reconocer a los hijos por el olor corporal disminuye tanto en madres como en padres cuando sus descendientes abandonan la infancia y están en plena adolescencia.
De hecho, las madres incluso prefieren el aroma de desconocidos. Y en ambos casos, la capacidad de identificación y preferencia se recupera cuando los vástagos entran en la etapa de pospúberes.
Una posible explicación a esta especie de “rechazo” hacia el olor corporal de los propios hijos adolescentes sería la prevención del incesto y, por tanto, la endogamia.
Las glándulas sebáceas alcanzan su actividad máxima en la edad adulta. Aunque menos intenso que en la adolescencia, el olor corporal sigue existiendo en cada persona y depende de factores como la dieta, el estrés, los niveles de hormonas o el microbioma cutáneo.
Pero ¿qué sentido tendría poseer un olor propio cambiante a lo largo de la vida si no tuviésemos la capacidad de sentirlo? El mismísimo Darwin se equivocó (nadie es perfecto) al afirmar que “para el hombre, el sentido del olfato es de muy poca utilidad, si es que tiene alguna”.
En realidad, el olfato es eficaz para obtener información de congéneres, resulta esencial cuando la visión o audición están restringidas (entorno oscuro o ruidoso) y permite detectar eventos pasados, pues las moléculas odoríferas persisten en el espacio y el tiempo.
Por lo tanto, poseer un aroma característico y la capacidad de detectar olores ajenos proporciona información social respecto a nosotros mismos, nuestros parientes, la edad, el sexo, la personalidad, las enfermedades y las emociones.
Igual que en otros animales, los olores corporales ayudan en la selección de pareja, el reconocimiento del parentesco o la diferenciación sexual.
Con el envejecimiento, la falta de colágeno de la piel aplasta y reduce la actividad de las glándulas sudoríparas y sebáceas.
La pérdida de las primeras explica la dificultad de las personas mayores para mantener el equilibio térmico. En cuanto a las sebáceas, no solo disminuye su producción, sino que cambia su composición, disminuyendo la cantidad de compuestos antioxidantes como la vitamina E o el escualeno.
Todo esto, sumado a la también menor capacidad de producción de antioxidantes por las células cutáneas, desencadena un aumento de reacciones de oxidación, dando lugar al olor “a persona mayor”, que los japoneses llaman kareishu.
Así, a partir de los 40 años, comienza a cambiar la forma en que se procesan algunos ácidos grasos de la piel, como el omega-7 (ácido palmitoleico). La oxidación de este ácido graso monoinsaturado da lugar al 2-nonenal, responsable del olor característico.
Por cierto, este compuesto se encuentra también en la cerveza añeja y el trigo sarraceno, y se describe como un olor a grasa y hierba.
Si para algunas personas este olor resulta desagradable, la mayoría lo asociamos con buenos recuerdos de abuelos y padres. Y es probable que, al igual que en la infancia, ayude a perpetuar los cuidados, esta vez de nuestros mayores.
Por lo tanto, el olor de la vejez no tiene tanto que ver con la higiene; de hecho, el 2-nonenal no es soluble en agua, por lo que no se elimina fácilmente ni con la ducha ni lavando la ropa.
A medida que la piel madura, su protección antioxidante disminuye, generando una mayor presencia del citado compuesto, así que lo mejor para minimizar el rastro olfativo es beber abundante agua, hacer ejercicio, seguir una alimentación sana, disminuir el estrés y reducir el consumo de tabaco o alcohol. Todos estos hábitos reducen el estrés oxidativo responsable de nuestro olor.
*Noelia Valle es profesora de Fisiología, Creadora de La Pizarra de Noe, Universidad Francisco de Vitoria.
*Este artículo fue publicado en The Conversation y reproducido aquí bajo la licencia creative commons. Haz clic aquí para leer la versión original.
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